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De víboras, huachicoleros y juventud desalentada

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Por Adán Salgado Andrade, México

Nopala, Hidalgo. De nuevo, estamos mi amigo y quien esto escribe, en la casa de don Delfino, doña Guadalupe y su hijo Cristian. Saboreamos el rico pulque que don Delfino elabora. Aprovecho estos aires de campo, pues un contagio de covid, me ha dejado con una enfermedad recurrente, que no se me ha curado del todo. Por eso, me recomendó la doctora unos días en un ambiente de aires más limpios, antes de regresar a la bulliciosa, contaminada ciudad.

Llevan cortadas la mitad de las mazorcas de maíz que sembraron, las que este año, por la falta de lluvias, no dieron elotes. Lo que saquen, al segarlas, será sólo para sus animales (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/01/el-duro-trabajo-en-el-campo-revisitado.html).

Han tardado mucho, porque sólo son los tres los que están haciendo el duro trabajo de segar con una hoz las secas mazorcas e irlas apilando, para recogerlas luego. “Le dijimos a uno, pero dijo que tenía que alquilar a otros peones, ¡que porque era mucho trabajo!”, dice doña Guadalupe. “¡Son huevones, porque nosotros solos, ya casi nos echamos toda la milpa!”, exclama. Dicen que cada vez les es más difícil conseguir quien trabaja, a pesar de que sean tareas no tan difíciles y les paguen a doscientos pesos el día”.

Pienso que es lo que llamo el desánimo social, que más adelante retomo.

Mi amigo le pregunta a don Delfino que como cuántas hectáreas tiene de terreno y responde que cuatro. Es bastante grande su terreno, en donde tienen sus parcelas, en las que siembran maíz, frijol, avena y calabazas. También, a un costado, está su casa, que consta de una sala, cocina y baño, techadas con lámina. Otros dos cuartos, esos, sí, techados con loza, separados unos seis metros de la sala y cocina, es en donde duermen, “porque son los más calientes”. En estos tiempos de frío – ya no tanto, por el calentamiento global – las heladas “se sienten fuertecitas”. “¡Échame otra cobija, Lupe!”, exclama don Delfino, que cuenta que así le dice a su esposa cuando se sienten “rejuertes los fríos”.

También tienen un jagüey – un agujero excavado con máquina, para almacenar agua –, un pesebre para vacas – que ahorita está vacío, pues como a doña Guadalupe la operaron de la matriz, le recomendaron que no hiciera esfuerzo –, un corral para los caballos y varios espacios, que no se ve que se usen, pero que forman parte de esas cuatro hectáreas. No hay muchos árboles, pues, de por sí, es una región semiárida, así que sólo se dan algunos huizaches, nopales y uno que otro pino. La tierra no es muy fértil.

Doña Guadalupe tiene un “pedacito”, al lado de la sala, en donde dice que desea hacer un invernadero, para sembrar jitomate, tomate, chile, fresas… “¡Sí, quiero sembrar todo eso!”, dice, muy entusiasmada. Le digo que está muy bien, pues de esa forma, se puede ahorrar el poco dinero que ganan, al no gastar en vegetales que ellos mismos pueden obtener en dicha huerta.

Y esa iniciativa, tener un huerto, no la he visto entre los campesinos que he conocido, excepto con doña Guadalupe. Sé que no es fácil hacerlo, pero con algo de iniciática, pueden crearlo. Actualmente, hasta en las ciudades recomiendan tener huertos en azoteas, tanto por los alimentos que se pueden obtener, así como porque pueden contribuir a limpiar algo la contaminación del aire (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/09/sembrar-huertos-masivamente-en-las.html).

Así que si en ciudades se siembran huertos, debería de hacerse también en el campo: todos los campesinos deberían de tener sus huertos. Además, podrían sembrar árboles frutales. Doña Guadalupe piensa sembrar unos nogales, en la parte en donde más humedad se da, “pues pasa un venero subterráneo”, dice.

Mi amigo interviene, comentando que, en efecto, hay alguna corriente por el cerro, que está detrás de la propiedad. Dice doña Guadalupe que por haber hecho una especie de lienzo charro el municipio, a unos trescientos metros más delante de donde ellos están – que se me hace un gasto absurdo y corrupto que hizo la municipalidad local, pues no se ha usado desde que se construyó –, “nomás barrenaron y desviaron el río”.

