Por Adán Salgado Andrade, México
La depredación planetaria se torna cada vez más intensa. Se emplean brutales cantidades de agua, cada vez más escasa, para procesos industriales, así como extractivos. El fracking, contaminante técnica para obtener gas natural de esquisto, emplea millones de litros del vital líquido en cada pozo, a la que deja permanentemente contaminada, además de que la reinyecta, envenenando acuíferos que también quedan inútiles para el consumo humano (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2012/05/el-gas-natural-de-esquisto-el-regreso.html).
Igualmente, la megaminería, depreda bosques, selvas y también emplea y contamina millones de metros cúbicos de agua. Sus destructivos efectos, al igual que los que ocasiona el fracking, son permanentes (ver:http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2013/05/los-destructivos-irreversibles-efectos.html).
La producción de carne es pasmosa, pues supera en contaminación a la de los autos del todo el planeta. Cada año se sacrifican ¡57000 millones de animales de todo tipo!, reses, pollos, borregos, conejos, marranos, a razón de 7.5 por habitante, para satisfacer nuestros engordantes, cárnicos hábitos alimenticios (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2018/01/la-eliminacion-de-la-produccion-de.html).
Y no se diga la producción de basura, la que está llenando lugares como bosques, islas, cañadas, ríos, pues generamos demasiada de ella. Tan sólo de plásticos, producimos ¡300 millones de toneladas anuales de todo tipo!, los cuales, la mayor parte, van a dar a los océanos, y de seguir alentando y creciendo su producción, para el año 2050 superará en peso el plástico, al de todas las especies marinas, si es que aun existen para entonces (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2018/03/la-muy-grave-contaminacion-por-plasticos.html).
Todo ese conjunto de actividades, alentada por la irracional sobreproducción capitalista salvaje, está aceleradamente destruyendo los recursos que nos quedan, a ritmos superiores a los que se creían. Estamos en la antesala de un colapso ambiental, materializado en el acelerado calentamiento global, extinción de especies y agotamiento de recursos naturales. Pero se sigue depredando (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Entre tantas actividades depredadoras, la agricultura de monocultivos, está también participando con su cuota depredadora. Un buen ejemplo es el que ofrece un reciente artículo del prestigioso periódico inglés The Guardian, en el que aborda todos los daños que está causando justamente la siembra intensiva y extensiva de la soya transgénica de Monsanto en Argentina. El trabajo periodístico es de Uki Goñi (ver: https://www.theguardian.com/world/2018/apr/01/argentina-new-river-soya-beans?utm_source=esp&utm_medium=Email&utm_campaign=GU+Today+main+NEW+H+categories&utm_term=269782&subid=21873428&CMP=EMCNEWEML6619I2).
Monsanto es una nefasta empresa que, desde hace años, ha experimentado con la manipulación genética de vegetales y cereales, tales como el maíz y la soya, tan sólo por imponerlos, defender sus “patentes”, aumentar sus ganancias, monopolizar la producción de cereales, sin que le importen los daños a la salud que sus engendros frankensteinianos provoquen al medio ambiente y a la salud humana (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2014/04/monsanto-arremete-de-nuevo-con-caras.html).
Argentina comenzó desde hace muchos años la siembra de soya transgénica, la cual ha ocasionado daños a la salud, sobre todo de las personas que viven en la cercanía de las siembras de los cultivos de transgénicos, principalmente por el uso excesivo del pesticida glifosato. Han aumentado bastante los casos de enfermedades crónico-degenerativas, como el cáncer, el hipotiroidismo y otras más (ver: https://www.eldiario.es/desalambre/efectos-glifosato-Argentina_0_619438193.html).
