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50 aniversario de la primavera de Praga del 68

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Memoria

50 aniversario del 68

El 68 comenzó en Praga

Hace cincuenta años, el 5 de enero de 1968, Dubcek reemplazó a Novotny como jefe del Partido Comunista checoslovaco. Más que una revolución de palacio, es el comienzo de la «Primavera de Praga». Como el sol, 1968 se levanta al Este, con la promesa de un «socialismo con rostro humano», el de una dinámica de autogestión encarnada por los consejos obreros. La Guerra Fría parecía hundirse en un año en el que todo era posible, desde la Ofensiva del Têt en Vietnam, Mayo del 68 en Francia, el Movimiento contra la Guerra y por los Derechos Civiles en EEUU y el Viejo Topo de la revolución reaparecía en las luchas anticapitalistas, antiburocráticas y antiimperialistas. Sin Permiso comienza con estos artículos la conmemoración del 50º aniversario del 68.

La Primavera de Praga y los consejos obreros  (1968/1969)

Robi Morder *

Mediapart, 5-1-2018

https://blogs.mediapart.fr/

Traducción de Anna Maria Garriga Tarré, Iker Jauregui – Sin Permiso

http://www.sinpermiso.info/

«Praga solo conmovió a la opinión revolucionaria en la semana de su caída». (Gilles Martinet, Los Cinco Comunismos).

Los cambios ocurridos a principios de 1968 en el seno del Partido comunista checoslovaco, sustitución de Novotny por Dubcek al frente del Partido comunista en enero, después por Svoboda en la presidencia de la Federación en marzo, no se reducen a una revolución de palacio. La «sociedad civil» puesta en marcha aprovechó la ocasión: abolición de la censura, libertad de expresión y, dentro de las mismas empresas, nacimiento de los “consejos de empresa” o «consejos obreros» que van a multiplicarse y coordinarse principalmente después del 21 de agosto de 1968 hasta el final de 1969.

I- La civilización en la encrucijada, Checoslovaquia en el semáforo rojo

Crisis económica y reformas en la década de 1960

A principios de la década de 1960, las dificultades económicas se reflejaron tanto en la disminución del ingreso nacional bruto como en los salarios nominales y reales. «El culto al plan» se pone en entredicho (Radoslav Selucki, 1963). Se intenta una reforma económica, que da un mayor protagonismo a los directores de empresa, empresas más autónomas en una planificación ahora indicativa. Los bloqueos en el partido, el aparato del estado, y sobre todo en los organismos económicos y de planificación llevan al 13º congreso del PCT, en 1966, a constituir, además del equipo de  Ota Sik encargado de la reforma económica, una «Comisión Estatal de gestión y organización». Se trata de darle más importancia a la «participación obrera». Los reformadores deben buscar el apoyo de otras fuerzas sociales, y algunos de ellos no tienen la intención de simplemente reemplazar a los burócratas por tecnócratas. Paralelamente, a partir de 1963, año del tercer congreso de escritores que denuncia el culto a la personalidad, una cierta liberalización política, limitada pero real, aporta algunos cambios: presos políticos liberados, rehabilitación de los condenados en los procesos de la década de 1950, facilitación de los viajes al exterior, modificaciones del código laboral. Estos procesos, impulsados ​​por la dirección y una parte del aparato del PCT, con el apoyo de los intelectuales, disminuyen la rigidez burocrática en la vida cotidiana de los grupos sociales.

El trabajo y los trabajadores en la era de la revolución científica y tecnológica

Checoslovaquia disponía ya de un proletariado desarrollado en el período de entreguerras. El componente obrero, fuerte en 1947 (53%) aumenta ligeramente (57.6% en 1970), mientras que el número de empleados se duplica al mismo tiempo (de 16% a 31.7%). La industrialización ha provocado intensas migraciones hacia las ciudades, alimentando en particular a la industria pesada. En 1970, los 3.800.000 trabajadores se encuentran principalmente en la industria, mientras que la otra (pequeña) mitad se divide entre la construcción (11%), los transportes (8%), el comercio (5%) el sector agrícola-forestal (10%) y otros (12%). Las estadísticas confirman una promoción obrera real, y una parte de antiguos trabajadores se ha integrado en el aparato de gestión, lo que no significa gestión obrera. En 1963, de un total de 11.941 gerentes y adjuntos, sólo 2.822 tienen una educación superior, una situación criticada por los reformadores que lo ven como una gran debilidad del cuadro dirigente.

