Patricio Guzmán S. *
En el antiguo Israel tras siete veces siete años, el año cincuenta que seguía, era el Jubileo, durante el cual se llevaba a cabo una reforma agraria con la repartición de la tierra de cultivo, no se explotaba la tierra, se condonaban las deudas, y se liberaba a los esclavos. El origen de la palabra “jubilación” viene de ese año especial y gozoso que se anunciaba con el fuerte sonido (Yubal) del cuerno, el shofar hebreo. Se trata de una celebración estrechamente asociada al ideal de Justicia Social, que para los israelitas respondía a una obligación con Dios, al que se servía cumpliendo sus preceptos, cuya finalidad central era el bien del ser humano.
Durante siglos, sino milenios, la mejor gente ha luchado por garantizar la sobrevida digna de los necesitados, de los pobres y los adultos mayores, desde los valores de la Justicia Social y la Solidaridad. En la sociedad capitalista los movimientos de trabajadores se unieron y lucharon para asegurar la protección para los suyos y para ellos mismos ante las contingencias de la vida, y en ocasiones contaron con el apoyo de estadistas esclarecidos. Así especialmente después de las dos guerras mundiales, con el alza social revolucionaria que acompañó la inmediata posguerra, en reacción al sufrimiento, la carnicería y los crímenes masivos, se extendió el Estado de Bienestar, y especialmente la Seguridad Social como su componente más importante.
El domingo 24 de julio, 21 de agosto y 16 de octubre se realizaron multitudinarias marchas contra las Administradoras de Fondos de Pensiones, AFP, el sistema privado de pensiones que impera en Chile desde 1981, que fue impuesto a sangre y fuego por la dictadura, no debemos olvidar que Chile fue elegido para ser el laboratorio del neoliberalismo y hoy estamos viendo las consecuencias más duras de este experimento neoliberal.
La Jornada fue magnífica, por cientos de miles familias de trabajadores y sectores medios salieron a las calles, en todas las grandes ciudades y en cientos de pequeñas localidades, respondiendo al llamado a la protesta contra el sistema privatizado de pensiones (NO + AFP), un pilar de la acumulación capitalista en Chile.
Estamos ante un hecho mayor, después de muchos años de movilizaciones en las calles principalmente de estudiantes, la clase trabajadora ha entrado masivamente en escena, con una nueva generación que no vivió las derrotas históricas del pasado, arrastrando a la vieja generación y las clases medias. El Domingo 24 comenzaron a hacerse realidad las últimas palabras del presidente Salvador Allende, “de nuevo se abrirán las grandes Alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
La pesadilla de las AFP
En 1981 la dictadura chilena terminó con las Cajas de Previsión, el viejo sistema de seguridad social, que pagaba las pensiones. Se acabó con el aporte empresarial, y se redujo el porcentaje de cotización de los trabajadores, reduciendo así el costo de la fuerza de trabajo.
El sistema de AFP no fue creado para dar pensiones, sino para fortalecer los mercados de capitales y transformar el ahorro forzoso de los trabajadores en capital al servicio de la acumulación y ganancias de los grandes grupos económicos. Oligopolios abusivos que se coluden para esquilmar a los consumidores. Los grupos económicos que disfrutan de esta plata dulce han comprado y corrompido a los políticos.
Chile es el país más desigual de todos los miembros de la OCDE. El 1% de la población concentra el 35% de la riqueza.
En gran medida esto se explica por el sistema de AFP, un pilar de la acumulación capitalista en Chile. Cada mes a los trabajadores asalariados nos descuentan el 10% de nuestras remuneraciones que van a parar a los mercados de capitales, es decir a los grandes grupos económicos que controlan el país ( banca, inmobiliarias, minería, cadenas de venta minorista ó retail, farmacias, agro negocio y forestales, salmoneras, concesiones de autopistas …) muchos de ellos depredadores del medio ambiente, y en cambio recibimos pésimas pensiones. Para las grandes empresas es el negocio soñado, reciben un flujo permanente de dinero barato, y luego lo prestan caro, o lo invierten en nuevos negocios. Si las cosas van mal hacen que las perdidas las paguen los fondos de los trabajadores.
El sistema de AFP es rechazado por la mayoría de la población, los datos que explican este rechazo son elocuentes. Cuando se crearon las AFP se prometió que los trabajadores recibirían el 70 ó 75% de su último salario, algo que está muy lejos de la realidad, dado que el promedio de las pensiones que pagan las propias AFP no llegan a los $120.000 mensuales, aquellas jubilaciones que pagan las compañías de seguro, la Renta Vitalicia, que apunta a los trabajadores de remuneraciones más altas, llega a un promedio menor a $296.000, pero lo que es más grave 91% de las pensiones se encuentra por debajo de los 156.000 pesos lo que equivale a 62% del salario mínimo, el salario mínimo está en $250.000, lo que condena a la mayoría de los pensionados a vivir en condiciones de pobreza, algo que no solo los complica a ellos, sino también a sus familias, dado que para poder sobrevivir dependen de la ayuda que le puedan dar sus hijos y familiares más cercanos, que a su vez tienen que sobrevivir con salarios que son también bastante miserables y con los que a duras penas pueden mantener a sus familias.
