Inicio Nacional ¡¡¡No hay mal que dure cien… Ni chilenos que lo soporten!!!

¡¡¡No hay mal que dure cien… Ni chilenos que lo soporten!!!

88
0

por Franco Machiavelo

En este país nos vendieron la ilusión del “ahorro para la vejez” como si fuera un acto de responsabilidad individual, cuando en realidad fue un experimento social para convertir a millones de trabajadores en una fuente silenciosa de capital para los poderosos. Chile, laboratorio del neoliberalismo, donde los ricos mandan, los burócratas obedecen y el pueblo financia sin saberlo.
 
Mientras la gente se rompe la espalda trabajando, creyendo que ese dinero volverá en forma de dignidad, los fondos se mueven en mercados globales que nadie consulta ni controla. No hay democracia en el ahorro obligatorio: nadie pregunta a los trabajadores si quieren que su esfuerzo termine alimentando empresas que producen armas, tecnologías de vigilancia, fondos que financian guerras y ocupaciones que matan niños y mujeres en Gaza y en tantas otras tierras donde la vida vale menos que el negocio.
 
Los chilenos ponen sudor, y otros ponen bombas.
 
Y mientras tanto, Wall Street celebra. El “sueño americano” se vuelve más cómodo gracias al sacrificio de un país pequeño al fin del mundo, donde el trabajador financia el estilo Dolce Vita de grandes corporaciones que jamás han pisado una feria en La Pintana, un hospital en Temuco o un liceo público en Valparaíso. Pero sí han pisado salones alfombrados en Nueva York, Londres y Tel Aviv, donde el dinero chileno se multiplica… para otros.
 
Nuestros bosques se talan, nuestros ríos se venden, nuestra biodiversidad se agota, porque las AFP también alimentan proyectos extractivistas y destructores del planeta. Se invierte en aquello que rinde, aunque eso signifique arrasar flora, fauna, territorios y comunidades enteras. ¿Y la consulta al dueño real del dinero? No existe. Nunca existió. Y les aterra que exista.
 
Las AFP no son humanas. Son máquinas de acumulación, templos del capital sin ética, sin rostro y sin patria. No obedecen a la voluntad del pueblo que cotiza, sino al mandato invisible del mercado: crecer, sin importar a costa de qué, ni de quién.
 
El pueblo chileno merece decidir dónde pone su dinero. Merece que su trabajo no sea instrumento de muerte ni de destrucción. Merece saber que su esfuerzo no alimenta guerras, ni lujos imperiales, ni devastación ecológica. Merece dignidad, transparencia y autonomía.
 
Porque cuando un país descubre que ahorró toda su vida para engordar monstruos, ya no queda resignación: queda rabia, conciencia y organización.
 
Y esa es la semilla que tiemblan los dueños del sistema. Porque un pueblo que despierta… no lo soporta nadie. Y Chile está despertando.
 
 
 
 
 
 

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.