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Canadá: Intriga y hostilidad contra Venezuela

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Mario R. Fernández

 

 

En Europa, y en todo el continente americano, los medios oficiales de comunicación demonizan a Venezuela, está claro que representan al poder económico. Sus aliados políticos hacen lo mismo diariamente atacando al gobierno de Venezuela y al pueblo venezolano que lo respalda legítimamente. Emerge una marcada agresividad que sabemos busca un fin; la presión crece y se vuelve cada día más insistente envolviendo a un creciente número de gobiernos, fuera de los habituales ataques de los gobiernos de Estados Unidos y España. Luego de las declaraciones de la Unión Europea que aplica sanciones contra Venezuela, algunos gobiernos latinoamericanos, no satisfechos con la injerencia continua del secretario de la OEA, Luis Almagro, verdadero ordenanza y conspirador mayor contra el país bolivariano, también se agrupan para atacar a Venezuela. Se trata de los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú, que se unen bajo el Grupo de Lima con el propósito de solicitar que las Naciones Unidas intervengan en Venezuela, con la excusa de “atender a la crisis y las continuas violaciones de los derechos humanos” allí.  En realidad se trata de traicionar la soberanía venezolana y justificar una intervención.  Recientemente, al cuestionable Grupo de Lima se le ha unido un nuevo socio, muy activo en esto de conspirar contra la soberanía venezolana, Canadá.

 

El Grupo de Lima, reúne a países de gobiernos cuestionables, por ejemplo al gobierno fraudulento de Michel Temer en Brasil resultado de la destitución golpista de la presidenta  constitucional Dilma Roussef en agosto del 2016, y al gobierno de Paraguay heredero del golpe de estado contra Fernando Lugo en junio del 2012, rápidamente reconocido incluso por Canadá que no lo cuestionó como anti-democrático. Se podría hablar de cada uno de los gobiernos de los países que forman el Grupo de Lima como cuestionables, opresivos y en general traidores a los intereses de sus pueblos, pero esto no parece preocupar al gobierno canadiense embarcado con ellos en la tarea de castigar a Venezuela por tener proyecto propio.

 

Más aún, Canadá, tampoco tiene una conducta honorable como para ejercer de juez en asuntos latinoamericanos. Su historia como país, en sus 150 años recién cumplidos, esta manchada por el genocidio, la opresión y hasta el presente racismo cubierto e incubierto contra sus pueblos aborígenes, contra inmigrantes afroamericanos y otros inmigrantes, además de una historia de explotación y represión respecto a las luchas reivindicativas de los trabajadores canadienses. En Canadá la realidad se transforma, no totalmente, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y gracias a la creación de un Estado de Bienestar Social. Con el curso de la guerra fría y luego de la guerra caliente, al decir de Fidel, en nuestros días, Estados Unidos, Europa Occidental, Australia y Canadá, se declaran enemigos de todo gobierno que implemente su propio proyecto de nación, tal es el caso de Venezuela.

 

Históricamente, Canadá no ha tenido una política externa independiente. Canadá,  resultado de la invasión y colonización por parte de dos imperios, el francés y el británico, hoy es el resultado de la formación de la Confederación Canadiense en 1867 en la que las colonias británicas de Canadá (Nova Scotia y New Brunswick) al Dominio de Canadá (Quebec y Ontario), con autorización de la Reina Victoria. Pronto, los gobiernos de la Confederación Canadiense representarían a los ricos del nuevo país que convivirían por un lado con las influencias británicas y por otro con las estadunidenses. Esta división se expresaría a lo largo de la historia de Canadá lo que limitó siempre su voz y su acción política propia como país independiente, notorio particularmente en su política externa, tanto económica como geopolítica.

 

Canadá ha estado siempre en contra de cualquier movimiento de liberación en los países del llamado Tercer Mundo,  apoyando gobiernos derechistas y golpes de estado, dictaduras y dictadores, que con el pasar del tiempo ha incluso reconocido como tales  reciclando de esta forma su cuestionable conducta con alguna crítica. Canadá ha considerado legítimos los quiebres constitucionales en  países de América Latina donde la fuerza  ha actuado en defensa del sistema capitalista, hablemos ya de dictaduras o de gobiernos enemigos de sus pueblos que han destrozado proyectos de justicia y favorecido la opresión, la tortura y la muerte de sus ciudadanos. El gobierno de Pierre Trudeau de los años 70 y principios de los 80 es visto por algunos, dentro y fuera de Canadá, como excepción. Pierre Trudeau tuvo un plan nacional de recursos energéticos, en contra posición de las multinacionales estadunidense, y mantuvo relaciones con Cuba en un continente en que solamente México tuvo la dignidad de mantenerlas y quebrar el aislamiento al gobierno revolucionario cubano. Trudeau fue interesante pero su política externa fue más de lo mismo como lo prueba su posición respecto a los internacionalistas canadienses de la Brigada Mackenzie-Papineau que lucharon en España en defensa de la república y contra el fascismo, en donde perdieron la vida 721 de los 1546 brigadistas participantes. Entonces, cuando quedaban unas docenas de veteranos sobrevivientes de esta saga, la más noble gesta militar que Canadá haya vivido y una historia oculta en este país, estos veteranos piden el reconocimiento que merecen en La Legión de Veteranos de Guerra, pero el gobierno de  Pierre Trudeau les niega todo reconocimiento simplemente por no perjudicar sus relaciones con el gobierno de Franco en España.

