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Concepción, el MIR y la lucha antidictatorial: Fragmentos de una historia por contar, por Lucía Sepúlveda Ruiz

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Por Lucía Sepúlveda Ruiz para resumen.cl

Fue tarea prioritaria de los servicios secretos del régimen de Pinochet, la DINA y la CNI, impedir que se fortaleciera el MIR en el territorio que fue su cuna, y desde donde surgieron y se legitimaron dirigentes históricos como su secretario general, Miguel Enríquez, y Luciano Cruz, entre otros. En contrapartida, en la zona hombres y mujeres retomaron esas banderas con dignidad y coraje, llevando adelante nuevas y valiosas experiencias de lucha de resistencia, con dolorosos costos en pérdidas de vidas y en prisión política. Recojo aquí, al calor del 50 aniversario de la fundación del MIR y en contraste con la descomposición total de la política tradicional en Chile, fragmentos inconclusos de una refulgente historia de Concepción que se entrecruza con mi propia vida militante. Es una memoria parcial abierta a ser sistematizada de forma integral desde la propia región. Estas notas se centrarán en los inicios de los años 80, previos al surgimiento de las protestas, época en la que ya no estuve en la región del BioBio.

José Carrasco Tapia, destinado tempranamente a la reorganización del partido en la región, fue detenido en diciembre de 1974 (y asesinado en Santiago en 1986 tras su retorno). Luego de esa primera detención de Pepe, su compañera brasileña Jane Vanini, cayó en bravo y solitario combate al ser allanado su domicilio en la población Lorenzo Arenas por efectivos del Ancla 2 de la Armada. Un mes antes había sido secuestrado y desaparecido el dirigente poblacional del MIR Rudy Cárcamo «el Vietnamita», también por la Armada. En el esfuerzo de reconstrucción regional también se jugó Eulogio Fritz («Duro Pablo»), dirigente minero mirista , desaparecido posteriormente en Santiago, en 1975.

El «joven» MIR y sus miembros idem

Entre 1974 y 1975, cuando el MIR apenas cumplía 9 años, y la mayor parte de sus militantes tenían menos de 30, desaparecieron en la Operación Colombo, Washington Cid, Roberto Chaer, Muriel Dockendorff, Luis Durán, Hernán y M.Elena González, José Jara, Juan Carlos Perelman, Sergio Lagos, Ariel Salinas, Marcelo Salinas, Eduardo Miranda, Manuel Villalobos  y Héctor Zúñiga, miristas de la región del BioBio o que estudiaron allí. Fue un montaje de la DINA para encubrir la desaparición de quienes iniciaban la lucha de resistencia y para sembrar el terror en quienes los apoyaban. En la misma época, los dirigentes históricos del MIR formados en Concepción cayeron en combate como el propio Miguel Enríquez, fueron desaparecidos como Bautista van Schowen o fueron detenidos y/o se exiliaron. Eran los años de soledad política del MIR aunque en gran parte de la militancia, golpeada y diezmada, el compromiso era total, respondiendo a un sentido de lealtad con el pueblo. Cada «punto de contacto» con un compañero o compañera era la posibilidad cierta de caer detenido. Pero en nuestras retinas todavía estaban las marchas y movilizaciones de los tiempos de la Unidad Popular, cuando el MIR había crecido y sus consignas y políticas -como la de «Crear, crear, poder popular» pronto eran apropiadas por otros sectores. La memoria de las luchas campesinas y pobladoras era una fuente de fortaleza para sostener el compromiso político en las nuevas y duras condiciones.