Bajo la dirección del filósofo Radovan Richta, un equipo multidisciplinario de 45 especialistas, constituido por iniciativa conjunta del Comité Central del PCT y del presidente de la Academia de Ciencias, hace público en 1966 un resumen de su obra, titulada La civilización en la encrucijada. En el centro de este libro, la «revolución científica y técnica» (RST) y sus consecuencias en la sociedad. La RST revierte la tendencia a la parcelación de tareas de la revolución industrial, la automatización elimina la carga de trabajo simple y transforma el trabajo complejo. Con la «revolución terciaria», la transformación del trabajo humano en actividad creativa implica una «revolución de las habilidades» y una «revolución en la educación». Es necesaria una transformación radical de los sistemas organizativos y de mando y reducir la dicotomía entre dirigentes y dirigidos. De una manera distinta de la que existe en los países capitalistas. La RST debe utilizarse con fines humanos. El equipo de Richta se centra en el desarrollo de la formación y las cualificaciones, para poner en práctica modelos de gestión basados en la iniciativa humana, que conciernen no solo a las empresas, sino a la sociedad en su conjunto .

II- 1968/1969: luz verde a los consejos obreros

Durante 1968 y 1969, la participación en la gestión y el lugar de los trabajadores en el sistema político se mantienen estrechamente vinculados. El «proceso desde abajo» se impone, con objetivos estructurales que modifican cualitativamente los procesos de reformas.

La experiencia del movimiento obrero

La experiencia de la clase trabajadora checoslovaca es rica. En agosto de 1944, los sindicalistas desempeñan un papel importante en la creación de nuevas instituciones. Se da por supuesto que los comités de empresa han de desempeñar un papel en el control de la producción y la gestión de las fábricas. Sin embargo, pierden rápidamente toda independencia. Después de la toma del poder por el Partido Comunista, la función reivindicativa de los sindicatos se convierte en instrumento de movilización de los trabajadores para la producción. Se preconiza el «esfuerzo del trabajador» como forma de «participación de los trabajadores en la gestión». En principio, los órganos sindicales de la empresa gozan de amplias atribuciones (preparación del plan, celebración de convenios colectivos, opinión sobre las inversiones). Las decisiones de la dirección empresarial se someten a la aprobación del sindicato (sobre salarios, horas de trabajo, bonos, contratación, despido, clasificación de trabajadores en distintas  categorías). Pero estos derechos están de hecho sujetos a las directivas emitidas por el gobierno. El director de la fábrica generalmente es elegido por el Estado, es decir, por el partido en el poder. En virtud de su «papel dirigente», la célula del partido suplanta a la sección sindical.

Primeros aires primaverales en las fábricas

Después del aparato, después de los intelectuales y los estudiantes, es el turno de los trabajadores. La autogestión es un tema de discusión en las fábricas. En abril de 1968, el PCT adopta un programa de acción que anuncia el principio de la autogestión de la propiedad social (y ya no del  Estado) sin definir sus contornos. Presionando a la dirección, la base sindical se moviliza. A partir de mediados de mayo, se reúnen los comités y las asambleas para preparar una ley sobre la «empresa socialista». Estallan huelgas contra la incompetencia de algunos líderes empresariales. A principios de junio comienzan a establecerse consejos en las fortalezas obreras de CKD-Praga (fábrica W. Pieck) y en Skoda Plzen.

Partiendo de problemas materiales y económicos, el movimiento de los consejos toma una dimensión política: la participación democrática tanto en la empresa como en la sociedad. Por un lado, los economistas y los directores, apoyados por los órganos dirigentes del partido y del gobierno, no piensan atribuir a los consejos más que poderes limitados en un sistema de cogestión, para crear un clima favorable a la racionalización de la gestión y al aumento de la productividad El partido utiliza el término «consejos de empresa» más bien que el de «consejos obreros».

Se afirma otra concepción de inspiración autogestionaria. Los consejos deben elaborar por sí mismos los objetivos de producción. Con una visión más política, los partidarios de la autogestión abogan por la coordinación de los consejos como expresión independiente del movimiento obrero.

