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Q E P D: de la inutilidad del PS y de las razones que aconsejan hacerlo desaparecer

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El daño provocado por la dictadura aún deja sentir sus atroces consecuencias. Una de las peores tiene que ver con la destrucción del Estado, y la degradación de la acción política en transacciones de mercado. La reconstrucción de un pensamiento republicano y democrático comenzó hace tiempo. Desnudar la desvergonzada apostasía y la traición es una tarea imprescindible para regresar a una práctica política decente.:

 

Q E P D

de la inutilidad del PS y de las razones que aconsejan hacerlo desaparecer


Luis Casado



Índice

de qué va el tema
las razones
la inutilidad
el abandono
la repudiación de la idea
socialismo irreal
regreso al punto de partida
¿a quién cree engañar el ps?
¿qué hacer?
nuestra respuesta



de qué va el tema…

Hace ya algunos años, ante la evidencia de la deriva acomodaticia del partido socialista de Chile para con la institucionalidad legada por la dictadura y su activismo consciente en la profundización del modelo económico impuesto a sangre y fuego en los años de la satrapía militaro-civil, hice pública una de las cuestiones que, a mi juicio, era indispensable resolver:

¿El PS es parte de la solución o es parte del problema?

Hoy por hoy plantear esa cuestión denotaría una inconmensurable ingenuidad. A tal punto quienes fueron o son aun militantes socialistas, y con ellos los aliados de la Concertación, los adversarios de la otra derecha, los chilenos privados de derechos ciudadanos y transformados en “gente”, en suma todo dios, conoce la respuesta.

De ahí que —prosiguiendo con una reflexión que creo necesario y útil llevar hasta las últimas consecuencias— haya estimado necesario resolver una interrogante que surge de la precedente.

Si el Partido Socialista es parte del problema: ¿Hay alguna razón que aconseje hacerlo desaparecer? Esta nota tiene por objeto responder a dicha cuestión. Exponer las razones.

En ese empeño sirven los esfuerzos llevados a cabo en otros sitios del mundo: la agonía de la idea socialista es cosa planetaria.

No sólo porque algunas de sus múltiples variantes se hundieron definitivamente con la caída del muro de Berlín, la desaparición de la URSS, el desarrollo del capitalismo chino, los desvaríos de un déspota poco ilustrado que accedió al poder en Corea del Norte mediante el improbable pero seguro y muy antiguo método de la calidad hereditaria que procuran los lazos de sangre(1), sino porque lo que precede aceleró la muerte del llamado socialismo democrático.

1. ¿Quién hubiese podido imaginar que el poder hereditario propio de las mo- narquías llegaría a ser frecuente en los “socialismos reales”?

Este último —que ejerció de baluarte contra el comunismo en lugar y nombre del capitalismo atemorizado por sus propios fracasos y por los primeros avances del “socialismo real”— apenas pudo esperar la caída de Gorbachov para desmantelar con premura y celo el Estado del bienestar —o Estado providencia— que, digan lo que digan, no fue generosidad capitalista sino el producto de las luchas de los obreros europeos.

Sin la amenaza comunista, real o inventada, la socialdemocracia resulta innecesaria.

De ahí que este texto aproveche las reflexiones desarrolladas bajo otros cielos y, en particular, la llevada a cabo en Francia por Jean François Kahn(2), y recoja al mismo tiempo el producto de los análisis que he producido a lo largo de casi veinte años dedicados a la redacción de artículos políticos y económicos (mis “paridas”), frecuentemente alimenta- dos por las cavilaciones de otros militantes entre los que conviene mencionar a Gustavo Ruz, a Alejandro Kirk y a Armando Uribe Echeverría.

2. Jean-François Kahn. Pourquoi il faut dissoudre le PS. Ed. Larousse. Paris. 2008. J-FK milita en la DC francesa, aquella con la que una parte del PSF desea aliarse y que la otra rechaza con suma hostilidad. En el texto recojo unas cuantas formulaciones suyas.

Este texto intenta, pues, responder a la cuestión for- mulada más arriba:
¿Hay alguna razón que aconseje hacer desaparecer el PS?

las razones…

Al salir de la dictadura, en un proceso gradual pero cuya rapidez desafía el entendimiento, el PS —esa casa de locos en el seno de la cual bajo el puño algo tembloroso y el verbo basto de Camilo Escalona un Ricardo Lagos se creyó Bonaparte (le petit), un José Miguel Insulza se pretendió Talleyrand y un Marcelo Schilling se viste con las ropas de Fouché— terminó por parecerse a los Balcanes: cada corriente se petrificó en etnia, depuró el territorio del cual pudo apoderarse, ubicó a su cabeza un toqui, un jefe de guerra tribal que vendió el partido y el militante de a pie al mejor postor.