La «Operación Retorno»

Ya a comienzos de los 80, sin embargo, avanzaban trabajosamente en Santiago y Valparaíso las tareas de reconstrucción interna y la consiguiente organización de la resistencia, que la dirección exterior leía en forma magnificada sin caracterizar tampoco adecuadamente a la dictadura, en fase de consolidación, y avance de su ofensiva contrainsurgente. Nosotros, miembros de la dirección interior no lo sabíamos, pero estaba en marcha ya desde el partido exterior, la Operación Retorno para compañeros y compañeras exiliados, muchos de ellos ex presos políticos, convocados a desarrollar tareas que se suponía fortalecerían al golpeado partido y requerían una instrucción superior de la que carecía la militancia. El retorno era parte del llamado «Plan 78» impulsado por la Comisión Política y la dirección exterior del MIR, e implicaba desarrollar trabajos de resistencia en todos los planos, de manera de tener una organización fortalecida a nivel político y social, capaz de ser una base de sustentación para el desarrollo inicial de la guerrilla urbana y luego de la guerrilla en Neltume y Nahuelbuta, fases superiores de una estrategia caracterizada como de «guerra popular prolongada». Abrazábamos esta estrategia y entendíamos que había un rol para todos en la lucha antidictatorial. La nunca socializada discusión generada en la dirección exterior por la implementación del Plan Retorno, incubó los gérmenes de la división del MIR, un proceso acelerado por el peso de los golpes represivos, y oscurecido por malas prácticas y estilos de dirección, amparados en la obligatoria e inevitable clandestinidad.

Del discurso a la acción

En ese marco, desde el 79 y como preludio del retorno, el MIR iniciaba en Chile la fase de la «Propaganda Armada» que implicaba desarrollar acciones de en las que se buscaba golpear a la dictadura en sus flancos débiles y evidenciar que las armas no eran monopolio del enemigo. Se buscaba marcar presencia y alentar a los hombres y mujeres del pueblo, cuando a ojos de todos, la izquierda había sido totalmente exterminada.

Nuestro modelo era la lucha de los vietnamitas que veíamos tan desigual como la nuestra, así como el inicio de la revolución cubana. En la parte política de las primeras escuelitas de preparación para la lucha, transmitíamos esas experiencias a compañeros y compañeras. Unos pocos habían hecho el Servicio Militar pero la gran mayoría no tenía ningún tipo de formación de ese tipo, lo que se suplía -hasta la llegada de los retornados – con una instrucción mínima y una enorme confianza en la victoria .Visto a la distancia, lo que para nosotros era lógico, era una creencia exótica para la gente común y corriente.

Entre las acciones de propaganda armada estaba la colocación de bombas de ruido en bancos, empresas o casas o lugares de entretención ligados a la dictadura y sus cómplices. La toma de buses fue otra forma utilizada para hacer propaganda armada. La primera toma se llevó a cabo en marzo de 1979, en Santiago, cuando el Comando «Bautista van Schowen», un grupo de compañeros armados y encapuchados, previamente acuartelados, detuvo un bus de MADECO, cerca de la industria. En el mando estuvo Ernesto Riquelme, ex dirigente sindical metalúrgico, posteriormente muerto en un accidente provocado por la DINA. Quien arengó a los atónitos obreros de MADECO fue una compañera, llamándolos a integrarse a la resistencia, denunciando los despidos y la superexplotación de los patrones.

María Galindo

Ello estaba ligado a los esfuerzos que desarrollábamos para recomponer la organización sindical, tarea en las que en 1976 había sido secuestrada y desaparecida María Galindo, dirigente obrera y cristiana originaria de Coronel. En abril del 80 el comando «Diana Aaron» llevó a cabo la toma del casino de la Editorial Gabriela Mistral, la ex Quimantú donde había trabajado Diana, otra compañera desaparecida. No había aun medios de comunicación opositores. Sólo la prensa clandestina informaba del quehacer de la Resistencia a pequeños sectores organizados. En esos años la dictadura acuñó el término de «terroristas» para los miristas, obviando el terror de los secuestros, desapariciones y ejecuciones iniciados el 11 de septiembre y vividos con la mayor intensidad entre los años 74 y 76.

