La Izquierda Diario
Pablo Torres
Comité de redacción La Izquierda Diario Chile
Escenario electoral y polarización asimétrica
El centro de la situación política está en la disputa electoral que tendrá lugar el 17 de noviembre. En la mayoría de encuestas son cuatro las candidaturas competitivas para la Presidencia: Jara (PC por la centroizquierda), seguida por Kast (Republicanos), Mathei (Chile Vamos) y Káiser (Nacional-Libertario); en casi todas ellas, Jara ganaría en primera vuelta, pero resultaría derrotada en el ballotage. Lo nuevo sería el repunte de Káiser y en algunas consultoras se prevé empate técnico entre Kast, Mathei y Káiser. Más abajo estarían Parisi (centro derecha), Mayne-Nichols (centroderecha), Artés (izquierda extra institucional) y MEO (centroizquierda).
El panorama refleja una situación de polarización asimétrica, esto es que la crisis del centro ha hecho emerger polos, pero mientras la radicalización es hacia la extrema derecha (Kast y Káiser), por la izquierda institucional prima la moderación hacia el centro (Jara). De allí que todas las encuestas marquen que la derecha o extrema derecha vence en segunda vuelta y se apodera de la Presidencia.
Kast encabeza un programa que ha denominado de “emergencia”, de ajuste fiscal y recortes sociales (6 mil millones de dólares, algo así como un 7% del presupuesto estatal) de despidos de trabajadores públicos (a quienes su cohorte llama “parásitos”) y aumento sustancial del autoritarismo estatal, militares y policías, siguiendo la línea de Trump, Milei o Meloni. Káiser promete ser mucho más radical que Kast anunciando 100.000 despidos de trabajadores públicos y el uso de militares en el orden interno. Mathei se ubica como “moderada”, habla contra los extremos y promete gobernabilidad mediante acuerdos, pero anuncia un ajuste fiscal de 2 mil millones de dólares.
La división y disputa por la primacía del sector, los ha llevado a una querella descarnada de unos contra otros, y según varios analistas, pone en peligro el triunfo del sector en segunda vuelta
De ganar la Presidencia, Kast o incluso Mathei, y más incluso aun si da la sorpresa Káiser, serán gobiernos bonapartistas débiles, inestables y sin hegemonía, cuya capacidad de aplicación del programa y agenda estará mediado por el equilibrio de fuerzas del parlamento electo en noviembre, pero más aún por la relación de fuerzas sociales, las luchas y resistencias. La obsesión por el fantasma de lo que llaman “un nuevo estallido” no son baladí, pues indica el temor a las calles en un marco donde pese al desvío, la pasivización y la normalización, los movimientos no han sufrido una derrota histórica que permita un nuevo ciclo de ataques sin respuesta.
En el caso de Jara, la ampliación de la coalición, incluyendo a la Democracia Cristiana, ha ido de la mano de la formulación de un programa claramente continuador de la Concertación y de Boric, una “socialdemocratización” de Jara y la creación de una lista parlamentaria con mayoría Concertación (“socialismo democrático”). Los “derrotados” de las primarias, con beneficio de inventario, han impuesto el programa, la lista parlamentaria y el discurso. En su coalición quien realice alguna crítica será demonizado, pues no se puede cuestionar que es “centroizquierda” como ella dice. ¿Podrá ganar Jara en segunda vuelta? No es lo más probable, aunque tampoco está 100% cerrado. De resultar electa Jara, habrá continuismo, y probablemente en un parlamento en minoría sufrirá la presión de una extrema derecha fortalecida y un gran capital que quiere poner fin al estancamiento con reformas neoliberales. Esa “relación de fuerzas” parlamentaria será el argumento (como ya lo fue en este gobierno) para decir que la única forma de avanzar en reformas hay que negociar con la derecha y el empresariado. Sería un gobierno con mayor peso de la vieja Concertación, inestable y débil, sin hegemonía tampoco.
Las condiciones internacionales y la crisis orgánica contenida
La situación mundial que encontrará el próximo gobierno estará atravesada por múltiples cambios. La economía global sigue sufriendo los efectos de la “gran recesión” pos 2008 y no se descarta se estén creando burbujas (IA); la decadencia de la hegemonía norteamericana y la emergencia de China como global player está llevando a una creciente confrontación geopolítica entre grandes potencias y sus zonas de influencia, como muestra la Guerra Rusia/Ucrania-OTAN, que muestran la ruptura del orden unipolar encabezado por EE,UU.; el regreso de fenómenos aberrantes como vimos en el Genocidio contra el pueblo Palestino en Gaza; la tendencia a una nueva carrera armamentística, son rasgos del momento.
