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VOLKOGÓNOV Y EL CANON NEOLIBERAL SOBRE LA URSS

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Pepe Gutiérrez-Álvarez

VOLKOGÓNOV Y EL CANON NEOLIBERAL SOBRE LA URSS.

Dmitri Volkogónov (1926-1995) o como ser historiador oficialista. Este señor se convirtió en el historiador comodín del régimen soviético en sus diversas fases, hasta acabar al servicio de Yeltsin y elevado a los altares por el neoliberalismo.

Como militar llegó a general, historiador y político ruso a pesar de que su padre fue fusilado en 1937 como «enemigo del pueblo», y su madre murió en 1949 en Siberia, en el destierro. Esto no le impidió ser un leal servidor del régimen, logrando ser jefe del departamento de guerra psicológica de la Dirección General Política del Ejército.

Siguió el compás de los cambios de manera que, en su libro Guerra psicológica (1983), llamó «renegado» y «emigrante interior» al premio Nobel y defensor de los derechos humanos Andréi Sájarov, y «traidores a la patria», «desecho moral y basura social» a disidentes como el escritor Alexandr Solzhenitsin, lo que le impidió más tarde “arrepentirse” para caer de pie nuevamente.

Sus cambios le llevaron a ser una de las voces de la perestroika, y cuando esta fue desechada, empezó a encontrar problemas con el régimen soviético que no había tenido antes. Al parecer En 1987 propuso reformar los órganos políticos del Ejército y de inmediato fue destituido y enviado al Instituto de Historia Militar. Allí quiso incluir una serie de verdades amargas en la historia de la Segunda Guerra Mundial que estaban preparando, por lo que en 1990 perdió su puesto de director del instituto.

En 1991 Volkogónov entro en el equipo del presidente Borís Yeltsin como asesor militar y al año siguiente fue nombrado jefe de la comisión parlamentaria que recibió los archivos del PCUS y del KGB.

Como historiador se hizo famoso en 1988, cuando publicó la biografía del dictador lósif Stalin en la que “descubría” una realidad que ya habían descrito décadas antes autores como Borís souvarine, Victor Serge, León Trotsky o Isaac Deutscher. Dado su éxito proyectó una trilogía Líderes, completada con León Trotski y, finalmente, de Vladímir Lenin siguiendo las tendencias dominantes: “El comunismo era culpable”.

Así confesaba «Yo era leninista», pero después de descubrir 3.724 documentos antes guardados en secreto «sufrí la más grande conmoción de toda mi vida». Entonces Lenin se convirtió en la encarnación del demonio. Con esta capacidad de estar al lado del poder, Volkogónov fue diputado en las últimas tres legislaturas rusas. Antes de morir dejó concluida Siete jefes, sobre los dirigentes soviéticos desde Lenin a Mijaíl Gorbachov, y ha quedado como un portavoz del negacionismo oficialista, como un reconocido “desenmascarador” de los crímenes cometidos por los dirigentes bolcheviques en un una Rusia que abandona a Dios (el Zar)

A pesar de estas credenciales, ello no es obstáculo para que sea citado como una autoridad como hace Eduard Puigventós Lopez, responsable de un retrato exhaustivo de Ramón Mercader. Puigventós cita como sí de un dogma papal se tratara el siguiente punto de mira: “Stalin sencillamente aprovechó el momento y recogió el testigo de un bolchevismo autoritario desde la raíz, habituado a la violencia y a la imposición de unas ideas que les parecían justas, pero que aplicaban sin arrepentimiento”.

El autor no puede por menos que reconocer el caudal de idealismo militante, sí bien este ideal “quedó sepultado bajo un estatismo autoritario que dio resultados tan aterradores como las purgas soviéticas de los años treinta y el totalitarismo y terrorismo de Estado de Stalin”.

Con esto ya está dicho todo. No existe necesidad de nada más como es ya tradición desde que se impuso el canon neoliberal.

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