El 8 de junio, el Gobierno formula los «principios provisionales para la constitución de consejos obreros», discutidos en una reunión nacional consultiva de los sindicatos el 20 de junio, publicado el 30 de junio de 1968 en el diario Rude Pravo. Los trabajadores se consideran ahora como «productores y co-empresarios socialistas” involucrados en la elaboración de la política económica. No se prevé la existencia de consejos en los servicios públicos. Los sindicatos piden que se elimine cualquier referencia a «órganos superiores». El 30 de junio, unas directivas autorizan la constitución de consejos «a título experimental», lo que comienza a materializarse durante el verano.

El movimiento de los consejos crece después de la intervención soviética

Con la invasión del territorio el 21 de agosto de 1968, el proceso se acelera y se politiza.

El congreso clandestino del PCT se pronuncia a favor de una concepción más bien autogestionaria. El 23 de agosto, una huelga general de protesta contra la invasión moviliza a los trabajadores. La dinámica de unión entre la «izquierda política», las estructuras obreras y los estudiantes se pone en marcha. En las fábricas, los trabajadores y los sindicatos amenazan con recurrir a la huelga si el comité central, que se reúne el 14 de noviembre de 1968, condena la política de antes de agosto. Los estudiantes, por su parte, van a la huelga en noviembre en base a los «diez puntos», entre los cuales: el rechazo de la «política de concesiones» a los soviéticos, el restablecimiento  de los consejos. En las empresas se manifiesta de diversas formas la solidaridad con los estudiantes: folletos, sirenas, envío de mociones, resoluciones sindicales, colectas de dinero e incluso paros breves de trabajo. En el congreso de la federación metalúrgica (900 000 miembros), los 1200 delegados ratifican un acuerdo alcanzado con el sindicato estudiantil.

Los consejos se multiplican: 19 en septiembre, 120 a fines de 1968, a pesar de la prudencia del gobierno que estima el 24 de octubre que no resulta útil continuar este experimento. En enero de 1969 en la fábrica Skoda en Pilsen, las delegaciones de 182 grandes empresas que representan a 890.000 empleados, o sea, más de una cuarta parte de los trabajadores de Checoslovaquia, se reúnen en un encuentro consultativo. Rudolf Slansky, hijo de uno de los condenados en los juicios de Praga de la década de 1950, propone establecer un comité asesor de los consejos. El movimiento continúa. El Congreso de Sindicatos se reúne del 4 al 7 de marzo de 1969 y pide la legalización de los consejos obreros, presionando a su vez al gobierno para que apruebe la ley referente a la empresa socialista, y para que condene la intervención del Pacto de Varsovia.

En junio de 1969, más de 300 consejos están en funcionamiento, en verano de 1969 hay más de 500 empresas y más de un millón de trabajadores involucrados.

De la cogestión a la autogestión

Los estatutos reales de los consejos a menudo exceden las recomendaciones de los líderes del Estado y del partido. Se llevan a cabo encuestas sociológicas. Los representantes electos del personal de la empresa constituyen en general entre 2/3 y 4/5 de los miembros del consejo. A veces, incluso los miembros externos son elegidos por el conjunto del personal.

Los consejos se eligen por sufragio universal y por votación secreta. En según que casos, para ser elegido hay que cumplir ciertas condiciones de conocimiento de la empresa y de antigüedad, que varía de 2 a 5 años. El consejo debe estar compuesto por representantes de todas los sectores de actividad de la empresa. Lejos de tener solo atributos de asesoramiento, todos los estatutos reservan al poder integral del consejo: el nombramiento y el despido del director, el nombramiento de otros miembros de la dirección de la empresa. En algunos casos, el poder del consejo se extiende a otros asuntos relativos a la gestión. Muchos prevén un derecho de veto de los consejos respecto a numerosas cuestiones más allá de las grandes inversiones.

El 25% de los miembros electos tienen una educación general, el 50%, estudios secundarios (pero solo la mitad los han terminado) y el 25% proviene de la educación superior. La mayoría de los empleados electos son los técnicos (más de dos tercios), mientras que los obreros representan solo una cuarta parte de ellos, siendo principalmente obreros calificados. Esta sub-representación de los obreros podría interpretarse como una falta de confianza en sí mismos. Sin embargo, la presencia significativa de trabajadores cualificados, técnicos, era un argumento de «competencia» en contraposición a los adversarios de la autogestión que predecían grandes pérdidas y dificultades a causa del diletantismo, es decir, la supuesta irresponsabilidad de la masa de obreros sin educación, como si el nombramiento de directores por parte del aparato político, administrativo y económico del Estado hubiera sido una garantía de competencia.

