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Una novela de ingratitud y mezquindad, de Margery Sharp

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Por Adán Salgado Andrade

La autora  inglesa Margery Sharp (1905-1991) es poco conocida. Más bien, son famosas varias películas, basadas en sus obras, como la muy exitosa, The Rescuers, de 1977, producida por Disney Studios, que inspiró su libro del mismo nombre, publicado en 1959. Aquí, esa cinta se conoció como “Bernardo y Bianca”, un par de ratones heroicos que rescatan a gente, en particular, a una huérfana, que tiene secuestrada una mala mujer, quien posee cocodrilos, para vigilarla. Fue una muy exitosa cinta, que hasta tuvo una secuela (ver: https://en.m.wikipedia.org/wiki/The_Rescuers).

Como señalé, fueron más conocidas las obras de Sharp, por sus películas, pero difícilmente alguien sabe de la escritora, la que publicó 25 novelas para adultos, 14 libros para niños, dos obras teatrales, dos novelas de misterio y varias historias cortas (ver: https://en.m.wikipedia.org/wiki/Margery_Sharp).

Recién, terminé la lectura de una de sus novelas, casi desconocida, titulada The Gipsy in the Parlour (La gitana en el recibidor), publicada en 1953, por la editorial estadounidense Little, Brown and Company, en donde muestra Sharp su maestría para crear a personajes frágiles, que se tornan malévolos o viceversa, que aparentan no tener fuerza de voluntad, pero que, en situaciones complicadas, sacan la casta.

La novela inicia en la Inglaterra de 1870, en una granja de la campiña inglesa, en donde tres hermanos, Tobias, Mathew y Luke Sylvester, estaban casados con Charlotte, Grace y Rachel. Los Sylvester, eran rudos hombres, muy entendidos en todas las tareas del campo. Y sus mujeres, con el tiempo, se habían convertido en su imagen, correspondiéndoles igualmente, haciendo todos los deberes, no sólo el quehacer doméstico, sino tareas como cuidar o alimentar a los animales de la granja.

El hermano más pequeño de los cuatro, Stephen, era quien todavía no se había casado. Y la novela comienza, justamente, cuando las tres esposas esperaban con ansia a conocer a la mujer que Stephen les llevaría, con quien pronto habría de casarse. La chica en cuestión era Fanny Davis, nacida Myfanwy, pero que las tres esposas, prefirieron llamar simplemente Fanny, por la dificultad de pronunciar su verdadero nombre.

La novela está narrada en primera persona, por una niña de doce años, de la que Sharp no proporciona su nombre, pero que llamaré Rose, para facilidad de la reseña.

Rose vivía en Londres y era sobrina de los Sylvester. Tampoco Sharp revela en quiénes recae el parentesco, pero cada verano, Rose acudía a la granja, pues le encantaba la vida del campo.

Son detalles que no se notan, sino al terminar de leer la novela, tanto la falta de nombre de la narradora, así como quiénes son los parientes, mostrando la sutileza de Sharp para dejar de lado esos aspectos, quizá banales para ella, y que nos centremos más en la historia.

Presentada Fanny a sus futuras concuñas, es ofrecido un baile, de acuerdo a la tradición. Ella, confeccionaba sombreros, así que Charlotte, le compró tela, para que se hiciera su vestido. Fanny, tenía iniciales conversaciones con Rose, quien, al principio, se mostró recelosa, pero que, con el tiempo, le fue tomando confianza y llegaron a ser muy buenas amigas.

El hijo mayor de Charlotte, Charles, quien estaba en Australia, en busca de fama y fortuna, regresó a su terruño, justo cuando se daba el baile en honor de su tío Stephen y Fanny. “Deberías de haberlos visto bailar, Rose, se veían maravillosos. Fanny y Charles se acomodaron muy bien bailando y ella, lo hace a la perfección”, le comentó la tía Charlotte a Rose, pues dicho baile, tomó lugar cuando la niña estaba en Londres.

Pero luego del baile, Charles dejó la granja, por algún motivo desconocido para Rose. Y Fanny, extrañamente, enfermó de una muy fuerte debilidad, que la dejó postrada.

A partir de ese evento, Fanny y Rose se volvieron muy amigas. La niña, le ayudaba en todo lo que podía, alimentándola, preparándole el té y más.

