Lo repetiste muchas veces Pepe. Tu trayectoria política y de eterno preso
político no cambió el mundo como supusiste que lo cambiarías, pero te cambio la vida. A quien no. En tu caso, como lo dijiste más de una vez, te cagaron a palos y eso, entre otras cosas, te hizo cambiar. Le dio nuevo sentido a tu vida. En tus palabras, eso te hizo mejor.
Te cambió. Ese cambio les hizo bien a tus compañeros, a tu pueblo. A ti te dio una dimensión extraordinaria de vida en todos los aspectos.
A tu muerte pocos han quedado indiferentes. Te llamaron hombre bueno, peroera mentira, ya eras un hombre bueno. Te llamaron presidente pobre, pero ya eras pobre.
Te llamaron guerrillero y eras uno de los mejores. Pudiste morir cien veces y sobreviviste.
Dijeron que fuiste un guerrillero que al final aprendió que el camino para liberar al pueblo era otro y que después de 13 años de prisión y de torturas, las más terribles que se pueda padecer, habrías entendido que criticar a las oligarquías no significa tocar o herir sus intereses. Lo dicen ellos Pepe.
A muchos no nos gustaría cambiar de esa manera Pepe. De a una o de a uno.
Al contrario, si queremos que el cambio que nos toque vivir sirva a los más
pobres, a los excluidos del trabajo, del pan, del conocimiento; un cambio que ayude a nacer a nuestros niños y a morir a nuestros viejos en dignidad; un cambio que nos de pan techo y solidaridad. Un cambio que impida que nos roben todo, desde nuestros ahorros previsionales a las reservas del mar y bosques; que haya cambio, pero un cambio que impida que nos saqueen impunemente y a vista y paciencia de todas/os cada uno de nuestros recursos naturales. Por eso Pepe, para esos cambios no nos sirve cambiar de a uno.
Te dijeron que fuiste por el camino equivocado cuando les toco encarnar esa
admirable y generosa fuerza popular de pobres en Uruguay. Que no se crean libertadores les gritaban porque no es verdad, por más que empapelen los muros o inunden las avenidas diciendo que sacarán de la pobreza, el abandono y la tristeza a las gentes humildes. Esa gente es buena, pero impide que sea el pueblo quien, con sus propias manos, levante nuevos muros de arcilla y piedra, para que el sol y la historia les vuelvan morada de la justicia social y amparo de la soberanía popular, refugio de las libertades.
Pepe, te respetamos y te queremos. Te echaremos de menos. Mucho más la gente humilde de tu pueblo.
El nuestro es el camino de Salvador Allende y el que traza el martirologio denuestros compañeros. Precisamente, porque somos humanistas, del humanismosocialista. No nos gustaría que los apaleos nos vuelvan buenos de a uno. Ni siquiera queremos que las masacres nos vuelvan buenos de a lotes.
Creemos en el pueblo, y serán ellos quienes reconstruyan el profundo sentidode su propia vida y del futuro. Será el pueblo quien enarbole el pendón de ser dueño de sí mismo y del poder soberano. No le creemos a la Oligarquía de banqueros, ni al Imperialismo financiero que seremos buenas personas si nos dejamos robar la Matria y nos convertimos en sirvientes de vuestros sirvientes.
Tu viento de libertad nos ayuda a avanzar Pepe, pero no nos basta. Los velámenes que nos llevan hacia el Socialismo necesitan vientos robustos. Vientos de la historia. Para nosotros son esos vientos que se levantan desde los Pueblos del Sur. El viento pampino que tiene de espalda a la belleza del desierto; el viento austral que crece entre bruma, quilas y tormentos; el viento patagón que se talla desde el fondo de la tierra.
Los nuestros son los vientos que vienen desde el mar. Son vientos poderosos que traen y riegan flores y selva, son vientos emancipadores, son vientos de agua y nieve. Traen lluvia, que, si bien lava heridas en el pueblo, también, dibuja esteros y afluentes que nos hacen navegar hacia la soberanía popular y el socialismo. Como no tenemos nada, a nosotros Pepe, todo nos sirve.
Gracias Pepe por todo lo que sufriste e hiciste. Sembraste ética y valores.
Germinarán y cosecharemos juntos.
Pero Pepe, a tu sombra, sin quererlo, se normalizó un pedazo de maldad de las Oligarquías. Lo dicen ahora que estás muerto, como si fuera victoria de ellos. En lo que parecía arrepentimientos sintieron que sus ideas de explotación justificaron sus crímenes de lesa humanidad en todos nuestros países. Se creen con la razón. No había que resistir; y dicen que ojalá no seas tú el único que puede rectificar su vida. Pepe, no sé si te diste cuenta, pero parásitos de izquierda te citaban y visitaban para justificar su yanaconismo.
Debajo del Toldo azul han escondido sus traiciones. Ellos aspiran ser como los otros. Escuchaste decir que los buenos se van al cielo, en buena hora, tu sí que eras hombre bueno Pepe.
Para los revolucionarios, los que hacen lo que tu hiciste la mayor parte de tu vida, seguirán teniendo otros destinos: la prisión, el cementerio o el poder. La prisión por enfrentar y desafiar; el cementerio, por atreverse en el sacrificio consecuente. El poder porque es el único camino que le queda al pueblo para intentar cambiarlo todo y acercarse a la felicidad.