En este marco, hay numerosas crisis políticas y crecientes procesos de lucha de clases en los centros imperialistas y en las periferias. En países centrales como EE.UU. acabamos de presenciar una manifestación de 7 millones que gritaron “No Kings” en más de 2.700 ciudades del país, una de las movilizaciones de un día más grandes de su historia. Las luchas en Europa han mostrado el último mes tendencias a la radicalización que hacen acordar el período abierto en 1968, con Italia en el centro y su consigna que traspasó fronteras diciendo “Bloqueemos todo” y una enorme huelga general en solidaridad con Palestina; las protestas y huelgas en España por lo mismo; y en Francia las movilizaciones frente a los recortes de austeridad que tienen en vilo al Gobierno de Macron. Todas ellas muestran niveles de mayor radicalización y una tendencia hacia “acciones históricas independientes” de masas en países centrales, una novedad histórica, retomando incluso el arma de la huelga general. Estas luchas se combinan con las revueltas de la Generación Z en países dispares como Asia como Nepal, Madagascar, Marruecos, Sudán, y en América Latina en Perú, Ecuador y Paraguay.
Es preciso plantear la hipótesis, si estas nuevas condiciones de lucha de clases internacional pegarán en nuestro país. Los procesos de lucha de clases del 2011 que marcaron el protagonismo del movimiento estudiantil, fueron al calor de la llamada “primera de los pueblos” que atravesó el mundo árabe en ese año, y que se expandió a países como México, España y otros países de Europa. El año 2019 la rebelión popular de octubre se inscribió en uno de los ciclos de lucha global más numerosos del mundo.
Ahora bien, esta situación no es mecánica y para que se desarrollen procesos así es necesaria la existencia de condiciones en la situación política local. Las elecciones hoy actúan como un compás de espera en la expectativa de millones de que un nuevo gobierno traiga un mejor futuro. Pero es poco probable que un nuevo gobierno saque al país del estancamiento productivo, revierta el deterioro gradual de las condiciones de vida de las mayorías y resuelva la fragmentación política. Chile vive una crisis orgánica contenida o en cámara lenta, porque si bien el clima de pasividad y contención social del proletariado y las clases subalternas ha permitido “normalizar” el país, no es menos cierto que ha quedado clara la incapacidad de las clases dominantes de resolver los problemas estructurales que ha dejado la herencia pinochetista.
Como ha señalado un viejo propagandista del “progresismo neoliberal” (Francisco Vidal), Chile se transformó en “un país ingobernable” y con un “sistema político roto”. La original situación que vivimos es dejó atrás el enfrentamiento agudo de clases que llegó a su punto alto con la rebelión popular, pero no resolvió ninguna de las contradicciones sociales y políticas que están en la base del descontento de millones frente al futuro de sus condiciones de vida.
Por ahora, con el Gobierno de Boric, mediante pequeñas dosis reformistas negociadas con el empresariado y una agenda cargada hacia la derecha (seguridad, crecimiento, inmigración), todo el viejo régimen ha logrado alargar su decrépita vida. Todo ello no ha hecho progresar ni a los movimientos sindicales, sociales y estudiantiles, ni mecho menos a la izquierda radical que busca transformaciones anticapitalistas. Todo lo contrario, permitió la pasividad y cooptación institucional de los movimientos, su división y debilitamiento. La ofensiva derechista no cae del cielo. Jara continuará ese camino.
En las luchas y elecciones, fortalezcamos una alternativa socialista de trabajadores
En el marco de la disputa electoral, dos causas claves se han colado en el escenario, aunque aún sin cambiar la agenda. En Palestina se vive un Genocidio (hoy con un frágil alto al fuego), y en el sur de Chile la desaparición de Julia Chuñil ha llevado a nuevas pruebas que inculpan a un empresario. Hay un hilo que une la lucha de los pueblos oprimidos del mundo, como son el pueblo palestino y mapuche. Hemos visto el último mes movilizaciones de ambas causas, aunque muchas veces separadas la una de la otra, que les resta fuerza.
Asimismo, hay síntomas de recomposición de los movimientos. Están regresando movilizaciones estudiantiles: la toma de Casa Central por Julia Chuñil, la toma de la Usach frente a problemas internos, paros en varias universidades como la UMCE, la O´Higgins en Rancagua, en la UCN Antofagasta.
En el mundo de trabajadores el contexto es más desfavorable: hay una ola de despidos en grandes empresas, como Cencosud casi unos 1.000 despidos, en Correos Chile 650 trabajadores en la calle (el 15%). Como indican los medios de prensa, aumentan los despidos por necesidades de la empresa.