Fanny le preguntaba todo sobre la granja y lo que sabía de Charles. Las tías de Rose, debieron de instalar a Fanny en el recibidor, tratando de que tuviera todas las comodidades, esforzándose por mantenerla lo más a gusto posible, dado que su misterioso mal, no tenía cura, según les había dicho el doctor Lush, el galeno del pueblo. “Quizá sea nervioso, pero no hay cura, lo siento”, les comentó, muy serio.

Y se tuvo que posponer la boda, dado que el mal estado de salud de Fanny, habría impedido que se realizara. El buen Stephan, tuvo que resignarse y esperar a ver si algún milagro, curaba repentinamente a su prometida.

Rose regresó a Londres. Y un día recibió una carta de una señora Jones, quien se había hecho muy amiga de Fanny, y a la que visitaba cada jueves. Esa carta, contenía, a su vez, una nota para Charles, quien estaba viviendo en una posada, la Jackson’s Economical Saloon, que era también un restaurante para gente londinense de escasos recursos.

Su propietario, el señor Isaacs, empleaba a una mujer muy trabajadora y dinámica, Clara Blow. Entre ésta y Charles, se había entablado una relación amorosa. Y Charles, quien no tenía dinero para pagar su alojamiento, trabajaba como sacaborrachos, cuando los clientes de esa especie de cocina económica de tales tiempos, estaban tomados, no querían pagar y se ponían necios.

Rose, le llevó la carta, la que Charles recibió sin mayor comentario, simplemente, agradecido con la chica y su acomedimiento para llevársela. Y notó que Clara y su primo mantenían alguna relación. Quedó Rose muy encantada con la cocinera y se veían a escondidas, cada miércoles, pues los padres de Rose, en ese Londres victoriano, no querían que se rozara con “gente plebeya”, algo a lo cual, la niña, no daba importancia alguna.

En esta parte, se reflejan los valores de Sharp, quien se consideraba una mujer progresista, libre de prejuicios, como así lo muestran sus obras.

Rose comienza a especular las razones por las cuales su primo Charles, ya no iba a la granja. Ella pensaba que habría tenido algún altercado con su padre, Tobias, y su madre, Charlotte.

Así que, de muy buena gana, se propuso arreglar tal situación.

Cuando regresó a la granja en el verano siguiente, platicó con Fanny, pues pensaba que ella también debía de estar ayudando a que se normalizara la situación entre Charles y los padres de éste. Sobre todo, le dijo que Clara le agradaba mucho y que deberían de tratar de que se casaran ella y Charles.

Y aquí da un giro la historia. Por esa plática, Fanny reaccionó y, de repente, su enfermedad, desapareció y se curó. Rose, anunció a sus tías su repentina recuperación. Y las tres esposas acudieron, felices, a ver a la recién curada Fanny.

“Estoy curada, afortunadamente, Charlotte. Y quiero decirle que, desde el baile, Charles y yo, nos enamoramos perdidamente. Y yo sólo esperaba a sanar, para hablar con él y acordar la boda. Yo sé que esto es muy duro para usted, pero no podía ocultarlo más. Y sé que Stephen es muy comprensivo y entenderá, que en el corazón, no se manda”, fue lo que anunció Fanny, para absorto y sorpresa de todas las esposas de los Sylvester y, sobre todo, de Rose, quien se sintió traicionada, de que Fanny la hubiera utilizado, para averiguar más sobre Charles y de que hasta se hubiera enterado de que Clara estaba enamorada de él.

Seguramente, la milagrosa cura de Fanny, se había debido a que no habría dejado que su “prometido”, le fuera arrebatado por una “plebeya”.

Y se sintió, a partir de ese momento, casi la dueña de la casa. “Yo no estoy hecha para servir, como tus tías, Rose, sino para que me sirvan”. Pensaba Fanny que, como Charles era primogénito de Tobias, y éste, era el primogénito del señor Sylvester, el abuelo de Charles, éste, heredaría automáticamente la granja, de la que no había testamento. La tradición familiar, siempre había mantenido que nadie heredaba, sino la granja era de todos.

“Cuando yo sea la dueña, van a ver cómo va a mejorar todo esto”, les dijo Fanny a las tres, sorprendidas, compungidas esposas, al otro día de su terrible revelación, la que, para evitar el enojo de sus esposos y, sobre todo, del pobre Stephen, no les fue comunicada a ellos.