Obstáculos y frenos

Según las encuestas, los asalariados del aparato sindical, especialmente los que ejercían sus funciones desde hacia más de diez años, son críticos respecto a los consejos obreros, lo que les distingue de los militantes y “jóvenes funcionarios” sindicales. Hay que recordar que el aparato sindical ha sufrido una profunda renovación. Al principio lenta, se acelera después de la intervención  soviética. A finales de 1978, el 70-80% de los dirigentes sindicales habían sido reemplazados

En busca de un compromiso con los soviéticos, la dirección dubcekiana, frena. El comité central había confirmado en enero de 1969 el programa de acción de 1968, pero en febrero de 1969 el plan del gobierno condujo a una forma limitada de cogestión (solo un tercio de representantes electos obreros, derecho de veto otorgado al Estado y a los directores).

El 3 de abril se restablece la censura. El 17 de abril, Dubcek se ve obligado a abandonar el liderazgo del PCT, Husak le sucede. El 29 de abril de 1969, el Consejo Nacional Checo anuncia la postergación de la discusión del proyecto de ley a una fecha indefinida. El 31 de mayo Cernik, primer ministro, abandona la autogestión industrial. No habrá ley sobre consejos.

El sindicato estudiantil es disuelto en junio de 1969 y los comités sindicales sufren verdaderas purgas. En la fábrica Skoda, el consejo decide disolverse en noviembre de 1969. Durante el año 1970, 50,000 sindicalistas fueron cesados de sus funciones. En septiembre de 1970, el sindicato de escritores se disolvió. En el Partido Comunista, la purga llega a medio millón de miembros.

A fines de 1969, el comité central «normalizado» del PCT, estimando demasiado amplias las competencias de los consejos y demasiado elevado el número de trabajadores de las empresas en su seno, consideran que han debilitado el trabajo y la eficiencia de los directores de las empresas .   Algunos consejos habrían seguido «tendencias extremistas y anarquistas» debilitando el papel del Partido. Ciertamente, la «abolición del Estado» y la autogestión siguen siendo los «objetivos», pero son «metas distantes». Como evoca Vercors en «El viaje en invierno», mientras tanto el partido se «sacrifica» para asumir las tareas ingratas. «La autogestión y sus grandes responsabilidades tomarían a los obreros demasiado tiempo y demasiada energía intelectual, privándolos del ocio que necesitan». Los consejos se extinguen de buen o -más frecuentemente- mal grado.

Temiendo una restauración del capitalismo en el Tercer Mundo, muchos partidos y gobiernos, como en Cuba, aprobaron la intervención soviética en nombre de su rechazo a debilitar el «campo socialista».

Un maoísta italiano, Marco Maccio, en Los Tiempos Modernos en abril de 1969, aún condenando la intervención, criticó las reformas de la primavera checoslovaca que la arriesgaban a reinsertarla , como Yugoslavia, en el mercado mundial.

En Occidente, y particularmente en Francia, se hablará poco de esta experiencia, exceptuando las corrientes intelectuales, políticas o sindicales ya partidarias de las tesis autogestionarias. En 1968, la revista El hombre y la sociedad, publica incluso un número que reagrupa varios textos de sociólogos checoslovacos, incluidos los de Richta. Yvon Bourdet, Pierre Naville, Victor Faye y otros militantes o próximos a la CFDT, al PSU, opositores del PCF o miembros de corrientes «marxistas revolucionarias» publican algunos artículos. La revista Autogestión le dedica contribuciones, luego un número especial. En la prensa militante, como Bajo la bandera del socialismo, la Internacional o Comuna (periódicos de la Alianza Marxista Revolucionaria, o de los Comités comunistas para la autogestión) se (re) publican en los años setenta y ochenta, a título de «documento» los estatutos del consejo de la empresa CKD- fábrica W Pieck, que también se publican en la revista Autogestión y en el libro Praga, la revolución de los consejos obreros, publicado en 1977. En el partido comunista francés y sus disidencias, Roger Garaudy, que había utilizado la expresión «primavera de Praga» en 1963, con ocasión del congreso de escritores, retoma ampliamente la experiencia checoeslovaca,  a partir de la revolución científica y técnica y los textos de Richta, en El gran giro del socialismo, publicado en 1969. Pero todo esto permanece en círculos restringidos. Sin duda, la experiencia autogestionaria de 1968/1969 fue más «discreta» y se encontró «acallada» entre la gran duración del modelo Yugoslavia, por una parte, y las huelgas obreras y luego la formación de Solidarnosc y su programa de autogestión en la década de 1980.