Estos ataques y luchan plantean la necesidad de la coordinación, la organización de base y unidad de acción en las movilizaciones y causas, pues así estaríamos en mejor pie para aumentar el poder y la organización de los distintos sectores, y conquistar triunfos que logren un nuevo equilibrio de fuerzas. Las direcciones de la CUT, Confech o Colegio de Profesores, se fueron a la institucionalidad y con la paz social que imponen han debilitado a las organizaciones. Es necesario denunciar su conciliación, y exigir la puesta en pie de un plan de lucha que permita recuperar el protagonismo a los movimientos y eventualmente métodos de lucha más efectivos, como el paro, la huelga y la movilización. El paro nacional o incluso la huelga general no van a resolver milagrosamente los problemas de organización y subjetividad (desde el corporativismo de las causas hasta la sensibilidad anti-política) pero sin las luchas y organización es imposible generar una nueva consciencia acerca del conflicto que enfrentamos y las estrategias para ganar. La acción hegemónica que puede librar el proletariado dependen de la homogeneidad de consciencia de sus intereses y sus tareas, y aquello no está desligado de las luchas.
Hoy debemos prepararnos para un escenario donde la extrema derecha se va a fortalecer y desarrollar ataques, todo indica que se avecinan momentos de mayor conflictividad. La resistencia se construye desde hoy, desde las luchas y la coordinación, así como en el esfuerzo por construir una fuerza política revolucionaria.
Muchos sectores que luchan, confían en candidaturas de partidos burgueses de centroizquierda o partidos reformistas, como hoy el caso de Jeannette Jara. Votar a su coalición significará seguir postergando las reivindicaciones fundamentales de las mayorías trabajadoras y populares, pues la política de “acuerdos” con el gran empresariado significa abandonar las aspiraciones populares. La vía de la administración reformista de un neoliberalismo en crisis lleva a millones a la frustración con “la izquierda” y es el camino directo a que millones caigan en los brazos de la extrema derecha y los reaccionarios conservadores que crecen explotando el descontento y frustración con este gobierno. No se puede enfrentar la ofensiva de la extrema derecha con ese programa ni pasivizando e institucionalizando a los movimientos como hicieron estos 4 años.
Sin construir una alternativa al reformismo, corremos el riesgo de repetir el ciclo frustrado de luchas sociales que van a la institucionalización y a gobiernos “progresistas” que frustran a las masas y le abren el camino a la derecha, cada vez más extrema. Más aún, el riesgo es que si hay un gobierno derechista, las luchas dispersas y aisladas, por el grado de debilidad que dejó el gobierno en los movimientos y por la pasividad de las burocracias, permita que pasen los ataques derechistas.
Necesitamos una alternativa capaz de generar condiciones de coordinación y polos para que las luchas y causas se extiendan, masifiquen, se unifiquen desde la base y triunfen, recuperando el protagonismo del movimiento obrero, estudiantil y de mujeres, única forma de hacer retroceder a la extrema derecha. Desde el PTR luchamos por construir esa alternativa, y proponemos un programa para la resolución integra y efectiva de las demandas obreras y populares como salud, educación, pensiones, salarios que permitan llegar a fin de mes, que se proponga enfrentar a los grandes capitalistas, renacionalizando los bienes comunes privatizados como la energía así como los recursos naturales como el cobre y el litio, bajo gestión obrera, para que lo que se produzca esté en beneficio de las necesidades populares y en cuidado con los ecosistemas.
Las candidaturas que presentamos en Santiago, Antofagasta, Valparaíso y Arica levantan ese programa y difunden las causas populares como la solidaridad con Gaza, denunciando el genocidio y exigiendo una Palestina Libre, exigiendo verdad y justicia por Julia Chuñil, denunciando los desalojos de campamentos, peleando por las demandas de los sindicatos. El voto a las candidaturas del PTR es un voto para fortalecer las luchas y la construcción de una alternativa socialista de trabajadores.
Para los marxistas, la intervención decidida en las huelgas, protestas y movilizaciones, va unida a la intervención política cotidiana que genere las condiciones de construcción de una organización política que se proponga como objetivo conquistar un gobierno de trabajadores en ruptura con el capitalismo y en la perspectiva del socialismo. Quienes oponen la lucha social a la lucha política, con la estrategia de la “abstención” de la lucha política-electoral, y en general de cualquier lucha de carácter político-partidario, cometen el error de confiar en que el capitalismo y sus mediaciones (Estado, partidos, etc.) permitirá que las masas se eleven espontáneamente de la lucha social al terreno de la lucha por el socialismo, cuestión que no sucederá, como mostró la revuelta. Hay que aprender de ella.