Claro, no se hacen los más mínimos estudios de impacto ambiental en obras corruptas. Si, en efecto, un río subterráneo pasaba por allí, al haber construido esa obra, pudieron impactar su curso, lo que privaría de esas necesarias aguas cuesta abajo (la topografía del sitio, con un cerro al fondo, y con pendiente hacia abajo, podría indicar que, en efecto, hay algún río que corre subterráneamente, pues la región, abunda en manantiales).

Platican que tienen los caballos, para que se coman las hierbas, pues luego, crecen tan altas, que se esconden víboras entre ellas. Dicen que los caballos o las vacas se comen hasta los nopales, con todo y espinas. ¡Sí que tienen buenas lenguas, encías, paladar y dientes!, pienso, recordando lo espinosos que son los nopales silvestres.

Regreso a lo de las víboras. Dicen que sí hay, porque como están a las faldas del cerro, abundan. “Pos el año pasado, matamos como a cinco”, dice don Delfino, refiriendo cómo dio caza a una cascabel, “¡pero bien grande qu’estaba!”, exclama. La mató con una escopeta que tiene, la que dispara balas expansivas. Les pregunto si se las comen. Dicen que a esa no, pues como había mordido a uno de sus perros – que milagrosamente no se murió, sólo se le hinchó el hocico –, “ya se le había regado el veneno”. Explica don Delfino que para que puedan comérselas, es necesario atraparlas con un horcón – una vara abierta en forma de “V” – y decapitarlas. “¿Qué tal saben?”, pregunto. “¡Huy, l’otra vez que comimos hasta soñé con víboras”, bromea doña Guadalupe, diciendo que se había “empachado” de víbora. Que nada más las asan y son “muy sabrosas”.

Es algo que me produce encontradas emociones. Es cierto que hemos invadido los hábitats de muchos animales silvestres. Sin embargo, la gente del campo de estos lugares semiáridos, vive ancestralmente en las tierras que cultiva. Y animales como víboras, coyotes, conejos, zorrillos, tejones y otros… ¡también han habitado allí! Así que, en mi opinión, se ha mantenido una especie de simbiosis entre gente y animales silvestres en donde, de todos modos, aquélla, ha aceptado que existen esos animales, como las víboras, a las que matan y hasta se las comen. Y las víboras… pues también han de arriesgarse a que las maten, si, a cambio, pueden obtener alimentos, como conejos o ratas, que vivan en las tierras de sembradíos. Es la ley de la vida, puede pensarse.

Y es que, dice don Delfino, luego las ha sostenido accidentalmente, cuando corta alguna mazorca, pues la víbora estaba adherida a ella. “¡Antes no me han picado!”, exclama.

A sus 78 años, dice que cada vez le cuesta más agacharse. “Me duelen las rodillas cada vez más”, se lamenta, mientras mi amigo, experto en sobar, le masajea la espalda, los brazos y las rodillas, lo que le provoca momentáneo alivio al septuagenario hombre de campo.

Ya tiene que irse a vender sus paletas y helados, como hace de lunes a viernes, “pa’ sacar un dinerito extra”.

Y nos quedamos con doña Guadalupe y su hijo.

Mi amigo, dice que cuando abundaba la gasolina robada, hacía viajes en su auto para llevar a gente a determinados sitios. Ya tenía sus “clientes”. Pero como López Obrador ha ido logrando eliminar el robo de gasolina, “ya hago menos viajes, porque la gente no quiere pagarme lo que es”, declara, algo molesto. Dice que antes, la conseguía en quince pesos el litro, pero que ahora, a veintiún pesos o más, “ya no me conviene cobrar lo que les cobraba. Y cuando les subí, chillaron”.