Desde entonces habría que comparar el PS al Cáucaso, más precisamente a Georgia. Osetia del Sur y Abjasia ya hicieron secesión. Es probable que la hemorragia continúe. La región de Akherkhalaki no disfruta mucho del poder omnímodo y corrupto de Mikhail Saakashvili, cuyo “liderazgo” le debe mucho al apoyo e inspiración que vienen de Washington.

En el PS, algunos de cuyos dirigentes hicieron el peregrinaje a la capital yanqui, se multiplican las tribus y las tendencias, las corrientes y “sensibilidades”. Esta corre con colores propios, aquella se acerca a la DC, la otra se ofrece al PPD, hay quien piensa que Piñera no es tan malo e incluso quién va a felicitar a Jovino Novoa, el flamante nuevo presidente del Senado.

Los más lucidos se van, para situarse en una especie de limbo inofensivo, o para continuar el combate bajo otras banderas. La fracción constituida por funcionarios —militantes a contrata— calla, baja la cerviz, cobra. Y cuando es necesario y se le ordena, vota.

Al constatarlo, al decirlo, no se trata de excomulgar la idea socialista, que de todos modos, como todas las ideas y particularmente las dotadas de pertinencia, sobrevivirá a todas las condenas e incluso, gran hazaña, a sus propios pretendidos defensores.

¡Sería el colmo no poder ser “socialista” cuando se puede ser Legionario de Cristo, miembro del Opus Dei, pretender que el universo fue creado en seis días ni uno más ni uno menos, o bien adorar el mercado, preconizar y practicar el retorno a la ley de la jungla yendo demasiado frecuentemente hasta comportarse como un esclavista o como un vulgar traficante!

Los mundos modelados por el hombre y las sociedades que vinieron con ellos fueron, frecuentemente, mundos previamente imaginados, sociedades pensadas ex ante.

Ahora bien, raramente ha habido tanta necesidad de imaginar otro mundo y de pensar otro modelo de sociedad. La humanidad vive una mutación ambiental, económica, social y cultural de tal amplitud que, o bien somos colectivamente capaces de movilizar esa dinámica en provecho de nuestro propio modelo, o bien seremos nosotros mismos los que seremos modelados por esa dinámica ya enloquecida.

Como Victor Frankenstein, podríamos ser víctimas de nuestra propia creación(3).
He ahí porqué vuelven a ser necesarios los portado- res de alternativas. Y por el contrario, son inútiles los mismos repetidos actores de su propio proceso de auto reproducción.

3. Como se sabe, en la novela de la escritora inglesa Mary Shelley, Victor Fran- kenstein es el joven doctor que crea el “monstruo”. Abusivamente se le ha dado el nombre de Frankenstein a este último.

En este sentido, un partido como aquel en que se ha transformado el Partido Socialista de Chile, no sirve para nada. Sólo su desaparición podría favorecer la emergencia de nuevas fuerzas portadoras de un proyecto innovador que, gracias a nuevas alianzas, permitiese ampliar el universo de lo posible.

El PS, encerrado en el mundo de ayer, utiliza un discurso de antes de ayer como coartada a su sumisión a la peores desviaciones del mundo de hoy, incapaz como es de preparar, de pensar y de anticipar el mundo de mañana.

He ahí algunas de las razones que aconsejan la desaparición del PS.

El nuevo capitalismo, controlado por los poderes financieros y deshumanizado como nunca en su historia, está expulsando ineluctablemente de su esfera de dominación los avances del liberalismo emancipador del individuo y los aportes de la revolución democrática portadora de emancipación colectiva.

Sin que el PS esté en situación ni sea capaz de oponerle el menor contra-proyecto social, humanista.

He ahí otra razón para que el PS desaparezca.

Frente a la ofensiva más brutal, más eficaz, y sin duda más inteligente de los últimos treinta y cinco años por parte de las fuerzas regresivas —ofensiva que se pudo vencer en los años setenta gracias a la unidad del pueblo— el PS aparece como un obstáculo a la construcción de toda nueva alternativa.

El PS es parte del problema. Razón más que suficiente para que el PS desaparezca.
Porque en el PS es imposible, por inocuidad ideológica, confrontar el desafío lanzado por una dinámica neoliberal intrínsecamente portadora de inseguridades de todo tipo (laboral, económica, física), y porque el PS limita la lucha contra la inseguridad al combate contra el pequeño delincuente y el mini traficante, olvidando de adrede la precariedad potenciada por el dominio del gran capital con el cual el PS colabora.