En la misma Checoslovaquia, la experiencia alimenta reflexiones como las de Petr Uhl en El socialismo encarcelado. En 1977, un tercio de los mil firmantes de la “Carta 77” eran obreros. La caída del Muro de Berlín y la «revolución de terciopelo» han permitido la restauración de las libertades políticas. Pero la llegada de inversionistas extranjeros se ha visto  acompañada de la liquidación de los viejos derechos de los asalariados y de sus representantes. De las ideas de la primavera del 68, la del mercado ha subsistido perfectamente, pero amputado de la propiedad social y de la autogestión, que eran entonces inseparables del mismo.

* Robi Morder, presidente del Grupo de Estudio e Investigación sobre los movimientos estudiantiles (GERME).

Bibliografía

Números especiales de revistas:

«Sociología y renovación checoslovaca del pensamiento marxista», L’Homme et la société, No. 9, julio – septiembre de 1968.

«Consejos obreros en Checoslovaquia», Nº especial Autogestion et socialisme Nº 11-12, marzo-junio de 1970.

Recopilación comentada de documentos:

Jiri Pelikan, Le congrès clandestin, protocole secret et documents du XIVe congrès extraordinaire du parti communiste tchécoslovaque, Le Seuil, Paris, 1970.

Pierre Broué, Ecrits à Prague sous la censure, août 1968 – juin 1969 , (cap V, « Conseils ouvriers et autogestion »), EDI, Paris, 1973.

Jean-Pierre Faye, Vladimir Claude Fisera, Prague, la révolution des conseils ouvriers, 1968-1969, Seghers / Laffont, París, 1977.

Otras contribuciones

Milos Barta, «Los Consejos obreros como movimiento social», Autogestion, No. 9-10, septiembre-diciembre 1969.

Karel Bartosek, «reunión inesperada en Checoslovaquia (octubre de 1968 – junio de 1969)», en Fejtő François y Jacques Rupnik, Le printemps tchécoslovaque 1968 Ed. Complexe, Bruselas, 1999. (especialmente las contribuciones de Jaromir Veprek sobre la reforma económica y de Andre Gauron sobre la política de Ota Sik).

José y Vladimir Fišera, «cogestión empresarial y la economía socialista, el experimento de Checoslovaquia, 1967-1970» Revue de l’Est, Vol 2, No. 1, CNRS, París, 1971.

Gilles Martinet, Les cinq communismes, Le Seuil, colección puntos, París, 1974.

Robi Morder, «Praga, una Primavera en invierno,  Consejos obreros y autogestión en Checoslovaquia, 1968/1969», en Genevieve Dreyfus Armand (coord), Les années 68, un monde en mouvement, BCID, Syllepse 1968.

Jacques Rupnik, «La clase obrera checoslovaca», en «Estructuras sociales en Europa del Este (2. Transformación de la clase obrera)», Notes et études documentaires N ° 4.511 a 4.512, 10 de mayo de 1979, Documentation française, París , 1979

Radovan Richta, La civilisation au carrefour, Antrhopos, París, 1969 (reimpreso en Seuil, colección política, 1974)

Rudolf Slansky, «Los primeros pasos de la autogestión en Checoslovaquia», Autogestion, No. 7, diciembre 1968.

