ClickNews
Por Carlos Pichuante
La relación entre Irán e Israel no siempre fue la historia de enemistad y odio que hoy domina los titulares. Para entender la complejidad de este vínculo, es necesario retroceder más de 2.500 años atrás, cuando el actual Irán era el corazón del poderoso Imperio Persa y el pueblo de Israel apenas reconstruía su identidad nacional tras el exilio en Babilonia.
Ciro el Grande: el libertador bíblico de Israel
El punto de partida de esta relación fue nada menos que uno de los momentos más significativos en la memoria colectiva del pueblo judío: el Edicto de Ciro.
Según el libro de Esdras (Esdras 1:1-4) y las Crónicas (2 Crónicas 36:22-23), el rey Ciro II de Persia (Ciro el Grande) autorizó y facilitó el regreso de los judíos exiliados en Babilonia a Jerusalén y ordenó la reconstrucción del Templo, el mismo que siglos después sería conocido como el Segundo Templo.
Isaías incluso llega a llamar a Ciro “el ungido del Señor” (Isaías 45:1), un título que, irónicamente, en la tradición hebrea estaba reservado sólo para reyes de Israel o grandes libertadores.
La imagen de Irán como protector de Israel quedó grabada en la historia.

Darío I y Jerjes: continuidad y política pragmática
La relación no terminó ahí. Los sucesores de Ciro, como Darío I (el mismo que permitió la continuación de las obras del Templo, según Esdras 6:1-12), y posteriormente Jerjes I (posiblemente el mismo Asuero del libro de Ester), tuvieron una relación de altibajos pero basada más en la pragmática política imperial que en la hostilidad religiosa.
Durante esos siglos, los judíos vivieron como una minoría protegida dentro del Imperio Persa. La diáspora judía en Persia creció y, hasta el día de hoy, una de las comunidades judías más antiguas fuera de Israel sigue existiendo en Irán.
De Persia a Irán: del protectorado a la enemistad
Con el paso de los siglos, la historia de Irán e Israel quedó en un segundo plano hasta bien entrado el siglo XX.
Bajo el régimen del Sha Mohammad Reza Pahlavi (1941-1979), Irán fue uno de los pocos países de mayoría musulmana que mantuvo una relación no solo diplomática sino incluso estratégica con el joven Estado de Israel fundado en 1948.
Durante los años 50, 60 y 70, Irán e Israel compartieron intereses comunes, especialmente por su oposición al panarabismo liderado por Egipto y por la presencia soviética en la región.

Se firmaron acuerdos secretos de cooperación militar, inteligencia (el famoso proyecto Tzafririm), y comercio de petróleo.Washington jugó un papel clave como articulador de esta relación.
Irán era visto como el “gendarme de Occidente” en el Golfo Pérsico y el aliado ideal para proteger los intereses estadounidenses, petroleros y estratégicos.
El terremoto de 1979: la revolución Islámica y el giro radical
La llegada al poder del Ayatolá Ruhollah Jomeini en 1979 marcó un antes y un después. La Revolución Islámica no solo derrocó al Sha, sino que introdujo una ideología de confrontación directa con Israel.
Jomeini etiquetó al Estado de Israel como “el pequeño Satán”, mientras que Estados Unidos se convertía en “el gran Satán”.
La república islámica adoptó la causa palestina como una de sus banderas revolucionarias y comenzó a financiar y armar a grupos como Hezbolá en Líbano y, más tarde, a estrechar lazos con Hamás en Gaza.

Las antiguas redes de cooperación fueron desmanteladas. La Embajada de Israel en Teherán se convirtió en la Embajada de Palestina. Las relaciones económicas, diplomáticas y de inteligencia fueron cortadas de raíz.
Estados Unidos como factor desestabilizador
La intervención de Estados Unidos ha sido otro eje clave que envenenó aún más la relación. Desde el golpe de Estado de 1953 (Operación Ajax), que derrocó al primer ministro iraní Mohammad Mossadegh con apoyo de la CIA y el MI6 británico, hasta las sanciones económicas actuales y el retiro unilateral del acuerdo nuclear en 2018 bajo la presidencia de Donald Trump, Washington ha jugado un papel que ha radicalizado aún más a los sectores más antioccidentales de Teherán.La política exterior de Israel también ha sido profundamente moldeada por esta tensión.

Hoy Israel lidera la campaña internacional para aislar a Irán diplomáticamente y ha llevado a cabo, según diversas fuentes, operaciones encubiertas dentro del territorio iraní, incluidos ciberataques (como el famoso virus Stuxnet) y el asesinato de científicos nucleares.
De Ciro a Jomeini: Una ironía histórica
La gran paradoja de esta relación es que el mismo pueblo que una vez vio en Persia a un libertador, hoy percibe a Irán como su mayor amenaza existencial.
Las profecías de Isaías sobre el “ungido” persa que salvó a Israel hoy contrastan con los cánticos de “Muerte a Israel” que resuenan en las calles de Teherán durante las celebraciones del Día de Al-Quds.
Finalmente La historia entre Irán e Israel no es una simple confrontación entre musulmanes y judíos, ni una típica rivalidad geopolítica.
Es un espejo de cómo los intereses, las ideologías y las intervenciones extranjeras pueden transformar amistades históricas en odios enquistados.
Quizás en algún rincón de la historia futura, algún líder persa vuelva a ser llamado “ungido” y permita un nuevo capítulo de reconciliación.
Pero hoy, esa posibilidad parece tan lejana como el eco de las antiguas crónicas de Esdras.
