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Chile: cómo se dañó la fiesta

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Revista Desde Abajo, Colombia

Escrito por Jaime Sepúlveda

En las últimas décadas, Chile se ha convertido en un modelo a seguir por otros países de latinoamérica y el mundo. Con un PIB per cápita que sobrepasa los 25 mil dólares, se cumple sin embargo el adagio del poeta Nicanor Parra: “Hay dos panes. Usted se come dos. Yo, ninguno. Consumo promedio: un pan por persona”. Una gran mole de lucrativos negocios descansaba sobre una fractura social. El cimiento podía romperse. Y se rompió.

Martes 8 de octubre

Cuatro días después de que el Ministerio de Transportes anunciara una nueva alza para este año de la tarifa del Metro de Santiago, el presidente Sebastián Piñera brindaba una entrevista a la televisión y decía: «En medio de esta América Latina convulsionada veamos a Chile, nuestro país: es un verdadero oasis, con una democracia estable» 1 . Aunque probablemente no lo sabía en ese momento, el día anterior, lunes 7 de octubre, se había desarrollado en la Estación Universidad de Chile un evento en apariencia insignificante: una jornada de evasión para responder a esta alza, convocada por estudiantes del Instituto Nacional –el colegio público más antiguo de Chile.

«Los estudiantes del Instituto webiando otra vez», probablemente pensó el alcalde de Santiago, Felipe Alessandri ese lunes. Aunque había allanado varias veces el colegio durante el año persiguiendo a estudiantes «violentistas» y había introducido el humo de las lacrimógenas dentro de los salones en plena clase, no había logrado extinguir el foco de desorden. Este mismo tratamiento lo había extendido a una decena de colegios (a cargo de la municipalidad desde la época de Pinochet), pero lo único que había logrado era instalar escenas de persecución en las calles de la comuna y a acostumbrar a los vecinos a las pedreas y al humo de las bombas lacrimógenas.

Según la versión de un portal noticioso digital2, fue una página de Instagram de estos estudiantes (que anuncia en su presentación «molestamos a fuerzas especiales [equivalente al Esmad de Colombia] pk nos sitiaron») la que llamó a la primera jornada de evasión masiva y la que luego fue documentando cada jornada sucesiva.

Lo que podría haber sido una nueva sucesión de manifestaciones de estudiantes y de la respectiva persecución violenta por parte de Carabineros enviados por el Alcalde fue sobrepasando el radio de la comuna de Santiago, hasta que el martes 15 de octubre se produjo una gigantesca jornada de evasión masiva y violenta represión, que terminó con el cierre de varias estaciones del metro. Ese día la situación «se instaló como preocupación en La Moneda [Palacio de gobierno] y en las policías. Entre el 7 y el 15 de octubre se registraron 52 casos de evasiones masivas»3.

El jueves 17 la espiral evasión-represión-más evasión-más represión se había extendido a toda la red del metro. Se cerraban estaciones, pero los pasajeros tumbaban las puertas, y se producían serios incidentes y destrozos tanto fuera como dentro de muchas estaciones. En varias de las estaciones terminales se producían grandes manifestaciones y enfrentamientos con carabineros. Aunque por dos semanas las acciones de represión no habían surtido efecto y a la inversa había producido una respuesta mayor, desde el Palacio de Gobierno Rodrigo Ubilla, subsecretario del Interior, declaró que los evasores «son violentistas» y «grupos de delincuentes que se coordinan a través de las redes sociales»4, y amenazó a los padres de los evasores con hacerlos responsables de los daños, implicando tácitamente que esos “delincuentes” eran estudiantes.

En un comunicado, los trabajadores del metro emplazaron al gobierno «a no abordar este problema desde un punto de vista delictual»5, y el presidente del Sindicato propuso que «las estaciones no se cierren, porque eso genera un mayor descontento y mayores niveles de violencia contra otros trabajadores»6. Ubilla contestó: «Aquel que legítima la violencia y la delincuencia tiene una posición condescendiente con esos grupos»7.

