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MATANZA DE LA JOSÉ MARÍA CARO: CUANDO LO NACIONAL REPERCUTE EN LO LOCAL

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Diario EL PUEBLO

Por Raíces Poblacionales / Construyendo Dignidad / Movimiento Solidario Vida Digna

La Matanza de la José María Caro constituye un hecho histórico que ha marcado a varias generaciones, en especial a las que vienen antes de nosotros, pues son ellas las que más recuerdan lo sucedido aquel día lunes 19 de noviembre de 1962. Y esto no deja de tener un significado especial, pues creemos que este hito marca, literalmente, a sangre nuestra memoria.

Comenzar señalando que La Matanza de La Caro tiene sus orígenes en un proceso de violencia política popular de largo aliento. En cuanto a las explicaciones particulares, estas se centran en el proceso socioeconómico desarrollado entre los años 1930-1973. Durante estos años, el Estado asumió una política económica que intentó la transformación de un Estado Librecambista puro, hacia uno Desarrollista, que se complementaba con un Estado Populista. El Estado asume la responsabilidad (frustrada) del desarrollo de un proceso industrializador, que trató de llevarse a cabo por la clase política civil y no por los sectores productivos y/o industriales. Esto provocó que durante este período se produjera, por un lado, una industrialización truncada, dependiente aún más de los mercados extranjeros; y, por otro, un proceso de inflación espiral, que afectaba preferentemente a los más pobres. Esto trajo como consecuencias un alza del costo de la vida constante, así como un estancamiento de los salarios, debido, entre otras cosas, a las bajas utilidades del proceso industrializador.

Ahora, nuestro propósito no es sumergirnos en las explicaciones profundas del proceso señalado en el párrafo anterior, sino que más bien dar cuenta de un hecho histórico local que se inserta en dicho proceso. Es por ello que nos concentraremos en las particularidades de la Matanza de la José María Caro. Así, nuestro objetivo es rescatar y dar cuenta de uno de los hitos constituyentes de la memoria social de la José María Caro; tratar de explicar(nos) uno de los acontecimientos que nuestros queridos viejos/as recuerdan más que nosotros, pues muchos de ellos/as lo vivieron en carne propia y/o se enteraron de él de fuentes presénciales. Queremos dar cuenta de este hecho no para llorar por los pobladores y pobladoras asesinados/as aquel lunes de noviembre, sino para recordarlo y contárselo a las nuevas generaciones, aquellas que tienen el derecho de saber qué sucedió, y así este hecho no quede impune ante el tribunal de la historia y la memoria

I) ¿Qué sucedió el 19 de noviembre de 1962?

Durante los primeros años de la década de 1960 se desarrollan diversas movilizaciones sociales que responden a una serie de «alzas de precios y míseros reajustes salariales» que proponía el gobierno de Jorge Alessandri. Lo anterior, afectaba día a día más al pueblo chileno, y sobre todo a los más pobres. Ante esta situación el pueblo respondió como casi siempre lo ha hecho, con paros de actividades y huelgas laborales, que han sido las formas habituales de movilización a las que ha echado mano durante su historia para hacer frente a los atropellos de los gobiernos de turno. Es así como durante el mes de noviembre de 1962 se desarrollaron manifestaciones en contra del alza de los precios y del reajuste mísero que proponía el gobierno para los trabajadores chilenos.

De esta forma trata el tema el diario El Siglo del día 6 de noviembre:

“TODO EL PAÍS PROTESTA CONTRA LAS ALZAS Tanto el Consejo Provincial de la CUT como el Consejo Directivo Nacional de este organismo y el Comando Nacional contra las Alzas emitieron órdenes del día en relación con el paro, que comienza a las 16 horas, las tres marchas que se realizan posteriormente y la concentración pública que efectuará el pueblo y los trabajadores de Santiago hoy en la Alameda con Dieciocho en apoyo de la Plataforma de Lucha Inmediata de la Central Única y contra las alzas, contra los impuestos y en apoyo de Cuba”

Las movilizaciones se efectuaron el día 7 de noviembre, y reunieron a miles de trabajadoras y trabajadores que protestaban en contra de las medidas del gobierno. Sin embargo, estas no lograron revertir la situación en la que se veía inmerso el pueblo chileno, pues las alzas seguían y los reajustes de salarios se mantenían como el gobierno lo deseaba, y lo más dramático es que esta situación económica no mejoraría.

Es así como el mismo diario trata esta triste noticia que marcará el devenir económico del pueblo:

“¡DESASTRE ECONÓMICO TOTAL!, Subtitulando: Ministro Escobar anunció nueva devaluación y nuevas alzas para Enero. Los liberales corcovean. […] el docto y economístico Escobar [Luis] anunció para Enero una nueva ola de alzas, una nueva devaluación y un nuevo reajuste, que se tratará de hacer más raquítico todavía que el que termina de tratar el congreso”.

