por Franco Machiavelo
Las alzas en las cuentas de luz no son casualidad ni un simple ajuste técnico: son el reflejo de un modelo económico donde el pueblo siempre paga la cuenta de los privilegios ajenos. Mientras las familias hacen malabares para llegar a fin de mes, las grandes compañías eléctricas, amparadas por leyes hechas a su medida, siguen aumentando sus ganancias en nombre del “mercado libre” y la “estabilidad económica”.
Detrás de cada alza hay un discurso bien calculado. Nos dicen que es inevitable, que los costos suben, que hay que modernizar la matriz energética. Pero nunca mencionan que los contratos y concesiones fueron firmados para garantizar la rentabilidad de unos pocos, no el bienestar colectivo. Los mismos que se llenan la boca hablando de eficiencia y competencia son quienes monopolizan la energía, controlan los precios y se reparten el botín con el beneplácito del Estado.
El gobierno, sumiso y complaciente, actúa como mediador entre el ciudadano y el capital, pero siempre inclinando la balanza hacia los poderosos. La derecha, defensora del orden empresarial, justifica cada abuso con su vieja doctrina del “progreso”, como si el progreso se midiera por los balances de las multinacionales y no por la dignidad de las personas.
Nos repiten que “no hay alternativas”, que el sistema funciona así, que hay que tener paciencia. Pero no es paciencia lo que falta: es justicia. La energía, el agua, la vivienda, no pueden seguir siendo mercancías que se subastan al mejor postor.
La suerte está tirada, sí. Pero no es el destino quien la lanza: son los mismos de siempre, los que controlan la banca, la energía y la política. Y mientras no se cuestione ese poder, las cuentas seguirán subiendo, las excusas se repetirán, y el pueblo seguirá pagando por la luz… que otros apagan a su conveniencia.
¿Quieres que este texto lo deje con un tono más poético y combativo (como un manifiesto), o prefieres mantenerlo en esta línea analítica y crítica?