Petr Uhl, Le socialisme emprisonné, La Brèche, París, 1982Petr Uhl, «Reformar desde arriba o democracia desde abajo», L’homme et la société, No. 2-3, 1988 (nueva serie No. 88-89)

Entrevista a Petr Uhl *

«La revuelta de Praga contra Moscú no fue un fenómeno aislado»

Jan Malewski

La Breche Numerique, 7-8-2016

http://www.preavis.org/breche-numerique/article864.html

Opositor marxista checoslovaco, condenado en dos ocasiones (a 4 años de cárcel en 1969 y a 5 años en 1979), firmante de la Carta 77 y fundador del VONS (Comité para la Defensa de los Perseguidos Injustamente), Petr Uhl es actualmente periodista en Praga.

-La Primavera checoslovaca parece ser un contratiempo con respecto a la evolución de los países del Este: en 1968 la liberalización de Polonia de 1956 ya es historia y todo parece controlado y encauzado; en la URSS Kruschev ha sido destituido y reemplazado por Brézhnev-Kosyguin, lo cual pone fin a la desestalinización desarrollada en el XXº y el XXIIº Congreso del PCUS; en Hungría la liberalización económica real aparece tras la represión masiva de 1956-1958… y puede por tanto estabilizarse al margen de cuestiones políticas ¿Cómo explicas esta excepción checoslovaca?

-Petr Uhl: No veo estos acontecimientos (la llegada de Dubcek y la revuelta de Praga contra Moscú, sobre todo a partir del verano de 1968) como un fenómeno aislado. En la URSS Brézhnev-Kosyguin aún representan un ala más bien reformista en relación con Souslov y Andropov (por aquel entonces). Los soviéticos se vieron obligados a retomar el camino conservador con la intervención en Checoslovaquia, lo cual significaba la caída de la corriente reformista en la URSS. Hasta el momento había ciertas tendencias dirigidas a frenar la liberalización, pero en mi opinión es en agosto de 1968 cuando se produce la ruptura en la URSS. La Primavera checoslovaca es fruto de un proceso que comienza en nuestro país tras la muerte de Stalin y que se interrumpe durante un tiempo por los eventos revolucionarios en Hungría y Polonia y por la represión que les sigue. El movimiento reaparece en 1963, cuando los reformistas –los liberales– llegan progresivamente al poder en el seno del PC. Recuerdo que en este período de 1963-1968 (yo venía de terminar mis estudios universitarios) cada mes se producía un cierto alivio, una pequeña liberalización en el ámbito de los viajes, de la cultura, de la información… El régimen policial era mucho más flexible. Se trataba de una liberalización real que duró varios años. El año 1963 es un año decisivo, porque se forma el nuevo gobierno de Jozef Lenárt. En este sentido, 1968, con la cuestión eslovaca y los conflictos internos del PC, es fruto de un proceso que se gesta durante varios años.

Este proceso desbordó la puesta en escena del Partido. El pueblo comenzó a auto-organizarse y a luchar por sus intereses. Hasta el momento era el Partido quien definía los límites y toleraba esto o aquello. En la Primavera de 1968 la iniciativa pasó progresivamente a los estudiantes, a los sindicalistas, a los artistas e incluso a los trabajadores. No se trataba del pueblo en abstracto, sino de sectores concretos de la sociedad que expresaban sus propios intereses y de los que, en cierta manera, se hacían eco en el aparato del Partido.

-En la Primavera checoslovaca hay varias corrientes: la de los liberales del aparato del Partido, pero también la corriente más democrática, compuesta en gran parte por estudiantes e intelectuales, y que se centra sobre todo en la cuestión de la censura…

Petr Uhl: Para ser históricamente exactos, habría que decir que la abolición de la censura fue una decisión del presídium del Partido y no tanto una reivindicación primaria de los estudiantes y los intelectuales ni una decisión del aparato. Es el propio Partido el que, el 29 de febrero de 1968, decide no aplicar más la censura preliminar. En aquella época la división no tenía lugar entre los que estaban y no estaban en el partido. Las fracturas se producían en otra parte. Había un grupo de conservadores pro-soviéticos, casi todos del Partido, pero eran una minoría. La mayoría se encontraba, en cambio, alejada de estos asuntos: algunos eran más audaces, otros eran menos valientes, pero todos querían conseguir la democracia por el camino de la democratización, es decir, por la vía del compromiso, el consenso etc. No creo que hubiera diferencias políticas entre, por ejemplo, los estudiantes y el aparato. Por aquel entonces yo era bastante activo en el movimiento estudiantil, y recuerdo que teníamos contacto con el aparato del Partido en Praga. Se trataba, por tanto, de la misma voluntad, de las mismas perspectivas. Las diferencias se encontraban en otra parte: entre los pro-soviéticos y los demócratas, entre los que eran políticamente activos y aquellos que aún conservaban cierta apatía.