Porque a fuerza de querer hacer del individuo el instrumento casi pasivo del determinismo social, el PS ha contribuido a hacerle aceptar el mundo tal cual es, sin proponerle pensar el mundo como podría y debiese ser.

Porque el PS ha perdido el contacto con aquellos para los cuales la libertad y la seguridad están prioritariamente constituidas por la posibilidad, la simple posibilidad, de ganarse la vida.

Porque por pusilanimidad conceptual ha desertado y abandonado el terreno ineludible de la lucha social a los “extraparlamentarios” y “díscolos” de todo tipo, abandonando a su suerte a los trabajadores y a un movimiento sindical agonizante.

Porque el PS ha favorecido la desvalorización económica y social del trabajo —iniciada por los potenciadores de la eficacia neoliberal— participando imprudentemente en su desvalorización ontológica.

Porque el PS ha aceptado —e intenta hacer aceptar— la educación y la salud como fuentes de lucro, y sus dirigentes participan activamente, testaferros mediante, en la colecta de los beneficios.

Porque en vez de proclamar la unidad de la nación latinoamericana, el PS se suma a los aullidos xenófobos y nacionalistas del neofascismo local.

Porque el PS protege y profundiza la institucionalidad legada por la dictadura y el modelo económico que satisface las ansias de rentabilidad exacerbada de capitales nacionales y extranjeros.

Porque el PS ha llevado hasta la esquizofrenia más lamentable el divorcio de las palabras con las cosas que suponen designar.

Porque las traiciones patentes que lo minan son el fruto de las traiciones latentes en que navega.

Porque al amor universalista del género humano sustituyó poco a poco el odio sado-masoquista de sí mismo —esa culpa que lo corroe— y un comportamiento errático que intenta justificar de algún modo día tras día.

Porque el PS en vez de movilizar desmoraliza, y en vez del ministerio de las masas prefiere la sub-secretaría de la tribalidad.

Porque el PS ha terminado por despreciar al pueblo que le falta, instrumentalizando con este fin el concepto abusivamente utilizado de “progresismo”.

Porque la dirigencia del PS ha puesto, para dispararle en la espalda a los suyos, el ardor que ya no consagra en convencer a los suyos de dispararle al enemigo(4.)

4. En estos días (abril 2009) Gonzalo Martner, ex presidente del PS y actual Em- bajador de Chile en España, debe defenderse públicamente de los ataques —a su juicio arteros e injustificados— de los cuales Ricardo Núñez le ha hecho objeto en La Tercera (29 de marzo y 12 de abril). Es conocida la grotesca disputa entre Escalona y el presidente del PRSD, José A. Gómez, con ocasión de las “primarias” efectuadas en la VI y VII regiones. Los ejemplos abundan.

Porque los dirigentes del PS se integraron poco a poco, existencial y mentalmente, a la “esfera” que sus propios militantes, excluidos de ella, aborrecen.

Porque el PS ha integrado en su seno, y solo en su seno, todos los antagonismos y todas las contradicciones de las cuales pretendía ser el partero en el seno de la sociedad.

Porque el PS, en un solo empeño, niega la realidad y asesina los sueños, hunde los reencuentros y sabotea las resistencias.

Por todas estas razones es de apremiante urgencia hacer desaparecer al PS.

No en las mazmorras de la dictadura, ni en las profundidades del océano en el que arrojaron los restos mortales de los desaparecidos, ni en los directorios de las multinacionales que frecuentan sus dirigentes, ni en las elegantes oficinas dispuestas para quienes construyen su propio futuro en las sinecuras que distribuye el imperio, ni en la fusión confusión de una entelequia única —PS, PPD, PRSD— para correr tras una Internacional agonizante.

Simplemente proclamando su disolución.

Para hacer posible el renacimiento de la organización popular, para resucitar a los muertos a los que se les falta el respeto cada vez que se les vuelve a sepultar con flores hipócritas, asépticas, desprovistas de mensaje.

Para salvar el socialismo como idea, para resucitar la organización popular, hay que comenzar por hacer desaparecer el PS.

Este PS. Que hace ya mucho tiempo no es ni partido, ni socialista.

la inutilidad…

No hace mucho eran “laguistas”, antes de devenir “insulzistas”, quedarse huérfanos de candidato y gracias a un recurso circense, una especie de triple salto mortal in- vertido, hacia atrás, muy atrás, transformarse en “freistas”.