Pero como se trata de jornaleros pobres, no se les ha brindado atención de ningún tipo. Incluso, durante las supuestas progresistas presidencias de Cristina Fernández, dichas personas no fueron atendidas convenientemente. Eso es algo que no se alcanzaría a comprender, no sólo que no se les brindara atención adecuada, sino que se siguiera permitiendo la siembra de transgénicos, con todos los daños a la salud y ambientales que han provocado. Actualmente, el 60% de la tierra cultivable argentina está dedicada solamente a la soya transgénica.. La imagen que se tenía de esas pampas, rodeadas de bosques y recorridas por gauchos, es ya cosa del pasado. En su lugar, reina ese monocultivo, el que mayormente se exporta y ha colocado a Argentina como el tercer país productor de soya, 18% de la producción mundial, después de Estados Unidos, primer sitio, y Brasil, segundo. Pero todo tiene un precio.
Como señalo antes, ya se están manifestando los daños que ha dejado la siembra de soya transgénica, concretamente en las sabanas de la provincia de San Luis. En esta zona, se encuentra la Cuenca del Morro, un acuífero subterráneo que cubre 373000 hectáreas. Anteriormente, la zona era boscosa. Las largas raíces de los árboles eran suficientes para controlar naturalmente el nivel de agua del acuífero. Sin embargo, cuando las agroindustrias, muchas extranjeras, Monsanto, entre ellas, comenzaron a deforestar indiscriminadamente la zona y a sembrarla con soya, los problemas comenzaron. Se han perdido 2.4 millones de hectáreas de bosques en los últimos diez años, de acuerdo con Greenpeace.
Pero las raíces muy cortas de la soya, que es una simple hierba, no absorben el agua en exceso del acuífero.
Y eso llevó a que en el 2015, la saturación de dicho acuífero, llegara a su límite. Primero, por la mencionada deforestación, la acción de absorción de agua por parte de los árboles, no fue más y eso ocasionó que el nivel del acuífero fuera subiendo. Luego, las fuertes lluvias, características de la región, siguieron alimentándolo, hasta que, como declara el ambientalista Esteban Jobbágy, “la Naturaleza dijo suficiente”, cuando el acuífero ya no pudo continuar almacenando agua. Y, literalmente, estalló al saturarse y el agua en exceso está formando varios ríos, entre ellos, el primero en surgir, el Río Nuevo, que ha ido creciendo hasta llegar a una longitud de 25 kilómetros. En su parte más profunda tiene 25 metros y una anchura de 60 metros. O sea, no se trata de un riachuelo, sino de un gran río, como los que han existido desde hace cientos de años, lo que da cuenta de la gravedad del problema que han ocasionado tantas deforestadas hectáreas. Y no sólo eso, sino que la tierra, al saturarse de agua, es muy inestable, al igual que cuando está seca. “Es básicamente polvo”, señala Jobbágy, al deshacer un pedazo de suelo que arranca de una de las paredes del lecho formado por del río.
Y es el segundo problema, que el avance del río está destruyendo otras tierras. Incluso, peligran dos autopistas por las cuales se transporta una buena parte del comercio por tierra entre Argentina y Brasil. Igualmente, las afueras de la ciudad de Villa Mercedes, también están en peligro de desaparecer y mucho más, de seguir el imperturbable avance del río.
Por lo mismo, ya varios granjeros han abandonado sus tierras y sólo unos cuantos están allí, como Alberto Panza, cuya propiedad está dividida a causa del Río Nuevo. Ha tratado de construir un puente, pero por la inestabilidad del terreno, no ha podido, ni podrá, afirma, contemplando la desolación que ha quedado por tantos años de indiscriminada siembra. Goñi, el reportero, lo describe como un escenario marciano. No cabe duda que el ser humano es la especie más destructiva y depredadora que ha existido en el planeta.
Ya se han tratado de aplicar algunas tardías medidas para mitigar los daños ocasionados por la deforestación, como el exigir a los granjeros que dejen un 5% de sus tierras como pastos o bosques. Pero ya es demasiado tarde, concluyen los científicos que han estado estudiando el problema desde hace diez años.
Principalmente, porque no dejarán agroindustrias, ni granjeros, de sembrar soya transgénica, pues, antes que la destrucción del medio ambiente, están las ganancias. Esa es la máxima del capitalismo salvaje, destruir, antes que dejar de ganar.
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