No hay que olvidar los movimientos populares de 1968 y también de 1969, porque durante los meses posteriores a la intervención, los valores y las instituciones se habían conservado; incluso había instituciones –sindicatos, asociaciones de artistas o la asociación de rumanos (gitanos)– cuyas estructuras habían sido creadas tras la intervención militar. Se trataba, en cierto sentido, de una Primavera prolongada.

-En el Partido, el momento más desarrollado fue el congreso clandestino después de la intervención…

Petr Uhl: Sí, pero aun estábamos en un momento de impulso inicial, justo después de la intervención. Aquello de lo que vengo hablando se produce más tarde, después de diciembre de 1968. Seguía sin haber censura y se presionaba cada vez más, sobre todo en mayo y junio de 1969. En diciembre de 1969 fui arrestado y enviado a prisión durante 4 años. Me acuerdo muy bien cómo se iba degradando la situación, pero aún había momentos de radicalización, con importantes disturbios en Praga, donde sobre todo los jóvenes mostraban un espíritu combativo por los ideales democráticos, en las barricadas, con adoquines en la mano…

-Treinta años después, ¿cómo se interpreta en la República Checa la Primavera checoslovaca?

Petr Uhl: Actualmente hay dos concepciones. La primera, que es la dominante, entiende que el comunismo es un mal y que los cuarenta años fueron malos, sin detenerse en ningún año en particular. En esta visión la Primavera de Praga se reduce a una lucha por el poder en el interior del Partido. La otra imagen tiene que ver con la idea de que en 1968 el Partido, su comité central y el aparato, estaban en el buen camino para llevar al pueblo hacia la democracia, pero que, desgraciadamente, los soviéticos intervinieron. Yo creo que los dos esquemas son falsos y que la verdad está en otra parte: lo que ocurrió fue un desbordamiento popular.

Dicho esto, 1968 se nos ha ocultado. El Presidente del Senado Petr Pithart (quien en 1968 estaba en el Partido y muy comprometido con las reformas) organizó un coloquio en París pero no en Praga, y podemos pensar que si no se hubiera tratado de su propia historia, quizás no lo habría organizado. Desde hace nueve años nadie en mi país –en mis países, en Eslovaquia y en la República Checa– habla de los comunistas víctimas del estalinismo; está prohibido. Los niños que van a la escuela aprenden que hubo una gran resistencia anticomunista y que los terribles comunistas estaban unidos para hacer el mal. Incluso tenemos una ley que lo dice. Rebautizamos las calles de forma selectiva. Por ejemplo, no hay por ningún lado una calle “Zavis Kalandra”, que no estaba en el PC (le habían expulsado por ser trotskista) y que fue ejecutado a partir del mismo juicio que Milena Horakava (nada sospechosa de simpatizar con el comunismo). Pues bien, en todas las ciudades hay actualmente una calle Horakava. ¿Estamos por tanto ante un caso de amnesia colectiva? ¿O más bien ante una desfiguración de la memoria colectiva? Gente como Karel Bartosek, que apareció recientemente distinguido en el Libro negro del comunismo, participan en este tipo de desfiguración. Hace unos días asistí en París a una charla sobre la Primavera checoslovaca organizada por los Senados francés y checo. En cierta ocasión, Jacques Rupnik (que es un antiguo izquierdista; incluso creo que pasó por la Liga) y Pavel Tigrid comentaron, grosso modo, que no es útil hablar de 1968 porque hay que hablar, sobre todo, de los crímenes comunistas y de la lucha por el poder.

