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Inglesa ha aprendido a vivir con síndrome de dolor crónico

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Por Adán Salgado Andrade

Muchas veces, basta ver cómo logran sobrevivir personas a accidentes o afectadas por alguna enfermedad o limitación física, para darnos ánimos.

Por ejemplo,  la inglesa Gemma Jones sobrevivió a un ataque severo de un elefante, en Tailandia, en el 2002. El espantado animal, la sacudió con su trompa y le rodó encima varias veces. Gracias a que el suelo era lodoso y lleno de hierba seca, lo pudo contar, aunque sufrió fractura de varios huesos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/10/inglesa-sobrevivio-ataque-de-elefante.html).

Otra chica, la estadounidense Addison Bethea, sobrevivió al ataque de un tiburón, en las costas de Florida. Su pierna derecha quedó muy dañada de la rodilla para abajo, por lo que tuvieron los doctores que amputársela y colocarle una prótesis. De todos modos, no se amedrentó y vive una vida normal, en compañía de su esposo y ya hasta se embarazó (ver: https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2023/aug/29/at-17-a-shark-attack-cost-me-my-leg-a-year-later-im-back-in-the-water-where-i-almost-died).

Sus experiencias son muy inspiradoras, pues superaron todo por lo que tuvieron que pasar. Hay gente sin problemas que sólo se los crea. Quizá están afectados por algún momento depresivo, triste, pero que puede superarse. Si aprenden de personas como las mencionadas, podrán ver que no se acerca ni remotamente lo que padecen. Son lecciones de vida.

Un caso más que refiero es el de Amy Pohl, otra chica inglesa que en el 2017, tuvo un accidentemédico, cuando un doctor que le atendía una inflamación de las vías respiratorias, al fallar en un primer intento de insertarle una cánula en su brazo izquierdo, para inyectarle medicamentos vía intravenosa que aminoraran su inflamación, lo hizo una segunda vez. “La probabilidad de infectarse por una cánula reinsertada, es de una en un millón. Yo fui esa persona en un millón. Y, desde entonces, quedé con un dolor severo, permanente, en mi brazo. No puedo soportar nada, ni siquiera el aire que me pueda rozar la piel”, dice, resignada.

El artículo “Me he pasado tantos años con ese terrible dolor, que hasta pedía que alguien me cortara el brazo. Y así es como he sobrevivido”, firmado por Paula Cocozza, expone esa situación, una lección de vida para muchos (ver: https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2023/oct/24/i-have-spent-years-in-such-pain-that-i-begged-for-someone-to-cut-my-arm-off-this-is-how-i-survived).

En ese entonces, Pohl era maestra de primaria en Warwickshire. Ahora, de 30 años, ha aprendido a vivir con el dolor y las secuelas que le ha dejado, como el que tampoco pueda caminar (usa silla de ruedas permanentemente). En ese entonces, cuando le insertaron la cánula y comenzó a padecer un excruciante dolor, no sabía que estaba afectada por una condición conocida como CRPS (síndrome complejo de dolor regional, por sus siglas en inglés), “una condición neurológica muy pobremente estudiada que, se cree, es debida a una reacción anormal del cuerpo a un traumatismo. Pero también padece el síndrome de Ehelers-Danlos, una condición genética que, durante la niñez, le hizo muy flexible su cuerpo, pero que cuando era encamada, sus articulaciones se le salían de sitio. Pero el CRPS fue lo que en verdad la afectó. Cuando buscó en Google acerca de ese síndrome, se conmocionó al saber que también se le llamaba el ‘mal del suicida’, debido a la intensidad de los dolores experimentados”, señala Cocozza.

Pohl se dio cuenta porqué era llamado así. “Hay una escala que señala que es la condición más dolorosa que puedes tener. Mucho peor que dar a luz o que te amputen un dedo sin anestesia”.

Pues sólo Pohl puede saber lo que se siente. Nunca nadie puede ponerse en los “zapatos” de otra persona, excepto si hemos pasado por el mismo problema. Como bien decía el personaje Mark Renton (interpretado por Ewan McGregor) en la ya clásica cinta Trainspotting (Inglaterra, 1996), “nadie puede hablar de la mierda, sin haber estado en ella”. Así es.

