No somos sólo enemigos de nuestros enemigos: seria convertir al mundo en una negación. De esto es de lo que protesto; socialismo, la palabra más grave y noble, la palabra divina del vocabulario moral moderno, no puede significar solo una negación. Perdonad si entro en un fervor excesivo, pero es que para mí no es un vocablo aprendido, como suelen serlo los términos científicos, no es algo externo a mí y que pueda yo poner o quitar de mi espíritu. Para mí, socialismo es la palabra nueva, la palabra de comunión y de comunidad, la palabra eucarística que simboliza todas las virtudes novísimas y fecundas, todas las afirmaciones y todas las construcciones. Para mi socialismo y humanidad son dos voces sinónimas, son dos gritos varios para una misma y suprema idea, y cuando se pronuncian con vigor y convicción, el Dios se hace carne y habita entre los hombres.
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