Los principios de la Seguridad Social.
La Seguridad Social garantiza el apoyo necesario para mantener un nivel de vida digno en la enfermedad, el desempleo, la vejez, y la maternidad, y para ello se organizan sistemas que están orientados por principios, internacionalmente reconocido a través de los convenios de la OIT. Analicemos los principales de ellos:
Solidaridad. Toda la gente en la medida de sus posibilidades debe contribuir económicamente al financiamiento de la protección social, que entrega prestaciones a todos, al menos para cubrir sus necesidades básicas. Incorpora en otras palabras una lógica redistributiva.
En el sistema de capitalización individual no hay lugar para la solidaridad, de hecho su principal creador José Piñera, declaró explícitamente que el sistema de pensiones no tenía que ser distributivo.
Universalidad. Todas las personas participan de los beneficios del sistema de seguridad social.
En las AFP no están todos los trabajadores. Por ejemplo quedan excluidos una gran cantidad de trabajadores precarios que no tienen una relación contractual asalariada regular, como los trabajadores que trabajan con boleta de honorarios, generalmente bajo la ficción que son trabajadores independientes sin subordinación o dependencia de un empleador o jefe.
Igualdad o No Discriminación. Todas las personas en la misma situación deben recibir el mismo trato de los sistemas de Seguridad Social.
Baste pensar en el caso de las mujeres, que reciben en promedio pensiones 40% menores a las de los hombres. Ellas ganan salarios menores por tanto cotizan menos, tienen más periodos sin cotización o “lagunas”, porque se hacen cargo de la crianza de los hijos, y del cuidado de personas mayores, sin compensación previsional adecuada. Finalmente al calcular sus pensiones la sobrevida promedio que se les asigna es varios años superior a la de los varones, y por lo mismo el fondo que han llegado a acumular se divide en mucho más tiempo.
Además son mujeres las que por dedicarse a su familia sin empleo remunerado, y a trabajos esporádicos, están en mayor medida en la situación de no haber cotizado nunca o casi nunca.
Suficiencia. Las prestaciones deben ser suficientes para garantizar que se cubren las necesidades.
Las pensiones pagadas son tan bajas, y su tendencia es a empeorar, que esto no merece comentario alguno.
Sustentabilidad. El diseño del sistema debe garantizar su permanencia económica en el tiempo.
Este es el único principio que el sistema de AFP cumple.
Cualquier sistema que no cumpla con los principios enumerados arriba, no es Seguridad Social, sino más bien algún tipo de seguros privados que otorgan prestaciones sobre la base de un negocio que pretende utilidades o lucro. En Chile por tanto no tenemos Seguridad Social.
El llamado “Pilar Solidario”, entrega Pensiones Básicas de $93.500 al mes a los que no cotizaron, o un “Aporte Previsional Solidario” a los que se jubilan con menos de 302.000 pesos. Pero atención, siempre que se demuestre que están en el 60% más pobre de la población. Después de una vida de trabajo, la persona mayor todavía tiene que pasar por una humillación pública para tener acceso a este “pilar solidario”.
Ahora gracias a las protestas masivas el gobierno ha propuesto subir la cifra de los aportes en 10%, es decir un viejo con Pensión Básica recibirá $102.850 al mes.
Detrás de las tremendas movilizaciones contras las AFP y sus sistema de capitalización individual, hay una batalla valórica. De una parte los que creemos en una sociedad que base su cohesión social sobre la solidaridad y la justicia social, de otra los que piensan que el ser humano es básicamente individualista y egoísta, y que es mejor en buen chileno que “cada cual se rasque con sus propias uñas”.
Nosotros creemos que el sistema más eficiente es un sistema de reparto intergeneracional, solidario que evite la discriminación de la mujer, diseñado realmente para pagar pensiones, y que garantice medios de vida y dignidad para todos y todas en la tercera edad. Un sistema nuevo, eficiente, con solvencia garantizada para asegurar la jubilación de nuestros pensionados actuales y las futuras generaciones.
Es el sistema de capitalización individual de las AFP es el principal mecanismo de acumulación del capital en Chile en favor de los grandes grupos económicos. El sistema de capitalización individual se creó para transformar el ahorro previsional obligatorio en capital en favor de los grandes grupos económicos y las multinacionales, a través de la inversión en las bolsas, en los mercados financieros.
Esto explica gran parte de la concentración extrema de las empresas y la riqueza en el país. Veinte grandes grupos empresariales y bancos reciben la mitad de las inversiones.
Este sistema nunca dará como resultado buenas pensiones para la mayoría de la gente de trabajo porque no fue esa la razón fundamental por la que fue creado.
