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Reseña: «La Memoria Rebelde, …»

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La Memoria Rebelde, testimonios sobre el exterminio del MIR: de Pisagua a Malloco, 1973-1975, Amoros, Mario. Ediciones Escaparate, Concepción, 2008.

Cuando hablamos del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria), no sólo estamos hablando de la historia y trayectoria de un grupo de izquierda que fue decisivo dentro de nuestra historia reciente; hablamos también de una forma de lucha cotidiana dada por una parte de la sociedad chilena reprimida, olvidada, marginada. Hablamos también de hombres y mujeres que fueron y son combatientes en acción y palabra, en donde la teoría no fue argumento de lucha, sino que fue el sustento de las acciones que se llevaron a cabo durante las décadas de 1960 y 1970.

Durante la década de 1960 Latinoamérica asiste a un proceso de revoluciones que cambiarán sustancialmente la historia continental, y también nacional. Los ejemplos de las luchas emancipadoras del imperio dadas de Cuba, Nicaragua y Guatemala, así como Vietnam, la revolución Argelina e Indonesia se constituyen en movimientos claves para los revolucionarios americanos que ven en estos momentos de la historia una necesidad de actuar en contra de la pobreza, la explotación y opresión del patrón; así como del capitalismo que históricamente había atentado contra la integridad de nuestros pueblos. Bajo esta premisa es que surgen numerosos grupos revolucionarios como el ELN, el ERP, los Tupamaros y el MIR que exploran la vía político militar para la consecución de una Revolución Proletaria que termine con los vicios propios del capitalismo imperante… del imperio que reduce a cenizas las esperanzas nacionales y continentales una y otra vez a lo largo del siglo.

En Chile, esta década está marcada por las huelgas generalizadas provenientes de los obreros que veían en los miserables salarios que recibían una forma de opresión y poca dignidad con la que eran tratados como seres humanos. Los partidos políticos de izquierda, tradicionales sostenedores de estas luchas reivindicativas estaban sumidos en la intención de llegar al poder gubernamental, habían surgido caudillos que, contra lo propuesto por sus partidos en las bases fundamentales, trataron de acaparar puestos en el Congreso Nacional. Hacia 1962 había cerca de 34 grupos que se consideraban contrarios a esta realidad pero su capacidad organizativa no pasaba del espacio local. El FRAP (Frente de Acción Popular) y el PC dedicaban esfuerzos para tratar dentro de la legitimidad que les otorgaba ser partidos y coaliciones subsanar estos conflictos.

Dentro de estos grupos revolucionarios surge la Vanguardia Revolucionara Marxista y el PSP (Partido Socialista Popular) que serán el antecedente al MIR; en ellos se agrupaban estudiantes y trabajadores de Concepción y Santiago escindidos del PC y el PS tradicional.

En 1965 y tras un paciente análisis de la contingencia nacional dichos grupos (VRM y PSP) conciben la idea de unificar a estos grupos dispersos bajo la consigna de que la lucha revolucionaria debe ser político-militar, es decir, dar forma concreta, militarizada, armada a la revolución que hasta ese momento sólo era una idea romántica surgida de los ejemplos de Fidel Castro, Mao Tse Tung y por supuesto el Comandante Che Guevara. La intención entonces, es crear una revolución que organice al pueblo desde las bases, trabajando con ellos, creando sociedad y actuando frontalmente; por lo tanto, considerar el elemento militar sería sólo una continuación de la lucha de clases surgida a comienzos de siglo, viniendo a complementar la actividad política de efervecía en aquella época.