El dolor le llegaba en distintas formas. “A veces, sentía como si mis huesos los pasaban por una moledora de carne o que hormigas al rojo vivo, me caminaban. Mis piernas parecían cuchillos. En las etapas más dolorosas, tuve que tomar doce dosis de morfina diariamente. De verdad, deseaba que me cortaran el brazo. Hasta pensé en cortármelo yo misma”.

Muy intensos dolores para haber tomado doce dosis de la potente morfina. A la fecha, no le molesta imaginar equipo para amputarle el brazo. “Pero si te lo cortan, te queda como un brazo fantasma y de todos modos sigues sintiendo el dolor, fue lo que supe”, dice Pohl.

Tantas cosas soportó que también le diagnosticaron síndrome de estrés postraumático, PTSD (por sus siglas en inglés). Recibió ayuda psiquiátrica y eso le ha ayudado a olvidarse de ideas suicidas, que llegaron al máximo en la primavera del 2018, “cuando estaba decidida a quitarme la vida”.

Una ocasión, estando en el hospital (muchos años se la pasó hospitalizada), que veía el TikTok, se le ocurrió hacer un video de ella, para mostrarlo a su familia. Pensó que los ajustes eran privados, pero no, eran públicos. Y comenzó a tener varias vistas y audiencia, que le preguntaba sobre su condición. “Dije, ‘esto se difunde a todo el mundo, la gente puede verme’. Y fue lo que hice, videos, que primero fueron explicando mi condición y, luego, para ayudar a gente con problemas de salud, para que superaran sus condiciones, como yo he tratado de hacer”.

Es lo que la ha ayudado mucho, y tener siempre presente la frase: paré de luchar contra mí para hacer algo por mí. “No sé si me sirvió, pero dejé de culparme de todo, y platiqué sobre el daño que me dejó la cánula y otras cosas, dejé de ocultarlas. Ya basta de estar acostada, me dije, tengo que vivir, quizá no sea la vida que quería, pero es una vida. Valora lo que tienes, pues probablemente otros no están ya para contarlo”.

Durante la pandemia, decidió independizarse, no estar más en el hospital y ya hasta se compró una casa en Durham, “para estar más a gusto sola”. Como la enfermedad ha seguido, le recomendaron retirarse como maestra y fue lo que hizo. “Me he canalizado en ya no lamentarme de lo que me sucedió y comenzar a vivir. Alguna vez pensé que despertaría y ya no tendría el CRPS o que podría caminar, pero no ha sido así. De todos modos, gracias a mi cambio de percepción, ya tomo menos medicamentos y tengo menos dolor. No sé si porque soy más positiva o porque se esté quitando la enfermedad, pero me siento más a gusto”.

En efecto, tener una enfermedad rara o incurable o las dos, es frustrante. Y los que las padecen o se resignan y se adaptan a una nueva existencia o se dejan morir (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/05/conviviendo-con-una-persona-con.html).

Transmite sus videos por YouTube, Instagram y TikTok y ya tiene 3.6 millones de seguidores. Probablemente no habría conseguido transformarse en una influencer, de no haber sido por la enfermedad, reconoce.

Dice que si hace cinco años que contrajo la enfermedad, hubiera pensado como lo hace hoy, de ser más positiva y vivir los cambios que ha tenido que hacer a su existencia, “creo que habría sido mejor y habría vivido, en lugar de lamentarme. Ahora, ya no busco cada día saber qué tengo, que ya lo sé. Simplemente, vivo mi vida, transmito lo que soy y sigo adelante. Ya no me lamento”.

Como señalé al inicio, son casos inspiradores, que nos deben de servir de ejemplo, para seguir viviendo, como sea que estemos.

Así que adelante, no digan “¡estoy harta!” o “¡estoy harto!”, si nada padecen, si no tienen alguna deformación o una rara enfermedad.

No usen eso como justificación para caer en una existencia mediocre, porque entonces, sí, estarán muertos.

Contacto: studillac@hotmail.com

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