Ya el 30 de marzo de 1980, en Santiago el comando «Javiera Carrera» rescató la bandera de la Independencia, iniciando el accionar más audaz y especializado de las Milicias de Resistencia Popular. Un mes después, en abril, en el cerro Santa Lucía se atacó la denominada Llama de la Libertad.

La primera emboscada

A mediados del año 1980, en Santiago, la Fuerza Central del MIR ajustició en una emboscada callejera al teniente Coronel Roger Vergara, miembro de la inteligencia del ejército. La persecución al MIR se hizo aun más intensa, sofisticada y especializada. Las acciones, bien recibidas por los sectores de familiares de presos políticos y desaparecidos, no lograban abrirse camino para ser entendida por más amplios sectores. El Partido Comunista no impulsaba aun acciones armadas y sistemáticamente desconocía las acciones del MIR y la Resistencia, sosteniendo que sin excepción eran obra de la dictadura.

Por su parte la DINA y luego la CNI, en varias ocasiones encubrió impunemente asesinatos, presentándolos como acciones con explosivos, como hizo en Concepción en junio de 1979, a raíz de la muerte de los compañeros Alberto Salazar e Iris Vega, presentada en los medios como el resultado de la colocación de una bomba en la Radio Nacional.

Viajando con Anita

Llegué a Concepción a comienzos de los 80, cuando la dirección nacional del MIR procuraba reconstruir el partido en las ciudades y regiones más importantes del país. Viajé desde Santiago en un bus cualquiera con mi pequeña hija y el Aka asignado («Anita»), apenas camuflado en la maleta. Nos instalamos temporalmente en Penco, en una casa que estaba en un cerro en la subida de la CRAV, junto a un compañero obrero y su familia, también recién llegados de Santiago. Ellos por un corto tiempo cubrieron mi «fachada» y habían aceptado trasladarse a regiones. Yo estaba clandestina, pues era conocida mi condición de mirista en el tiempo de la Unidad Popular. Augusto Carmona, mi compañero y padre de mi hija, había sido asesinado en diciembre del 77 por la CNI, el primer crimen ordenado por Odlanier Mena.

Este fue el año en que la dictadura impuso el Plan Piñera, el nuevo Código Laboral, rechazado por los sectores obreros ligado a la resistencia. En la capital se realizaron acciones milicianas de apoyo a las primeras huelgas, de las textiles Panal y Promatex, al tiempo que se lanzaba por primera vez la consigna: «Pan, trabajo, justicia y libertad». En diciembre de 1980, en la toma de un bus de la Compañía Tecnoindustrial por el comando «Juan Olivares» de las Milicias, en el sector La Feria, se hizo una barricada, quema de neumáticos y volanteo además de instalar un lienzo de apoyo a la huelga. Al calor de esas primeras experiencias de lucha sindical en dictadura se formó el Comando Coordinador de Trabajadores (CCT) con PANAL, PROMATEX, Lanera chilena, Metaltex, TEC, Profarma y MADECO. De estas experiencias tan primarias de reactivación daban cuenta sólo El Rebelde y la Agencia de Información de la Resistencia (AIR).

En Concepción la dictadura comenzaba también a aplicar el Código laboral, advirtiendo a los mineros de la Empresa Nacional del Carbón que no habría más inversión estatal en la industria. Eso también generó los primeros intentos de recomposición sindical y política en la cuenca del carbón. En 1981, el comando «Lautaro, Libertador de Arauco» hizo estallar una bomba de ruido en la Aseguradora de Fondos de Pensiones (AFP) Invierta, entonces ubicada en Maipú con Rengo (Concepción).

Los miembros del » Teatro de Operaciones Sur», pomposo nombre autoasignado por la dirección a los dirigentes miristas de los sectores político y militar, nos reuníamos en ocasiones en Penco, o en San Pedro, para evaluar y planificar el desarrollo del partido revisando los avances y compartiendo preocupaciones. Allí participaban Nelson Herrera, a cargo del trabajo en Temuco, Luciano Aedo, por la zona minera, «Mackenna» por las tareas militares, entre otros y en ocasiones, algún miembro de la Comisión Política.