El 15 de agosto de 1965, se funda el MIR como consecuencia de esta forma de mirar la revolución; sin embargo no es hasta 1967- año en el que es elegido Secretario General del MIR Miguel Enríquez-, durante el Tercer Congreso Nacional del Movimiento que éste toma forma y practica lo que será su programa. En primer lugar para derrotar la miseria y explotación habría que desarmar al enemigo (la burguesía nacional y extranjera y su aparato estatal); luego, fortalecer sus propias fuerzas (proletariado y sus afiliados, campesinado, pequeña burguesía, subproletariado, personal de tropa de las FF.AA, estudiantes, etc). Sólo enraizándose en las masas o “propias fuerzas” se podría efectivamente llegar a crear a este “Hombre Nuevo” que prometía el Che, un hombre nuevo con valores que incluso traspasaran las propias fronteras nacionales y se hiciera latinoamericano: solidaridad, disciplina férrea, organización y compromiso real eran la propuesta del MIR.

A estas alturas de la década había asumido la presidencia Eduardo Frei Montalva, un demócratacristiano que reprime cualquier intento del pueblo por emanciparse del yugo patronal que cargaban desde siempre, ofrecía una “Revolución en libertad” que era corporativista, populista y proclive al capitalismo. Entonces ¿era una verdadera Revolución como la que proponían los revolucionarios miristas? Absolutamente no, de ahí que se hace necesario e imprescindible efectuar lo más férreamente posible este programa político. Coinciden en este empeño el MTR (Movimiento de Trabajadores Revolucionarios), el FER (Frente de Estudiantes Revolucionarios) y el MPR (Movimiento de Pobladores Revolucionarios) quienes a través de los cuadros políticos que conforman harán las necesarias convocatorias a sus respectivos sectores para efectuar las corridas de cercos en los campos de Chile, la reforma universitaria que impediría la infra educación que recibían los jóvenes del país y por supuesto, apelarían por la obtención de una vivienda digna.

A partir de 1969 el MIR toma forma en las acciones directas en tomas de terreno, en las tomas de fábricas en que se explotaba a los obreros, expropiaciones de bancos, organización de pobladores. Todo esto estuvo a cargo de los GPM (Grupos Político Militares) que eran pequeñas agrupaciones que actuaban en sectores determinados con alguna autonomía del Comité Central. Es precisamente aquí en donde la Revolución empieza a tomar más fuerza porque la sociedad chilena –incluida la izquierda tradicional– comienzan a tomar conciencia de la importancia del MIR como alternativa revolucionaria, porque ya ni siquiera se juzgan o analizan las viejas formas de lucha, ahora se actúa verdaderamente en donde se debe: en la calle y con el pueblo.

Muchos miristas caen presos por estas acciones, entre ellos Sergio Pérez Molina, otros son relegados dentro del país y el movimiento es concebido por el gobierno como “clandestino”; sin embargo esto, sus acciones continúan con más fuerza, su periódico “El Rebelde” (1968) continúa en circulación a pesar de esta clandestinidad y la tarea de crear conciencia dentro del pueblo se hace aun más fuerte.

En 1970 se produce la elección presidencial de Salvador Allende y con ello el advenimiento de la UP (Unidad Popular), un programa de gobierno que prometía a los trabajadores y demás fuerzas sociales una posibilidad real de mejorar su estatus dentro de la sociedad. El MIR aplaude esta elección, de hecho cesan las acciones armadas para el buen funcionamiento del gobierno a pesar de mantenerse crítico en la manera en la que se vinculaba con ciertos sectores políticos. A fines de ese año el MIR sale de la clandestinidad y se da a la tarea de unificar a la izquierda; esta vez no como críticos de su actuación en cuanto a partidos políticos, sino como manera de que esta “vía pacífica al socialismo” no se transformara en una posibilidad más para la burguesía de mantener sus intereses a salvo. Fue así que discutió y denunció todos los errores de la UP pues concedió espacios al partido Demócrata Cristiano y a las Fuerzas Armadas al integrarlos en parte al gobierno, asuntos inconcebibles para el MIR y que, con razón, podrían llevar a la desestabilización total de la construcción socialista que se había hecho hasta ese momento. Años más tarde Miguel Enríquez, desde la clandestinidad diría que esta forma de actuar de la UP hacia un socialismo dentro del modelo burgués habría sido el por qué del fracaso en el proyecto. El Movimiento veía en esta etapa de construcción que estaba haciendo la UP un proceso prerrevolucionario en el que el proletariado daría impulso a sus demandas de forma organizada, mejor estructurada en calidad y no tanto en cantidad.

