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Crónica del día en que ganamos

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Elisa Loncon Antileo, mujer, mapuche, profesora y académica universitaria, fue electa como presidenta de la Convención Constituyente. (Foto: Ivan Alvarado / Reuters)

Jacobin

JAVIER PINEDA OLCAY

Porque cientos de barricadas y luchas callejeras han forjado nuestro carácter. Porque cada lacrimógena que nos asfixió valió la pena. Porque la rabia se transformó en esperanza. Hoy nos fuimos a nuestras casas con la alegría de saber que es posible transformar Chile.

Los procesos sociales no se detienen. La instalación de la Convención Constitucional abre una nueva coyuntura en el periodo político abierto por la rebelión popular de octubre de 2019, aun cuando las élites de este país pensaron que este itinerario institucional frenaría la potencia constituyente de nuestros pueblos. Pero, una vez más, las movilizaciones populares abrieron la jornada. Desde distintos puntos de Santiago se fue avanzando hacia el ex Congreso, sede de esta histórica jornada, para rodear la Convención Constitucional. 

Las primeras acciones de la jornada tuvieron como protagonistas a las y los constituyentes del Pueblo-Nación Mapuche, quienes a los pies del Cerro Huelén a las 7:30 horas realizaron una ceremonia. A metros de ahí, la Lista del Pueblo y diferentes organizaciones sociales convocaron como punto de partida la Plaza de la Dignidad. Al poniente de la ciudad, organizaciones feministas y Movimientos Sociales Constituyentes partieron desde Agustinas hacia la sede. También hubo organizaciones de familiares de presas y presos políticos mapuche que partieron desde la Casa Central de la Universidad de Chile, y otras tantas convocaron directamente a la Plaza de Armas. En el mismo punto se realizó la concentración de la Vocería de los Pueblos, la principal y poco comprendida fuerza de articulación de constituyentes populares y de pueblos indígenas. Pero también por ahí ingresarían distintas fuerzas políticas tradicionales. Todos los caminos llevaron a la Convención Constitucional, cuya instalación estaba programada para las diez de la mañana. 

Las fuerzas policiales —comandadas por el Ministro del Interior Rodrigo Delgado— cercaron el cuadrante aledaño a la sede del ex Congreso. El punto de acceso en la esquina de Compañía con Paseo Ahumada fue donde se desató la represión. Desde la Catedral, donde estaba apostado un guanaco y un pikete, y desde calle Compañía los chorros de agua comenzaron a mojar a quienes acompañábamos a nuestrxs constituyentes. El cerco policial fue roto en calle Compañía y comenzaron a volar las primeras lacrimógenas, desplegándose los efectivos de Control de Orden Público de Carabineros. La represión nos remontó a los primeros momentos de la rebelión popular. 

Esta vez no se guardó silencio y no se normalizó la violencia policial. Las y los constituyentes populares impidieron que comenzara la sesión de instalación mientras se mantuviera la represión, denunciando que familiares de presos políticos estaban siendo reprimidos. El himno nacional fue silenciado al grito de «¡Liberar, liberar, a los presos por luchar!» y la Secretaria Relatora del TRICEL solo llegó a presentarse, viéndose obligada inmediatamente a suspender la sesión. 

En la calle éramos miles demostrando que la Convención Constitucional sería asediada en serio. La presencia popular se mantuvo durante toda la mañana. Posteriormente a la suspensión, un grupo de constituyentes fue a constatar la situación de represión, resultando agredidas por las fuerzas policiales. La prensa no pudo silenciar aquello que fue pan de cada día en los días álgidos de la rebelión popular. 

Una vez que bajó la intensidad de la represión, al mediodía, comenzó la instalación de la Convención Constitucional dirigida por la Secretaria Relatora del TRICEL, quien a pesar de la difícil situación tuvo el aplomo y la prudencia para manejar adecuadamente este conflictivo inicio. Mientras se nombraba a cada una y uno de los 155 constituyentes elegidos por los pueblos y asegurada la participación de todos ellos, Carabineros lanzó sus carros lanzaguas a quienes seguíamos resistiendo en Plaza de Armas. Soledad Mella, excandidata a constituyente y dirigente social de Lo Hermida, terminaría con trauma ocular. Pero la ceremonia institucional ya había comenzado. 