Ante esta situación, la Central Unitaria de Trabajadores (CUT) llama a un Paro Nacional por 24 horas para el día 19 de Noviembre, llevando como estandarte los mismos lemas: ¡no más alzas y mejores reajustes salariales! El paro comenzó a prepararse con anticipación, según el mismo diario, y no tenía mayor propósito que advertir al gobierno que las trabajadoras, los trabajadores y el pueblo no seguirían tolerando medidas económicas que afectaban su diario vivir. El gobierno hizo oídos sordos a las reivindicaciones que exigían tanto la CUT como otras Federaciones de Trabajadores, y no estableció negociaciones que pudieran detener dicho paro. Por lo demás, las y los trabajadores estaban dispuestos a llevarlo a cabo, con el objetivo de demostrar el descontento generalizado ante las políticas económicas del gobierno de Jorge Alessandri.

Hipólito en la morgue. Fotografía de archivo Fiscalía Militar

II) ¿Pero qué pasó el día 19 de noviembre de 1962 en La Caro?

La respuesta más fidedigna es que en nuestra población se perpetró una masacre contra el pueblo y, en particular, contra las y los pobladores de la José María Caro. Sin embargo, cuando se comienza a escudriñar en cómo se desarrollaron los hechos, nos damos cuenta que la historia oficial choca con la memoria social, que los testimonios reales no están en la misma sintonía con los oficiales. Pues la memoria posee olvidos, y también posee la característica de que cada día que pasa se enriquece más con su propia interpretación, aunque ésta esté en desacuerdo con la oficial. No obstante, les contaremos lo que nosotros sabemos, lo que nos han contado nuestros abuelos y abuelas, lo que nos han contado nuestros padres, tíos, vecinos y amigos; pero también lo que nos han contado profesores y la historia oficial. Pero sobre todo, lo que nosotros sentimos y hacemos nuestro, es decir, el dolor inolvidable y el recuerdo siempre presente. Como señalábamos anteriormente, la CUT había llamado a Paro Nacional para el día lunes 19 de noviembre de 1962, a lo cual respondió una parte importante de las y los pobladores de la José María Caro. Pobladoras y pobladores que llevaban habitando este espacio no más de 3 años; pobladoras y pobladores que venían de diferentes lugares de Santiago (es cosa que le preguntemos a nuestros abuelos/as) y que decidieron venir a colonizar esta parte al sur de la ciudad; pobladoras y pobladores pobres que se echaron los trapos, ropas y pocos enseres al hombro y partieron a habitar sus humildes casas; pobladores (abuelos y abuelas en la actualidad) que no tenían ni riquezas ni empresas, tampoco negocios y latifundios, sólo los anhelos de poseer su casa propia, un lugar donde ser y estar, un lugar donde hacer y construir historia.

Según una tía de un amigo, los hechos fueron así:

“[…] la CUT había ordenado paro nacional, así que algunos trabajadores paraban a los que iban a trabajar… atravesaron durmientes en la línea férrea y cuando estaban en esto llegó un pelotón de militares de San Bernardo a cargo de un sargento el cual se puso también a poner durmientes en la línea, y me acuerdo perfectamente que decía: «ya cabros, vamos a parar a los huevones que quieren trabajar»”. (Testimonio de una pobladora, enviado desde Suecia).

De esta manera lo relatan otros pobladores, que para la fecha de la matanza eran aún unos niños y/o adolescentes, pero como ellos mismos cuentan, este hecho les quedó marcado en sus memorias:

“Alguien me dijo a mí de que estaban pasando cosas en la línea del tren; yo me asomé a la línea del tren por Acapulco, y de Acapulco yo recuerdo haber visto gente en la línea del tren que estaban colocando rieles, que estaban colocando piedras; y hacia el 1 Sur digamos, verdad, estaba como la pelotera de gente y también de milicos. Yo recuerdo eso, no recuerdo la matanza, yo no recuerdo haber escuchado balas, verdad, pero recuerdo una cosa caótica, o sea, tengo como una nebulosa, porque además estaba solo y yo en ese momento tenía 10 años, yo tenía 10 años y como estaba solo, y como no entendí muy bien lo que estaba pasando, verdad. Y regresé, bueno, hice comentarios, no sé si me habrán tomado en cuenta o no, pero cuando pasó lo que pasó yo tampoco tuve conciencia, porque yo no asistí al funeral, pero sí me recuerdo haber pasado por aquí por el Palestino, haber pasado, y haber visto varios ataúdes. Pero yo nunca lo asimilé a la matanza, verdad, no lo asimilé a la matanza. Y luego eso se hundió en la memoria mía, verdad, no la negó pero se hundió”. (Testimonio de un poblador)