 

La posición del actual gobierno canadiense con respecto a Venezuela y otros países del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) no es tan sorprendente considerado la historia. Canadá estuvo involucrado directamente en la creación del golpe de estado en Haití (febrero del 2004) que destituyó y raptó al presidente constitucional Jean-Bertrand Aristide; fue parte de las fuerzas invasoras al territorio haitiano, junto con Francia y Estados Unidos.  Canadá apoya abiertamente el golpe de estado contra el gobierno de Manuel Zelaya en Honduras (junio del 2009). Canadá participa en la destrucción de Yugoeslavia (1999) bombardeada por 78 días, y la de Libia bombardeada por más de 80 días y destruida (2011). Afortunadamente Canadá no participó en la agresión contra Siria, que no se concretó gracias a la intervención de Rusia.

 

El gobierno canadiense ha jugado un papel entrometido en América Latina como protector de las operaciones de corporaciones mineras allí, las corporaciones mineras canadienses son el 75 por ciento de todas las compañías mineras del mundo, 1200 en total y muchas de ellas operando en América Latina, principalmente en México y Chile y con activos  en el continente de más de 150 mil millones de dólares. Muchas de estas compañias canadienses han actuado con completa impunidad en América Latina usando incluso organizaciones criminales en contra de quienes se oponen a los daños que causan sus operaciones. Los datos de violaciones a los derechos humanos y al medio ambiente por parte de las mineras canadienses en América Latina y el resto del mundo  han sido publicados ampliamente en los medios de comunicación canadienses en los últimos años.

 

El odio enfermizo de ciertos sectores de la oposición venezolana contra el gobierno bolivariano se viene manifestando por más de 15 años; este odio se ha extendido a otros paises como Canadá, donde se hizo más relevante a partir del 5 de marzo del 2013 fecha en que fallece Hugo Chávez, líder del proceso bolivariano venezolano y continental. Ese día el ex-Primer Ministro de Canadá  Stephen Harper en vez de expresar sus condolencias por un mandatario fallecido se alegró públicamente por la muerte de Chávez y dijo que era una buena noticia agregando: “Yo espero que la gente en Venezuela pueda ahora construir un mejor futuro.”  Estas demostraciones de odio desde Canadá contra Venezuela se han hecho más comunes desde que el ex-Presidente de Estados Unidos, Barrak Obama en marzo del 2015 firmó el decreto que declaraba a Venezuela una “amenaza a la seguridad nacional de Estados Unidos.”

 

El ataque contra Venezuela desde Canadá se ha hecho cotidiano, trasmitido mayormente por la Ministra de Asuntos Exteriores Chrystia Freeland. La sanción al Presidente venezolano Nicolás Maduro y a otros 18 funcionarios venezolanos, apoyada por la prensa canadiense, y que Canadá junto a Argentina y a Costa Rica se reúnan, por encargo de la OEA, a estudiar la manera como acusar al gobierno venezolano ante la Corte Penal Internacional por delitos de lesa humanidad es increíble. La hipocresía que estamos viviendo sólo se asemeja a tiempos del fascismo. Canadá ignora los crímenes que suceden en México donde miles de personas son asesinadas, entre ellas docenas de periodistas, con total impunidad. En Colombia, más de 160 líderes sociales han sido asesinados en los últimos 2 años y hay miles de prisioneros políticos, pero nadie parece notarlo. Canadá no parece preocuparse por el infierno de vida cotidiana que sufren los más pobres en Brasil, Guatemala u Honduras, ni por la represión y asesinatos de las fuerzas de seguridad contra el pueblo de Honduras que reclama por el reciente fraude electoral. Canadá no ha denunciado nunca por las violaciones a los derechos humanos y crímenes contra el pueblo Mapuche en Chile y Argentina.

 

Veremos con seguridad nuevos ataques contra Venezuela de parte del gobierno canadiense y de otros gobiernos, se extenderán estos ataques a los países del ALBA, como Nicaragua, que ya ha sufrido la aprobación en octubre pasado por el Congreso de Estados Unidos de la “Nica Act” que puede pasar por el Senado también, ley con que se intenta bloquear económicamente a Nicaragua y castigar de esta forma al gobierno sandinista, el país intrigante será seguramente su vecino Costa Rica, igual que el trabajo sucio contra Venezuela lo hace Colombia. Bolivia no ha de escaparse, particularmente si Evo Morales va como candidato a presidente, aumentará la presión sobre Bolivia y seguramente para esa tarea el imperialismo cuenta con Chile, cuyos gobiernos siempre han mostrado falta de respetos por el pueblo boliviano, parte quizás de sus propios complejos y odio a una nación auténtica e indigenista como Bolivia.

 

Es una maquinación de infamia que se ha venido construyendo y en la que Canadá juega un papel relevante, lamentablemente, contra un país soberano como Venezuela que además  jamás le ha agredido, ni ha agredido a nadie, sino todo lo contrario se ha mostrado solidario y generoso en ayudar a otros pueblos y ha usado la solidaridad como herramienta de política internacional. Afortunadamente, la capacidad táctica del imperialismo y de sus agentes en las oligarquías latinoamericanas no es infalible, y si bien es cierto que organizaciones como CELAC  (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) y UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) han sido neutralizadas, y los medios de comunicación estatales como Telesur podrían dar una batalla de ideas más eficientes ya que la razón es bolivariana, son los movimientos populares politizados y activos y las fuerzas armadas nacionales que apoyan a sus pueblos los bastiones de la resistencia. Es de esperar que la fortaleza continúe con la razón de su parte y se sigan defendiendo estos paradigmas latinoamericanos de transformación social en momentos transcendentales como estos.

 

 

 

 

 

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