-En la Primavera de Praga no había una corriente que estuviera a favor de restaurar el capitalismo, por lo que el año 1968 perturba actualmente esta reinterpretación de la historia…

Petr Uhl: Sí, es cierto que no había tal corriente, y también es cierto que tampoco la hubo durante la Revolución de Terciopelo de 1989. No será hasta más tarde cuando esta corriente aparezca. Hay que destacar que en 1968, por ejemplo, ¡ni una sola cooperativa agrícola se disolvió! Un año antes de la Revolución de Terciopelo, en septiembre de 1988, fue creado el Movimiento por la Libertad Cívica. Desde la oposición nos referíamos sarcásticamente a la “corriente de la libertad burguesa”. Se trataba de una corriente socialista liberal que no estaba destinada a desarticular el Estado (nada que ver con la realidad de hoy en día) y promovía solamente la propiedad privada de la pequeña y mediana empresa (en nuestro país, a diferencia de Polonia y la RDA, todo estaba nacionalizado). Era una cuestión de mercado, pero combinado con cierta planificación, por lo que se trataba de un proyecto de economía mixta. Y esta era la corriente opositora más a la derecha del momento. ¡Nada que ver con los neoliberales! Por supuesto que había algunos que hablaban positivamente de Pinochet, pero no se puede hablar de una corriente como tal, sino más bien de individuos aislados.

¿De qué manera el tránsito a la restauración se hizo tan rápidamente?

Petr Uhl: Creo que se debió a la descomposición de la URSS. Este monolito, este coloso, se rompió. Toda la rígida estructura de deshizo y no hubo alternativa. La autogestión obrera no era una alternativa real, porque era el propio Estado represivo el que estaba involucrado. Entonces se transitó hacia una concepción del Estado liberal, con una concepción burguesa de los derechos del hombre y con la filosofía fundamental de un liberalismo político que no incluye necesariamente un liberalismo económico ni el capitalismo. El capitalismo como referencia ideológica llegó a nuestro país más tarde, tras el liberalismo político. A decir verdad, aun no tenemos un capitalismo propiamente dicho, pues la mayoría de las industrias –no reestructuradas– son administradas por bancos que siguen siendo propiedad del Estado o que aun pertenecen a los fondos de propiedad nacionales. Es formalmente una propiedad del Estado, aun cuando en la práctica la administración juega el papel del jefe (no del director sino del jefe).

Pero parece que el péndulo histórico regresa en cierto modo actualmente. La socialdemocracia ha progresado en las elecciones y es mucho más estatista y social y mucho menos liberal. Los esquemas neoliberales, que no son eficaces y destruyen el país, parece que irán desapareciendo.

-Después de 1968 fuiste uno de los que intentó fundar un partido, el Partido Revolucionario Socialista Checoslovaco (PRST)…

Petr Uhl: No, no, no, esto es un malentendido. Nosotros habíamos fundado un grupo político al que llamábamos Movimiento de la Juventud Revolucionaria –un centenar de personas como máximo. No teníamos la perspectiva de fundar un partido, pero con el fin de difundir un panfleto durante el primer aniversario de la intervención soviética en agosto de 1969 creamos un nuevo nombre para el grupo y así evitamos firmarlo en el nuestro, pues éramos conocidos. Por ello fundamos el PRST –yo estaba en contra, pero los otros me convencieron de que la palabra “Partido” era mejor. Todo era un fraude y desde luego no teníamos la tentación de fundar un partido. Nunca he tenido una aspiración de este tipo…

-Partido o movimiento, se trataba sin embargo de una organización socialista revolucionaria con una gran influencia del Mayo francés, de la corriente antiautoritaria alemana…¿qué queda de él?

Petr Uhl: El grupo que habíamos intentado crear entonces era de hecho muy conservador. Queríamos conservar los valores de los procesos de democratización. No queríamos que se perdieran. Era una organización de autodefensa, dirigida sobre todo a conservar los logros alcanzados, pero no un proyecto para ir más allá de ellos. No queda nada de esto. Algunos, como Jaroslav Suk, que está en Suecia, o yo mismo, mantenemos convicciones socialistas; otros se han hecho socialdemócratas, como Jaroslav Basta, quien quizá acabe siendo Ministro del Interior; otros tantos han girado a la derecha. Pero incluso aquellos que se acercaron a la derecha, están volviendo lentamente hoy en día hacia la izquierda.

* Petr Uhl, disidente marxista anti-estalinista checoslovaco, paso 9 años en la cárcel tras la Primavera de Praga. Firmante de la Carta 77 y fundador del Comite de Defensa de las Personas Injustamente Perseguidas (VONS). Fue director de la Agencia Checoslovaca de Prensa CTK y asesor de derechos humanos del Presidente Václav Havel.

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