Democracy Now! 01 DE OCTUBRE DE 2024
México vive un día histórico con el nombramiento de la primera mujer elegida como presidenta en el país. Claudia Sheinbaum, científica y ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, llega al cargo después de haber obtenido una victoria aplastante en las elecciones celebradas en junio. Sheinbaum es parte del partido gobernante, Morena, y es una aliada cercana del presidente saliente de México, Andrés Manuel López Obrador, cuyo mandato de seis años concluye hoy. El legado de AMLO, como es ampliamente conocido, será difícil de equiparar, ya que ha sido el presidente más popular de México en décadas, cuyo índice de aprobación nunca cayó por debajo del 60%. AMLO promovió una “reformulación de la política anticorrupción desde una mirada progresista, que considera al neoliberalismo como una forma de corrupción”, señala Edwin Ackerman, profesor de sociología de la Universidad de Syracuse, quien también describe cómo las políticas económicas de López Obrador aumentaron drásticamente el poder adquisitivo de las clases trabajadoras en México. Por otro lado, Ackerman señala que AMLO también enfrentó críticas por empoderar a los militares, incrementar el uso de combustibles fósiles e impulsar una reforma judicial altamente controvertida. Vea la entrevista en inglés aquí.
Transcripción
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AMY GOODMAN: Esto es Democracy Now! Democracynow.org. Soy Amy Goodman con Juan González.
México está haciendo historia esta semana con el nombramiento de su primera mujer presidenta. Claudia Sheinbaum, científica climática y exalcaldesa de la Ciudad de México, obtuvo una victoria aplastante en las elecciones mexicanas de junio. Sheinbaum es miembro del partido gobernante Morena y una aliada cercana del presidente saliente, Andrés Manuel López Obrador, cuyo mandato de seis años terminó el 30 de septiembre a la medianoche.
Obrador deja un legado complicado como el presidente más popular de México en décadas. Sus partidarios lo defienden por ser un aliado de los más pobres y haber aumentado el salario mínimo y fortalecido los derechos laborales y sindicales. Sus críticos dicen que ha erosionado el balance de poderes en México y su reciente reforma judicial fue recibida con protestas.
Obrador, conocido como AMLO, dice que la reforma combatirá la corrupción en los tribunales. Pero los críticos argumentan que el plan podría amenazar la independencia del Poder Judicial.
AMLO también ha sido acusado de no haber podido reducir la violencia en México de forma significativa, debido al gran número de periodistas asesinados y al aumento de feminicidios.
Mientras tanto, líderes indígenas condenaron que el presidente haya finalizado el ambicioso proyecto conocido como Tren Maya, un ferrocarril de casi 1.600 kilómetros que atraviesa la península de Yucatán, por causar deforestación y destrucción ambiental.
Para más información sobre el tema, nos acompaña en Nueva York Edwin Ackerman, profesor de sociología de la Universidad de Syracuse. Su reciente artículo para Jacobin se titula: “La guerra de AMLO contra la corrupción neoliberal”.
El primero de octubre es el primer día de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Anoche terminó la presidencia de AMLO. ¿Puede hablar de la importancia de ambos, profesor Ackerman?
EDWIN ACKERMAN: Este es un momento histórico. No solo por el hecho de que es la primera mujer presidenta, sino por el hecho de que entra con un mandato muy claro, con muchísimo apoyo, manifestado, por ejemplo, en las últimas elecciones, en donde ganó por un margen bastante amplio, 30 puntos por encima del segundo lugar. Pero además, su partido consiguió dos tercios de mayoría tanto en el Congreso y casi lo mismo en el Senado.
El presidente que termina su mandato, AMLO, deja su mandato con casi 80% de aprobación, depende de quien esté haciendo las preguntas. Y una campaña en donde [Sheinbaum] prometió continuidad precisamente con este Gobierno. Así que es un momento especial también en términos comparativos, en donde cada vez más en las democracias occidentales estamos acostumbrados a ciertos empates entre las fuerzas políticas, pero aquí tenemos claramente apoyo a favor de Claudia Sheinbaum.
