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¿Es de verdad excelente la situación? Un panorama lleno de incertidumbres

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Nuestros amigos de La Pluma, publicación colombiana, publicaron este texto que debería ser conocido de toda la población latinoamericana. El fascismo no regresa: en realidad nunca se fue…
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¿Es de verdad excelente la situación? Un panorama lleno de incertidumbres

El llamado “nuevo fascismo” no tiene que ser necesariamente igual al tradicional; tampoco entonces era igual en cada país; pero sus lineamientos esenciales si están allí, como una amenaza constante, como un riesgo que no debe olvidarse…Ya se sabe, la historia no obedece a leyes inmutables sino a tendencias que orienta la acción humana.

Juan Diego García para La Pluma, 7 de abril de 2023Editado por María Piedad OssabaLas victorias electorales de la extrema derecha en algunos países europeos y el repunte del Sr. Trump en Estados Unidos, no menos que los avances de la reacción más aguda en Latinoamérica y el Caribe llevan a no pocos analistas a considerar que el fascismo regresa y que se está a las puertas de una nueva guerra mundial.

En realidad el fascismo nunca desapareció aunque la apuesta por ciertos pactos capital-trabajo en el Viejo Continente (y muy parcialmente en Estados Unidos) generó un clima relativo de paz social, algo que el modelo neoliberal ha deteriorado de forma muy aguda. Esto al menos en las metrópolis, puesto que en la periferia del sistema (los países pobres) esas formas de paz social apenas se han manifestado excepcionalmente en determinadas coyunturas, mientras abiertas y sangrientas dictaduras han caracterizado siempre el orden social, con manifestaciones similares al fascismo europeo y en no pocas ocasiones superando sus formas más crueles e inhumanas.
Alianza-del-Eje-1939-1941Alianza del Eje, 1939-1941 US Holocaust Memorial Museum
En realidad el fascismo no se limita a Hitler, a Mussolini o al gobierno de Japón. En el mundo capitalista avanzado de aquel entonces, las formas del fascismo aparecían igualmente en los países aliados (Estados Unidos y Europa) y sus ideas y prácticas sociales, resultaban similares a las del fascismo del Eje: teorías sobre la “raza superior”, xenofobia y otras formas similares de discriminación contra minorías étnicas; teorías similares al “espacio vital” para justificar la agresión a otros países, y en general amplias limitaciones o inclusive, la cancelación de los principios liberales del orden social burgués y su reemplazo por formas de dictadura extrema.

Por supuesto, tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, en Francia no pocos querían hacer olvidar su compromiso o al menos, su simpatía con los ocupantes nazis y sus lacayos locales y muchos aparecían ahora, como “activos colaboradores de la Resistencia”; en los Estados Unidos se prefirió hacer caso omiso del racismo tradicional disminuyendo el rol que tenía y tiene allí importantes bases sociales, o la abierta simpatía por el fascismo de personajes tan señalados como el industrial Henry Ford, que escribió libros de apología del Tercer Reich. El mismo candidato a suceder en el trono en el Reino Unido fue apartado de tal pretensión por sus vínculos estrechos con Hitler (*). Su matrimonio con una mujer divorciada fue solo una excusa, para no tener que reconocer públicamente, que la mismísima Casa Real tenía en su seno a un nazi.
Contra-el-fascismo
Si se va un poco más lejos, resulta obvio que las potencias aliadas solo intervienen contra Alemania, cuando Berlín no se da por satisfecho con las muchas concesiones que los Aliados le habían hecho a Hitler, todos -incluido los Estados Unidos-.

Solo se deciden a atacar realmente a Alemania cuando ésta pierde en la batalla de Stalingrado. Al parecer, los Aliados esperaban que los nazis derrotaran a la URSS, para luego buscar alguna forma de terminar con el “peligro comunista”, y solo se decidieron realmente a combatir a los nazis cuando esa batalla significó la derrota final de Berlín.

Ni todos los alemanes, italianos y japoneses eran la encarnación del “mal” (como vende la propaganda), ni los Aliados resultaban ser la encarnación plena de los valores civilizados. En los países del Eje había fuerzas sociales y políticas nada desdeñables, que el fascismo sometió al exterminio y que expresaban la oposición régimen: socialistas, comunistas, cristianos (sobre todos los protestantes más que los católicos, cuyo Papa de entonces se negó a condenar los crímenes de Hitler), e inclusive demócratas burgueses y hasta monárquicos, que tuvieron la lucidez de entrever el riesgo que para la civilización suponían los principios del fascismo.