Los herederos del avión rojo y de la República Socialista de Marmaduke Grove, los legatarios de Eugenio Matte Hurtado, de Oscar Schnacke, de Eugenio González Rojas y de Salvador Allende, se transformaron en tropas de refuerzo de un heredero accidental de la Falange…

En la historia partidaria hubo precedentes. Hubo quien votó la Ley de defensa de la democracia, quien apoyó al mismo Carlos Ibáñez del Campo que había encarcelado a un joven dirigente universitario llamado Salvador Allende. Incluso quien organizó un grupúsculo de socialistas pinochetistas creando el Partido Socialista Auténtico (sic) con el concurso del entonces ministro del interior de la dictadura Sergio Onofre Jarpa.

En la DC hubo quien fue a golpear a las puertas de los cuarteles, aplaudió el golpe de Estado e incluso —antes de intentar negarlo— pretendió públicamente que los partidarios de Salvador Allende estaban armados hasta los dientes. En premio, Patricio Aylwin fue ungido sucesor — con más retraso del que él mismo hubiese deseado— del dictador.

El matrimonio del congrio y el huemul fue posible gracias, entre otros, a una voluntaria amnesia colectiva y a la adopción como propios, por parte de los socialistas, de los intereses del adversario. Ahora los socialistas son “freístas”.

Pero ante la evidencia del rechazo del pueblo de Chile a los partidos políticos en general, y al PS en particular, éste autoproclama su inutilidad como organización política absteniéndose de participar en el comando de su flamante candidato.

Es verdad que uno de los principales consejeros de Frei, el abogado Juan Pablo Hermosilla, decreta que los partidos políticos de la Concertación “tienden a ser excluyentes y están divorciados de las necesidades de la gente”(sic) (5).

5. Revista Qué pasa. 10 de abril de 2009.

Al vocero de Océanos Azules, organización que reúne el equipo programático de Frei, no parece inquietarle que el candidato haya sido designado por los mismos partidos que él califica de “excluyentes y divorciados de las necesidades de la gente”(6).

6. El programa del candidato Frei lo prepara un “think tank”… como es el caso de Piñera. ¿De qué sirven los partidos políticos? Para dar cobertura territorial, Escalona dixit. O sea para el “puerta a puerta”. Otros piensan…

Tal vez porque el propio Camilo Escalona, presidente del Partido Socialista y vocero de la Concertación, justifica la exclusión de su partido de la campaña asegurando que “Frei debe tener toda la autonomía necesaria para que su campaña sea exitosa y tenga la máxima amplitud y con- vocatoria” (sic) (7).

7. Servicio de Prensa del PS. 14 de abril de 2009.

Eminentes tareas en las cuales la presencia del PS aparece como inútil e innecesaria…

el abandono…

En Chile, en el año de gracia de 2009, un partido cuya profesión de fe original todavía le genera envidia a la izquierda latinoamericana y mundial, declara y practica su apego a la economía de mercado y proclama su adhesión a las reglas que regentan el funcionamiento globalizado del capitalismo neoliberal.

Y sigue enarbolando, no muy orgullosamente, la aguerrida apelación de “Partido Socialista”.

¿Quiere decir que su conversión actual es sólo astucia, ardid, y que en realidad el PS todavía aspira a la construcción de una República Democrática de Trabaja- dores?

¿Que hace suyos los objetivos y las ideas por los que murieron Llanos, Bastías y Barreto?

¿Que aún cree en la vía chilena al socialismo, ese sendero revolucionario y democrático sembrado de botellas de vino tinto y de empanadas?

¿Que la palabra de Allende y sus seguidores guía hasta ahora la reflexión y la praxis —oculta por el momento, estratagema obliga— de sus dirigentes?

La nacionalización del cobre y de las riquezas básicas, la de los monopolios, la restitución a la colectividad de los medios de producción y la instauración de un poder popular por encima del poder arrancado a la burguesía como resultado de la lucha de clases (Allende hablaba de lucha de clases… él), ¿Aun hace parte del ideario socialista?

Seamos claros, ni siquiera Iván Moreira, en su inigualable estulticia, osaría pretenderlo.

¿Quién podría prestarle al PS tan siniestras intenciones? ¿Evelyn Matthei, ahora que Pinochet está en el infierno?

