Arturo Alejandro Muñoz
Soy un viejo socialista…de aquellos de verdad, de aquellos leales a Allende y a la historia de nuestra ideología, de aquellos que no cambian el amor y lealtad a sus raíces por las migajas ofrecidas por los enemigos de siempre. .
Pertenezco a la minoría privilegiada de un país que niega, por conveniencia financiera y comercial, los hechos del pasado y el por qué de ellos.
Formo parte activa de esos grupos que, una vez, años ha, desde adentro del vientre del monstruo y sin más armas que la voluntad y la conciencia, lucharon contra el miedo, contra la masacre y contra la tiranía vestida de entorchados.
Soy el anecdotario de la historia última, esa que los sicarios de la democracia han logrado difuminar con verborreas y acuerdos clandestinos.
Fui uno de los que sintió el miedo gorgotear en su propia epidermis, estremecido por el sonido sibilino del traquetear de tanquetas y vuelos rasantes de helicópteros artillados, pero fui también uno de los primeros en despojarse del letargo letal y salir al descampado exigiendo libertad para los que habían sido expulsados, detenidos, torturados, aherrojados.
Soy socio de aquella empresa imposible que sacudió las esperanzas nacionales, transformándolas en un grito de independencia, de libertad y soberanía que inundó ciudades e impulsó a muchos.
Fui uno de los jugadores del juego entramado y vicioso creado por los detentores del poder, y con las reglas impuestas por ellos salí a las avenidas dispuesto a crear nuevas organizaciones, planificar estrategias y arrinconar a los asesinos, atándoles con sus propias reglamentaciones hasta ahogarles el devenir.
Fue mi sangre, mi carne, mis huesos, mi sudor y mi capacidad las que entraron en vigencia uniéndose a muchas más, para que otros pudiesen ponerse de pie y reinsertarse en el futuro de la patria.
Pertenezco a la minoría que no ha olvidado las razones de una justa rebeldía ni las causas de la traición actual, ya que aquellos que propiciaron la debacle con sus errores políticos y sus intereses particulares, hoy, sin consultar la opinión de sus salvadores ni la del pueblo electoral, continúan torciendo la voluntad mayoritaria privilegiando precisamente a quienes coadyuvaron de manera voluntaria, procaz y asesina con los ejecutores del genocidio.
Soy, en suma, parte de la historia olvidada, y como tal he sido enviado a la bodega de los trastos viejos por aquellos mismos náufragos que ayudé a rescatar.
Hoy, soy el anarquista, el villano, el despreciado. Soy uno de aquellos a los que hay que acallar, pues mi voz y mi historia resultan indigestas en el banquete de las componendas.
La intensa lucha de ayer no se realizó para que los politicastros de siempre regresasen a dirigir la patria y servirse de ella, ni para permitir acuerdos subterráneos con quienes llenaron de combustible los estanques de un helicóptero ’Puma’, ni con aquellos supuestos demócratas que ayudaron a pavimentar los patios de fusilamiento.
Por ello, y por mucho más, mi voz ha vuelto a renacer en el grito destemplado que llama a los demás, a hombres y mujeres, a dejar sus valles, sus campos, sus banquetas y escondrijos barriales para reorganizar nuestras fuerzas e intentar, una vez más, poner las cosas en su lugar, dentro de un orden que no fue escogido ni privilegiado por esa sociedad de intereses duopólicos que pretende continuar su saga de expoliaciones, traiciones y contubernios corruptos.
Al igual que la Historia, el futuro pertenece a los que participan en su construcción, y no a quienes engañan, mienten, venden y traicionan.
Escribamos a partir de ahora la nueva Historia…sin odios, sin rencores, sin miedo…pero con memoria.
Somos millones, somos más, somos el futuro.
Somos el pueblo.