JUAN GONZÁLEZ: Y profesor, ¿nos puede hablar un poco de las reformas laborales que AMLO logró durante su presidencia? El aumento del salario mínimo, la ayuda del Gobierno a la población, que lograron sacar a millones de mexicanos de la pobreza.
EDWIN ACKERMAN: Sí, sí, es correcto. Una de las áreas en donde creo que hay cada vez menos debate y menos controversia es en las políticas que tienen que ver con las clases trabajadoras. Como mencionabas, los incrementos al salario mínimo, las reformas laborales que, por ejemplo, facilitan el proceso de sindicalización o que reconocen los derechos laborales de las trabajadoras domésticas por primera vez en la historia del país. Con resultados, como decía, bastante claros. Incluyendo por ejemplo el hecho de que nueve millones de personas, según el Banco Mundial, han salido de la pobreza en estos años de gobierno. Esto se ha manifestado, quizá no causaría sorpresa, en una realineación de las bases de apoyo de Morena y en este caso, digamos, de Claudia Sheinbaum, en donde las clases trabajadoras y en particular campesinos, sector informal y empleados, son la base de apoyo del Gobierno y la base de oposición es el sector de negocios y ciertos sectores de las clases medias profesionistas.
JUAN GONZÁLEZ: AMLO termina su presidencia con un apoyo popular de más del 70%, algo sin precedentes en términos de líderes mundiales. ¿Qué opina usted sobre el hecho de que él durante toda su presidencia tuvo conferencias de prensa diarias para hablarle directamente al pueblo? ¿Cómo ayudó eso a enlazarlo más con el pueblo?
EDWIN ACKERMAN: Sí. Las conferencias mañaneras, como se les conoce, fueron un instrumento muy útil para dictar la agenda informativa, tanto de la oposición como de la gente a favor que comentaba los clips que se difundían día tras día. Eran conferencias mañaneras que llegaron a durar hasta tres horas y media, creo que esa fue la que duró más tiempo. En promedio una hora y media de dos horas. Estaban abiertas a la prensa. Hubo muchísima prensa de la oposición que participó en esas conferencias y fue un instrumento, como decías, para difundir sus puntos de vista y a la vez producir cierta cohesión en su movimiento. Aprovechaba las preguntas para hablar de historia, de su visión de distintos temas, además de la parte más formalmente informativa sobre las distintas áreas. Entonces, sí, las conferencias mañaneras fueron un gran instrumento de comunicación.
JUAN GONZÁLEZ: Sobre las relaciones con Estados Unidos. AMLO por un lado criticaba la política de migración tanto de la administración del presidente Trump como de Biden, pero a la misma vez cooperó mucho con los intentos de Estados Unidos de cerrar la frontera.
EDWIN ACKERMAN: Sí, es verdad. Esa es una de las partes más complicadas de su legado, ya que por un lado hay un discurso mucho más confrontativo entre AMLO y los Estados Unidos, pero en la práctica, hay que decirlo, en su relación tanto con Trump como con Biden, no hubo gran diferencia, particularmente en la cuestión del pedido de Estados Unidos de que México haga el trabajo sucio de cerrar la frontera a los centroamericanos.
Aquí, de nuevo, aunque de manera discursiva, AMLO sí se presentó siempre como proinmigrante e, inclusive, por ejemplo, empujó, yo creo, de manera seria lo que él llamaba un “Marshall Plan” para Centroamérica que debía ser liderado, según él, por Estados Unidos. Aunque sí hubo esas intenciones, al mismo tiempo, es verdad que la frontera siguió cerrada a través de la fuerza para los centroamericanos, haciendo caso a los pedidos de tanto la administración republicana como la demócrata, que para esos propósitos no hay gran diferencia.