Desde la mañana del viernes 18, diversas personalidades políticas comenzaron a cerrar filas detrás del gobierno, declarando que «la evasión es delincuencia» y llamando «a ser muy duro» con los «violentistas», mientras el Fiscal Nacional, Jorge Abott, denunciaba que «delincuentes son los que están dirigiendo las evasiones»8. La política que había empleado el alcalde de Santiago tenía plena continuidad en las distintas esferas del Estado. El sindicato del Metro advertía: «el gobierno está apagando el fuego con bencina [gasolina]»9.

El despliegue de las Fuerzas Especiales y sus procedimientos no lograron apagar el fuego, sino que efectivamente lo alimentó. En el curso del día se sucedieron los choques, abaleos con perdigones, incendios, lacrimógenas y finalmente al caer la tarde, barricadas en la Alameda (principal avenida de Santiago) y en las afueras de varias estaciones importantes. Se produjeron incendios en varias estaciones y saqueos en algunos locales comerciales. Saldo del día: todo el sistema del metro fuera de servicio, 77 estaciones afectadas. El sistema del metro terminó por colapsar y se anunció que no funcionaría durante el fin de semana.


En la noche del viernes el gobierno decretó estado de emergencia en la región de Santiago, trasladó de emergencia personal de carabineros de otras zonas a la capital y sacó al ejército a las calles. Aunque era difícil escalar aún más la situación, el gobierno lo logró, pues esta medida «pacificadora» consiguió que el fin de semana la protesta y la represión se intensificaran. Con ríos de gente en las calles, los disturbios se esparcieron por toda la ciudad y se extendieron a Valparaíso y Viña. Aunque el sábado el jefe de zona en Santiago decidió decretar toque de queda, los saqueos en supermercados, bodegas y farmacias se produjeron por centenares, acompañados de incendios en trenes y estaciones del metro, y se produjeron las primeras muertes.

Los funcionarios del gobierno, los políticos, los periodistas, miraban pasmados la televisión: El oasis del multimillonario presidente Sebastián Piñera ardía.

Domigo 20 de octubre

El domingo 20 de octubre el presidente se dirigió por televisión a la ciudadanía anunciando sombríamente que «estamos en guerra contra un enemigo poderoso, implacable, que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite»10. No se trataba ya de estudiantes-delincuentes, sino del enemigo de una guerra.

En el transcurso de ese día empezó a circular por redes un audio de la esposa del presidente, Cecilia Morel, que muestra con mayor transparencia la sensación que se había apoderado del gobierno: «lo que viene es muy, muy, muy grave. Adelantaron el toque de queda porque se supo que la estrategia es romper toda la cadena de abastecimiento, de alimentos, incluso en algunas zonas el agua, las farmacias, intentaron quemar un hospital e intentaron tomarse el aeropuerto, o sea, estamos absolutamente sobrepasados. Es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirla. Por favor, mantengamos nosotros la calma y llamemos a la gente de buena voluntad que aprovechen de racionar la comida, y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás»11.

¿Qué podía explicar el incendio del oasis? Sólo un poderoso, inescrupuloso y desalmado enemigo, que había logrado tomar por sorpresa al gobierno y a las fuerzas de policía.

El anuncio del presidente, sin embargo, parece haber sido la señal para que la acción de este enemigo se multiplicara. El ataque a este «enemigo poderoso» y sus huestes, utilizó balas, perdigones, bombas lacrimógenas, gas pimienta, propinó palizas y tomó cientos de prisioneros, le produjo varias bajas fatales y centenares de heridos en pocos días, pero sólo logró que su acción de protesta se extendieran a todo el país, con movilizaciones, cacerolazos y desafíos abiertos al toque de queda.

El relato de un cerebro escondido moviendo los hilos de la protesta no lograba explicar la fuerza y la decisión de las movilizaciones y protestas. Quizás el gobierno no captaba un factor decisivo y evidente: la indignación.

