por Gustavo Burgos
Desde primeras horas de la mañana de hoy comenzó a circular una carta en la que aparentemente los presidentes de Revolución Democrática, Comunes, Convergencia Social, Partido Liberal y Humanista invitan al flamante Ministro de Interior -Gonzalo Blumel-a una reunión, mañana 31, a las 9:00, en un lugar que no precisan. Durante la jornada no han sido pocas las voces dentro del Frente Amplio que han desautorizado esta iniciativa, pero resulta indudable que tal llamado existió y que el mismo es coherente con el llamado de las autoridades de Gobierno para dar inicio a un «diálogo social».
Que la carta del Frente Amplio diga que no quieren salidas por arriba, no quieren «cocinas» (sic) y que lo que buscan es que se escuche a los actores sociales y que urgentemente se reciba a la mesa de Unidad Socialno cambia en absoluto que el Frente Amplio está llamando al Gobierno para dialogar. Debe decirse que indudablemente esta carta responde al llamado de la mesa nacional de Unidad Social, del martes 29, en la que esta conmina a los partidos de representación parlamentaria «a asumir un rol determinante ante el estallido social», indicando que «la voz de los partidos y de sus parlamentarios debe hacerse notar en este momento crítico», para terminar llamando a los «parlamentarios a recoger los planteamientos del movimiento social presentados en el siguiente pliego, y enfrentar de manera efectiva la crisis social y política atacando sus verdaderas causas». Visto desde un punto de vista formal, Unidad Social pide a los partidos «asumir un rol determinante», «hacerse notar», «recoger planteamientos» , «enfrentar de manera efectiva la crisis social» y «atacar sus verdaderas causas». Estos son los hechos.
Sin embargo, las declaraciones políticas deben entenderse según el contenido que a ellas les da la lucha de clases. Quien pide dialogar es porque estima que ha sido derrotado o bien considera que dicha derrota es inminente. Mientras la lucha está abierta, por cierto siempre hay comunicación entre los bandos, pero lo que domina es el choque, la lucha, el enfrentamiento. No se trata por lo mismo de creer que tales comunicaciones no «deban» existir, no se trata de hacer un juicio moral sobre el comunicado del Frente Amplio, sino de develar su significado concreto: tender un puente a Piñera, impedir que el Gobierno caiga y que se abra espacio a un proceso de negociación con él. Es la comedia de la Asamblea de la Civilidad, órgano antecesor de la Concertación, que en 1986 construyó las bases de la transición para permitir a Pinochet salir del poder de forma que su régimen se perpetuara.
¿Por qué ocurre esto?, pues bien, porque la dinámica del proceso llamado «levantamiento», «estallido» y de mil formas, es el de una revolución proletaria sin dirección revolucionaria, un febrero ruso de 1917, pero en Chile en el 2019 y con todo un proceso histórico del cual es expresión. Un proceso que hace a esta revolución algo único, a ratos caótico y difícil de comprender, pero en el que es evidente que los explotados, actuando como clase, han salido a las calles a derribar al Gobierno -no porque recién ahora consideren intolerable el régimen de explotación- sino porque han tomado la conciencia de que es posible y necesario arrasar con el orden político que sustenta la miseria, los abusos de los poderosos, la corrupción y toda forma de explotación. Los trabajadores, estudiantes y la masa explotada que sale día a día a las calles a reclamar lo que es propio, no quieren diálogo porque han vivido ese diálogo durante 30 años y saben que él conduce a mantener todo igual.
Quien mejor grafica el papel de las direcciones del Frente Amplio es el Alcalde porteño, Jorge Sharp. Mientras el pueblo inundaba las calles del Gran Valparaíso y el Gobierno llenaba de militares las calles y desplegaba una represión sin cuartel, en medio de esa lucha se permitió replicar el mote de «no estamos en guerra», en una impotencia pacifista cuyo único objetivo era desmovilizar, porque el pueblo estaba y está en guerra con el Gobierno de los pirañas, los grupos económicos y el imperialismo. Hoy, precisamente hoy, el Alcalde, como Consejo Comunal de Seguridad Pública, se reunió con la Fiscalía y la PDI para «controlar» la situación, lo que es un eufemismo para ocultar de que está participando de la represión del movimiento. Es más, reclamó que a tal convocatoria no llegó Carabineros ni el Gobierno.
Cabe entonces preguntarnos ¿es «ciudadano» organizar la represión en contra del pueblo, o es tal tarea de los patrones?; ¿de qué sirve la bancada frenteamplista, sino para tender un salvavidas a Piñera?; ¿a quién sirven las salidas institucionales, sino a los dueños de esas instituciones?.
