Saúl Escobar Toledo, México
A lo largo de su mandato, desde enero de este año, el presidente Trump ha desatado
varias guerras casi al mismo tiempo. Con estas acciones ofensivas se pretende, como es
usual en este tipo de confrontaciones, destruir o infligir el mayor daño posible al
enemigo. El gobierno de Estados Unidos sabe que tendrá que pagar un precio y que sus
propias fuerzas saldrán afectadas, que habrá algunas víctimas o daños que tendrán que
sufrir el país beligerante. La estrategia se basa entonces en que estas bajas sean inferiores
a las que resienta el enemigo y, de esta manera, se obtenga su rendición o el máximo
debilitamiento posible.
El gobierno de Estados Unidos abrió casi simultáneamente tres frentes, cada uno requiere
estrategias y acciones distintas con el mismo fin: imponer su voluntad en la
reestructuración de la economía mundial, pero también en la ideología y formas de
gobierno de diversas naciones.
El primer frente de guerra ha sido incruento, mediante la amenaza o imposición de
aranceles comerciales a casi todos los países, incluyendo aquellos que se consideraban
aliados estratégicos como Canadá, México y Europa. Sin embargo, su principal objetivo es
China. La idea es aislar económicamente al gigante asiático para debilitarlo y ganar
mercados en el resto del mundo, mejorar la posición de EU disminuyendo su déficit
comercial, y obligar a Beijing a ceder en sus ambiciones expansionistas y militares.
La táctica de Trump ha consistido en golpear primero y negociar después. Así, el
porcentaje de aranceles dictado para cada país ha cambiado constantemente de acuerdo
con la respuesta obtenida y la presión interna de las empresas estadounidenses más
importantes.
Recientemente obtuvo algunas victorias: Canadá y Europa aceptaron eliminar un
impuesto a los gigantes tecnológicos estadounidenses que operan en sus territorios y, en
esta última región, aumentar los fondos destinados al gasto militar. No obstante, aunque
menores, las tasas arancelarias no fueron eliminadas.
En el caso de China, Trump impuso primero un arancel adicional de 34% y más tarde de
125% con lo que sumaba en total 145% tomando en cuenta la tasa aprobada por Biden.
Finalmente, ambas naciones llegaron a un arreglo que rebajó los aranceles de EU a 30%
en total, mientras Beijing lo reducirá al 10%. Esta negociación parece más bien transitoria
y dará tiempo a las partes para planear una respuesta más contundente. Se trata de una
tregua, no del fin de la guerra.
El segundo frente de batalla ha sido cruento y se desató el 21 de junio cuando la fuerza
aérea de EU bombardeó tres instalaciones nucleares en Irán. Sucedió después de varios
días de intercambios de misiles entre este país e Israel. Posteriormente, el mandatario
estadounidense anunció que se había alcanzado una tregua que pondría fin a los ataques.
Según varios observadores, se trata de una tregua frágil, aunque sin duda puede anotarse
como un triunfo para Israel y Estados Unidos. En este frente, el objetivo de estas dos
naciones no está claro. Por un lado, Israel ha confesado que busca “cambiar al régimen”
de Irán, es decir derrocar al gobierno de los Ayatolas y propiciar la llegada de una
administración claramente alineada con sus intereses y con EU. Por otro, el presidente
Trump ha dicho que lo único que busca es impedir que Irán fabrique una bomba atómica.
Mientras tanto, Israel, con el apoyo de EU sigue atacando la franja de Gaza en Palestina en
una masacre que no se detiene. En este caso, el objetivo consiste en destruir cualquier
resistencia de las fuerzas de Hamas, pero no se descarta que pueda tratar de llegar más
lejos e imponer una administración directa de Israel en los territorios de Palestina.
Lo cierto es que la guerra ha cobrado víctimas humanas y daños incalculables en la región
y tendrá consecuencias duraderas. La actual debilidad de Irán no pone fin al conflicto.
