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LA VIGENCIA DE “1984” DE ORWELL

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Pepe Gutiérrez Alvarez, España

Esta obra literaria parece más viva que nunca, tanto es sí que se ha convertido en un fenómeno de ventas en los USA de Trump, un verdadero “Gran Hermano”. Ya en su tiempo. o Orwell no se olvido de apuntar que también veía un totalitarismo en el “american way life”, aunque esto no fue debidamente recogido. Antes de leer la primera edición castellano del libro, servidor ya había leído el Hereje y renegados, de Isaac Deutscher que editó Ariel en 1970, y en el que incluía su trabajo, 1984: misticismo y crueldad, y sobre ello me ha extendido ampliamente en el libro “La cuestión Orwell” (Sepha, Málaga, 2007).

Personalmente esta obra me llegó durante un tiempo en el que tenía mucho tiempo para leer: cuando hacía el servicio militar en el cuartel de Sanidad de Ceuta, donde estaba instalada la biblioteca que algunos soldados “trabajábamos”, y cerca también de una habitación olvidada en la que se amotinaban abandonados centenares de libros requisados a los ateneos y casas de pueblo por los “nacionales. Era una edición de la biblioteca RTV-Salvat, que costaban cinco duros, y en el que aparecieron títulos tan jugosos como La isla del tesoro.

Tengo que decir que, entre mis numerosos amigos del PCE o próximos al PCE, de la “mili”, ninguno de ellos parecía tener dudas sobre el maldito asunto del estalinismo y la burocracia, y el más inteligente de ellos apostaba más bien por la idea de cambiar por dentro en vez de crear grupos minoritarios como la LCR, fundada por entonces según pudimos leer en el diario “Madrid”, dinamitado poco después por las autoridades competentes.

Este y otros títulos de Orwell (y muchos otros que habían estado prohibidos hasta no hacía mucho), fueron a parar a la biblioteca militar. Sin embargo, mentiría si dijera que Orwell ya estaba aceptado. Dado que algunos nos habíamos empeñado en utilizar el Homenaje a Catalunya, y Rebelión en la granja como literatura de formación política, muchos conocidos me lo devolvieron agriamente. Habían consultado a sus camaradas más ilustrados y esos le habían advertido que Orwell era un feroz anticomunista, un agente a sueldo de la CIA, y no faltó quien, a pesar de la amistad, me vinieron a decir que cuidado, que si yo no lo era, quizás lo eran algunos de los míos, y ya se sabía que la CIA tenía mucho poder, y habría que decir que eso era cierto.

No hay más que leer el libro de Alfredo Grimaldos, “La Cia en España”, para comprobar como escribió el guión de la Transición…Grimaldos no cita ni una sola vez a Orwell, pero sí da un buen papel a Santiago Carrillo, líder indiscutido del PCE siguiendo la lógica sustituista: el Comité Central sustituye al partido, el Buró Político al Central, y el secretario general Buró Político. Con el “Gran Hermano” del PCE, Carrillo llega a la conclusión que la única democracia posible pasaba por la renuncia a todo. A todo menos a los honores.

Desde entonces, este tipo de polémica ha ido remitiendo. Actualmente, nadie medianamente informado duda actualmente que la burocracia y el estalinismo fueron factores determinantes en la descomposición del llamado “socialismo real”, tampoco que Andreu Nin fue asesinado o que el proceso del POUM fue un atentado bochornoso contra el socialismo, y que por lo tanto, Orwell se había limitado a escribir lo que había visto y lo que pensaba.

El hecho de que una fracción revolucionaria que se había batido en primera línea en las barricadas de 1934 y en las jornadas de Julio del 36, fuese tratada como la “Quinta Columna”, fue algo tan absurdo e infame que, al final del trayecto, ahora, el problema sería muy diferente. El problema ahora es distinguir entre comunismo y estalinismo, entre burocracia y socialismo. Un socialismo que hoy debe ser ecológico, feminista y libertario. O sea, el apogeo de la libertad.

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