“[…] yo me salté una parte en donde yo como adolescente, tengo muy malos recuerdos del gobierno de derecha, muy mal recuerdo que sucedió en esta población, no recuerdo el por qué, debe estar escrito, cuando se mató varia gente aquí, de allá pa acá y yo andaba metido entremedio, yo me acuerdo pero era… No sé cuál es el susto que me vino después, que ahora se me vino a la memoria con lo que me preguntaste tú, que yo cuando llegaron unos carabineros a caballo a echar a la gente, claro, corrí como toda la gente y me vine a esconder debajo de la cama, si yo era cabro chico, me quedé casi todo…, no quería salir debajo de la cama, porque esa experiencia, sin saber lo que estaba sucediendo como cabro chico, no sé po, me dejó un poco marcado en el asunto de política sin saber tanto, lo poco y nada que uno sabe, pero esas cosas para mí no deberían suceder po. Me parece que fue, bueno, después por lo que está escrito, por lo que uno, lo poco que ha leído uno también, que un gobierno de Jorge Alessandri parece que fue, yo estaba po, estaba ahí; bueno, como cabro chico, a lo mejor, no me pasó nada, pero esa situación la viví”. (Testimonio de un poblador).

Según los testimonios de las y los pobladores y de las propias historias que hemos recogido en el ir y venir por nuestra población, podemos contarles lo siguiente. Durante el día que se acordó el paro nacional, las y los pobladores de La Caro, tratando de asegurar que el paro fuera efectivo, comenzaron a congregarse en la intersección de las calles Buenaventura con Santa Anita (en el paso vehicular que ahí existía). En este lugar las y los pobladores, en un claro gesto de apoyo al paro, comenzaron a colocar durmientes sobre la línea férrea con el propósito de evitar tanto el paso de vehículos como también el del tren. Lo anterior se debe a que, como lo indica El Siglo, una de las pocas Federaciones de Trabajadores que no adhirió al paro convocado por la CUT fue, precisamente, la de los empleados de Ferrocarriles del Estado. Es por esto que el tren, pensaban los pobladores, seguiría funcionando normalmente. Sin embargo, la empresa estatal había decidido no realizar viajes ese día. “La población José María Caro no estuvo ajena al movimiento y fue así como numerosos pobladores se reunieron a lo largo de la línea del tren para protestar, armando barricadas con la finalidad de evitar que el tren siguiera su recorrido”. (Historia de la Población Clara Estrella, en Constructores de Ciudad, Editorial SUR).

Fue en este contexto cuando hicieron el arribo al lugar las fuerzas represivas del Estado, no sabemos con exactitud quiénes llegaron primero (si los militares, o los carabineros, o quién más), pues los testimonios y la memoria social tiene una versión y la memoria oficial otra.

“…en eso llegaron los pacos del grupo móvil y empezaron a agarrar y a pegar a todos los que se ponían por delante. Lo que hizo que los pobladores reaccionaran…”. (Testimonio de una pobladora, enviado desde Suecia).

Lo que sí sabemos, tanto desde la memoria oficial como desde la memoria social, es que las fuerzas represivas llegaron con el propósito de detener la manifestación popular que se desarrollaba, y para esto utilizaron lo que siempre han utilizado: balas contra el pueblo inerme, bombas lacrimógenas para hacer irrespirable el aire.

“… llegaron los milicos de la Fuerza Aérea y empezaron a disparar, disparaban como quien mata pájaro…”. (Historia de la Población Clara Estrella, en Constructores de Ciudad, Editorial SUR).

Lo otro que sí sabemos es que las fuerzas represivas sí cumplieron su propósito, y de paso dejaron varios muertos/as y heridos/as. Muertos/as y heridos/as que hoy recordamos, muertos/as y heridos/as que engrosaron la lista de víctimas de la irracionalidad de actuar del Estado que siempre ha imperado en nuestro país; muertos/as y heridos/as que para nosotros son unos/as mártires, pues lucharon ese día para darle mejor pasar a los suyos, a nosotros.

Cuando escribimos estas líneas es inevitable que el corazón se encoja, que las lágrimas quieran salir, que la memoria social se enriquezca, que «ni el perdón ni olvido» sean latentes. Y esto por la sencilla razón de que quienes murieron fueron personas como nosotros, es decir, humildes pobladores, esforzados trabajadores, padres y madres de familias, hijas esforzadas; en el fondo, hombres y mujeres del bajo pueblo, hombres y mujeres que por el sólo hecho de vivir en una población y, algunos, participar en una manifestación fueron asesinados.

