POLITIKA
Medio siglo… Y aquí estamos. Sin olvidar a ninguno de los que cayeron. Tampoco olvidamos a los criminales, comenzando por Pinochet, Onofre Jarpa y tantos otros. Los canallas que saquean el país no pierden nada por esperar…
por Sergio León Balza. Agosto de 2023, a propósito de septiembre 2023
Las matanzas matan en el acto. La tortura daña en el acto. Pero el horror de esos actos también mata y daña a sobrevivientes, amigos, parientes, conocidos y no conocidos, durante muchísimo tiempo o por siempre, y de maneras inesperadas, imborrables.
Henry Kissinger, “prócer” del conservadurismo norteamericano, asesina y daña a millares de inocentes con cada alocución o entrevista pública que realiza. Argumenta, impasible, que los daños colaterales de los horrores, que él y su gobierno generan, son un mal necesario.
Lo vi alguna vez en televisión, en el año 1982, en Liverpool, Inglaterra, en casa de unos amigos chilenos exiliados. Justificó, orgulloso, sonriente, autocomplaciente y certero, las acciones de su gobierno, que condujeron a derrocar y truncar brutalmente la vía chilena al socialismo en el año 1973. Encontré notable que “don Henry” calificó de desorden con justicia a ese maravilloso proceso chileno.
¿Por qué tendrán que existir los imperios? … ¿Cómo explicar?, ¿Cómo justificar, que una pareja de ancianos de Chillán haya ido a parar a una lejanísima localidad escocesa, arrancados de sus sueños y su cotidianidad, incomunicados, aislados, desarraigados, por pensar diferente o ser parientes de alguien que cayó preso o fue torturado, por agentes de un sanguinario dictador de un país perdido en lo más recóndito de los mares del sur?
Recorren mi pensamiento muchas imágenes, todas implacablemente dolorosas: la mirada al infinito de Ángel Parra al rememorar Chacabuco; el libro “Viví para contarlo”, de Luis Alberto Corvalán, fallecido a los 28 años por las secuelas de la tortura, luego de publicar sus sufrimientos en la misma cárcel que compartió con Ángel y otros miles; las separaciones de parejas; las enfermedades y ansiedades de parientes directos de desaparecidos, asesinados y torturados en los años de dictadura; también imágenes de resiliencia, de reconstrucción de vidas, de nuevas relaciones amorosas que, sin embargo, quedan signadas por tristezas y decepciones subyacentes ante la crueldad ¿humana? de matar y dañar.
Las matanzas matan en el acto. La tortura daña en el acto. Pero el horror de esos actos también mata y daña a sobrevivientes, amigos, parientes, conocidos y no conocidos, durante muchísimo tiempo o por siempre, y de maneras inesperadas, imborrables.