AMY GOODMAN: Por un lado, profesor Ackerman, hay que destacar el increíble mérito de AMLO por sacar a millones de personas de la pobreza. Pero, por el otro lado, está la violencia: el nivel de violencia, el aumento de los feminicidios, el asesinato de periodistas. Hable de eso.
EDWIN ACKERMAN: Sí, la crisis de la violencia es una crisis que continúa a niveles bastante altos, aunque sí hay una pequeña reducción en el porcentaje de homicidios de casi 20%, desde el punto en que lo tomó AMLO. Lo cierto es que los niveles siguen bastante altos, casi 30.000 homicidios por año en el país. La violencia en realidad comenzó a incrementarse por ahí en el año 2008 o 2009. Es claramente un legado de las administraciones previas, pero es cierto que había la esperanza de que estos seis años pudieran significar una transformación en ese respecto. Y los resultados son bastante moderados, digamos, y tal vez insignificantes en cuanto a la experiencia del día a día de la población. La violencia continúa y esta violencia ha incluido, como mencionabas, el asesinato de periodistas.
Una cosa que hay que apuntar aquí simplemente por cuestiones de análisis y conceptuales, es que estos asesinatos son asesinatos en su gran mayoría cometidos por el crimen organizado. Es decir, no estamos hablando aquí de una situación donde haya ni siquiera la acusación de que el Estado esté involucrado en el asesinato de estos periodistas. Pero lo cierto es que es peligroso ser periodista y particularmente cubrir el tema del crimen organizado en el país.
En el tema del feminicidio hay una dinámica interesante que habría que apuntar sobre el periodo que acaba de terminar, que es que al principio de su mandato hubo un movimiento feminista bastante militante, bastante nutrido en las calles, que encontró una respuesta ambivalente de la administración de López Obrador. Por un lado, López Obrador entendió ese movimiento, o malentendió ese movimiento, diría yo, como una cara de la derecha.
Porque es verdad hasta cierto punto que la derecha se montó sobre el discurso feminista, como lo hizo también con muchos otros temas progresistas. También se montó sobre el discurso ambientalista, etc, para tratar de apropiarse de la legitimidad de ese movimiento. Pero eso era solamente parte del movimiento. El movimiento era un movimiento auténtico. Además, no sólo en México, sino regional. Hemos visto los pañuelos verdes en Argentina y en varios países de Latinoamérica.
Entonces, aunque su respuesta en ese momento fue, digamos, acusarlo de ser una herramienta de la derecha, en la práctica el movimiento sí consiguió ciertas concesiones del Gobierno y cierto énfasis, sobre todo en el segundo período de su mandato, en la cuestión de los feminicidios. Hay también, en términos numéricos, una reducción, no muy significativa, pero la hay, que se manifiesta ya en los últimos años. Pero como con el tema de la violencia más amplio, los niveles siguen siendo escandalosos.
JUAN GONZÁLEZ: Quisiera preguntarle acerca de algunos cambios durante la presidencia de AMLO, que han recibido mucha crítica: la reforma judicial, por ejemplo, y el papel del Ejército mexicano en la vida del país.
EDWIN ACKERMAN: Sobre la reforma judicial primero apuntar qué es lo que incluye. En realidad la parte más polémica es que a partir del 2025 los jueces en el país, y las juezas, van a tener que ser electos por voto popular. Y esto incluye también a los jueces de la Suprema Corte. Aquí hay un par de puntos que son útiles de contexto, y es que en México, ya desde antes de esta reforma, los ministros de la Suprema Corte tienen un tiempo definido en su cargo, es decir, no es un cargo vitalicio, en contrarse con Estados Unidos. Y también hay un precedente de una reforma judicial importante a finales de los noventas, que también renovó la Suprema Corte. Entonces, la Suprema Corte no tiene ese mismo carácter de intocable que tal vez tenga aquí en Estados Unidos. Pero la motivación y el argumento para esta reforma por parte del Gobierno es que la Suprema Corte y el sistema judicial en general está demasiado capturado por intereses privados, por redes semiinformales de influencia, que le dan cierto carácter politizado.