Hay que recordar que a principios de los años 80, cuando se establecieron las AFP, y se expropiaron las antiguas Cajas de Previsión, estábamos en plena represión y dictadura militar, pero la economía chilena se hundía, empresas y bancos estaban quebradas y descapitalizadas tras el fracaso del primer experimento neo-liberal y la doctrina de shock. Los empresarios necesitaban urgentemente dinero fresco. Con el sistema privatizado de capitalización individual de las AFP las élites dominantes consiguieron dos cosas; 1) redujeron el costo de la fuerza de trabajo, porque los empresarios dejaron de pagar su contribución a la seguridad social, y 2) reforzaron el mercado de capitales con un flujo interminable, de dinero expropiado a los asalariados. Expropiado porque una gran parte de este dinero se pierde en los casinos financieros, y aunque en teoría los trabajadores conservan la propiedad de los fondos, no pueden disponer de ellos.
Un sistema de previsión ineficiente.
Durante décadas nos han querido convencer que las empresas privadas son más eficientes que las instituciones públicas, que el individualismo entrega mejores soluciones que la colaboración.
Estamos frente a dos concepciones valóricas diametralmente opuestas, y si observamos los resultados de treinta años de experimento monetarista con las pensiones privatizadas en Chile, tenemos la demostración palpable que en necesidades sociales la colaboración solidaria y lo público son más eficientes. El sistema actual es caro y no entrega pensiones suficientes.
Los números son elocuentes 9 de cada 10 pensionados reciben menos de $ 189.000 por mes.
De acuerdo con la información de la Superintendencia de Pensiones a agosto de 2016, la pensión de Retiro Programado que pagan directamente las AFP, en promedio llegaba a S 120.037 pesos, mientras que las pensiones de Renta Vitalicia que pagan las compañías de seguro y están dedicadas a las remuneraciones más altas, en promedio eran $ 297.735 pesos.
Las AFP han incumplido las promesas iniciales, los trabajadores no llegan a recibir el 70% de sus últimos salarios, la verdad que esta relación conocida como «tasa de reemplazo» está cerca del tercio 35%, y de acuerdo con el informe lapidario de la Comisión Presidencial para la Reforma del sistema de Pensiones (Comisión Bravo), en la próxima década caerá al 20%, y luego las pensiones llegarán incluso al 15% de los últimos salarios.
El sistema de capitalización individual ha sido un completo fracaso si se les mide de acuerdo con las pensiones que entrega, es un sistema ineficiente. Si el balance se hace desde el punto de vista del crecimiento de la economía basada en grandes grupos concentrados y oligopólicos entonces sería un éxito.
La propuesta de la Coordinadora NO + AFP.
Aspiramos a un sistema de solidaridad intergeneracional, de reparto, con financiamiento tripartito de trabajadores, empleadores y estado.
Es decir que los trabajadores activos cotizan para las pensiones de los trabajadores pasivos, que por edad o enfermedad han dejado de trabajar remuneradamente.
Con el excedente calculado a partir de aportes superiores a los gastos esperados, crearemos un Fondo de Reserva Previsional, que invertirá en proyectos y empresas con interés social, que generé un interés garantizado. Con esto aseguramos la sostenibilidad del sistema de pensiones, en épocas de dificultades económicas, o alto desempleo, y en el futuro cuando llegue a haber un problema demográfico estará cubierto. Los cálculos a partir de supuestos pesimistas y conservadores demuestran que en Chile un sistema de reparto es viable y sostenible al menos por un siglo.
De acuerdo con las convenciones de la OIT trabajadores y patrones deberían aportar a partes iguales para la seguridad social, pero en Chile los empleadores no contribuyen nada para las pensiones.
La propuesta no es una vuelta al pasado de las Cajas de Previsión. Estas tenían un componente de reparto solidario pero limitado a las fronteras de los gremios a los que agrupaban. Las prestaciones que daban las Cajas no se limitaban a las pensiones, incluían la salud, e incluso ayuda para la vivienda, y eran superiores en general a lo que entregan las AFP, y no estaban quebradas.
Pero la propuesta de reparto actual considera la situación de movilidad en el mundo del trabajo durante la vida laboral. Queremos un sistema nacional único y moderno, eficiente y apoyado en las nuevas tecnologías de la informática y la comunicación.
A diferencia de las pensiones de AFP, en donde no hay certeza de su monto al llegar al retiro, y lo único claro son los porcentajes de cotización y comisión a pagar. El sistema que propone la Coordinadora NO + AFP, incorpora pensiones determinadas con antelación, de acuerdo a porcentaje definidos de los salarios de acuerdo con los años de cotización.
Los números dan para aumentar el conjunto de las pensiones, y avanzar rápidamente a pensiones con un piso mínimo del salario mínimo.
Pero no se trata solamente de las pensiones, la lucha de NO + AFP, es también una lucha por un nuevo modelo de economía y sociedad, una sociedad con una base de solidaridad, justicia social y soberanía nacional.
(*) Este artículo fue escrito por el autor para la revista Pastoral Popular, del Centro Ecuménico Medellín.