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¿Quiénes y por qué mataron en Iquique al colombiano Milton Domínguez?

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El Porteño

por Gustavo Burgos

La horrorosa pateadura a Milton Domínguez —un inmigrante inválido— en Iquique, a manos de una patota de marinos de la Armada, es un signo inequívoco de los tiempos que despuntan en el horizonte político de nuestro país. En el video, que registra brutalmente estos hechos además, se observa como un funcionario municipal interviene para luego retirarse amablemente.

Este hecho es «el huevo de la serpiente», aquél por cuyas traslúcidas paredes se puede ver un embrión que reúne todas las características del reptil adulto: el advenimiento en toda la regla de un régimen fascista. La escena —que parece tomada de «La naranja mecánica»— no mereció más que condenas formales por parte de las autoridades civiles, las que se limitaron a reclamar la intervención de la justicia. El Almirante de la Maza —máxima autoridad de una institución genocida como la Armada— sólo se preocupó convenientemente de que el hecho no «empañe» la conmemoración del 21 de Mayo.

Sin embargo, no estamos en presencia de un hecho delictivo más

El asesinato de Milton Domínguez tiene un inconfundible signo político. Primero, porque sus perpetradores forman parte de una institución uniformada de aquellas en las cuales el régimen ha venido depositando el control militar del orden público en la macro zona de la Araucanía, haciéndolos responsables de la represión de toda forma de resistencia del pueblo-nación mapuche. Esta represión, a su turno, ha resultado articuladora del discurso de «seguridad» del Gobierno. En efecto, la Armada, de la misma forma que a Carabineros y a la PDI, se les ha ido inmunizando del control judicial con la Ley Retamal y con un discurso en el que las FFAA y Carabineros son presentadas como la última reserva de protección de la ciudadanía. Un discurso que recrea el viejo discurso de la «reserva moral» pinochetista.

Segundo, porque la víctima —un colombiano amputado de una pierna y en situación de calle— es el objeto fácil del discurso anti inmigrante: un hombre pobre, que vive de la mendicidad y que ocupa el «espacio público» que tanto preocupa a las autoridades del Estado Policial que se instala. No olvidemos que solo hace un par de meses Camila Vallejo se refirió a la expulsión de los rucos instalados en la Alameda por gente en situación de calle, como «recuperación» del espacio público, sin hacer ninguna referencia a la condición en quedó esa gente luego de haber sido expulsada del lugar. El discurso institucional se acerca, por lo mismo, peligrosamente a la «limpieza» que tanto reclaman los fascistas.

Es este discurso político dominante, militarista, xenófobo y reaccionario, el que operó como inductor de este crimen. Por lo mismo, los cuatro marinos que quedaron en prisión preventiva el día de hoy no sólo gozaron del generoso privilegio de que se reserve su identidad y hasta sus rostros, sino que además quedaron detenidos en un recinto de la Armada, ubicado en la playa, donde estarán en custodia no obstante haber sido dados de baja.

Finalmente, el retroceso general del movimiento de masas y el abandono de la izquierda de todo reclamo clasista, han terminado por configurar una mezcla explosiva que se resume en el asesinato de Milton Domínguez, un obrero colombiano de 58 años —técnico en paneles solares— que llegó a Chile huyendo de la miseria y que creyó encontrar en nuestro país un refugio y un lugar en el cual rehacer su vida. Desconocemos todo sobre su vida a excepción de aquellas cuestiones que marcaron sus últimos días y que premonitoriamente aparecen en el video que adjuntamos a esta nota. Aparte de esto, de él nos queda solo la imagen de sus últimos instantes, aquellos en los que presa de la bestialidad fascista sintió apagarse su vida bajo la inclemente crueldad de sus asesinos.

La muerte de Domínguez más allá de su tragedia personal, que es parte de la tragedia de miles de millones de desposeídos en el mundo entero, más allá de este crimen que es un crimen de odio y de clase, debe servirnos como advertencia, como una severa señal de los tiempos, que comenzamos a transitar si la clase trabajadora no se pone de pie para enfrentar al régimen.

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