Y aquí hay varios ejemplos importantes que me gustaría mencionar, aunque sea rápidamente. Por ejemplo, el hecho de que varias reformas legislativas muy importantes de los últimos años fueron derribadas por la Suprema Corte en términos de proceso, es decir, no en lo sustancial, sino en supuestas violaciones al proceso de conseguir esa reforma legislativa, pero más específicamente, por decir un ejemplo, hubo una revelación a principios de este año que quien encabeza la Suprema Corte, Norma Piña, sostuvo reuniones privadas, secretas, con el líder del PRI, el líder del partido de oposición, el PRI, y uno de los líderes del PAN, otro partido de la oposición neoliberal. Esas son reuniones secretas, cuyo contenido aún no se sabe, pero el hecho de que se hayan tenido esas reuniones con la persona que encabeza la Suprema Corte es bastante alarmante. Entonces, ese sería el contexto para esa reforma judicial.
Ahora, sí, los críticos argumentan que esto pondría en peligro la autonomía del sistema judicial. Hay que apuntar aquí un par de cosas. En mi opinión, el argumento no se sostiene. Las reglas que existían antes de la reforma, la reforma se acaba de pasar hace unas semanas, las reglas que existían antes de la reforma facilitaban, en todo caso, la captura partidista de estas posiciones. Porque, ¿cuál era el método de elección, por ejemplo, de los de los ministros de la Suprema Corte? El Ejecutivo proponía tres candidatos y el Legislativo tenía que ratificar a uno de esos candidatos. Y si el Legislativo no se ponía de acuerdo con cierto porcentaje, la decisión después recaía de regreso en el Ejecutivo, que podía escoger uno de esos tres candidatos.
Entonces, en un contexto en donde van a ser ya 12 años, seis años que pasaron de AMLO, más seis años de que vienen de Gobierno de Claudia Sheimbaun, de Morena en el Ejecutivo y dos tercios de mayoría en el Congreso y en el Senado, esa era, en todo caso, la manera más fácil de poner gente afín en las cortes.
Esto, de alguna manera irónica, de hecho, le quita algo de poder al Ejecutivo, porque al menos la decisión va a tener que pasar a través del voto popular. En mi opinión, la razón por la cual la oposición se preocupa por esta reforma es porque saben que al menos calculan que, al menos en la coyuntura de corto y mediano plazo, el apoyo está en favor de Morena, es decir, en contra de su opción preferencial en términos políticos.
Entonces, puesto de otra manera, creo que el miedo es que van a perder esas elecciones. Después eso se construye como si fuera un gran tema de teoría política sobre la división de poderes, etc., pero creo que hay algo más básico ahí que está operando.
Y si puedo, brevemente, también mencionar el tema del uso del Ejército, lo que tal vez se llama militarización en el periodo pasado. Por un lado, sí hay un empoderamiento del Ejército en varios rubros, uno que no tiene que ver con la seguridad pública y que es incluso un poco más complicado de entender, al menos en la forma en cómo se liga con la historia de Morena y de AMLO antes de tomar el poder, que es que muchas de las obras de infraestructura, que son muy importantes en el país para fomentar el desarrollo regional, etc, que incluyen trenes, aeropuertos, corredores de transporte, refinerías, etc., están diseñados y construidos y gerenciados por el Ejército. Y eso tiene que ver con el hecho de que cuando AMLO toma el poder hay cierto vaciamiento del Estado, es decir, no hay una infraestructura burocrática que ya esté en ese lugar capaz de llevar a cabo esas obras de infraestructura. Y AMLO encuentra en el Ejército un reducto burocrático relativamente disciplinado, relativamente de bajo costo, que puede llevar a cabo esas grandes obras de infraestructura. Pero significa, claro, que hay un empeoramiento del Ejército.
