Quizás sea esta la primera vez en la literatura política que usted pueda conocer, en su total desnudez, aquel país llamado Chile, cuya existencia transcurrió desde los aparentemente apacibles años 50 hasta el momento actual, merced a la visión que de él tuvo un hombre corriente.
Nada de expertos en Politología ni en Historia o Sociología.
Nada de eso. Esta vez, el Chile real es aquel que nos muestra un ciudadano común, como usted, como yo, un hombre que tuvo en suerte vivir en primera persona algunos de los momentos más relevantes acaecidos en esas décadas.
Y lo que podría parecer un simple -e incluso humilde- relato autobiográfico, adquiere cierta dimensión emocional cuando el lector advierte que se trata de una herencia. Sí, una herencia. La mejor de las herencias.
Es el pequeño tesoro que el autor de las líneas siguientes ha dejado a sus hijos a objeto de que ellos conozcan “la otra historia”, la no oficial…la verdadera… la que ha sido vista con los ojos de su padre.