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Los escasos metales de tierras raras, cada vez serán más demandados

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Por Adán Salgado Andrade

La mal llamada revolución “verde”, sobre de convertir todo a energías renovables (eólica, solar, el oleaje, las hidroeléctricas, las geotérmicas, principalmente), incluyendo los autos, que se impondrá que todos sean eléctricos (en algunos países europeos, a partir del 2030), seguirá provocando depredación ambiental y contaminación, pues se incrementará el extractivismo, por la apertura de más y más minas para extraer metales y minerales necesarios para la fabricación de las baterías de los cientos de millones de los mencionados autos eléctricos, como litio, cobalto, grafito o los metales de tierras raras. Por ello, no son la panacea que se anuncia para limpiar el planeta. No tendrán escape que arroje COu otros gases, pero contaminarán por los procesos previos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/06/cada-vez-es-mas-evidente-que-los-autos.html).

Por si fuera poco, quiere integrarse a ese creciente extractivismo a la minería marina, lo que ocasionará irreversibles daños a los océanos, de por sí ya muy afectados por derrames petroleros, aguas negras, fertilizantes, naufragios, basura de todo tipo, plásticos y microplásticos, aguas radioactivas y otros contaminantes (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/08/la-mineria-marina-ademas-de-depredadora.html).

Además, la propia manufactura de los autos eléctricos, producto de procesos de combustión (el fundido de metales, la fabricación y moldeado de plásticos, los cables eléctricos, hechos de cobre y plástico, los interiores, los vidrios, los motores…), es intrínsecamente contaminante. Imaginen cuánto va a contaminar ese proceso si se pretende sustituir a los más de 1,200 millones de vehículos de combustión que actualmente corren por el mundo.

Y para obtener esos metales de tierras raras, en países autoritarios como Myanmar (que mediante un golpe de estado, en febrero del 2021, los militares destituyeron a la activista San Suu Kyi), expropian tierras de los sometidos habitantes, que viven en zonas en donde hay esos metales, los que se encuentran en zonas selváticas. Y lo hacen por la fuerza, y si oponen resistencia, hasta los matan. Además de las atrocidades cometidas contra esa pobre gente, están devastando los golpistas vastas zonas selváticas, dejando tierras yermas y contaminadas por los depredadores procesos mineros para extraer esos metales. Y los mandan a China, uno de los países que más procesan esos metales, tanto los que posee, así como los de países como Myanmar, sin importarles a los chinos las consecuencias sociales o ambientales que esté ocasionando esa rapaz, mezquina infamia (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/08/los-golpistas-de-myanmar-matan-gente-y.html).

Ahora, un factor “verde” que agudizará la necesidad de extraer más y más metales de tierras raras, son las granjas de viento que se están construyendo en el mar. Dichas granjas se proponen como “solución” en lugar de las que se colocan en tierra, que implican varios problemas. Ocupan hasta terrenos agrícolas o boscosos, que afectan siembras o poblaciones animales y vegetales de esos sitios, además de que sus enormes aspas no se reciclan. (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/10/los-pozos-de-fracking-y-las-granjas-de.html).

Y parecerían una gran solución las granjas eléctricas costeras, pero, como siempre, el problema es que para que duren más y requieran menos mantenimiento (pues es más difícil estar yendo hasta donde son colocadas), se están haciendo sus componentes, sobre todo los magnetos que generan electricidad, con los referidos metales de tierras raras (entre éstos, están los ligeros: el  cerio, lantano, praseodimio, neodimio, prometio, europio, gadolinio y samario. Los pesados son: disprosio, ytrio, terbio, holmio, erbio, tulio, yterbio, ytrio y lutetium. Y son, como su nombre lo indica, raros).

El artículo de Grist, republicado por el portal digital Gizmodo, titulado “Las granjas de viento costeras requieren metales de tierras raras. ¿Habrán suficientes para hacerlas?”, firmado por Maddie Stone, analiza esa situación, señalando que “como China domina la producción de esos cruciales metales, las empresas que construyen granjas de viento marinas, están desmenuzando al planeta buscando más y más recursos” (ver: https://gizmodo.com/offshore-wind-turbines-need-rare-earth-metals-will-the-1850911909).

Stone realiza el análisis ya referido de que la revolución “verde” ve a la energía eólica como una de las “soluciones” para reducir la contaminación global. Como siempre, no se repara en el hecho de que si seguimos con el brutal ascendente consumo energético que el capitalismo salvaje impulsa por su desmedida sobreproducción e insana imposición consumista, de nada valdrá tal revolución “verde”. Ya se ha indicado tímidamente, que es esa sobreproducción la principal causante de los problemas de depredación y contaminación que crecen y crecen, y están acabando con las condiciones que nos permiten seguir habitando el planeta (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/11/por-fin-se-reconoce-que-el-hiper.html).

Y los supuestos, cuestionables “adelantos científicos”, como la mal llamada Inteligencia Artificial, IA, que no son más que programas de entrenamiento redundante, basados en modelos de lenguajes largos (LLM, por sus siglas en inglés), están intensificando el empleo energético. Esa IA, puede consumir tanta energía como la de un país entero (ver: https://www.jornada.com.mx/noticia/2023/10/10/ciencia-y-tecnologia/la-ia-puede-llegar-a-consumir-tanta-electricidad-como-un-pais-6357).