Compañeros, sabemos estas respuestas porque la calle las vocifera en cada esquina del país desde casi dos semanas. Vivimos, protagonizamos un levantamiento popular del que no hay memoria en Chile. El régimen capitalista tiene hoy día -lo hemos afirmado otras veces- dos salidas. La primera, la conservadora, que supone mantener a Piñera en el Gobierno e impulsar una reforma constitucional, en esta línea están explícitamente la Concertación, Renovación Nacional y hoy se sumó la Corte Suprema. Esta salida es muy larga y corre el riesgo de seguir desangrando al régimen al punto de hacer irrecuperable.
La segunda, asegurar la renuncia de Piñera en un ambiente de diálogo, convocando a elecciones generales y propiciando que tal convocatoria se denomine Asamblea Constituyente, en la que los diputados constituyentes pacten un nuevo orden institucional. Esta es la famosa salida pacífica de las cúpulas del Frente Amplio, PC y algunos sectores del PS. Es lo que se observa en los planteamientos, aún no muy claros de Jadue y Pamela Jiles. Esta alternativa permite adaptar al régimen capitalista a la nueva correlación de fuerzas, legitimarlo y hacerlo «democrático».
Estas dos salidas, ambas burguesas, se oponen al proceso de luchas en curso. Se oponen porque terminan sirviendo de oxígeno para el orden patronal y porque en la práctica importa sacar a los trabajadores de las calles y hacer que las instituciones burguesas se hagan cargo del problema. Tales alternativas deben ser consideradas una traición al proceso, al levantamiento popular y la revolución que se gesta en las calles. Sentarse a dialogar con Piñera hoy, o con su Ministro Blumel, es hacerlo en torno a una mesa sobre la que se ha derramado la sangre de 19 compañeros y compañeras que han caído luchando en contra de la salvaje represión piñerista, los miles de heridos, torturados por el aparato militar pinochetista. Dialogar con Piñera hoy es cerrar las puertas a los trabajadores y abrírselas nuevamente al gran empresariado.
Quieren hacernos creer que no hay otra alternativa y ella existe: que gobiernen los que hacen producir al país, los que manejan trenes, barcos, camiones, hospitales, escuelas, fábricas, minas, fundiciones, campos, refinerías y a toda la administración pública. Es necesario que se haga carne en el movimiento algo que ya se ha conquistado en la realidad: los trabajadores podemos gobernar este país y para ello no necesitamos del empresariado. La fuente de la riqueza no es el capital ni sus inversiones, esa riqueza proviene del trabajo de millones de explotados que han construido este país. La única salida a la crisis, que es la crisis del capitalismo chileno y mundial, es un gobierno de trabajadores, un gobierno obrero y de los explotados, como revolución proletaria y socialista. Tal es lo que se proyecta en las asambleas y cabildos que se levantan en todo el país.
Nos preguntábamos por qué el Frente Amplio pide dialogar con Piñera. Pues bien, la respuesta es muy sencilla, porque necesitan sostener al régimen e impedir que caiga el Gobierno. Esto es una clara demostración de que su política del pasado, anterior al levantamiento popular, ha quedado desnudada en su contenido de clase. Las cúpulas del Frente Amplio pretenden volver a crear condiciones para cimentar su camino a La Moneda, es su único interés. Es lo que repiten Beatriz Sánchez, Boric y cía, abren la boca para condenar la violencia y los saqueos, pero no plantean una palabra para organizar la lucha y derribar el orden capitalista, la fuente de esta crisis. La paz social que propugnan, cimentada sobre el orden capitalista, es la paz de los cementerios. Pero los trabajadores han encontrado su camino a su propio poder, a su propio Gobierno, por ello es tarea de todos los que estamos en la lucha y en ellos los miles de activistas que aún se reclaman del Frente Amplio, sepultar a los capituladores y dialogantes con el enemigo. Con Piñera no se dialoga, se le combate.
(Tomado de El Porteño)
Carlos Marx en una de sus centenas de notas periodísticas, cuando las oficiaba de Editor/periodista, señalaba que en política con el enemigo no puede haber diálogo, al enemigo sólo había que combatirlo. Precisaba una diferencia, que en política habían tres estamentos, los compañeros de ruta, partidos y movimientos aliados, los adversarios políticos y los enemigos políticos. Señalaba que con el adversario, bajo ciertas condiciones se podía dialogar acordando puntos en comú que beneficiara al movimiento revolucionario. En cambio, con el enemigo era imposible sostener diálogo alguno, sólo había que combatirlo tanto desde el mundo de la teoría como en el mundo de la praxis.