Arturo Alejandro Muñoz
Hay un ejercicio mental que es necesario realizar si aquello del plebiscito de salida resulta relevante para quien requiere otear más allá del resultado que las urnas mostrarán el domingo cuatro de septiembre.
¿Ha pensado usted qué ocurrirá si su opción –Apruebo o Rechazo- es derrotada? ¿Ha pensado qué sucederá en el país ese lunes cinco de septiembre y los días posteriores, y los meses venideros?
Si no lo sabe ni sospecha ni barrunta, tal vez la Historia pueda ayudarle a aclarar tales desconocimientos. ¿La Historia? Sí, la Historia, la nuestra, la aún cercana, pues no es necesario viajar hasta siglos anteriores para disponer de ejemplos valederos.
Una imaginaria máquina del tiempo nos traslada al día viernes cuatro de septiembre del año 1970, exactamente a las comunas del barrio alto de Santiago de Chile. Son las 23:30 horas. Quietud y silencio son los contertulios de esos barrios. Rejas cerradas, luces apagadas, pareciera que nadie vive allí, ni siquiera se ven vehículos aparcados frente a los hermosos inmuebles cuyos jardines silentes y oscuros informan que hay temor, miedo, inseguridad e incertidumbre en casi todas las viviendas de aquel privilegiado sector citadino que había apostado sus fichas al triunfo del candidato derechista Jorge Alessandri Rodríguez.
El miedo duro solamente un par de días. Ya el lunes siete de septiembre de ese año 1970, la derecha comenzó a poner en acción uno de sus planes tendientes a derribar las aspiraciones populares de contar con un gobierno que satisficiese sus necesidades y justas aspiraciones. Desde Washington llegó la hiriente frase: “haremos chillar su economía”, y Richard Nixon se encargó de que ello fuese una dura realidad. Al interior de nuestro país, bombazos y atentados contra instalaciones públicas fueron el pan de cada día. La derecha movió las decisiones de algunos sindicatos y federaciones (el cobre, los dueños de transportes y otros) paralizando casi el país. Los alimentos comenzaron a desaparecer y se inició una durísima época de desabastecimiento provocado política e intencionalmente por las grandes empresas productoras y distribuidoras. El ’mercado negro’ se hizo rutinario.
Pero el pueblo no cedió. El pueblo se mantuvo firme junto a su gobierno, lo que provocó nuevos ataques derechistas a través de su prensa y también mediante llamados –cada vez más abiertos y directos- a un golpe militar. Pero, antes de aquello, la oposición al gobierno popular cifró sus esperanzas en las elecciones parlamentarias de marzo 1973, confiando en que la crisis económica y social jugaría a su favor de manera contundente, vale decir, esperando alcanzar en esos comicios más de los dos tercios necesarios para acusar constitucionalmente al presidente Allende sacándolo del poder ejecutivo.
Sin embargo, los candidatos de la Unidad Popular obtuvieron un 43,3% de la votación –muy por encima del 36,3% que había conseguido Salvador Allende en la elección presidencial de 1970- lo que enloqueció de ira y frustración a los opositores políticos y al empresariado, quienes entonces jugaron sus bazas al interior de las fuerzas armadas logrando finalmente que estas dieran el golpe de estado en septiembre de 1973.
¿De qué sirve recordar todo aquello faltando escasas semanas para el plebiscito constitucional de salida? Nada nuevo bajo el sol, en realidad. Son los consabidos trucos y ataques que la Derecha viene ejecutando desde hace más de medio siglo cuando sus intereses están en riesgo. Las comparaciones son odiosas, aunque a veces sean necesarias, como en esta ocasión en la que el plan derechista no ha tenido grandes variaciones desde 1969-70 a la fecha. Pueden haber cambiado las moscas, pero la bosta es la misma. Y la bosta se llama “miedo”…es la siembra del terror que tanto agrada esparcir a los dueños de la llamada “prensa canalla”, la cual en Chile alcanza al 98% del total de los medios de información escrita y audiovisual, y que está en manos de la derecha más extremadamente beata, conservadora y clasista de América del Sur.
Es un hecho que si la derecha pierde con su alternativa frente al “Apruebo”, el mismo lunes cinco de septiembre comenzará a poner en práctica sus manidos planes sediciosos y totalitarios. Por ello, el electorado (y el pueblo en general) debe estar advertido, alerta y dispuesto a defender sus derechos y sus decisiones.
¿Y si es el ‘Apruebo’ quien pierde…qué pasará entonces? Si ello ocurre, el gobierno del Presidente Boric entregó la respuesta, esta vez explicitada por Camila Vallejo, Ministra Vocero de Gobierno: “Evidentemente, gobernar con la Constitución de 1980 te impone limitaciones y trabas que, efectivamente, dificultan el cumplimiento en profundidad del programa que tenemos (…) Sin embargo, sea cual sea el escenario, nosotros damos por sentado que, más temprano que tarde, esa Constitución (la de 1980) tiene que acabar». Respuesta obvia, tal vez, ya que por cierto el gobierno debe continuar con sus responsabilidades administrativas sea cual sea el resultado plebiscitario.
Por su parte, los partidos de izquierda (¿existen?), como ha sido su costumbre, iniciarán largas, densas y profundas rondas de reuniones, análisis, disquisiciones y argumentos variopintos sin llegar a la solución real, sin unidad, sin liderazgo, sin programa único ni acuerdo efectivo en la acción. La derecha estará, pues, de plácemes ya que esos partidos continuarán aceptando un estado subsidiario, una justicia para ricos, una brecha económica vergonzosa, una educación convertida en lucro, un país ultra centralizado con regiones semi asfixiadas, un bicameralismo generador de corruptelas y traiciones, una legislación laboral decimonónica, un sistema de previsión social que es una absoluta estafa para los trabajadores, etc., etc.
De acuerdo, así es…pero…¿y el pueblo?, ¿acatará el pueblo un resultado que le es francamente desfavorable? ¿No pasará nada, o se preparará un nuevo estallido? Es la incógnita El tiempo responderá a esa pregunta.