Inicio Historia y Teoria JC Mariategui – Antecedentes y desarrollo de la acción clasista

JC Mariategui – Antecedentes y desarrollo de la acción clasista

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Escrito: Para el Congreso Constituyente de la Confederación Síndical Latinoamericana, Montevideo, mayo de 1929.
Primera edición: En Ricardo Martínez de la Torre, Apuntes para una interpretación marxista de la historia social del Perú, tomo II, Lima, 1948.
Fuente: Confederación General de Trabajadores del Perú, Mariátegui: Presencia y acción del sindicalismo clasista, Lima, s.f.
Preparado para el Internet: Mayo de 2000.


Las primeras manifestaciones de propaganda ideológica revolucionaria son en el Perú las que suscita, a principios del siglo actual, el pensamiento radical de González Prada. Poco después de que González Prada se separa denitivamente de la política, fracasado el a mento clel Partido Radical, aparecen los primeros grupos libertarios. Algunos obreros, que se interesan por estas ideas entran en contacto con González Prada, a quien su decepción de lucha política empuja a una posición anárquica. Se constituyen pequeñas agrupaciones libertarias que se limitan a iniciar la propaganda de sus ideas, sin proponerse por el momento ninguna otra acción. González Prada colabora, con pseudónimo o sin firma en eventuales hojas acrátas: «Los Parias», «El Hambriento». Algunos radicales y masones, amigos de Gonzáles Prada, simpatizan con esta propaganda, sin comprometerse de frente en ella. Aparecen otras hojas efímeras: «Simiente Roja», etc. La única que llega a adquirir permanencia es «La Protesta» que da su nombre al primer grupo anárquico de acción persistente.

La Federación de Panaderos «Estrella del Perú», se presenta como el primer gremio en el cual influyen las ideas revolucionarias. Es en una actuación de los panaderos donde González Prada pronuncia, el 1o de Mayo de 1905, Su discurso sobre los Intelectuales y el Proletariado, reproducido en el No. 8 de «Labor».

El movimiento billinghurista obtiene la adhesión de de algunos elementos participantes en estas escaramuzas ideológicas; el más importante de ellos es un ex-libertario, Carlos del Barzo, artesano que más tarde interviene en el intento de organización de un Partido Socialista y que figura alguna vez como candidato obrero a una diputación por Lima. El billinghurismo tuvo su lado, asimismo, al líder de las huelgas portuarias de esa época, Fernando Vera; pero, al asimilárselo, hizo de él un «capitulero». Bajo el gobierno de Billinghurst el mutualismo amarillo, al servicio de todos los gobiernos se prestó a una actitud de cordialidad con los obreros chilenos. Una comisión de estas sociedades obreras, asupiciada por el gobierno, visitó Chile, donde se cambiaron entre representantes mas o menos falsos de uno y otro proletariado palabras de reonciliación y amistad. El grupo anárquico del Perú que trabajaba entonces por dar vida a una Federación Regional Obrera Peruana, envió a Chile, desconociendo a la delegacion oficial, visada por el billinghurismo, al obrero Otazú, que en el país del Sur fue recibido por trabajadores de la misma filiación. Se puede decir, pues, que las primeras manifestaciones de internacionalismo de los peruanos corresponde a este tiempo. Y hay que tener siempre en cuenta, en el primer caso, su carácter de manifestaciones conectadas con la política de la cancillería, en tratos con la de Chile para arreglar la custión de Tacna y Arica.

Derribado Billinghurst, contra el gobierno Militar de Benavides, González Prada publica un semanario: «La Lucha»; y Carlos del Barzo, «El Motín»; pero ambos periódicos representan sólo una protesta contra el régimen militar, una requisitoria contra sus abusos. Por la filiación ideológica de sus directores, cabe sin embargo relacionarloS con el movimiento social. Del Barzo sufre prisión y deportación; y González Prada un juicio de imprenta.