Jovino Novoa, ese esbirro de corcho de la dictadura, no lo haría, él, que benefició del apoyo de un par de parlamentarios elegidos con votos socialistas para llegar a la testera del Senado y recibió las cálidas felicitaciones de Ricardo Núñez, ex secretario general del PS, ex presidente del PS, ex esto, ex lo otro, y ahora simplemente ex…

¿Acaso el reformismo del PS, su “progresismo”, no es sino una táctica como la teorizada por Léon Blum en Francia y por Karl Kautsky en Alemania en los años 1920 —frente al bolchevismo revolucionario de Lenin— que busca por etapas, mediante una serie de reformas sucesivas, la abolición del capitalismo en nombre, precisamente, de un ideal socialista?

Es poco probable que haya un solo militante socialista activo que lo pretenda, ni tampoco un único militante de la UDI o de RN para sospecharlo.

Es poco probable que los militantes —funcionarios a contrata— hayan jamás oído hablar de Léon Blum, ni de Karl Kautsky. Y aun menos de Lenin.

la repudiación de la idea

¿Entonces?

Dimisionario por desánimo, desaliento, hastío o lucidez ¿nuestro bravo PS cultiva la nostalgia de lo que tuvo que repudiar o de lo que tuvo que renegar?

¿Existe acaso un régimen o una experiencia socialista que el PS persiste a considerar, si no como un modelo, al menos como un experimento interesante, loable, digno de interés?

¿Cuál?

El PS no asume ni excusa ninguno.

Si se excluye un tardío acercamiento a la Internacional Socialista agonizante, cuyos miembros desmantelan, tan rápido como pueden, los Estados de bienestar con los que se enfrentaron al comunismo, al socialismo real…

Ningún socialismo realizado, o en curso de realización, ha encontrado o conservado la simpatía del PS.

A pesar de contactos establecidos a través de las comunidades establecidas en Chile, en los cuales los militantes de ese origen jugaron algún papel, ni el socialismo sirio, ni el iraquí, ni el argelino, ni el yugoslavo, ni el israelita de los kibutz, se hicieron carne en la estima de la dirigencia del PS.

Ni tampoco el de Corea del Norte, ni el socialismo albanés, ni el somalí, ni el etíope, ni el de la República de Benín, ni el de Guinea, ni el malgache, ni el tanzanio, ni el rumano, ni el soviético, ni el chino, ni el vietnamita, ni el checo, ni el alemán del Este del cual tanto se vivió en tiempos duros, ni el socialismo cubano que fue hasta darle formación a los futuros combatientes que los capitanes Araya debían enviar a ponerle término a la dictadura.

Ninguno.

Ni siquiera los procesos socializantes de la hora actual, ni el de Bolivia, ni del de Ecuador, ni el de Venezuela, ni el de Nicaragua, ni el de Paraguay, ni el más reciente de El Salvador, todos ellos observados con displicencia, desgana, desinterés, indiferencia, cuando no con declarada hostilidad.

No habiendo, ni Brasil ni Uruguay, albergado nunca ningún propósito al respecto, no pretendiendo ni queriendo ser confundidos ni por broma con algo que se asemeje a socialismo… la dirigencia socialista chilena se permite alguna arrogante condescendencia con Tabaré Vásquez y con Luiz Inácio Lula da Silva.

Sólo Cristina Fernández de Kirchner logró interesar al secretario de relaciones internacionales del PS, el inenarrable Jaime Gazmuri, al punto de hacerle viajar hasta Buenos Aires para estar presente en las horas del triunfo del peronismo estilo K…

Peronismo, ese neofascismo en el que se reclutan en Argentina las víctimas y los victimarios, los torturados y los torturadores, los desaparecidos y los criminales…

¿Nostalgias falangistas?

El PS de hoy quiere jugar en las grandes ligas, ganar admisibilidad entre la gente bien, transformar el amor de los empresarios que premió a Ricardo Lagos en un asset (8), de preferencia high yield (9) y transable el asset, en los mercados en los que esas cosas se transan.

8. Asset : activo.
9. High yield : de alta rentabilidad.

También hay que decir que el balance de las experiencias del “socialismo real”, calamitosas, tanto en el plano humano como en el plan económico, de dulce y de agraz en los planos social y cultural, y sobre todo sus prácticas de gobierno muy frecuentemente atentatorias a los derechos individuales y a los principios democráticos, no le permiten, así fuese a estos supuestos socialistas (en realidad sobre todo a estos), adoptar una actitud que no sea la del distanciamiento que hace oficio de exorcismo.

Hoy por hoy es la derecha neoliberal la que confiesa la fascinación que ejercen sobre ella la China “socialista”, e incluso el Vietnam que sigue proclamándose comunista.