Ese es un punto central que no se toca en este tipo de análisis. Como que la mayoría de los analistas evitan cuestionar al llamado establishment.

El problema con las turbinas, indica Stone, son los generadores de la electricidad, los que son impulsados por las aspas. Se les debe de estar dando mantenimiento constante, lo cual no es “efectivo en cuanto a los costos”. Por ello, se busca que sean permanentes o casi permanentes, libres de mantenimiento o mínimo en sus operaciones. Y eso se logra construyéndolos con metales de tierras raras en parte. “Pero los generadores permanentes, tienen una gran desventaja: que requieren de metales de tierras raras. Esos generadores pueden pesar hasta cinco toneladas, pero un treinta por ciento del peso, son tales metales, así que, unos 1,500 kilogramos, al menos, usará cada turbina, sobre todo neodimio, disprosio y terbio”.

Y eso, como puede inferirse, requerirá de miles de toneladas de esos metales muy raros (aquí, es conveniente señalar que este noble planeta tiene de todo, con tal de que los ”avances” científicos y tecnológicos se den. Pero nos estamos acabando aceleradamente esos recursos).

Por eso es que empresas, como Siemens Gamesa, están buscando asegurar sus futuros suministros y no precisamente con China, que es el país que más reservas de esos metales posee o controla. La mencionada Siemens Gamesa, la mayor productora de turbinas marinas, ya firmó un contrato para comprar esos metales a la empresa australiana Arafura, a partir del 2026, “a pesar de que esta empresa todavía no está produciendo esos metales. La razón es que Siemens Gamesa depende actualmente del 100 por ciento de China para el suministro de aquéllos y sus clientes ya quieren que se termine con esa dependencia”, señala Stone.

Es un problema geoeconómico y geopolítico, pues el bloque de países occidentales, liderados por Estados Unidos, no quiere depender más de China tecnológica y manufactureramente, país que ha tratado de desplazar a aquél de su preponderancia mundial, tanto económica, tecnológica, así como militar (más ahora que está tan vinculada con Rusia, enemigo natural de los estadounidenses). Obviamente China no lo hace por altruismo, sino por así convenir a sus intereses expansionistas económicos y para asegurarse materias primas. Quiere ocupar el primer lugar mundial, para disponer del planeta a su antojo, tal como hace Estados Unidos. Presta dinero y financia cuestionables y corruptos proyectos de infraestructura – presas, carreteras, el Metro en la ciudad de México… –  en varios países pobres, para afianzar su dominación e ir superando al bloque occidental (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/05/la-empobrecedora-deuda-externa.html).

Y por eso, en sus planes, está invadir Taiwán, con el pretexto de que sigue siendo su “territorio”, pues este país está a la vanguardia en la fabricación de chips de grado militar, que China, aún no puede hacer. Piensa que la anexión por la fuerza de Taiwán, la llevaría apoderarse de tal tecnología. Pero han asegurado los taiwaneses, que en cuanto se diera tal invasión, destruirían todas sus fábricas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/03/la-muy-estrategica-produccion-de.html).

Pero esos metales de tierras raras, como dije, también son requeridos por las baterías de todo, autos, celulares, laptops… y su uso se incrementará. “Tan sólo Estados Unidos, en el 2050, la industria de las turbinas marinas, requerirá el 90 por ciento del neodimio que se extrajo en el 2020”.

“Con la demanda mundial incrementándose tanto, el mundo enfrentará un déficit de 90,000 toneladas métricas por año de neodimio y praseodimio, los metales de tierras raros empleados para hacer los magnetos de las turbinas a partir del 2040”, apunta Stone.

Por ello, como señalé, hay una carrera de varias compañías que hacen turbinas marinas, para asegurarse esos metales raros. Otra es GE Energía Renovable, que también le comprará a Arafura.

 De todos modos, eso no asegurará un precio estable. Los costos de esos vitales materiales, así como el de las turbinas se incrementarán, además de los daños ambientales (en el caso de Arafura, la mina de Australia, tiene que declarar su impacto ambiental, además de negociar con los pueblos nativos que poseen las tierras aledañas a la mina, pues se las contaminaría. Como dije, el incremento del extractivismo, incrementará el daño ambiental que hemos ido ocasionando al planeta por siglos, pero más en las recientes décadas).

Insisten expertos en que la solución sería reciclar, pero es algo que se hace mínimamente. Por ejemplo, apenas un 5 por ciento de las baterías, sólo de autos eléctricos, son recicladas, la mayoría, terminando en basureros, en donde gotean sus tóxicos componentes, contaminando suelos y aguas subterráneas.  (ver: https://www.vox.com/the-highlight/23387946/ev-battery-lithium-recycling-us).          

Y los millones de baterías desechables – la mayoría, chinas –, tamaños A, doble A, triple A o las de tipo botón (para relojes) que usamos para cámaras, lámparas, juguetes, mouses… ni siquiera se reciclan.

Esa es, pues, la llamada revolución “verde”, que nada tiene de ecológica.

Es, como ya he dicho en otros artículos, una nueva estrategia del capitalismo salvaje para seguir induciendo al destructivo consumismo.

No nos dejemos engañar, por favor.

Contacto: studillac@hotmail.com  

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