La lucha continuó con “El Programa del Pueblo” que pretendía sobre todo crear conciencia de clase, mejorar la organización interna de la clase trabajadora y la combatividad del pueblo.

Tal vez estos elementos fueron los gatillantes para que desde aquel fatídico y vergonzoso 11 de septiembre de 1973, el MIR fuera perseguido, reprimido y casi aplastado en su totalidad. En noviembre de ese año, la Comisión Política del MIR haría una declaración que resume su historia hasta ese momento: “Nacimos en 1965, existimos desde 1967, actuamos desde 1969 y entre 1970 y 1973 logramos construir una vigorosa, solidaria y joven organización, arraigada ya en casi todas las capas del pueblo, con una estructura político-militar relativamente sólida, constituida ya una estrecha coordinación y solidaridad revolucionaria en el Cono Sur de América Latina entre el ERP, los Tupamaros, el ELN que, hoy rinde ya sus frutos, habiendo atravesado ya difíciles experiencias: inexperiencias, clandestinidad en 1969, ensanchamiento político y de masas entre 1970-1973, los combates de septiembre y, hoy, la represión. La ilusión reformista de la UP no nos involucra, la deserción provocada por su fracaso sólo nos rasguña. Hemos constituido orgánica, política e ideológicamente una generación de revolucionarios profesionales, que hoy son una posibilidad revolucionaria abierta en Chile y en el Cono Sur. La situación chilena nos ofrece un desafío que somos y debemos ser capaces de vencer con una táctica adecuada, con serenidad, valor y audacia lo lograremos.”

Después de septiembre, Chile asiste quizá a su periodo más trágico, violento, vergonzoso, impresentable, y porqué no decirlo inhumano de su historia reciente. La dictadura no sólo rompió con la ilusión de un país más justo y solidario, también destruyó miles de vidas ya sea por muerte, desaparición, tortura o exilio. Asesinó en vida los proyectos de cientos de chilenos militantes del MIR. Casi toda la dirección central fue asesinada en forma barbárica; el primero de ellos en morir en la resistencia fue Bautista van Schouwen al ser apresado en diciembre de 1973, luego siguieron las persecuciones de Sergio Pérez Molina, Lumi Videla y la muerte en combate de Miguel Enríquez el 5 de octubre de 1974, además de ser apresada su compañera que estaba embarazada…

Estas muertes o desapariciones enlutaron el espíritu del MIR, sin embargo, la consigna que habían proclamado en 1973 “El MIR no se Asila, hay que resistir” continuó siendo la bandera de lucha roji-negra con la que miles de compañeros y compañeras prosiguieron su lucha contra la enferma mentalidad de los aparatos de estado que los perseguían. Miguel había reorganizado a los combatientes en la clandestinidad y frente a su muerte hubiera sido muy lógico que el movimiento desapareciera; no obstante durante los 17 años que duró el martirio de tener a Pinochet como “presidente de la república”, el MIR continuó su lucha en la clandestinidad. Basta recordar a Jecar Neghme “el turco” que cayó el 4 de septiembre de 1989.

Hacer una síntesis de la importancia del MIR en nuestra historia y resumirla en cuartillas no es tarea fácil, constituye un desafío de proporciones pues no sólo sus consignas aun resuenan en nuestra memoria, sino que sobre todo porque la misma lucha que comenzó en la década de 1960 cobra fuerza a diario cuando vemos la pobreza y marginalidad en la que se ha sumido a nuestro país. Todavía hay quienes luchan a diario por un país más justo y solidario, todavía creemos en que es posible que una vanguardia sea quien reagrupe a las fuerzas sociales y vuelvan a la vida los proyectos y anhelos de aquella maravillosa juventud que rindió la vida cuando algunos de nosotros todavía no éramos ni siquiera “proyectos” para nuestros padres.