Son los dirigentes de la UDI los que viajan a Cuba en busca de oportunidades de negocio. Los que van a Bolivia. Los socialistas —ellos— se acaban de descubrir una repentina simpatía por el Dalai Lama y por el Tíbet…

El imperio —¿pero, existe aún el imperio?— fascinación o no, necesita los dólares chinos. El petróleo venezolano. El pragmatismo siempre fue cualidad adosada al carácter norteamericano, y visto que el dinero no tiene olor…

En alguna época, entre los años 1950 y 1960, algunos socialistas se entusiasmaron —por oposición al estalinismo— con el socialismo pretendidamente autogestionario yugoeslavo. Era la época en la que Oscar Weiss escribía su
Amanecer en Belgrado.

Más tarde, los socialistas fueron decididos partidarios de la descolonización en África, en Asia y en América Latina, fueron ardientes defensores del Vietnam heroico que terminó derrotando al imperio, solidarizaron con la revolución cubana, formaron parte de la OLAS y de la OSPAAAL y enviaron a Walterio Fierro como su representante permanente en La Habana, escribieron en la revista Tricontinental, tuvieron veleidades de No Alineados.

La solidaridad de los socialistas con el movimiento tercermundista y la lucha antiimperialista llevó a algunos jóvenes magníficos a ofrendar su vida en la guerrilla de Che Guevara en Bolivia y al propio Salvador Allende a jugar su prestigio de presidente del Senado chileno para proteger a los sobrevivientes.

La victoria de Salvador Allende al frente de una vasta coalición de izquierdas hizo de Chile un lugar señero en el mapa mundial de la lucha por el socialismo, el primer país en el que los revolucionarios (¡Sí! Revolucionarios…) llegaron al poder por medio de elecciones democráticas.

Los socialistas chilenos le abrieron un mundo de posibilidades a la transformación social por la vía democrática, contribuyeron poderosamente a hacer posible el triunfo de François Mitterrand en Francia en 1981(10), y más tarde la victoria en las urnas de los líderes latinoamericanos antiimperialistas.

10. Una vez elegido Primer Secretario del PSF en el Congreso de Epinay, Francois Mitterrand destinó su primer viaje internacional a Chile, en donde se entrevistó con Salvador Allende. Eran las premisas del “Programa Común” en Francia.

Junto con provocar profundas transformaciones sociales, económicas, políticas y culturales, el gobierno democrático de Salvador Allende concitó el odio preferente de un presidente estadounidense rufián, destinado poco después a ser despojado ignominiosamente de su cargo no sin antes haber organizado, financiado y dirigido el cruento golpe de Estado que hizo del partido socialista y de sus aliados la comunidad de los fusilados, de los desaparecidos, de los torturados, de los perseguidos.

Paradójicamente, el mismo partido socialista —otros tiempos, otros hombres— participó activamente en las negociaciones que, a espaldas del pueblo de Chile, iban a consagrar el retorno a un simulacro de democracia a cambio de la más completa impunidad para los criminales.

Uno de ellos, Jovino Novoa, se eleva hoy a la categoría de segunda autoridad del Estado y eventual sucesor a la presidencia de la República en caso de desaparición de la Presidenta en ejercicio. Y, como queda dicho, recibe las felicitaciones de Ricardo Núñez, ese minúsculo apóstata que justificó en la Escuela Militar el golpe de Estado financiado por el imperio(11).

11. Ricardo Núñez. Discurso en la Escuela Militar. 07/12/2004.

Paradójicamente fue Camilo Escalona, un mediocre dirigente de trayectoria plana, que llegó a la cúspide gracias, entre otros, a la ausencia de toda una generación de brillantes líderes asesinados, desaparecidos y exiliados, el que —durante la administración de un Presidente presuntamente socialista, Ricardo Lagos— aceleró el proceso de transustanciación de lo que quedaba de socialismo.

Y que después de haber ingurgitado, digerido y excretado las enseñanzas y las experiencias del “socialismo real”, terminó por imponer este “socialismo virtual”, tan funcional al modelo institucional y económico heredado de la dictadura.

El PS, después de haber vivido relativamente impermeable a todas las experiencias de realización del socialismo bajo cualquiera de sus formas —leninista, maoísta, kimilsunguista, enverhoxista, titista, castrista, baasista, nasserista, boumedienista, africana, asiática, árabe, balcánica, latinoamericana, escandinava, ortodoxa, heterodoxa, civil o militar, glacial o tropical, etíope o birmana, eslava o teutona, nordista o sudista, austera o excéntrica, hereditaria o mandarinal, exótica o conformista, neo prehistórica en plan khmer rojo o neo modernista en plan chino, verbofílica estilo Fidel o verborreica estilo Chávez, vestida de djellaba, de guayabera, de bubú, de sari, de camisa roja, de blusón gris o de traje azul— terminó por rechazar vomitivamente hasta su propio intento, enviando al baúl de los recuerdos —para no decir al basurero de la historia— el vino tinto y las empanadas de la vía chilena al socialismo, vino tinto y empanadas ventajosamente reemplazados por el whisky y la comida chatarra. Como un Ricardo Solari cualquiera(12).