Bajo el gobierno de Pardo, los efectos de la guerra europea en la situación económica influyen en la agitación social y en el orientamiento ideológico. Un grupo sindicalista predomina sobre los ácratas en la labor entre las masas. Barzo dirige algunas huelgas de zapateros y orgniza el sindicato de trabajadores de esta industria en la capital. La propaganda anarco-sindicalista penetra en la campiña de Huacho, produciendo una agitación sangrientamente reprimida por las autoridades de Pardo. La lucha por las 8 horas en 1918 consiente a los anarco-sindicalistas llevar su propaganda a las masas en forma intensa. El gremio textil, animador la lucha, adquiere un rol influyente en la acción clasista. Son ya varios los estudiantes que han entrado en relación con los grupos obreros avánzados. Frente a la lucha por las 8 horas se produce una declaración oficial de la Federación de Estudiantes de simpatía con las reividicaciones obreras. La masa de los estudiantes no tenía la menor idea del alcance de estas revindicaciones y creía que el rol de los universitarios era el de orientar y dirigir a los obreros.

En este tiempo, se inicia en la redacción del diarió oposicionista, «El Tiempo», muy popular entonces, un esfuerzo por dar vida a un grupo de propaganda y concentración socialistas. La dirección del periódico, ligada a los grupos políticos de oposición, es extraña a este esfuerzo, que representa exciusivamente el orientamiento hacia el socialismo de algunos jóvenes escritores, ajenos a la política, que tienden a imprimir a las campañas del diario un carácter social. Estos escritores son César Falcón, José Carlos Mariáteguí, Humberto del Aguila y algún otro que, unidos a otros jóvenes intelectuales afines, publican a mediados de 1918 una revista de combate: «Nuestra Epoca». Un artículo anti-armamentista de Mariátegui provoca una violenta protesta de los oficia1es del ejército que en numeroso grupo, invaden la redacción de «El Tiempo» donde trabaja el articulista para agredirlo. «Nuestra Epoca» no trae un programa socialista; pero aparece como un esfuerzo ideológico y propagandístico en este sentido. A los dos números, cesa de publicarse, desaprobada por la empresa periodística a la que prestan sus servicios sus principales redactores; pero éstos prosiguen en sus gestiones por crear un Comité de Propaganda Socialista. Se une a ellos otro redactor De «El Tiempo», Luis Ulloa procedente del antiguo partido radical, quien con motivo de sus campañas periodísticas contra los «hambreadores del pueblo» se relaciona con los sindicalistas. Se constituye el Comité con la adhesión de Del Barzo y algunos obreros próximos a él y de los Dos grupos de estudiantes, (ya profesionales al- nos) que ha tomado parte hasta entonces en agitación obrera. El grupo tiende a asimilarse todos los elementos capaces de reclamarse del socialismo sin exceptuar aquellos que provienen del radicalismo gonzalez-pradista y se conservan fuera de los partidos políticos. Una parte de los elementos que lo componen, dirigida por Luis Ulloa, se propone la inmediata transformación del grupo en partido; la otra parte, en la que se cuentan precisamente los iniciadores de su fundación, sostienen que debe ser mantenido como Comité de Propaganda y Organización Socialistas, mientras su presencia no tenga arraigo en las masas. El periodo no es propio para la organización socialista; algunos de los elementos del comité redactan un periódico: «Germinal», que adhiere al movimiento leguiísta; Mariátegui, Falcón y sus compañeros se separan, finalmente, del grupo que acuerda su aparición corno partido el l° de Mayo de 1919.

Al mismo tiempo que estas gestiones, algunos elementos procedentes del billinghurismo y otros, por cuenta de un ex-demócrata, presunto candidato a la presidencia de la república, efectúan otras por crear un Partido Obrero. Propuesta al comité socialista la fusión de ambos grupos, la rechaza. El acto inaugural del Partido es fijado para el 1° de Mayo de 1918; pero ni reunida una asamblea popular, convocada por los promotores de este partido en un teatro de la capital, Gutarra orador sindicalista denuncia la trastienda política y eleccionaria de sus gestiones y saca a la multitud a la calle en son de demostración clasista.

La tentativa del partido socialista fracasa porque a la manifestación del l° de Mayo de 1919 sigue la gran huelga general del mismo mes. (Véase «El Movimiento Obrero en 1919» por Ricardo Martínez de la Torre) en la que los dirigentes de ese grupo evitan toda acción, abandonando a las masas y, tomando, más bien, una actitud contraria a su acción revolucionaria. Ausente Luis Ulloa del país y muerto Carlos del Barzo, el comité del partido se disuelve sin dejar huella alguna de su actividad en la conciencia obrera.