Como siempre, dice que López Obrador hace mal las cosas, como lo de haber bajado el robo de gasolina. También, que “controla” al cártel Jalisco Nueva Generación, CJGN, lo cual es una mentira, por supuesto, como le digo, pues le han inventado de todo a este, si no perfecto, esforzado presidente, quien ha tratado, dentro de sus posibilidades, de corregir tantos problemas heredados por las pasadas mafias en el poder, entre ellos, el altísimo robo de gasolina, que se ha reducido hasta en un 65%, pero no se ha eliminado del todo (ver: https://www.crisisgroup.org/es/latin-america-caribbean/mexico/b46-keeping-oil-fire-tackling-mexicos-fuel-theft-racket).

En mi opinión, se ha rodeado de gente nefasta, corrupta, inepta… lo que está opacando lo que pudo haber hecho la llamada Cuarta Transformación.

Dice mi amigo que debería de hacer lo de Porfirio Díaz (1830-1915), “que ya ve que había centenarios de oro y pesos de plata”. Es un error, pues Porfirio Díaz, no emitió esa moneda (él, emitió Hidalgos, que eran monedas de oro de diez pesos, en 1905). El Centenario, se emitió en 1921, conmemorando, justamente, el centenario de la Independencia (1821), con “un contenido de 1.20565 onzas de oro y una pureza de 0.900, es decir eran casi de puro oro y valían 50 pesos” (ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Centenario_(moneda)).

Le digo que, sin corregirle que no se debe a Díaz, no sería posible hacer monedas de oro o plata de nuevo, pues como las monedas fluctúan en valor permanentemente por la inflación, el valor nominal, no correspondería al real. De hecho, los Centenarios valen actualmente alrededor de $37,000 pesos (ver: https://www.eleconomista.com.mx/mercados/Cuanto-vale-un-centenario-de-oro-El-botin-robado-en-la-Casa-de-Moneda-20190806-0064.html).

Incluso, le comento que estadounidenses, cuando hubo una primera devaluación del peso en 1901, que era acuñado en plata pura, venían, compraban esas monedas a cincuenta centavos, las llevaban para Estados Unidos, las fundían y sacaban el doble de su inversión (ver: “Un siglo de devaluaciones del peso mexicano”, de Ricardo Torres Gaytán, publicado por Siglo XXI Editores en 1990: https://www.amazon.com.mx/siglo-devaluaciones-del-peso-mexicano/dp/9682316758).

Lo que sí le comento que es un robo actual, son las megamineras canadienses, que extraen de una manera muy contaminante y depredadora, el oro. Lo hacen con las megaminas, visibles desde el espacio. Son enormes cráteres que se van haciendo, porque se van extrayendo miles de toneladas a diario de rocas que se trituran, hasta convertirlas en polvo. Si son de “buena ley”, generan una onza – 32 gramos – de oro, ¡por cada tonelada! Y si no, sólo ¡un gramo! (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2013/05/los-destructivos-irreversibles-efectos.html).

La extracción se hace a nivel molecular, usando millones de litros de agua, que queda contaminada permanentemente, así como cianuro, entre otros tóxicos químicos. Tanta piedra molida, convertida en lodosos residuos muy tóxicos, se va acumulando en unas “presas de jales”, tan mal hechas, que se desmoronan y ocasionan grave contaminación de suelos y ríos, como la del río Sonora, en el 2014, que la minera Buena Vista del Cobre, propiedad del depredador Grupo México, “derramó 40 mil metros cúbicos de sulfato de cobre acidulado en los ríos Bacanuchi y Sonora. La contaminación por metales pesados persiste en al menos tres sitios identificados a lo largo del afluente, ha confirmado la Comisión Nacional del Agua” (ver:  https://evlyn.online/7-anos-despues-el-rio-sonora-sigue-contaminado/).

Eso, sí, es una infamia, les digo. Por si fuera poco, si requerimos oro, tenemos que importarlo casi todo, pues esas megamineras, lo exportan. Las pasadas mafias en el poder, permitieron que esas depredadoras, contaminantes empresas, se consolidaran por décadas. Y como les dejaron “candados legales”, aunque la actual administración ha tratado de cancelar sus leoninos contratos, siguen campantes depredando y contaminando las regiones en donde operan (tienen “concesionada” una tercera parte del territorio mexicano”).