Por otro lado, el Ejército y algo que se llama la Guardia Nacional, que es un punto medio entre policía y Ejército, están cada vez más involucrados en la seguridad pública y particularmente en todo lo que tiene que ver con la violencia del narcotráfico. Aquí hay que decir que si bien por un lado sí es contradictorio con cierto discurso, de AMLO mismo antes de tomar el poder, que era crítico del uso del Ejército en esas cuestiones, la verdad es que la realidad, digamos, dio un manotazo en la mesa y es claro que al menos en varias áreas del país no hay inclusive un monopolio del Estado sobre el uso de la fuerza. Es decir, hay regiones que están bajo control del crimen organizado e inevitablemente requieren, al menos en la lectura del Gobierno, el uso del Ejército.
AMY GOODMAN: Lo que nos lleva a uno de estos grandes proyectos de infraestructura, el proyecto del tren maya, un ferrocarril con un recorrido de casi 1.600 kilómetros que atraviesa la península de Yucatán, causando deforestación y destrucción ambiental. Eso es lo que han denunciado los líderes indígenas en el sur de México. ¿Qué opina de esas críticas, y también, en general, de la política de AMLO con respecto al cambio climático y los combustibles fósiles?
EDWIN ACKERMAN: Sí, sí. El Tren Maya es una de las obras insignes de la administración. Es una obra masiva, pero además, simbólicamente muy importante. El Tren Maya, hay que decirlo, gran parte de las vías que utiliza son vías que ya existían, pero estaban en desuso entonces. Es decir, cualquier afectación que hubo en términos de deforestación, al menos una parte ya estaba hecha desde hace décadas, es la reutilización de ciertas vías. Pero inevitablemente es cierto que es un tren que pasa por áreas naturales y entonces hay un problema de deforestación. La postura oficial es que hubo estudios de impacto ambiental, que hubo una política de, por ejemplo, reforestación masiva, un programa que se llama Sembrando Vida, en donde se trató de, digamos, compensar por esa afectación ambiental.
Hay que decir también que las críticas a ese proyecto, aunque las consideramos legítimas, no venían en realidad de las comunidades de manera generalizada. Puede haber algunos ejemplos, pero tendían a venir del sector no gubernamental, basado principalmente en la Ciudad de México, es decir, ciertos sectores desde fuera de la región, manteniendo, en mi opinión, cierta visión romantizada sobre la naturaleza prístina y que incluye inclusive a la comunidad indígena de manera, digamos, demasiado prístina, lo cual no concuerda con la realidad ni los intereses de las comunidades.
Se llevó a cabo una serie de consultas, inclusive la ONU mencionó positivamente la serie de consultas que se llevó a cabo tanto con ejidatarios, campesinos, comunidades indígenas para el trazo, diseño del Tren Maya. Y es un proyecto que, por razones quizá más obvias y más pragmáticas, porque significa una avalancha de recursos, no sólo de recursos públicos, sino ahora un nuevo sector, un nuevo tipo de industria turística en una región históricamente deprimida, que hay gran apoyo en la región por ese proyecto.
AMY GOODMAN: Sheinbaum, la nueva presidenta, es científica climática.
EDWIN ACKERMAN: Sí. Ese punto también es muy importante. Entonces, me preguntaban sobre la cuestión de las energías no renovables y su relación con la administración de AMLO. AMLO viene de una tradición de izquierda en el país del siglo XX, en donde uno de los puntos más importantes que le daba identidad a esa izquierda era precisamente la defensa del carácter público de las compañías energéticas, en particular la compañía de electricidad y Pemex, la compañía de petróleos. La compañía de petróleos fue expropiada por Lázaro Cárdenas en los años 30 y desde entonces ha sido un símbolo, como decía, de la izquierda en el país. Pero cuando AMLO llega al poder en el 2018, con el bagaje, digamos, histórico de la protección de esa compañía y con el proyecto de que se vuelva una compañía que produce para meter ingresos a los dineros públicos, esto ya está sucediendo, como mencionas, en el contexto de una crisis climática que ya tenemos aquí.