Derechos humanos y el CODEPU

Tras el hallazgo de los cuerpos de detenidos desaparecidos en los hornos de Lonquén se había realizado la primera huelga de hambre de las organizaciones de familiares, en 1979. En Concepción se encontraron asimismo ese año los restos de los desaparecidos de San Rosendo y Laja, crimen aun impune. Los funerales realizados en noviembre en la Iglesia de San José constituyeron una manifestación de repudio a la dictadura, con una movilización que llegó hasta Laja. En 2015, reabierto el proceso, hay declaraciones que involucran al clan Matte, dueño de la Papelera.

La Vicaría de la Solidaridad, desde los inicios acompañó a los familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados, pero la iglesia no tuvo igual disposición para defender a los presos miristas y miembros de la resistencia acusados por las acciones armadas del período, que llamaron «delitos de sangre». Así fue como nació en 1980 en Santiago el Comité por la Defensa de los Derechos del Pueblo CODEPU, con una concepción de los derechos humanos de total vanguardia para el período. Asumía la defensa legal y política de la lucha antidictatorial en todas sus formas, apoyando al mismo tiempo las demandas de las organizaciones autónomas que se fueron dando los sectores sociales. El CODEPU fue una iniciativa impulsada en forma clandestina por el MIR y llevada adelante con enorme coraje y consecuencia por una pléyade de hombres y mujeres destacadísimos, tanto del MIR como del Partido Socialista y comunista. En Santiago, dieron la partida a la nueva organización su presidenta, la abogada Fabiola Letelier, y la monja Blanca Rengifo, como organizadora y alma de la entidad, junto al Padre Rafael Maroto, el doctor Manuel Almeyda (PS), el abogado Fernando Zejers, la doctora Laurita Moya, y la ex diputada María Maluenda (PC), entre otros, en noviembre de 1980.

En Concepción, un equipo de abogados formados en Ecuador, encabezado por Juan Parra, encabezó tiempo después la tarea de levantar el CODEPU regional que en corto tiempo contribuyó a generar un espacio de aliento para las luchas populares, estudiantiles, antirepresivas y de resistencia en el sur. Al amparo del CODEPU se replicaron también las organizaciones sociales antidictatoriales, que entonces, para resaltar su autonomía respecto de los organismos de la dictadura, caracterizábamos como «democráticas e independientes»: la COAPO (coordinadora de agrupaciones poblacionales), la UNED (Unión de Estudiantes Democráticos), y el CCT (Comité Coordinador de Trabajadores). Las reivindicaciones de las mujeres comenzaban a aparecer vía los CODEM (Comités de Mujeres) levantados a veces por compañeras que en el exilio habían hecho suyo el discurso de género, hasta entonces sin expresión social. Los estudiantes de la U de Concepción comenzaban las primeras acciones de resistencia cultural y local, enfrentando a Guillermo Clericus, rector designado.

Mitines, cadenazos y censura

A partir de 1981, fechas como el 1 de mayo, el 8 de marzo y el 15 de agosto (fundación del MIR) mostraron en forma incipiente una resistencia coordinada a nivel nacional, con mitines relámpago, bombazos, rayados, y otras manifestaciones de desobediencia civil en las que la resistencia de Concepción participó como lo hicieron junto a Santiago, Valparaíso y más tarde Valdivia y otras ciudades. Los cortes de calle, los cadenazos (apagones parciales) y las barricadas en poblaciones se fueron generalizando en la misma medida que la cesantía aumentaba y se extendía la organización política y social de los sectores populares. En diciembre de 1982 los incidentes y barricadas se trasladaron al centro de Concepción, con lienzos y bombas falsas en la Fiscalía Militar, y cortes de electricidad en grandes zonas de la ciudad.

