Arturo Alejandro Muñoz
Queridísimo hermano Pablo, has partido temprana y repentinamente y mi corazón estalla en un dolor que no cesa de gritar tu ausencia. En la nueva dimensión que acoge tu llegada encontrarás a varios de nuestros inolvidables amigos de ayer, nuestros compañeros de luchas y esperanzas. Sé que te unirás a ellos en un abrazo de nubes.
Diles, por favor, que una vez más mi alma de contrabandista, ermitaño de los montes y saqueador de fortunas mal habidas, debe agradecerles con emotiva sinceridad la estupenda conversación que sostuvimos durante tanto tiempo en la guarida de los esperanzados.
El magnífico recorrido cósmico y estelar que allí se realizó, con abundamiento de anécdotas olvidadas por los ignorantes que creen ser sabios, y por los sabios oficiales que en realidad son iletrados a fuerza de servilismo, condujo a mi yo interno hacia las cavernas iluminadas con las lágrimas de Platón, incandescentes merced a las sonrisas de vestales y pitonisas de la caverna del Minotauro.
Fue, a no dudar, la mejor época de esta perenne primavera. Imposible no crecer con la guía por ellos proporcionada alrededor de las cinco neuronas que distinguen mi escuálido intelecto de aprendiz…tozudo al grado de la insoportable levedad del ser.
Diles, por favor, que estoy por llegar. Que me esperen -como es habitual- con una andanada de promesas de mejor vida y mayor emprendimiento. Llevaré en mi morral las fresas silvestres recogidas en el país de las sombras largas y una carta que me entregó para ellos el lobo estepario. Que enciendan la hoguera de las vanidades y abran el boquerón de la quimera del oro, pues celebraremos con chacolí doñihuano ese esperado reencuentro.
Ve y diles, hermano, que más temprano que tarde mi partida habrá de ser.
*Gracias werkén rojo por permitirme expresar mi dolor.