Entonces sí hay una tensión ahí muy fuerte entre cuáles son las prioridades de la izquierda. Por un lado, la energía, la soberanía energética, el control del Estado sobre la producción y venta de las energías no renovables. Esa es una prioridad de la izquierda. Y la obvia prioridad también de lidiar con el cambio climático. Para AMLO ese debate no era tan complicado. Él estuvo a favor claramente de priorizar lo que llaman ellos la soberanía energética.
JUAN GONZÁLEZ: Usted mencionó a Lázaro Cárdenas. Hay algunos que dicen que AMLO es el presidente más importante en la historia de México desde el tiempo de Cárdenas. ¿Su opinión?
EDWIN ACKERMAN: Sí, sí, yo creo que es cierto. Es decir, estamos en un periodo de transición durante estos seis años, de transición post neoliberal, es decir, el régimen tanto económico y político que dominó las últimas tres décadas al menos en el país, está en un proceso de transformación, obviamente es un proceso gradual, etc., este es un proceso de inicio. Pero yo creo que, en retrospectiva, va a ser claro que ese periodo de seis años de AMLO es ese comienzo de un nuevo régimen social que está basado en un balance diferente entre mercado y economía.
AMY GOODMAN: Este es un día trascendental. ¿Espera que la presidenta Claudia Sheinbaum continúe con las políticas de AMLO o espera que tome un camino distinto?
EDWIN ACKERMAN: Entonces, sí, retomando un poco la pregunta que me hacías antes sobre Claudia Sheinbaum y el tema ambiental. Claudia Sheinbaum es una científica que se ha enfocado en el tema ambiental. Fue ministra del Medio Ambiente durante la administración de AMLO, cuando fue cuando fue jefe de Gobierno de la Ciudad de México. Ese, digamos, fue su primer gran paso en la política formal de Claudia Sheinbaum. Entonces, la cuestión ambiental está priorizada, al menos hasta este punto, de manera discursiva, de una manera muy diferente con AMLO. Claro que ella tiene, digamos, la tarea, la difícil tarea de tener que sintetizar esa prioridad que tiene ella con su continuidad con AMLO. Porque la continuidad con AMLO es su punto más fuerte político. Ella hizo campaña en base a esa continuidad con AMLO. Y la manera en que habla, por citar aquí un ejemplo, sobre esa posible síntesis entre su énfasis en la cuestión climática y la tradición alrededor de la soberanía energética, es que Pemex tiene que continuar produciendo, pero que eso se tiene que utilizar para pagar el proceso de transición energética. Pero ¿qué rubros va… Prometió al menos continuidad, todo lo que tiene que ver con política social, en particular, como mencionaba, la serie de programas sociales que son muy populares en el país. La idea de que… Bueno, también la serie de reformas constitucionales, algunas ya comenzaron porque, por una peculiaridad del sistema mexicano, el nuevo Legislativo entró en vigor un mes antes de la toma [de posesión] de la nueva presidenta.
Entonces, ya tenemos al Legislativo con dos tercios de mayoría. Ya ha estado en el poder desde hace un mes. Ahí ya comenzó este proceso de reformas constitucionales, que incluye la judicial. Se pasó también una reforma importante sobre los derechos de las comunidades indígenas y afromexicanas. Una reforma también muy controversial sobre poner la Guardia Nacional bajo control de la Secretaría de la Defensa y faltan al menos unas 15 reformas más constitucionales sobre las que se hizo campaña, que van a ser el enfoque de los próximos dos o tres años antes de las nuevas elecciones legislativas.
AMY GOODMAN: Edwin Ackerman, profesor de sociología en la Universidad de Syracuse, autor de “Los orígenes del partido de masas: Desposesión y la formación de los partidos políticos en México y Bolivia”. Enlazaremos a su reciente artículo en Jacobin titulado “La guerra de AMLO contra la corrupción neoliberal”. Soy Amy Goodman, con Juan González. Esto es Democracy Now!
Producido por Democracy Now! y Democracy Now! en español.