De allí, llegamos al tema de “que los chicos no quieren estudiar”, según mi amigo. Pero le digo que no es tanto que no quieran, sino que hay el desánimo social, al que me refiero arriba. Y, aprovechando que Cristian, el hijo de doña Guadalupe, de unos 18 años, está allí, lo cuestiono sobre si los problemas de violencia, pobreza, narcos, robos, desempleo, secuestros, contaminación, destrucción ambiental… y otros, influyen o no en los jóvenes para estudiar. Asiente, convencido, de que todas esas razones, ocasionan en los jóvenes un desaliento, pues dirán, “¿para qué estudio, si no hay trabajo, si gana más un narco que un profesionista?”.

Y es cierto, pues por la creciente falta de valores – compasión, sensibilidad, conciencia, amor, solidaridad, colectivismo, generosidad…  entre otros –, muchos chicos, aceptan muy fácilmente irse por el camino fácil, como robar, secuestrar, matar por dinero… he escuchado a muchos decir, les comento, que prefieren vivir bien, con buenos autos, buenas casas, mucho dinero, por unos años, aunque un día, los maten.

Mi amigo comenta un caso de un joven, de unos 24 años, que vendía ropa, luego, por la ambición, comenzó a vender gasolina robada. “Luego, le entró a las drogas, pero como no pagó, que lo matan… Lo fueron a tirar a donde antes sacaban arena, todo mutilado, porque también dicen que se metió con la esposa de uno de los narcos”.

En efecto, esa vida es aparentemente fácil, pero peligrosamente fatal.

La señora Guadalupe interviene, diciendo que ya se ha difundido tanto lo del robo de gasolina, que los que se dedican a eso, tienen mucho dinero, que ya, hasta los niños, dicen que de grandes quieren ser “huachicoleros”.

He ahí lo grave de la descomposición social, ocasionada por todos los problemas que he estado refiriendo, de falta de valores y una sociedad que valora más un auto de lujo, a un bosque sano o un río de aguas limpias.  

Insisto, porque mi amigo trata de contrariarme, de que sí hay un desánimo social entre la mayoría de mis estudiantes, quienes, se ve, sólo asisten a la escuela por inercia, porque los mandan su padres, no porque verdaderamente les interese ser “alguien”, un profesionista exitoso, digamos. Y yo, les he dicho que si es así, que mejor no pierdan su tiempo, ni el dinero de sus padres, y que hagan lo que realmente les guste y les permita tener una forma de vivir, no necesariamente una carrera. Incluso, si sus padres ya tienen un negocio medianamente rentable, que mejor les ayuden en eso.

En fin, a todo eso, Cristian y doña Guadalupe asienten, convencidos. Ella, da ejemplos de familias a las que les han asesinado sus hijos, pues se han dedicado a esa vida fácil a la que me refería, producto de falta de valores, desánimo social y el atroz sistema tan materialista en el que vivimos, que ha establecido como estándares de éxito, tener un buen auto, una residencia, vestir muy bien, tener “muchas chavas” (los hombres, por supuesto, que es en donde más se centra el éxito. Es una sociedad en donde el macho rico triunfa. Las mujeres, son las menos).

Con eso, concluimos la plática, con tal de no quitarles más el tiempo a doña Guadalupe y a Cristian, que deben de ir por los caballos.

Le agradezco a la señora, como siempre, pagándole más dinero de lo que costó el litro de pulque que nos tomamos entre los dos.

De regreso, pido a mi amigo, pasar al panteón municipal de Huichapan, en donde, en el lejano 1982, sepultamos a mi padre, el profesor Froilán Salgado Álvarez (1910-1982). Años después, en el 2005, integramos allí las cenizas de mi madre, la maestra maría Andrade Barragán (1928-1998), Macuilxochitl, gran profesora de primaria durante 50 años, y cantante y autora de melodías en lengua náhuatl.

Tenía años de no visitar el sitio en donde descansan sus restos mortales.

Coincidimos con un entierro. Mariachis, acompañaban al cortejo fúnebre.

La gente dice, “pobre, ya se murió”.

En realidad, los “pobres”, somos los vivos, que tendremos que seguir viviendo tantas infamias, depredación, contaminación y el desánimo social.

Contacto: studillac@hotmail.com     

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