Una brecha se abrió desde el exterior cuando llegó una versión alternativa que rompía la uniformidad del discurso del gobierno. El periódico conservador inglés The Economist publicó ese domingo una nota sobre las protestas en Chile, diciendo que «la respuesta del gobierno fue inepta» y explicando que los chilenos «no sólo están enojados por el precio del transporte. Pagan un montón por el sistema de salud y generalmente tienen que esperar largos períodos para ver un doctor. La educación pública es pobre. Las pensiones, manejadas por firmas privadas bajo un sistema establecido por el régimen de Pinochet, son bajas. La creciente inequidad aviva el enojo»12. Otros periódicos y otras voces empezaron a sumarse.

Desesperado por una situación completamente fuera de control, el gobierno decidió explorar esta veta que se salía del cauce de lo que había sido hasta ahora su política invariable, y el martes 22, el presidente declaró por televisión: «Es verdad que los problemas se acumulaban desde hace muchas décadas y que los distintos gobiernos no fueron ni fuimos capaces de reconocer esta situación en toda su magnitud. Reconozco y pido perdón por esa falta de visión»13 y anunció una «agenda social», que en realidad consistía en lo fundamental en una serie de subsidios del Estado a los menos favorecidos.

Las palabras conciliatorias, sin embargo, no fueron acompañadas por los actos correspondientes en las calles: los militares continuaron patrullando y el toque de queda no fue retirado, se multiplicaron las denuncias por la violación de los derechos humanos: disparos de perdigones a los ojos con estallido ocular, detenciones arbitrarias, torturas, palizas sistemáticas (una de ellas, con resultado fatal). Una violencia desmedida que no se dirigía a los saqueadores, sino a los manifestantes. Según el Instituto Nacional de Derechos Humanos (Indh)14, 585 heridos (302 por armas de fuego: balas, perdigones y balines) y 2948 detenidos (318 de ellos, menores de edad), que se agregaban a los 19 muertos que reportaba Carabineros.

Cada acto de represión, de arbitrariedad, cada paliza, cada herido, en vez de lograr disuadir a los que protestaban, echaba más leña a la hoguera y daba más motivos y decisión para responder. Y no eran precisamente unos pocos “violentistas” los que respondían: el viernes 25 se desarrolló la concentración más grande de que se tenga memoria en Chile —comparable sólo con la que despidió al régimen cívico-militar—, estimada en 1.2 millones de personas sólo en Santiago.

Viernes 25 de octubre

«La multitudinaria, alegre y pacífica marcha hoy, donde los chilenos piden un Chile más justo y solidario, abre grandes caminos de futuro y esperanza. Todos hemos escuchado el mensaje. Todos hemos cambiado»15 (trino de Sebastián Piñera, 25 de octubre).

Como por arte de magia, al día siguiente de la marcha, sábado 26 de octubre, se levantó el toque de queda en todo el país y los militares comenzaron a regresar a sus cuarteles. El enemigo poderoso e implacable había desaparecido, al menos temporalmente, de las declaraciones oficiales. Millones de personas en las calles exigían otra aproximación.


Para hacerlo, se anunció un nuevo gabinete. Dos de estos nombramientos simbolizan un cambio de estilo: el ministerio del Interior, personaje de rancia estirpe pinochetista, fue reemplazado por el juvenil Gonzalo Blummel, quien cuando comenzaba la nueva administración había anunciado «menos Excel y más Word». Cecilia Pérez, la vocera encargada de repetir el relato de que las evasiones y protestas eran dirigidas por delincuentes, fue sustituida por Karla Rubilar, quien había expresado su “emoción” con la marcha del 25.

Entre el 8 y el 25 de octubre, algo más de dos semanas, Chile había pasado de ser un oasis a un país en una sombría guerra y luego nuevamente a un país con futuro y esperanza, según su presidente. Brillaba el sol nuevamente.