El espacio «Constituyentes Autoconvocad@s», que respondió al llamado de la Vocería de los Pueblos, tuvo una labor fundamental previa a la instalación. Las propuestas de su protocolo fueron aceptadas casi en su integridad, lo cual facilitó el desarrollo de la sesión. El gobierno se vio obligado a ceder a las demandas de los pueblos indígenas, incluyendo las de la Machi Francisca Linconao, y se adoptó la propuesta de elección anunciada por dicho espacio. Lo que se veía como islas, sin articulación, resultó ser una fuerza con enorme potencial, capaz de responder a los mandatos de los pueblos, a sus ritmos y formas, con una gran energía transformadora: un río cuyas orillas son difusas y que varían, pero con un caudal que es capaz de recuperar el cauce definido por una voluntad de cambiarlo todo. 

La elección de la presidencia fue el primer triunfo de nuestros pueblos. Elisa Loncon Antileo, mujer, mapuche, profesora y académica universitaria, fue la candidata levantada por el Pueblo-Nación Mapuche y apoyada en primera vuelta por los Movimientos Sociales Constituyentes, candidatas de la Lista del Pueblo, Pueblos Indígenas (Aymara, Lickanantay, Rapa nui), Frente Amplio y Colectivo Socialista. En la segunda ronda de votación se sumaron los votos de Isabel Godoy, candidata del Pueblo Colla, quien en la primera ronda de votación fue apoyada por Pueblos Indígenas (Diaguita, Kawéshkar, Yagán y Chango), Partido Comunista y sectores de la Lista del Pueblo. Atrás quedaron el candidato de la derecha, Harry Jürgensen, y la candidata de Independientes No Neutrales y de sectores de la Concertación, Patricia Politzer. 

Elisa Loncon se impuso con 96 de los 155 votos, en lo que fue un triunfo popular histórico. Las primeras palabras de la presidencia fueron pronunciadas en mapudüngun: un potente discurso para hacer justicia con 500 años de colonización, exclusión y exterminio de nuestras primeras naciones. El mensaje fue claro: «esta Convención que hoy día me toca presidir transformará Chile en un Chile Plurinacional, en un Chile Intercultural, en un Chile que no atente contra los derechos de las mujeres, los derechos de las cuidadoras, en un Chile que cuide la Madre Tierra, en un Chile que también limpie las aguas, contra toda dominación pu lamngen, por eso hermanos todos lo que están escuchando». El sueño es gigantesco: «establecer una nueva relación entre el pueblo mapuche, las naciones originarias y todas las naciones que conforman este país». Agregando posteriormente el deber de «ampliar la democracia (…) tenemos que ampliar la participación, tenemos que convocar hasta el último rincón de Chile, que vea este proceso, que sea un proceso transparente que nos puedan ver hasta el último rincón en nuestros pueblos y en nuestras lenguas originarias que han estado postergadas durante todo lo que ha sido el estado nación-chileno».

Finalmente, cerró con un potente mensaje a las niñas y niños de este país: «mandarle un saludo a los niños que nos están escuchando, que se funda un nuevo chile plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los pueblos, con las mujeres, con los territorios, ese es su luz, nuestro sueño para construir una Nueva Constitución. Mañum pu lamngen. ¡Marichiweu! ¡Marichiweu! ¡Marichiweu!».

La figura de Elisa, como presidenta del único espacio democrático electo por los pueblos para redactar una Constitución en más de 200 años de historia republicana de Chile, no solo es un hito histórico para nuestro país. Se suma a los triunfos de los pueblos indígenas en toda Nuestra América: a los zapatistas en Chiapas, a los pueblos que se levantaron en Ecuador, a los quechuas de Perú y a los pueblos que apoyaron al MAS, quienes a través de distintas vías persiguen un mundo donde quepan muchos mundos. Volvieron, aunque nunca se fueron. Y son millones.  

El siguiente paso, ya con la dirección de Elisa Loncon, fue la elección de la vicepresidencia, en la cual se mostraría una mayor dispersión en la primera ronda de votación. La derecha mantuvo su apuesta de trinchera, votando por sus candidatos, sin ser capaces de sumar ningún voto más. Esta vez la candidata fue Pollyana Rivera. Desde los Movimientos Sociales Constituyentes y desde algunos pueblos del Norte se levantó la candidatura de Cristina Dorador. Desde Independientes No neutrales se levantó la candidatura de Gaspar Domínguez. Desde la Lista del Pueblo y algunos pueblos indígenas se levantó la candidatura de Rodrigo Rojas Vade. Mientras que desde el Frente Amplio, Partido Comunista, Colectivo Socialista y con apoyo de escaños del pueblo mapuche se apoyó a Jaime Bassa. 