El tercer frente de Trump se lleva cabo en su propio territorio. Los enemigos son los
migrantes y las personas con apariencia “latina”. Las redadas tienen un abierto contenido
racista y han afectado a las personas indocumentadas que radican en EU y a ciudadanos
con plenos derechos. Asimismo, se han dispuesto métodos crueles como la deportación
de los indocumentados a terceros países o a prisiones de alta seguridad y aisladas de las
ciudades. En este caso el objetivo es más bien político que económico o militar: se trata de
ganar la simpatía del electorado, sobre todo de origen anglosajón, para afianzar el poder
del partido republicano y de Trump. Recordemos que en noviembre de 2026 habrá
elecciones para renovar parte del Congreso.
Como resultado de los tres frentes abiertos, la economía estadounidense se resentirá. La
guerra comercial seguramente va a traducirse en daños a la población de EU,
principalmente a los más pobres. El presuspuesto aprobado el 1º de julio en el Senado y
que tendrá que volverse a votar en la Asamblea de Representantes desmantela varios
programas sociales, afectará los servicios de salud, el sistema de jubilaciones, y reduce
impuestos a los más ricos. Aumentará la deuda pública en aproximadamente 3.3 billones
de dólares en los próximos diez años. Todo ello provocará, más tarde o temprano, un
crecimiento más lento de la economía e incluso aumenta el riesgo de una recesión y de
una crisis financiera.
La batalla contra los migrantes se está reflejando en problemas de escasez de mano de
obra en algunas regiones y sectores e inquietud y malestar social. Estas consecuencias
también pueden debilitar a la economía de EU.
Y, en el aspecto militar, la tregua en Medio Oriente no se reflejará en un menor gasto
militar ya que la tensión mundial ha aumentado debido al involucramiento militar de
Washington.
En el caso de México, la guerra comercial y la emprendida contra los migrantes junto con
el tema del tráfico de drogas crean una mezcla peligrosa. Son tres frentes de guerra con
diferentes medios y estrategias pero que buscan debilitar al gobierno mexicano y obligarlo
a negociar en condiciones adversas. Una revisión del T-MEC está en duda y, en todo caso,
puede esperarse que EU tratará de condicionar el comercio de mercancías y servicios con
nuevas disposiciones y endureciendo otras, como las “reglas de origen” que obliga a que
las mercancías que se exportan de México a Estados Unidos tengan un mayor
componente fabricado en aquel país. Además, insistirá en que nuestro gobierno frene a
toda costa el tránsito de personas hacia la frontera, lo presionará para que deje de
denunciar y defender a nuestros paisanos de redadas y encarcelamientos ilegales, como
sucedió en las protestas de Los Angeles cuando acusarona la presidenta Sheinbaum de
alentar la violencia. Asimismo, la guerra contra el tráfico de drogas servirá de pretexto
para que el gobierno de México endurezca sus funciones policiacas y de vigilancia. Las
leyes recientemente aprobadas acerca de la Guardia Nacional, contra el Lavado de dinero,
la de Comunicaciones y la que crea una nueva identificación (la CURP biométrica), tienen
seguramente el visto bueno de Washington ya que toda la información que se recabe
podría ser compartida con los estadounidenses bajo “pactos de coordinación” contra el
crimen organizado.
Finalmente, un menor ritmo de crecimiento de la economía de EU junto con mayores
aranceles o reglas más estrictas de exportación, afectarán la economía mexicana.
En conclusión, las guerras declaradas por Trump le harán daños a Estados Unidos y al
mundo. Sus consecuencias serán imprevisibles y de largo plazo. Muy probablemente,
México saldrá perjudicado en el terreno económico e igualmente tendrá un costo en
materia de derechos humanos. A corto plazo nuestra capacidad de respuesta es reducida.
Sin embargo, los cálculos de Trump pueden fallar de manera estrepitosa : los daños
causados a su economía, sus ciudadanos y su aprobación electoral podrían ser mucho
peores de lo que piensa. Entonces observaríamos la caída de un régimen tiránico y
belicoso. Los próximos meses, por lo menos hasta noviembre del próximo año, serán
decisivos.
saulescobar.blogspot.com