Lo que ha sucedido entre ese viernes y el momento de escribir este reporte (14 de noviembre) hace ver este camino de esperanza más bien como una tupida selva, en particular porque debajo de los cambios abruptos en el tono del discurso del gobierno se sigue percibiendo la persistencia de una política inmemorial de las élites en Chile: el desprecio a esa “masa influenciable y vendible” a la que se refería Eliodoro Matte hace más de un siglo. El tratamiento a la protesta de esta “masa” con brutales medidas policiales, es sólo su corolario.Con esta arraigada forma de pensar no es raro que sólo hayan podido ver la evasión del Metro como obra de “delincuentes”. Es natural que hayan buscado frenéticamente un cerebro extranjero (o alienígena) detrás del estallido popular. No era concebible para ellos que la masa actuara con voluntad propia.

En una entrevista otorgada a El País de España el 7 de noviembre16, el presidente Piñera reafirmaba su concepto de Chile como oasis y atribuía el estallido social al… “malestar del éxito”. Este éxito del modelo chileno creó, según el presidente, una clase media amplia, pujante. “No supimos entender que había un clamor subterráneo de la ciudadanía [o sea, de esta clase media] por lograr una sociedad más justa, más igualitaria, con más movilidad social, más igualdad de oportunidades, menos abusos”. Este descubrimiento no explica, sin embargo, que las principales medidas anunciadas, sean básicamente subsidios para los menos favorecidos, o sea, precisamente para los que no forman parte de la clase media. La única respuesta concreta del gobierno para esta “clase media” que quiere una sociedad más justa y se moviliza políticamente son los perdigones en los ojos, que ya han dejado con pérdidas oculares a más de 200 jóvenes en Santiago, o sea, tratamiento de guerra, que sigue hasta la fecha de hoy aunque “hayamos cambiado”. 2.500 heridos, según la Cruz Roja o 7.000 lesionados, según el Ministerio de Salud, no expresan una transformación en el tratamiento policial a la protesta.

Por otro lado, sigue el presidente, “hemos visto una ola de violencia, de destrucción, provocada por grupos criminales organizados”. “Hay algo nuevo, distinto a lo que teníamos hace un mes atrás”. “Aquí hubo intervención de gobiernos extranjeros”. O sea, dos semanas después de las declaraciones “hemos escuchado” y “se abren caminos de futuro”, el presidente confiesa que no cree que el estallido que tiene hoy a su gobierno en la cuerdo floja corresponda a una auténtica voluntad de esa masa que él también considera “influenciable y vendible”.

En una situación ingobernable, en que la economía comienza a caer en picada, el camino que abre el gobierno para salir de su crisis se dirige a buscar acuerdos con una clase política desprestigiada deseosa de “reencauche”, que renueven la gobernabilidad perdida.

Si las élites no se desprenden de este enfoque profundamente clasista —que llevan en realidad incorporado a su ADN— el camino para comprender que se enfrentan a una masa que no es “influenciable y vendible” será largo y escabroso. Y es este aprendizaje el que se abre hoy para Chile.


La indignación

Es normal que desde arriba se lean los eventos sociales desde las estadísticas, la economía o la sociología. Y es natural entonces que las explicaciones del estallido que circulan por los medios masivos mencionen la profunda desigualdad, los bajos salarios, las pensiones de hambre, etc., escuchando e interpretando en clave económica a los manifestantes.

Desde abajo, sin embargo, desde la alegría y la rabia de la calle, la voz de los manifestantes expresa indignación: “No son 30 pesos, son 30 años”. No son ingresos y gastos, es tiempo de vida, es vida.

¿Qué provoca esta indignación?

La lista es muy larga, pero si se rastrea entre las consignas, carteles, comentarios, incluso memes y bromas que se vuelcan a la calle, se pueden encontrar hilos que por lo general terminan en la Constitución vigente.
Esta Constitución, ideada en dictadura y luego defendida y ratificada en los sucesivos gobiernos posteriores, tiene un núcleo duro, que es un principio ordenador, no sólo del orden jurídico, sino de la vida política, social y económica chilena. En terminología académica, se le llama “principio de subsidiariedad”, pero en la vida cotidiana lo que se percibe es aquello que le da sentido a este principio: el predominio del criterio del lucro. En los términos establecidos en la Constitución, el Estado es subsidiario, o sea, el objeto de la organización estatal es apoyar o complementar la acción privada. Y esta acción es regulada por el mercado. De esta forma, el Estado garantiza que nada obstaculice el acceso a la salud, la educación, la seguridad social… brindada por particulares, que se guían por la búsqueda de ganancias.

