POLITIKA
Juan Pablo Cárdenas S. – 17 de febrero 2025
En Chile hay dos tipos de izquierda: la que tiene vocación de poder y la que carece de ella. Esta
dicotomía ha quedado de manifiesto especialmente en las últimas décadas.
Salvador Allende, seguramente el principal líder que tuvo el progresismo criollo, fue una mixtura de
ambas expresiones. No hay duda que él a muy temprana edad (como se lo prometiera a su madre)
tuvo la férrea voluntad de llegar a ser Presidente de la República, pero todo dice que fue de esos
izquierdistas que jamás acomodó sus posiciones ni, menos, las abandonó al llegar a La Moneda.
Muchas cosas se pueden decir de Allende y no pocas han servido para motejarlo. Sin embargo,
desde que era dirigente universitario hasta su propia muerte dio testimonio de su lealtad hacia las
ideas y se propuso emprender cambios en el ánimo de realizar verdaderamente una revolución.
Vocablo, este, que entonces no provocaba escándalo ni estupor, aunque si causara miedo en la
derecha y en los eclécticos de siempre que se unieron y movilizaron para derrocarlo.
Existe una suerte de izquierdismo para los cuales lo más importante es llegar al poder. No importa a
qué precio; incluso si es de la mano de los que los combatieron, encarcelaron o exiliaron.
Desertando de las convicciones que proclamaron en las calles, al interior de sus partidos, sindicatos
o en el seno de las organizaciones populares.
Siempre apelando al “realismo”, incluso para cogobernar con la derecha, abuenarse con la clase
empresarial y, en materia internacional, abjurar de aquellos regímenes proscritos por los Estados
Unidos, país al que ya no califican de imperialista.
Personajes verdaderamente ansiosos por lograr una cuña televisiva, un espacio en la prensa,
olvidándose de haber colgado, otrora, en el frontis de la Pontificia Universidad Católica un enorme
lienzo que rezaba ¡Chileno, El Mercurio Miente!
En su afán de poder desfilaron los Mapu, las izquierdas cristianas y otras denominaciones,
integradas por quienes conminaron a Allende a realizar acciones más radicales de las que pudo
emprender.
Emborrachados en sus pugnas personales, hasta dividieron en catorce fracciones al Partido del
extinto Presidente. Para después proclamar al socialismo “renovado”, al instrumental PPD, o
integrándose a la Concertación Democrática con sus viejos adversarios.
En lo principal, ahora su intención sería la de desdibujar sus propuestas más radicales y, por
supuesto, convencer a la derecha, a los empresarios y al Departamento de Estado Norteamericano
de que ellos se encontraban “reciclados” y perfectamente podían asumir como ministros de Patricio
Aylwin y Eduardo Frei Ruiz Tagle.
Hasta que fueron capaces, incluso, de ungir a Ricardo Lagos y a Michelle Bachelet como cartas
progresistas, aunque para muchos estos dos gobiernos resultaran ser las mejores administraciones
de la derecha, como lo destacara el ex senador socialista Carlos Altamirano.
En el poder, ya no dudaron más de que el régimen neoliberal, la creación de las AFP, de las isapres,
la universidad pagada y otros despropósitos podrían arribarnos a una sociedad más igualitaria, más
justa y con una política de probidad.
Porque entre las nuevas generaciones que llevaron a Boric al poder existía, como aseguraron, una
“superioridad moral”, una ausencia de voracidad respecto de los recursos fiscales. Aunque a los
pocos meses se destapara el mayor escándalo de corrupción de los gobiernos de la posdictadura,
como lo es el caso “convenios” que investigan actualmente los Tribunales. Aunque ciertamente se
hace a paso cansino, a objeto de que sus inevitables resoluciones no afecten los escrutinios
electorales y su continuidad como gobernantes.
Mientras tanto, la otra izquierda, la que evita el poder, continua en su incesante afán de dividirse,
poblarse de referentes y adoptar hasta las causas más repugnantes, como aquella de defender la
dinastía sandinista y poblar a Chile de toda suerte de manifiestos en pro de causas mundiales y tan
distantes que muy difícilmente pueden animar la solidaridad nacional. Cuando nuestra población,
hoy, muy poco sabe de geografía, movimientos de liberación y de toda esa parafernalia inventada
por quienes quieren seguir viajando por el mundo y ser financiados por las hipócritas entidades
mundiales del progresismo. Concurriendo con su puño cerrado a cuanto evento internacional exista
y en Chile hacer poco o nada para que el pueblo, su adorado pueblo, tome conciencia de cómo a
diario lo engañan y desencantan. En vez de alentarlo a rebelarse contra la flagrante injusticia e
inequidad en todo nuestra largo y angosto territorio.
Por lo mismo es que ya se teme que otra vez toda esta profusa cantidad de izquierdistas sin
vocación de poder no tenga tiempo y unidad para competir en los próximos comicios presidenciales
y parlamentarios. Ni siquiera después del papelón del Frente Amplio y del propio Boric en La
Moneda. Después de que tan airadamente le advirtieran que al Presidente Piñera que lo pondrían
ante los Tribunales por los crímenes cometidos durante el último Estallido Social.
Renunciando a una auténtica reforma de las pensiones, tiritando de miedo ante la posibilidad de que
Trump les suprima la Visa waiver para ingresar expeditamente a Miami, como a otras grandes
ciudades. Allí donde vacacionan no pocos de nuestros altos funcionarios públicos.
Dispuestos, con desesperación, a hacer lo imposible para que la señora Bachelet se postule para un
tercer período presidencial y no deje en evidencia el caos y la falta de alternativas y liderazgos de
las izquierdas gobernantes.
Dejando, una vez más, en ridículo a nuestra pobre democracia, cuya tan bullada alternancia en el
poder sigue reservada solamente para la casta política.