Es por eso que el libro “La memoria Rebelde” del colega Mario Amorós (colega en el concepto español y chileno) cobra más importancia que nunca, porque el nos propone en su escrito una forma sensible, preciosa y orgullosa de recordar a nuestros compañeros y compañeras del MIR. Su texto es una oda de las aspiraciones que movieron a Humberto, Alfonso, Lumi, Sergio, Miguel y los hermanos Pérez Vargas vistos desde la perspectiva humana y política. Ofrece memorias preñadas de recuerdo y de enseñanza para las nuevas generaciones. Quizá nunca encontremos los cuerpos de los miristas que faltan (y hacen tanta falta), quizá ningún homenaje pueda realmente plasmar en su totalidad sus vidas, pero estas instancias de debate académico al que nos invita Mario es una aproximación a sus vidas… de alguna manera, a nuestras vidas.

Ya no luchamos por las “corridas de cercos”, tal vez ahora no nos enfrentamos al patrón de la fábrica –porque nuestra industria ya no tiene caras visibles, están casi todas corporativizas– y nuestra educación vaya por un rumbo en el que parece mejor la competencia entre los estudiantes que una lucha conjunta por una mejor calidad; sin embargo, todos aquellos que abrazamos el compromiso de nuestros compañeros y amigos que ya no están, creemos que “les asesinaron la carne pero no sus ideas”, porque su lucha, su perseverancia y su combatividad viven en nosotros, los depositarios de sus enseñanzas y sus inmensos valores.

Durante 10 años de lucha desde su fundación hasta 1975 cuando incluso la prensa extranjera se encargó de desprestigiar al MIR en la llamada “Operación Colombo”, en donde supuestamente los miristas se habían asesinado entre ellos por rencillas internas, el Movimiento de Izquierda Revolucionaria supo sobreponerse a las adversidades que le impuso una derecha siempre fascista, una izquierda “tibia” que no tuvo el coraje de enfrentar los problemas sociales de manera frontal y sobre todo cuando la dictadura trató de exterminarlos; el MIR propuso nuevas formas de lucha, una revolución que no fuera de las ideas sino de la acción, siguió el ejemplo del Che, apoyó desde las bases a nuestro pueblo oprimido y nos legó un ejemplo del que estamos orgullosos.

Me permito hacer referencia al himno “Trabajadores al poder” que fue el himno del MIR para finalizar esta pequeña contribución: “En los campos, caminos y pueblos / ya se ven las banderas surgir / son banderas con el rojo y negro / Patria o Muerte, Vencer o Morir. / No es esclavo el hombre que lucha / por unir a la clase social / que destruya el poder de los ricos / que nos roban a diario el pan. / En la lucha contamos las horas / a los ricos les llega su fin / porque estamos seguros de triunfar / con el pueblo conciencia y fusil.”

Este texto más que un prólogo, es un homenaje a todos aquellos combatientes que soñaron con una América libre, a todos aquellos que rindieron su vida en las garras de la dictadura criminal de la que nos sentimos avergonzados, porque tal como ellos, hoy seguimos luchando, con su ejemplo de su conciencia social, seguimos trabajando con el pueblo y para el pueblo, para que algún día dejemos de ser esclavos de aquellos que a diario nos roban el pan.

Claudia Videla Sotomayor . Historiadora

2 COMENTARIOS

  1. Ya no luchamos por las “corridas de cercos”, tal vez ahora no nos enfrentamos al patrón de la fábrica –porque nuestra industria ya no tiene caras visibles, están casi todas corporativizas– y nuestra educación vaya por un rumbo en el que parece mejor la competencia entre los estudiantes que una lucha conjunta por una mejor calidad; sin embargo, todos aquellos que abrazamos el compromiso de nuestros compañeros y amigos que ya no están, creemos que “les asesinaron la carne pero no sus ideas”, porque su lucha, su perseverancia y su combatividad viven en nosotros, los depositarios de sus enseñanzas y sus inmensos valores.

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