Y era que, por la enfermedad de Fanny, se habían dejado de hacer muchas cosas, hasta ruidos, con tal de no molestarla. Hasta entre ellas, hubo desacuerdo, pues Grace y Rachel eran de la idea de que se le regresara a Plymouth, de donde era ella. “No, es la prometida de Stephen y no podemos hacer eso”, la defendía Charlotte, quien fue la que más se desilusionó por la surrealista confesión de Fanny. “No quiero ni pensar en si Stephen aceptaría verla acostarse con su sobrino, en la misma casa”, les dijo a sus concuñas.

Fanny, se sentía ganadora. Pero no contaba con la astucia de Charlotte, quien sacó la casta de los Sylvester. En lugar de escribirle a Charles, de que si tenía alguna deuda en la posada, sería liquidada, con tal de que no lo entretuvieran más, para que regresara a la granja a casarse con Fanny, decidió ir a Londres, para platicar directamente con él.

Fanny aseguraba que por tal deuda, no había vuelto su “prometido”. “Seguramente, esa tal Clara, lo tiene secuestrado, por todo lo que le debe”, afirmó aquélla, muy jactanciosa y pretenciosa.

Rose la comparó con Clara y, en efecto, vio que Fanny se veía “muy bonita”, pero nada que ver con el buen humor y la bondad de aquélla.

Así que Charlotte, salió a los tres días, muy bien preparada con viandas, para ahorrar dinero, acompañada por Fanny, quien insistió en ir a Londres con ella, “para cuidarla, Charlotte, y para platicar personalmente con Charles”.

Se hospedaron en el hotel Flower in Hand, al que tradicionalmente acudían los Sylvester. Charlotte, se movilizó perfectamente en esa gran ciudad, a pesar de que era su primera vez allí.

Y, sin perder tiempo, acudieron a la Jackson’s Economical Saloon. Allí, para, ahora, gran sorpresa de Fanny, Charles se desvinculó de la “promesa” de matrimonio que le había hecho dos años atrás, durante el baile, a la confeccionadora de sombreros. “Yo estaba tomado y le hice el amor, sin pensarlo”, le confesó a Rose, días más tarde.

De nada valieron los histéricos lloriqueos de Fanny, lo que mereció que Clara, a quien desagradó sumamente esa pretenciosa mujer, le echara un vaso de agua en la cabeza, con tal de que se tranquilizara. “Deberías de haberla visto, Rose, estaba hecha una loca furiosa, colgándosele del cuello a Charles, quien ni se inmutó”, le dijo Clara a Rose, tiempo después, riendo las dos de buena gana.

Pero, además, el viaje de Charlotte, emprendedora como era, no resultó infructuoso, pues a partir de allí, estableció un negocio para comenzar a surtir de pollos, huevos, leche y verduras a la posada. “Ella fue la primera empresaria que empezó a llevarles, a posadas y restaurantes, todo lo necesario, con lo cual, creció mucho la granja”, dijo Rose que sucedió en adelante.

Y se descubrió el nefasto, mezquino plan de la ambiciosa Fanny, quien quería que Charles, tomara posesión de la granja, expulsara a tíos y tías, la vendiera y que compraran un “nidito de amor” en Plymouth, para que él trabajara mucho y a ella, no le faltara nada.

A pesar de las malvadas intenciones de Fanny, Charlotte, por el buen corazón que poseía, no quiso dejarla desamparada y la llevó a la casa de la señora Jones, la que le enviaba las cartas a Charles, quien se dedicaba a confeccionar sombreros, como antes hacía Fanny. “Se resignó y todo el resto de su vida, se dedicó a hacer sombreros. Mis tías, se los compraban y sabían que nunca dejó de hablar mal de ellas, pero no les interesaba. Con algo debía de sacar sus frustraciones esa pobre mujer”, concluye Rose.

“Fue una historia que sucedió hace muchos años. Apenas si la recuerdo”, finaliza.

Como comento antes, un relato en donde los buenos, se tornan malos, y los débiles, se embisten de repentina fortaleza.

Esto último, debemos de practicar en nuestras vidas diarias, no dejar que nos venza la adversidad, seguir adelante, hasta que ya no podamos más ¿no creen?

Contacto: studillac@hotmail.com

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