La censura siguió funcionando a pleno en Concepción en esos años. En tiempos que había gran descontento sindical en la zona minera, donde el MIR tenía presencia en el Sindicato 5, desarrollé un discreto (creía yo) trabajo de apoyo, elaborando el libreto para un programa de radio que tenía semanalmente un folklorista en Radio Talcahuano, una emisora vinculada a la iglesia. Salieron al aire varias emisiones dedicadas a los mineros y sus demandas. Pero cuando se emitió el programa con la historia de La Huelga Larga de los mineros del Carbón, las represalias fueron inmediatas y el programa fue clausurado. La radio continuó con sus emisiones pero en 1984 efectivos de la armada requisaron sus equipos y derribaron la antena cerrando la estación.

Radio Liberación en Concepción

En 1983, se conformó un equipo de Radio Liberación para Concepción y Talcahuano, capacitado por el equipo central a cargo de esa tarea, en una reunión en Cartagena. La primera interferencia en tv fue el 30 de agosto de 1983, en tanto que otras emisiones se hicieron en FM y se desarrollaron entre diciembre de 1984 y mayo del 85.Para cada emisión, de no más de tres minutos, se contaba con un transmisor, una batería y una antena, y se requería estudiar previamente la situación operativa. No se podía transmitir dos veces desde un mismo lugar para no ser detectado.

Desde los 80 se imprimía en la región el Rebelde, el periódico mensual del MIR, en varios talleres dotados de mimeógrafos clandestinos y se distribuía regularmente entre los sectores sociales más activados.

Sabotear y expropiar

En el marco de los esfuerzos de la dictadura por consolidarse a través de las llamadas «modernizaciones» que instalaron los nefastos sistemas previsionales, laboral, de municipalización de la educación, entre otros, el MIR impulsaba la realización de acciones de sabotaje para dañar los bienes de los grupos económicos que profitaban del régimen. En marzo de 1981, Milicianos de la Resistencia Popular incendiaron varios castillos de madera de pino del aserradero San Pedro, ubicado cerca de la rotonda San Pedro/Concepción. En 1982, el comando miliciano denominado «Luis Pincheira» en homenaje al combatiente de Coronel ejecutado en Santiago en 1981 por la CNI (Caso Calcinados), lanzó bombas molotov a una locomotora «Diesel» de transporte de maderas y carbón en el paso sobre nivel de la población minera «Camilo Olavarría» de Coronel.

Una acción de gran impacto se produjo en abril de 1982 cuando en breves minutos, milicianos expropiaron fondos de la sucursal universitaria del Banco Concepción, logrando expropiar poco más de dos millones de pesos. Un aterrado y acobardado Clericus, rector de la U, estaba entre los clientes que fueron reducidos. En Santiago, las milicias ya habían desarrollado numerosas acciones de este tipo, seguidas por las llamadas «tripletas», asaltos bancarios simultáneos a 3 sucursales, recibidas con aliento y simpatía por los sectores populares.

En septiembre de 1983, ya en el marco de las protestas nacionales, se retomó en la región el sabotaje con explosivos en tres torres de alta tensión de Endesa, y en la cañería matriz que abastece de agua a la planta siderúrgica de Huachipato, paralizando algunas unidades de la planta. En la protesta nacional del 11 de mayo de 1984, milicianos de la Resistencia Popular de Concepción interrumpieron el funcionamiento del ferrocarril, volando esa madrugada el puente La Araucana (entre Hualqui y Omerhuet).

Represión contrainsurgente

Los avances de la Resistencia en la región del BioBio tuvieron una brutal respuesta de la represión, que cada vez fue destinando mayores efectivos para lograr el aniquilamiento del MIR en un trabajo de largo plazo. En abril del 81 cuando se preparaban las acciones del Primero de Mayo, un grupo importante de militantes de varias estructuras del MIR de la región, entre las cuales estaba la combatiente Arinda Ojeda, retornada, fueron detenidos simultáneamente, torturados y condenados a largos años de prisión que cumplieron ella, compañeros y posteriormente otras mujeres notables, levantando la lucha de resistencia en la cárcel de Coronel y otros recintos.

