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Los venezolanos vuelven a las calles

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La mesa de la polarización está servida

 

Tras un largo período de sosiego en la confrontación abierta que en 2017 había partido en dos al pueblo venezolano en las calles, el pasado 23 de enero los venezolanos volvieron a manifestarse como opositores u oficialistas, impulsados por la autoproclamación de Juan Guaidó como presidente. Así, las protestas populares que en 2018 se habían organizado en torno a reclamos sociales, en 2019 arrancaron con un enfoque estrictamente político, allanando el camino al atrincheramiento.

 

Humberto Márquez, desde Caracas

Brecha, 25-1-2019

https://brecha.com.uy/

“¡Juro!”, dijo desde la tribuna, con la mano derecha en alto y amplificado por un frágil equipo de sonido. La multitud a sus pies le imitó y repitió: “¡Juro!”. “(…) asumir formalmente las competencias del Ejecutivo nacional –abajo empezó la algarabía– como presidente encargado de Venezuela.” Entonces fue un rugido lo que emergió de miles de gargantas. Juan Guaidó, un ingeniero industrial de 35 años, casi un perfecto desconocido hace tres semanas –antes de asumir la conducción del parlamento por un acuerdo entre grupos opositores–, acababa de proclamarse presidente para sustituir al “usurpador” Nicolás Maduro.

Apretujadas delante del periodista, a casi 50 metros de la tribuna, varias señoras se zafaron del bosque de hombros, brazos y cabezas para danzar y repetir: “¡Lo hizo, lo hizo, lo hizo!”.

Lo hizo, en efecto, sorpresivamente, atendiendo al reclamo de los más radicales en las decenas de cabildos abiertos que precedieron las grandes manifestaciones opositoras de este 23 de enero. Es una fecha-talismán en Venezuela, porque ese día de 1958 un alzamiento cívico-militar derrocó la dictadura que durante casi diez años ejerció el general Marcos Pérez Jiménez.

Adultos mayores en la marcha hacia la plaza Juan Pablo II, en el límite de dos municipios de la gran Caracas, evocaban la efeméride. “Ese día cayó un dictador, hay que recordar esa fecha, ese día ganamos una democracia, ahora podemos ganar otra”, señala a Brecha, en medio de la barahúnda de gritos, silbatos, batir de palmas y tamboriles, José Morillo, un jubilado del Ministerio de Salud que ejerce de carpintero. Viene de La Pastora, una zona popular del norte de la ciudad que ha sido pro oficialista por años. Camina junto a un grupo de parientes jóvenes. Apostados en la vía, junto a edificios gubernamentales, hay decenas de “rivales”, partidarios del presidente que lucen camisas rojas. En uno y otro bando se agitan banderas tricolores, amarillo, azul y rojo.

Entonces, provocando, desde el lado opositor, un muchacho con un vozarrón casi aúlla: “¡Maduuurooo!…”, y cien voces gritan en respuesta un improperio contra la madre del presidente.

Los gritos que más se escuchan son “¡Libertad, libertad!” y “No quiero bono, no quiero Clap (bolsas con comida a precios subsidiados), yo lo que quiero es que se vaya Nicolás”.

Los oficialistas también gritan: “No volverán, no volverán”. Algunos insultos, pero la violencia no llega a mayores. La columna opositora llega a la avenida donde se hace la concentración y se integra a la multitud, que puede cifrarse en unas 200 mil personas. Tiene réplicas en 53 ciudades y pueblos. También hubo concentraciones de venezolanos opositores en decenas de ciudades del exterior. La mesa de la aguda polarización política de nuevo está servida.

“MI voto también vale”

Los partidarios de Maduro marchan hacia una plaza vecina del palacio de gobierno desde tres puntos de la ciudad. Son varios miles. Tienen banderas rojas y grupos con tambores. Abundan los empleados públicos que lucen franelas (camisetas) de las dependencias en que laboran –Petróleos de Venezuela, banca pública, puertos, Ministerio de Alimentación–, o de “misiones”, como se bautizaron los programas sociales –educación, salud, vivienda– desarrollados por el gobierno. También se ven algunas gorras del Partido Comunista, pequeño aliado del mayoritario Partido Socialista Unido de Venezuela (Psuv).