Tal vez una visión diferente a la versión oficial sobre el fascismo ayude a comprender, por qué “renace” un fascismo que realmente nunca desapareció, ni fue un fenómeno exclusivo de los países del Eje. Seguramente ayuda a entender ese “renacimiento” del fascismo a identificar su papel en el capitalismo más allá de sus formas, de sus expresiones externas, pues en realidad nunca hubo dos fascismos iguales, pero sí les identifica la negación plena de los principios democráticos del orden social burgués, la anulación del ideario liberal clásico cuando el sistema entra en profunda crisis.

Desde esta perspectiva no debería entonces sorprender un fenómeno como el de Trump, cuyas consignas no pueden ocultar sus tintes neonazis, pues sus propuestas resultan igualmente contrarias a cualquier principio humanitario y civilizado, tal como sucede en el tratamiento de la inmigración, algo que comparte con los demócratas.

Tampoco debe sorprender que las fuerzas del nuevo fascismo tengan ahora mismo una representación electoral nada desdeñable, que les ha permitido llevar al gobierno a la extrema derecha en Italia y en países del norte de Europa, tradicionalmente ejemplos de democracias consolidadas. Estas fuerzas del nuevo fascismo son igualmente destacables en Austria y España, y algunos gobernantes formalmente democráticos, que no se declaran de extrema derecha llevan a cabo medidas similares o iguales a las propuestas por el nuevo fascismo, tal como sucede en Francia, Alemania o el Reino Unido, para no hablar de los regímenes de la Europa del Este (Ucrania, sin ir más lejos), que tienen en su seno fuerzas políticas abiertamente derechistas cuando no nazis declaradas.
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El fascismo criollo en Latinoamérica y el Caribe responde a procesos sociales muy similares, solo que aquí ha sido la práctica habitual en toda su historia y la democracia solo momentos excepcionales; cuenta además con un respaldo sin límites de las metrópolis tradicionales de Occidente y practica la violencia pura y dura contra la oposición política y social. Esa derecha criolla fue y sigue siendo una amenaza contra los gobiernos de progreso que ahora son mayoría en la región. No es por azar que aquí nadie hable del renacimiento de un fascismo que siempre ha estado controlando la vida diaria de las gentes. Tampoco en Europa o en Estados Unidos debería sorprender que la gran burguesía –esa que controla los resortes fundamentales del poder-, tal como sucedió en el pasado, ante la amenaza cierta de una gran crisis (en todos los órdenes) decida cancelar el funcionamiento democrático de su sistema y apueste por las formas más duras de dominación para asegurar su hegemonía en el orden social.
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El llamado “nuevo fascismo” no tiene que ser necesariamente igual al tradicional; tampoco entonces era igual en cada país; pero sus lineamientos esenciales sí están allí, como una amenaza constante, como un riesgo que no debe olvidarse. En momentos así se tiene la tentación de recordar la introducción del himno de los anarquistas españoles, A las Barricadas (una versión de la Varsoviana, de los obreros polacos)… “negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver; y aunque nos espere el dolor y la muerte, contra el enemigo nos llama el deber”.

Por supuesto también vale en ocasiones como ésta, un verso dialéctico del gran poeta chino Mao Tse-Tung… “Reina un gran desorden bajo los cielos. ¡La situación es excelente!”. Ya se sabe, la historia no obedece a leyes inmutables sino a tendencias que orienta la acción humana.(*) A la muerte de George V en 1936, es su primogénito quien le sucede, y ocupa el trono: Edward VIII reinará apenas 11 meses, antes de abdicar. La prensa del corazón (de los poderes financieros, en realidad) cuenta que prefirió el amor de Wallis Simpson, una yanqui divorciada. En realidad fue “liberado” del trono por sus simpatías nazis. Entonces accedió al trono Elizabeth II, madre de Charles III, el rey actual.


(*) A la muerte de George V en 1936, es su primogénito quien le sucede, y ocupa el trono: Edward VIII reinará apenas 11 meses, antes de abdicar. La prensa del corazón (de los poderes financieros, en realidad) cuenta que prefirió el amor de Wallis Simpson, una yanqui divorciada. En realidad fue “liberado” del trono por sus simpatías nazis. Entonces accedió al trono Elizabeth II, madre de Charles III, el rey actual.

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