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Piñera es el símbolo de lo aborrecible

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EL CLARÍN DE CHILE

Ricardo Candia Cares

Acorralada y desesperada la derecha devela su cara más representativa en forma de un escándalo mundial en el que uno de los connotados acusados es Sebastián Piñera.

La moral de la derecha es el valor del dinero. Su límite ético es la ganancia a manos llenas. Su fin último es ganar más y más dinero de la manera más morbosa posible, sin saber exactamente para qué.

Un multimillonario es una anomalía desde el punto de vista de la razón más elemental, es una atrofia del sentido de lo mínimamente humano.

Ante el descalabro anunciado que vive el planeta, algunos desarrollan la idea de que todos somos culpables del estado calamitoso de aquellos sensibles equilibrios que permiten que haya la vida tal como la conocemos en esta minúscula mota de polvo cósmico, alojado en un rincón alejado del centro de una pequeña galaxia.

La vieja que riega sus flores, el ciudadano que usa bolsas plásticas o el niño que bota una cáscara de plátano son instalados como los irresponsables culpables de la debacle planetaria.

Pero no es así.

El riesgo de la vida sobre el planeta es responsabilidad de los que han creído que se puede ganar dinero de manera infinita no importa si en la pasada arrasa con los glaciares que surten el agua, elimina los bosques que genera el oxígeno, envenenan la tierra y los mares que alimentan y generan vida. Y de paso, secan el alma de las gentes.

Los basurales se atiborran de objetos desechados una vez que lograron ser vendidos no se sabe bien para qué. Las cosas inútiles de una sola vida generan grandes ganancias y luego apozan en montañas de venenos industriales.

Ropas, artefactos eléctricos, automóviles, que pudieran tener una larga vida son matadas artificialmente para ser repuestas por la vía de instalar modas inútiles, pseudo comodidades, inútiles estándares sociales.

El desarrollo de la ciencia permitiría que la familia humana se desarrollara de la mejor manera, sin embargo, los poderosos enfermos utilizan los increíbles avances científicos solo para seguir ganado más dinero en una espiral de locura que no se puede comparar con nada.

Una de esas anomalías humanas funge como presidente de este país que ha sido dirigido y digerido por esta casta de gente enferma, en la que destella Sebastián Piñera.

Las ciudades se han atiborrado de edificios en donde se amontonan sus habitantes, las calles y carreteras se atiborraron de vehículos, las costas se atiborraron de industrias que envenenan y la gente se atraganta con créditos que pagan otros créditos, en una espiral trágica.

Y a eso llaman progreso.

Sin embargo, no es otra cosa que el saqueo del planeta y sus habitantes, que se disfraza con un maquillaje de cosa moderna y necesaria.

Es el capitalismo en su fase de demencia absoluta.

En nuestro país el capitalismo demente ha instalado un circuito que trastoca lo humano de las personas y los transforma en un engranaje que nutre la codicia de aquellos creyentes que violan a Cristo cada minuto de sus vidas.

Sebastián Piñera es el símbolo del vivaracho que posa de inteligente y no lo es más que un cogotero que no cae preso de puro avivado.

Desde parámetros normalmente humanos no se puede definir a un sujeto que ha hecho de su vida una sola cosa corrupta. Desde la mentira, la manipulación y el delito, sí.

Una investigación que involucra a centenares de poderosos del mundo sitúa a Piñera en el vergonzoso ránking de los que han robado a sus países. Disfrazado de patriota, su banderita se la pincha más cerca de su chequera que del corazón, con perdón del pleonasmo.

Piñera es un símbolo de todo lo aborrecible en un ser humano, un sujeto despreciable, un pobre millonario sucio y traidor capaz de vender a su madre por un par de millones.

A esta hora los amigos de Piñera, expertos en defraudar, estarán excavando las leyes hechas por ellos mismos hasta dar con los atajos que le van a permitir la frase casi sagrada: está todo hecho legalmente.

Como si tal estatus dotara de un significado moral, humano o legítimo al saqueo, al cogoteo mayor.

Si alguien tiene dudas respecto de lo que estalló en aquel octubre de leyenda, es exactamente este olor a pudrición que se cruza una bandera al pecho, aunque debería estar preso a perpetuidad.

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