En este caso la segunda vuelta no fue suficiente para obtener la mayoría calificada. En esta segunda vuelta se mostró una correlación más clara de las fuerzas al interior de la Convención Constitucional. La derecha mantuvo su votación, mientras que Rojas Vade alcanzó 45 votos, recibiendo el apoyo de Movimientos Sociales Constituyentes y de los Pueblos Indígenas del norte, cifra similar a quienes constituyen la Vocería de los Pueblos (sin contar los escaños del pueblo mapuche, con excepción de Natividad Llanquileo). Por su parte, Jaime Bassa recibiría en esta vuelta el apoyo de INN y de concertacionistas que votaron por otros candidatos, quedando solo a 4 votos de la mayoría absoluta. Esto le permitió en la tercera ronda sumar los votos que le faltaban y así destrabar la elección, transformándose este abogado constitucionalista cercano a Convergencia Social (Frente Amplio) en el vicepresidente de la Convención Constitucional. 

En su discurso de asunción Bassa realzó la importancia de la liberación de las presas y presos políticos de la revuelta. Pero este discurso se transformó en un mandato concreto emanado desde la directiva de la Convención Constitucional: el primer punto a discutir en plenaria este lunes 5 de julio es la elaboración de una declaración para exigir la liberación de las presas y presos políticos de la revuelta popular a través de la Ley de Indulto General. 

Antes de ello se celebró un simbólico minuto de silencio por todas aquellas luchadoras y luchadores sociales que han muerto en los últimos 500 años de invasión, en los 200 años de ocupación del Wallmapu en periodo republicano, por aquellos que resistieron y combatieron durante la dictadura como también aquellas y aquellos asesinados durante la rebelión popular. El hilo rojo de la historia salió a la luz en esta sesión de instalación de la Convención Constitucional. No hay hoja en blanco para nuestros pueblos.  

La Convención Constitucional ha mostrado en esta primera jornada parecerse más a una Asamblea Constituyente, rompiendo con el escaso protocolo existente. Las solemnes formas son abandonadas y el estilo informal y controversial también es adoptado por la derecha, quienes gritaron con fuerza el himno nacional, portaron sus carteles, vistieron trajes de huaso y sombreros del señor de la querencia. A pesar de ello, se logró fijar su itinerario inmediato. Sesionará de lunes a jueves, a lo menos. Y los primeros temas a abordar serán la declaración y acciones en favor de la liberación de las presas y presos políticos, la ampliación de la Mesa Directiva de la Convención y las primeras normas reglamentarias que deberá ir aprobando.  

Una jornada redonda. Años y años de lucha tienen expresión, por primera vez en nuestra historia, en una representación institucional donde las élites de este país son minoría y el protagonismo —hasta el momento— lo tienen los pueblos. Ni en los tiempos de la Unidad Popular se logró una correlación de fuerzas en el Congreso como la que hoy se proyecta en la Convención Constitucional. 

Esta es una de las pocas veces donde podemos decir que «ganamos». La vocería de los pueblos instala la Presidencia de la Convención y si se suma a las fuerzas de la vicepresidencia se pueden superar los dos tercios en materias claves para avanzar hacia un estado de derechos que abandone los amarres neoliberales y de democracia restringida de la Constitución de Pinochet. Tenemos el derecho por un día a ignorar las voces marginales que siempre auguran derrotas y traiciones como a aquellas mayoritarias que se restringen a hacer las cosas en la medida de lo posible. 

Tenemos el proceso constituyente en nuestras manos. Pero esas manos no se reducen a las y los constituyentes, sino que también son millones de manos dispuestas a construir en los territorios desde Arica a Magallanes, desde la cordillera de los Andes al Océano Pacífico, porque sabemos que la movilización es condición necesaria pero no suficiente para seguir avanzando. 

Hoy nos fuimos a nuestras casas con la alegría de saber que es posible transformar Chile. Porque las decenas de kilómetros caminados en marchas van en buena dirección. Porque las decenas de horas en asambleas nos han permitido construir un programa que puede expresarse en una Nueva Constitución. Porque cientos de barricadas y la lucha callejera han forjado nuestro carácter. Porque cada lacrimógena que nos asfixió valió la pena. Porque la rabia se transformó en esperanza. Porque sabemos, como lo demostramos hoy: si el presente es de lucha, el futuro es nuestro. 

La disputa por el proceso constituyente se mantiene. Y cada día es continuar. Nuestra primera prioridad está clara: la libertad de todas las presas y presos políticos de la rebelión popular a través de una Ley de Indulto General. Este es el momento de los pueblos: ¡Venceremos! ¡Mil veces venceremos!

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