En la céntrica plaza Brión de la capital, a la espera de marchar, se forman filas ante las hileras de baños portátiles: son indispensables para quienes vienen del interior. Como la orgullosa alfabetizadora Clara Rodríguez, quien llega de Portuguesa, una provincia de las llanuras centro-occidentales. Vino en uno de los autobuses fletados por la gobernación de su región: “La oposición tiene su gente, pero nosotros también”, comenta a este periodista. “Respaldamos al presidente Maduro, él ganó las elecciones (del 20 de mayo de 2018, rechazadas por la mayor parte de la oposición). La oposición dice que hubo fraude, pero yo voté, mi voto se contó, mi voto también vale.” Maduro “no ha podido parar la inflación (más de millón y medio por ciento según la Asamblea Nacional, controlada por la oposición), pero ha construido viviendas, esto también vale”, continuó.

Las marchas y la concentración opositora congregan gentes de variados estratos sociales. Las del oficialismo son casi todas de los sectores populares. Al avanzar, algunos participantes se disgregan o apartan de la caminata. Vehículos con altavoces reproducen canciones de cantautores izquierdistas. Se llega a una vieja plaza cercana al Palacio de Miraflores, sede del gobierno. Maduro no acude: el principal orador es Diosdado Cabello, capitán retirado del Ejército y vicepresidente del Psuv. Cabello invita a marchar hacia el palacio para permanecer en “vigilia” y hacer compañía al mandatario.

Maduro sale a un balcón rodeado de colaboradores civiles. Critica a los medios internacionales: “Censuran al pueblo, no muestran que somos la mayoría”, y están en sintonía con “el gobierno imperialista de Estados Unidos, que dirige una operación para, a través de un golpe de Estado, imponer un gobierno títere. Es una gravísima insensatez de Donald Trump”, dice el mandatario, quien inició su segundo sexenio el pasado 10 de enero, jurando ante el Tribunal Supremo de Justicia, pues la Asamblea Nacional ha sido declarada “en desacato” por el oficialismo.

Yankees Go Home

“Hoy se comieron la luz (roja). Por eso anuncio que he decidido romper relaciones diplomáticas y políticas con el gobierno imperialista de Estados Unidos. ¡Fuera!, se van de Venezuela. ¡Aquí hay dignidad, carajo!”, proclama Maduro. Sus seguidores aplauden. “¡Así se hace, carajo!”, exclama en la fila de milicianos uniformados un militante de la tercera edad. Y el presidente continúa: “Y por eso, en este día histórico, procedo a firmar la nota diplomática para que en un plazo de 72 horas abandone el país todo el personal diplomático y consular de Estados Unidos”.

En cuanto a Guaidó, no mencionado por Maduro en su discurso, “le toca a los órganos de la justicia actuar con base en la ley. Es un tema de la justicia. A nosotros nos toca gobernar”, señala el presidente, quien termina clamando: “¡Aquí no se rinde nadie!”.

Vuelve la confrontación

La manifestación oficialista se disuelve tranquilamente. Muy pocos –al caer la noche prácticamente nadie– han de permanecer en la vigilia convocada. Los accesos a Miraflores están cerrados al paso de vehículos. Mientras, en el este de la capital, tradicional bastión opositor, algunos exaltados atraviesan un camión en la principal autopista y le prenden fuego. Se repiten las escenas de choques entre manifestantes encapuchados y policías apoyados por guardias nacionales. Se oyen aislados toques de cacerolas vacías.

La confrontación ha regresado. En tres noches seguidas de desórdenes, desde que 27 efectivos de la Guardia Nacional se amotinaron durante unas pocas horas en un cuartelillo al norte de la capital, las demostraciones tras barricadas armadas con basura incendiada en las calles desataron la respuesta de uniformados y grupos civiles o individuos que tienen armas de fuego: en total han muerto 16 personas en esas 72 horas, y aún está por determinarse quiénes las abatieron en las manifestaciones opositoras del área metropolitana de Caracas y cuatro ciudades del interior.

El parlamento ofrece una “amnistía” a los militares y demás funcionarios que desconozcan al “usurpador” y cambien de bando. Pero el generalato de la fuerza armada ha ratificado su respaldo al presidente Nicolás Maduro.

La nueva incógnita es ¿qué pasará si Estados Unidos no retira a su personal diplomático de Caracas? ¿Lo sacará Maduro a la fuerza? ¿Cómo reaccionará Trump? Los actores han subido sus apuestas, colocando las fichas en las casillas de decisiones y hechos extremos. Todo en una sola jornada este 23 de enero de 2019.

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