La lista de asesinados es la siguiente:

 “MUERTOS: NEMESIO BARRAZA, 25 años, comerciante ambulante, Población José María Caro, manzana 96, casa 4015, herido a bala tetilla izquierda; JORGE MIRANDA, 28 años, comerciante Vega Central, casado, José María Caro 177, casa 4884, herido a bala abdomen; ELSA RAMÍREZ CASTRO, 16 años, soltera, operaria, José María Caro manzana 95, sitio 338, falleció a las 14.25 horas en el Hospital Barros Luco, herida a bala en la región inginal [sic] izquierda; HIPOLITO BREVIS RETAMALES, 22 años, soltero, pintor, José María Caro manzana 13, casa 5558, herido a bala en el cráneo, falleció a las 17.25 horas en el Hospital Barros Luco; RICARDO CUBILLOS QUEZADA, 15 años, soltero, obrero, José María Caro, manzana 95, casa 3963, herido a bala en la región abdominal, falleció a las 17.50 horas en el Barros Luco”. (El siglo, Martes 20 de Noviembre de 1962, N° 3.595, Año XXIII, p. 8.).

Esto es lo que indican los registros oficiales, los que se guardan en los «archivos nacionales», lo que dice la memoria oficial. Sin embargo, para quienes vivieron ese día, para quienes lo presenciaron, los muertos fueron más y no por la razón que cuantitativamente lo fueran, sino que por el hecho de que ese día se perpetró una Matanza contra La Caro, contra todos sus habitantes, pues la mayoría de los que murieron eran personas como nosotros, y fueron víctimas de la irracionalidad con que actúan siempre las fuerzas represivas; del odio que ha logrado instaurar en los carabineros y militares, que en el fondo son parte del mismo pueblo (nos referimos a los pelaos conscriptos y los cabos de más bajo rango), el Estado; fueron víctimas, y aún lo son, de una guerra sin cuartel.

En el momento en que uno empieza a hurgar en las historias de cada una de las víctimas, se abren mil historias más, mil realidades que reflejan la vida misma de quienes con-vivimos en una población, pues son historias que para la mayoría pueden resultar comunes y corrientes, pero que para cada una de esas familias, y ahora para nosotros, son la esencia de lo que es La Caro.

Es así como sale a la luz la historia de Elsa Ramírez Castro, una joven adolescente de 16 años que ni siquiera participaba de la manifestación. Fue muerta por una bala que atravesó las delgadas paredes de su hogar; esas delgadas paredes que separaban la vida privada de la pública; esas delgadas paredes que no eran más que de cholguán o madera terciada; esas delgadas paredes que con el tiempo se han vuelto de material sólido gracias a la autoconstrucción de las y los pobladores. En consecuencia, murió en su propio hogar, dentro de su mundo, murió de una bala que atravesó las paredes de su hogar para incrustarse en la región inguinal, cortándole la arteria femoral.

“…las balas que dispararon eran balas de guerra que traspasaron las delgadas paredes de las casas que solamente eran de cholguán, los muertos como ustedes fueron varios…”. (Testimonio de una pobladora, enviado desde Suecia).

Sólo les contamos esta historia por motivos de espacio, pero como esta historia hay otras igual de dramáticas. Ahora, qué culpa tenía esta joven para morir a tan corta edad; acaso murió por el sólo hecho de que su casa no tenía paredes más gruesas, pues el gobierno así las entregaba; acaso fue fortuita su muerte o fue producto de una política de terrorismo de Estado contra el bajo pueblo. Hay tantas interrogantes que quedan sueltas y tantas explicaciones que aún exigimos.

Luego de pasado el trauma en sí, el de La Matanza, se tuvo que volver a la realidad. Y ella decía que había que sepultar a los caídos; que había que acompañar a las familias que iban a enterrar a sus padres, hermanos, hijos, primos…; que había que estar ahí. A esto respondieron muchos sectores de la sociedad chilena, desde políticos, que aprovecharon la ocasión para sobresalir, hasta miles de pobladores que veían en cada ataúd a un poblador como él.

Los funerales de las víctimas se realizaron dos días después de perpetrada La Matanza. A ellos asistieron miles de pobladores, solidarizando con el dolor de las familias que habían perdido a un ser querido. “El día 22 de noviembre el cortejo partió desde la cancha de fútbol de la población, faltando quince minutos para las dos de la tarde y llegó a las 18:30 horas a la plazoleta del Cementerio General. Fueron cien cuadras de recorrido. Más de una hora demoró en pasar la columna por Avenida La Paz, y tenía una extensión de más de 15 cuadras. El cansancio y el intenso calor causaron serias bajas, pero no consiguieron detener la marcha de los pobladores”. (Carlos Soto, Bitácora de La Comuna de Lo Espejo. p. 100).  De esta forma se cierra uno de los capítulos más tristes de la historia de la población José María Caro, donde la muerte azotó a nuestros habitantes.

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