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GOGOL: EL GIGANTE

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Por CIRO MORA WERTHER para Ojo con el Lente.

NICOLAI GOGOL no tenía una gran estatura. Era más bien pequeño, retraído y reposado. Describió con una maestría inusitada la época feudal del campo ruso que se prolongó hasta fines del siglo 19. Su vida fue contradictoria y su obra cúlmine y sorprendente “Almas Muertas” la dejó inconclusa, abandonando la literatura para siempre en un retiro espiritual final. Tiró a la hoguera otros escritos… quién sabe, posiblemente grandes lecturas fueron consumidas por el fuego. La aldea rusa está descrita allí con una pluma entre denunciante y sarcástica. Los señores no solo son dueños de la tierra, sino de siervos (mujiks o campesinos) y de sus aldeas. Y poseen títulos de dominio de sus esclavos. La cuantía de ellos les otorga el estatus entre pares y su ascendiente e influencia social.

Era un orgullo presentarse en los salones como “el señor X, poseedor de quinientas dieciocho almas”.

Gogol escudriña una de las formas en que los “especuladores financieros” de aquella época, situados en el borde de la legalidad (como siempre…) y aprovechando la pesada y lenta burocracia de la época, hacían negocio con los títulos de propiedad de los siervos, aprovechándose del hambre de prestigio y estatus de los señores. Este verdadero “ingeniero comercial” inescrupuloso de la época, compraba  a señores necesitados de liquidez, a bajo precio, documentos de propiedad de siervos fallecidos y los vendía, a alto precio, a señores que requerían ser poseedores de más “almas” para su propia vanidad y jactancia personal. La actualización oficial del fallecimiento de los campesinos tardaba años, en tanto la presunción de riqueza era una necesidad inmediata.

Gogol, gigante de la literatura rusa solo comparable a Pushkin, Dostoievsky, Tolstoy, Gorky, Trostsky, Andreiev y otros, nos muestra la mesa de los señores, soberbia, colmada de sabor y de arrogancia:

En el salón comedor están servidos los buñuelos, pastelillos rellenos con cebolla, adormidera y requesón.

Empanadas de huevo.

Pero es infaltable la sopa de coles.

Y de fondo un lechón con rábanos y nata.

El pavo se sirve relleno con arroz, huevos e hígados. Algunos le agregan mermeladas de ciruela y de bayas.

Pero es infaltable el esturión, con caviar y lenguas ahumadas, acompañado de rosquillas.

También suele haber albóndigas con trufas.

Si alguien queda con hambre hay rábanos cocidos en miel.

Pero queda para una inevitable segunda pasada: estómago de carnero relleno con trigo sarraceno, sesos y patitas de porcino.

Pero lo que no puede faltar son salchichas con repollo, pepino salado y el infaltable pastel de hojaldre.

Todo acompañado de Vodka y jarabe de guinda ácida.

En tanto, los campesinos, dueños de nada, estaban sumidos en una profunda pobreza.

No cuesta trabajo encontrar las analogías con el capitalismo actual.

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