12. Ricardo Solari, Ministro del Trabajo de Ricardo Lagos, fue a comer hamburguesas para “descartar” el peligro que representaba la presencia de la bacteria que provoca el Síndrome Hemolítico Urémico (SHU) en los productos de una transnacional yanqui. Se trataba de devolverle al público la confianza perdida cuando un honesto funcionario de SESMA le aplicó una multa al conocido Mc Donalds. Ricardo Solari fue a participar en una “degustación” de Escherichia Coli Enterohemorrágica junto al subsecretario de Salud Ernesto Benkhe, enviado por Michelle Bachelet, entonces ministra de Salud.

Descartando, como un baldón obsolescente, la especificidad del socialismo chileno que antes que nadie, en el ámbito planetario, había advertido la inviabilidad del
socialismo soviético y la catástrofe inevitable del capitalismo primitivo y brutal, como lo había adelantado con aún más anticipación Karl Marx, otra víctima del vergonzante aggiornamento del PS.

Justo cuando le tocaba ser el portador de lo nuevo, de la expresión de una posible síntesis salvadora de la humanidad, el PS aparece en un oscuro rincón, como una desagradable telaraña, aguardando las migajas que eventualmente deje la elite dominante y usufructuaria del capitalismo más salvaje que ha imperado en Chile.

Justo cuando le tocaba ser el demiurgo del cambio social, portador de la utopía posible, mensajero del sueño realizable, el PS pasó a cumplir, en un abrir y cerrar de ojos, el papel de carroñero de los estragos causados por el capitalismo que fue, antaño, el enemigo jurado.

Las experiencias socialistas, incluso las suyas propias, descomponen al PS, le hacen vomitar.

¿Quién reivindica hoy en el PS la aventura del avión rojo, la gesta de la Revolución Socialista de 1932, la construcción del movimiento popular que llevo al poder a Salvador Allende, quién hace suyos esos objetivos, esas realizaciones?

¿Y cómo expresa el PS su rechazo a su pasado, a su acción revolucionaria?

Marcándolos y marcándose con la estampilla de lo que le descompone y le hace vomitar.

Hay vegetarianos que se pretenden carnívoros. Ateos que te ofrecen el perdón divino sin confesión. Racionalistas y laicos que crean iglesias para clamar sus certidumbres. Por antisemitismo hay quién se hace circuncidar.

Hay quién timbra la expresión de la razón con el tampón que designa la manifestación de la locura.

El PS, todo lo que rechaza y vomita lo reintegra por medio de una sigla que da la impresión que en realidad lo hace suyo.

El PS intenta identificarse a un contenido ajeno a él mismo, contenido que al mismo tiempo pretende execrar. El PS pretende “ser” lo que detesta que “sea” y lo que no quisiera que adviniese.

Son socialistas —¡qué diablos!— pero se oponen, se oponen radicalmente incluso, a toda puesta en obra efectiva de los principios que declaran suyos. Como su anticastrismo de hoy les lleva a vestirse de guayabera, a viajar a La Habana.

Hablando de vestimenta distintiva, las camisas de acero que vistieron Allende y Schnake, las camisas verde oliva que portaron Carlos Lorca, Ariel Mancilla, Joel Huaiquiñir, Michelle Peña, Ricardo Lagos (el bueno, el que mataron), Mario Zamorano y tantos otros… fueron reemplazadas por camisas Armani adornadas de corbatas de seda italiana.

De este modo se puede eternizar la constitución de la dictadura, rehusar la democracia, rechazar la República, romper definitivamente con ella —como efectivamente es el caso— combatirla alegando su impotencia o su perversión, su déficit de gobernabilidad, y al mismo tiempo declararse demócrata y republicano para no desentonar en el ámbito del primer mundo al que se desearía pertenecer.

Pero, si se repudia toda forma o manera de realización de una idea, no sólo de toda realización anterior sino igualmente de todo proceso que fuese o pudiese ir en el sentido de una realización presente, se repudia al mismo tiempo la idea misma, puesto que en todos los casos ella es la causa de las consecuencias que se condenan.