El movimiento estudiantil de la reforma universitaria acerca, en la misma forma que en otros países latinoamericanos, la vanguardia es tudiantil al proletariado. El Primer Congreso de Estudiantes del Cuzco, celebrado en 1919, acuerda la creación de las universidades populares; y en 1921 el grupo de vanguardia de este congreso, encabezado por Haya de la Torre, funda la Universidad Popular González Prada en Lima y Vitarte. El Congreso Obrero de Lima aprueba un voto de abesióñ a la obra de cultura popular de estas universidades. Pero los obreros no confían mucho en la perseverancia de los estudiantes; y para no suscitar ningún recelo, las universidades populares se abstienen de todo trabajo dc orientación ideológica del proletariado. De otro lado, la mayoría de los estudiantes de las U.P. carece de esta orientación; en lo tocante a la cuestión social va a aprender, más bien que a enseñar, al lado del proletariado. Un cambio se inicia con la acción del 23 de Mayo, dirigida y animada por la U. P. con el concurso de los obreros organizados. Mariátegui regresa en este tiempo de Europa con el propósitode trabajar por la organización de un partido de clase. Las U.P. que están en su apogeo, con motivo de Jas jornadas del 23 de Mayo, le ofrecen su tribuna y él la acepta. Desarrolla un curso de conferencias sobre la crisis mundial, en la que explica el carácter revolucionario de esta crisis. Los anarquistas se muestran hostiles a esta propaganda, sóbre todo por la defensa de la revolución rusa a que en parte se contrae; pero Mariátegui obtiene la solidaridad de la U.P. y de sus adherentes más entusiastas de las organizaciones obreras. Como órgano de la juventud libre, pero más exactamente de las U.P. comienza a publicarse en abril de 1923 «Claridad». Su orientación es «clartista»; corresponde, sobre todo, al espíritu de lá agitación estudiantil. Deportado Haya de la Torre, con ocasión del Descubrimiento de una cónspiración de los partidarios de don Germán Leguía y Martínez, que sirve de pretexto para castigar su acción del 23 de Mayo acusándole falsamente de relación con políticos del viejo régimen, en los días en que se cajeaba el N° 4 de «Claridad», Mariátegui asume su dirección. El N° 5 señala el principio de un franco orientamiento doctrinario en el que «Claridad» abandona el tono estudiantil. Desde ese número, «Claridad» aparece como órgano de la Federación Obrera Local. Perseguida por la policía, el proletariadó organizado ha querido ampararla con su solidaridad formal. Mariátegui inicia la organización de una sociedad editora obrera para la publicación de la revista, y con vistas a la de un diario; pero en este tiempo se enferma gravemente y escapa a la muerte a costa de la amputación de la pierna derecha.

De fines de 1924 a principios de 1925 la represión de la vanguardia estudiantil se acentúa. Son deportados los más activos de los elementos de la U.P. y la Federación de Estudiantes: Herrera, Bustamante, Rabines, Hurwitz, Terreros, Lecaros, Seoane, Heysen, Cornejo, Pavletich, etc. También se deporta al secretario de la Federación Obrera Local Arcelles y a dos de los dirigentes de la organización indígena. Las actividades de la U.P. son, sin embargo, mantenidas por un grupo animoso y perseverante. Empieza, en este periodo, a discutirse la fundación del Apra, a instancias de su iniciador Haya de al Torre, que desde Europa se dirige en este sentido a los elementos de vanguardia del Perú. Estos elementos aceptan, en principio, el Apra, que hasta por su título se presenta como una alianza o frente único.

