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Piñera corre solo y llega segundo

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por Gustavo Burgos

Un grupo de ex Comandantes en Jefe de las FFAA ha emitido una carta –por supuesto a través de El Mecurio- en la que piden el cese a lo que ellos llaman persecución política a los criminales violadores de los DDHH. En tono admonitorio y en clara amenaza indican que “Chile no debe debilitar su convivencia, ya que afecta a su estabilidad democrática. La justicia, institución fundamental, debe ser un ejemplo de rectitud, imparcialidad y de igualdad ante la ley. La República es el bien mayor a proteger y, con ello, a las instituciones que la hacen posible”.

Firmada por Oscar Izurieta Ferrer (ex jefe del Ejército y ex subsecretario de Piñera), Miguel Ángel Vergara Villalobos (Armada), Ricardo Ortega Perrier (Fach) y Fernando Cordero Rusque (ex jefe del Carabineros y ex senador designado) acusan una “campaña para amplificar y endurecer las causas de derechos humanos”. Además, hacen una cerrada defensa del general (r) Juan Emilio Cheyre y señalan que muchos uniformados violadores de derechos humanos han sido procesados o condenados “por presunciones”.

Piñera ha observado un silencio elocuente y no es porque el hecho resulte intrascendente. La carta, una copia de otra similar de septiembre de 2017, persigue abrir las puertas a la completa impunidad a los genocidas y cerrar la Cárcel de Punta Peuco porque todos quedarán libres. Esta política, que aglutina al pinochetismo histórico, comienza a imponerse en la derecha y es una expresión más de la guerrilla interna en el Gobierno que tuvo como última escaramuza el fallido toque de queda del Intendente Ulloa en Biobío.

Dejemos a un lado la circunstancia de que quienes firman la carta  hacen gala de un negacionismo extremo no sólo respecto del papel de las FFAA durante la Dictadura, sino que también frente a los fraudes Milicogate y Pacogate. Dejemos a un lado que con esta carta indignante, pasen por encima de todas sus responsabilidades, acostumbrados como están a vivir una vida de zánganos, a recibir pensiones  millonarias y a ser tratados como príncipes y ser objeto de comentarios obsequiosos por tener la gentileza de tolerar el ordenamiento jurídico. Todas estas cosas las habremos de dejarlas a un lado, porque para ser francos, ninguna novedad representan.

La carta de los ex Comandantes es el resultado de la profunda contraofensiva política del Gobierno, que ha tenido como centro gravitacional el ataque anticomunista a Venezuela y el vergonzoso vasallaje a la política internacional de Trump. En esta contraofensiva Piñera ha logrado unificar a la derecha y ha extendido esta disciplina a parte sustancial de la Nueva Mayoría y el Frente Amplio, con las solas excepciones del Partido Comunista, parte de la Izquierda Socialista del PS y el ala izquierda del autonomismo, Comunes y MDP. Dicho de otra forma, mientras Piñera se da el lujo de emplazar a la izquierda con absurdas definiciones respecto del Gobierno de Maduro, su Gobierno avanza con una completa batería antiobrera: contra la indemnización por años de servicio, contra los sindicatos, reimponiendo la segregación escolar, rebajando impuestos a las grandes fortunas, perpetuando la apropiación privada de los derechos de aguas, entre otros ataques.

Mientras esto ocurre la oposición parlamentaria sigue en el sálvese quién pueda y no ofrece –ni tan sólo en un plano formal- ningún ángulo de resistencia. Y sin embargo, a pesar de todo lo indicado -citando al Gato Gamboa en su titular del 6 de octubre del 88 en Fortín Mapocho- Piñera está corriendo solo y aún así sigue saliendo segundo. Porque aún a pesar de que institucionalmente no tiene oposición, de que ha logrado unificar a su sector y quebrar a la oposición con su política respecto de Venezuela, aún así el Gobierno de Piñera es débil y no logra imponerse socialmente la contraofensiva piñerista en lugar de ser un marco de triunfo político es una declaración de guerra a los trabajadores y al pueblo.

Es cierto, los genocidas exigen impunidad; el gran empresariado exige barrer con los derechos laborales y afirmar la segregación social; los patrones de siempre quieren perpetuar los abusos sobre la mujer, todo eso es cierto. Pero materializar estas aspiraciones supondrá asestar una derrota a los trabajadores y ese hecho aún no se ha verificado.

La Huelga Feminista convocada para este 8 de marzo debe ser el momento para unificar los reclamos y demostrar con movilización que los trabajadores estamos lejos de ser vencidos. Unificar en torno a esta movilización es la tarea del momento. La calle, la acción directa sigue siendo la respuesta. Mientras el régimen burgués se cae a pedazos y sólo puede ofrecer hambre miseria y represión, los trabajadores se alzan en el enfrentamiento de clases y ofrecen una salida revolucionaria a la crisis, el Socialismo.

(Tomado de El Porteño)

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