El reformista alemán Eduard Berstein afirmaba frente a Karl Kautsky, entonces gran manitú del marxismo ortodoxo (luego excomulgado por Lenin): “El objetivo no es nada, el movimiento es todo”.

Pero aquí, precisamente, se recusa no solo el objetivo, sino también todo movimiento que pudiese llevar a él.

Se repudia la idea, pero se conserva la palabra que lo expresa. ¿Dónde está la coherencia?

Desde luego los socialistas no tienen la exclusiva.

¿Acaso la UDI está “unida” y es “democrática” e “independiente”?

¿Puede RN desear la renovación de la nación, ese partido que quiere imponer lo peor de un pasado hecho de injusticias?

¿Puede una organización conformada por un número significativo de dirigentes encausados por corrupción, incuria, malversación, peculado y otros delitos, llamarse “Partido Por la Democracia”?

Sin embargo, a pesar del mal de muchos, ese consuelo de los tontos, nunca se vio auto-designarse como “monarquista” a un partido republicano.

Debemos entender entonces que la palabra se desolidariza de la idea y de la cosa que designa. ¿Por qué? ¿En virtud de qué?

En ese caso la idea que reivindica el PS, o que se supone que reivindica —o el objetivo que entiende realizar— no pudiendo ser designada por esa palabra (ya no se trata de construir ningún “socialismo”) ni por ninguna otra palabra, es la idea misma la que desaparece, y con ella el objetivo.

Palabra sin idea, idea sin palabra, como cuerpo sin sombra, o más exactamente como sombra sin cuerpo.

Ahora bien, mantener la palabra de la cual se ha repudiado el concepto que recubre (yo me designo por conveniencia como católico aun cuando no crea ni en dios ni en su pretendida descendencia, me hago llamar Escipión el Africano sin haber hollado jamás el suelo de Cartago, o bien Caupolicán sin haber cargado jamás un leño) se aparenta a una manipulación que participa, en el mejor de los casos, de una disimulación o de una astucia, y en el peor, de una mentira caracterizada o de una estafa.

He ahí el problema del PS.

Pega en la mercancía que vende una etiqueta que no le corresponde: caballa por atún, gatos por liebres, catas por loros, consolidación de la institucionalidad dictatorial por transición hacia la democracia, gobiernos de derecha por gobiernos de centro-izquierda, neoconservadores por socialistas…

Es lo que se suele llamar publicidad engañosa. A menos que no se trate de un baile de máscaras.

Pero si el PS institucionaliza el baile… entramos en el ámbito de la demencia, de la esquizofrenia, de la agresión al prójimo, de la agresión a sí mismo. Escalona no anda lejos…

Porque conservó la antigua etiqueta, a pesar del cambio de mercancía (e incluso la erradicación de la antigua mercancía), porque la antigua palabra fue usada para designar otras ideas, diferentes de las que solía identificar, la mentira penetró todo el discurso socialista que consiste en intentar decir, mecánicamente, lo que ya no dispone de palabras para ser dicho.

¿Cómo creerles a quienes no creen ni en sí mismos puesto que no les parece necesario que la sigla o el símbolo que esgrimen corresponda a la filosofía, o a las ideas, que profesan?

¿Cómo pudieron tantos socialistas, en alguna época intransigentes en su oposición a la derecha, una vez aliados a ella aprobar sistemáticamente todas sus iniciativas incluyendo las más cuestionables, proteger todos sus intereses incluyendo los más deleznables?

¿Cómo explicarlo, sino por el hecho que, habiendo integrado mentalmente un disfraz, a los dirigentes del PS no les parece particularmente escandaloso darse vuelta la —o cambiar de— chaqueta?

Es más fácil retirar una máscara que una convicción.

En el Gobierno el PS se opone a una redistribución de la riqueza que reclamaría si estuviese en la oposición. Disimula, justifica, excusa, minimiza la rampante corrupción, la incuria, la malversación, el fraude, el robo, el peculado que condenaría si sus adversarios estuviesen al frente de la cosa pública.

Puesto que el PS reivindica una palabra que designa una idea de la cual rechaza todas las aplicaciones… ¿Dónde está el problema?

El PS se persigna cada vez que transgrede un dogma. Sus dirigentes se disfrazan (mentalmente, se entiende) de obreros cada vez que van a cenar en casa de un empresario multimillonario.

¿Todo esto es psicológicamente, o psicoanalíticamente, neutro?

Ni más ni menos que exorcizar el socialismo —gritarle ¡vade retro! al tiempo que se canta La Marsellesa.

socialismo irreal…

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