Este es el principio básico sobre el que se constituyó lo que se conoce como “modelo chileno”, y que es fuente de inspiración de las políticas económicas de moda en Colombia, Latinoamérica y el mundo. Y cuando el criterio del lucro es el punto de vista con el que se aborda la vida social y las relaciones con los demás, el resultado es una sociedad como la chilena: donde los empleos son precarios; los salarios, bajos; la educación y la salud, mercancías (y entonces, estudiantes y enfermos, “clientes”); los recursos naturales, “nichos” de negocios (y entonces, saqueados sin misericordia)… y los cargos públicos, por supuesto, la oportunidad de oro para enriquecerse.

El lucro, convertido en el eje de la vida social, como modelo económico, y el Estado para protegerlo, como ordenamiento constitucional, son el núcleo de este modelo, y los manifestantes lo comprenden muy bien. Porque han sentido en los huesos esta lógica interna del modelo, la propuesta de una Asamblea Constituyente que replantee las cosas desde cero se ha convertido en su principal reivindicación.

Por supuesto, los beneficiarios del modelo y sus operadores ya maniobran para apoderarse de esta aspiración y controlar la puesta en práctica de algo que ya ven inevitable.


https://www.mega.cl/nacional/278153-sebastian-pinera-chile-oasis-latinoamerica-democracia.html

2 Ellibero.cl: “Las evasiones masivas partieron por un meme”, por Bastián Garcés, 18 de octubre. https://ellibero.cl/actualidad/las-evasiones-masivas-en-el-metro-de-santiago-partieron-por-un-meme/
La Tercera, 17 de octubre.

https://www.latercera.com/nacional/noticia/evasiones-masivas-metro-superan-las-50-policia-dispone-uso-fuerzas-especiales/866137/amp/

4 Ibídem.
5 Cooperativa.cl: “Trabajadores de Metro por evasiones masivas: esto no se resuelve cerrando estaciones”, 17 de octubre.
https://m.cooperativa.cl/noticias/pais/transportes/metro/red-de-metro-en-alerta-ante-nueva-jornada-de-evasiones-masiva/2019-10-16/183559.html

https://www.latercera.com/nacional/noticia/evasiones-masivas-metro-superan-las-50-policia-dispone-uso-fuerzas-especiales/866137/amp/

7 ibídem.

https://m.cooperativa.cl/noticias/pais/transportes/metro/red-de-metro-en-alerta-ante-nueva-jornada-de-evasiones-masiva/2019-10-16/183559.html

https://www.chvnoticias.cl/trending/presidente-del-sindicato-de-trabajadores-de-metro-el-gobierno-esta-apagando-el-fuego-con-bencina_20191018/

10 https://www.df.cl/noticias/economia-y-politica/actualidad/cronologia-de-una-crisis-los-hitos-que-han-marcado-el-peor-momento-del/2019-10-27/004116.html

11 https://www.puranoticia.cl/noticias/nacional/filtran-audio-de-cecilia-morel-en-el-que-asegura-que-lo-que-viene-es/2019-10-21/233040.html

12 http://lanacion.cl/2019/10/21/the-economist-de-londres-critico-respuesta-inepta-y-discurso-divisivo-de-pinera/

13 https://elpais.com/internacional/2019/10/23/america/1571801980_305291.html

14 https://twitter.com/inddhh/status/1187544227045097473?s=08

15 https://twitter.com/sebastianpinera/status/1187887888069025794?s=20

16 https://elpais.com/internacional/2019/11/09/actualidad/1573313845_751195.html

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