En setiembre de 1926, como órgano de este movimiento, como tribuna de «definición ideológica», aparece «Amauta». La Federación Obrera Local convoca a un segundo Congreso Obrero. Mariátegui, director de «Amauta», en una carta a este congreso, que carece de un trabajo serio de preparación, advierte la inoportunidad de un debate de tendencias doctrinarias, proponiendo la organización de los trabajadores con un programa de «unidad proletaria», la constitución de una central nacional basada en el principio de «lucha de clases». Pero las tendencias llevan al Congreso sus puntos de vista, empeñándose una discusión desordenada sobre la doctrina clasista a la que debía adherir el proletariado organizado. Es este el instante que el Ministro de Gobierno de entonces, interesado en aumentar su importancia política, amenazada por las rivalidades de círculos, con una actuación sensacional, escoge para una represión en gran estilo. En la noche del 5 de junio, se sorprende aparatosamente una reunión de la sociedad editora obrera «Claridad», a la que se había citado como de ordinario por los periódicos. La misma noche se apresa en sus domicilios a los más conocidos y activos militantes de las organizaciones obreras y algunos intelectuales y universitarios. Una información oficial anuncia, en todos los diarios, la detención de todas estas personas en una reunión, presentada como clandestina. El Ministro de Gobierno Manchego Muñoz afirma, sin empacho, que ha descubierto nada menos que un complot comunista. El órgano civilista «El Comercio», reducido al silencio desde los primeros tiempos del gobierno leguiísta, y conocido por sus vinculaciones con la plutocracia del antiguo régimen, aprueba editorialmente esta represión así como las medidas que le siguen: clausura de «Amauta», cierre de los talleres de la Editorial Minerva donde se imprimía por cuenta panicular de sus redactores-editores, detención de José Carlos Mariátegui a quien, dadas sus condiciones de salud, se aloja en el Hospital Militar de San Bartolomé. Cerca de 50 militantes fueron llevados a la isla de San Lorenzo; muchos más sufrieron breve detención en los calabozos de la policía; otros, perseguidos, tuvieron que ocultarse. La policía notificó a los que quedaban en libertad que la Federación Obrera Local, la Federación Textil y otras organizaciones del mismo carácter, debían ser consideradas disueltas y que toda actividad sindicalista estaba severamente prohibida. No dejaron de manifestar su aplauso a estas medidas, igual que «El Comercio», que no tuvo reparo en complacerse expresamente de la supresión de «Amauta», los elementos mutualistas amarillos, incondicionalmente a órdenes de éste como de todos los gobiernos, así como un sedicente y flamante «partido laborista», fundado por algunos empleados cesantes y arribistas, con la cooperación de unos pocos artesanos. Pero era tan desproporcionada, respecto de los vaguísimos e individuales papeles que pretendía documentarla, la especie de la «conspiración comunista para destruir el orden social», que poco a poco, no obstante estar cerrados los periódicos a toda información imparcial, se desvaneció la impresión que en los primeros instantes produjera. Solo encontró acogida en la prensa una breve carta dirigida por Mariátegui desde el Hospital Militar desmintiendo rotunda y precisamente, en todas sus partes, la invención policial.

Dos profesores de la U.P. Carlos M. Cox y Manuel Vásquez Díaz fueron deportados al norte. En la misma dilección habían sido embarcados antes Magda Portal y Serafín Delmar. Y cuatro meses más tarde, cuando no quedaba en el público, vestigio de recuerdo del complot, se puso en libertad a los presos de Sañ Lorenzo. En diciembre de 1927, reapareció «Amauta», que de otro modo «abría reanudado su publicación en Buenos Aires.

La represión de junio entre otros efectos tiene el de promover una revisión de métodos y conceptos y una eliminación de los elementos débiles y desorientados, en el movimiento social. De un lado se acentúa en el Perú la tendencia a una organización, exenta de los residuos anarcosindicales, purgada de «bohemia subversiva de otro lado aparece clara la desviación aprista. Uno de los grupos de deportados peruanos, el de México, propugna la constitución de un Partido Nacionalista Libertador; Haya define al Apra como el Kuo Min Tang latinoamericano. Se produce una discusión en la que se afirma definitivamente la tendencia socialista doctrinaria adversa a toda fórmula de populismo demagógico e inconcluyente y de caudillaje personalista. Los documentos adjuntos ilustran los términos y resultados de este debate, a partir del cual el movimiento izquierdista peruano entra en una etapa de definitiva orientación. «Amauta», en su N° 17, el de su segundo aniversario, declara cumplido el proceso de «definición ideológica», afirmándose categóricamente, marxista. En noviembre de l918, aparece «Labor» como periódico de extensión de la obra de «Amauta», para convertirse gradualmente en órgano de la reorganización sindical.

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