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Por: Carlos Pichuante
Ah, Chile. Tierra de poetas, de cuentas públicas que no dan cuenta de nada, paisajes majestuosos y… animales golpeados para entretener al público mientras se les llama “deporte nacional”.
Porque si algo define la identidad de este país, aparentemente, es embestir terneros aterrados contra murallas y hacer correr a galgos drogados hasta que se les revienten las patas. ¡Viva la tradición!
El rodeo: arte chileno de moler a palos a un ternero
En Chile, el rodeo no es simplemente una actividad rural. No, no. Es “patrimonio”. Porque nada dice “identidad nacional” como dos jinetes apretando a un novillo contra una pared con toda la fuerza posible mientras una multitud aplaude emocionada.
El animal, por supuesto, sufre fracturas, hemorragias internas, dislocaciones… pero vamos, ¡es parte del show!

Y lo mejor de todo: tú también lo pagas. En 2023, el Estado destinó más de $4.000 millones de pesos a financiar esta tradición.
Porque claramente no hay otras prioridades en el país. ¿Salud, educación, crisis climática? ¡Bah! Primero lo primero: los porrazos a los animales.
Carreras de galgos: adrenalina, apuestas y abandono
Pero no seamos injustos. El rodeo no tiene el monopolio del maltrato. En pueblos y ciudades de todo Chile, las carreras de perros,esa mezcla entre circuito de apuestas ilegales y campo de concentración canina siguen vivas y coleando.
¿Y qué si los perros son dopados con anfetaminas para correr más rápido? ¿Y qué si más del 60% termina con lesiones crónicas antes de los 5 años? ¿Y qué si, cuando dejan de servir, los tiran como basura? Tranquilos: los organizadores dicen que “los aman como a hijos”.

Como a hijos que corren por dinero y que, si se rompen, se reemplazan.Pero bueno, ¡son parte de nuestra cultura!
Porque si hay algo que Chile sabe hacer bien, es justificar el abuso con frases como “es parte de nuestra identidad”, “yo lo viví de niño” o “los animales no sufren tanto”.
Todo muy científico, muy racional. Qué suerte la nuestra: tenemos un país lleno de expertos en etología que nunca han leído un libro pero saben exactamente cuánto dolor siente un ternero.
Y mientras tanto, proyectos de ley para prohibir estas prácticas duermen en el Congreso, abrazados por diputados y senadores que oh! casualidad también aparecen en las medialunas aplaudiendo.
Ideas radicales (para un país estancado)Ya que estamos soñando con civilización, aquí van unas ideas locas:
Prohibir el rodeo, no regularlo: prohibirlo. Como se hizo con el circo con animales. Como lo hacen los países decentes.
Cerrar las pistas de carreras de perros, sancionar penalmente a sus organizadores y rescatar a los animales.
Eliminar el título de “deporte nacional” al rodeo. Un país con dignidad no celebra la violencia como identidad.

Y ya que estamos osados: usar los $4.000 millones de pesos en educación, salud mental o refugios animales.
Pero claro, eso sería demasiado lógico.Así que seguiremos igual: viendo cómo el Estado financia el sufrimiento, cómo los medios lo blanquean como “fiesta chilena”, y cómo una parte del país se cubre con la bandera para justificar el maltrato.
Eso sí, no olvidemos darle una medallita al novillo y al galgo al final. Porque en Chile, el abuso animal no solo se permite. Se premia.