En agosto de 1981 la DINA ejecutaba en Santiago en un falso enfrentamiento a Lisandro Sandoval Torres («Layol») tomecino, perseguido desde su retorno legal a la región del BioBio desde Italia. Sus funerales fueron una expresión del sentimiento antidictatorial y el dolor de un pueblo por el asesinato de jóvenes luchadores.

En septiembre del mismo año logré evitar mi propia detención, burlando el cerco represivo instalado en el sector Chiguayante-La Leonera con el apoyo de redes construidas en la zona, siendo asignada por el partido a otra región.

El 23 y 24 de agosto de 1984 la CNI ejecuta una gigantesca operación conocida en la zona como la Matanza de la Vega Monumental – y denominada Alfa Carbón por la CNI – cuyo objetivo era dar un golpe decisivo al avance del MIR y la resistencia en el sur, eliminando a sus principales dirigentes y presentando los hechos como un supuesto enfrentamiento. Así, fueron asesinados en Hualpencillo, Luciano Aedo; en la Vega Monumental, Mario Lagos, mientras Nelson Herrera lo fue en el camino a Santa Juana. En Los Ángeles fue asesinado Mario Mujica; en Valdivia fueron ejecutados Rogelio Tapia y Raúl Barrientos y también fue Juan José Boncompte. Hubo también 19 detenciones. Frente a la Vega Monumental los vecinos comenzaron espontáneamente desde los primeros años, a rendir homenaje a los caídos cada 23 de agosto, mientras sus familiares y amigos iniciaban la larga lucha por justicia.

A 31años de la masacre, la impunidad indigna. Aun no hay condenas. El Álvaro Corbalán (mayor, jefe de la División Antisubversiva de la CNI, desde el Cuartel Borgoño, de Santiago) y Marco Derpich Miranda (coronel coordinador de la Operación en la región) dirigieron la operación encomendada a un centenar de agentes que realizaron los seguimientos para luego ejecutar los crímenes. El ministro en Visita Aldana ha procesado lenta y selectivamente a sólo cuatro oficiales y a menos de 20 agentes, pese a estar claramente acreditada la participación de decenas de implicados, civiles y militares.

La huella y los caminantes

El MIR que conocimos en esos años no sobrevivió. Pero sí está viva la huella política, ética y humana de su accionar pleno de dignidad y rebeldía en los años de lucha de resistencia. La huella aparece cuando escarbamos un poquito no más en luchas de todo tipo, en colectivos, experiencias, casas de memoria, organizaciones socio-ambientales, grupos juveniles o poblacionales y en los diferentes experimentos políticos en desarrollo en Concepción y en el país. Y en la región también se hace visible en el espacio público recuperado: en la población Juan Valenzuela de Coronel, cuatro calles recuerdan a cuatro combatientes de la resistencia popular contra la dictadura: María Galindo, Eulogio Fritz, Pantaleón Pincheira y Mario Amigo.

En un contexto muy diferente al de los años de dictadura, un requisito y un deber del presente es aprender a interpretar la huella del MIR para no hundirse en ella y con ella; saber leer la historia y la memoria sin quedar atrapados por ella; leer sin copiar, como estudiantes avanzados; utilizarla creativamente como una herramienta analítica adicional para el trabajo desde los movimientos sociales, y para la relación de estos con la política.

Fuentes:

-Notas personales

– «Resistencia política y origen del movimiento social anti dictatorial en Chile (1973-1988)» tesis de grado de Robinson Humberto Silva Hidalgo, Universidad de Barcelona.

Extractado de: https://resumen.cl/articulos/concepcion-el-mir-y-la-lucha-antidictatorial
 
 
Nota enviada por Sergio Medina Viveros: https://sergiomedinaviveros.blogspot.com

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