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Ken Loach: «El sistema está podrido, no queremos una izquierda que solo ponga parches»

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El veterano cineasta regresa con Paul Laverty a la Seminci para presentar ‘El viejo roble’, una película sobre la esperanza y sobre la dignidad de los refugiados y la clase obrera. El británico denuncia la violencia y la hipocresía de la comunidad internacional en Gaza

La esperanza ha sido uno de los temas que ha recorrido el cine de Ken Loach. El británico, a sus 87 años, sigue comprometido con el cine, con la clase obrera y con el mundo. Así lo ha demostrado en Valladolid, donde ha viajado a presentar en la Seminci The Old Oak, última película que cuenta cómo un grupo de refugiados conviven con los viejos mineros en el condado de Durham, al noreste de Inglaterra. “Si no hay esperanza, no tenemos la fuerza para hacer cambios radicales que salvaguarden el planeta. Para buscar una sociedad igualitaria que no sea una sociedad explotadora. La esperanza nos ayuda a ver cómo podemos cooperar, cómo podemos vivir en paz”, explica sobre la necesidad de seguir creyendo en un mundo mejor. Algo difícil en momentos como el que vivimos, con crisis económicas y con guerras y con situaciones tan horrendas como la que ocurre en Gaza.Play/Pause

“Ken y yo observamos con horror lo que está sucediendo allí”, decía Paul Laverty, guionista que ha firmado sus últimas películas, entre ellas las dos Palmas de Oro, Yo, Daniel Blake y El viento que agita la cebada, Loach se mostraba muy preocupado con la situación actual en Gaza. “De lo que la gente nunca habla en el derecho internacional es de que el pueblo palestino tiene derecho a resistir una ocupación ilegal que suma 56 años, a la violencia de los colonos y al ahogo económico. Nunca escucharás eso en los principales medios de comunicación. Será bueno que salga en la SER. Porque la comunidad internacional con Estados Unidos a la cabeza, está siendo muy hipócrita y mentirosa”, señalaba el guionista, mientras Loach asentía sobre un tema especialmente sensible en Inglaterra. De hecho, tanto a él como al político laborista Jeremy Corbin la prensa lanzó el bulo de que eran antisemitas.

“Solidaridad con el secretario general de las Naciones Unidas, que está defendiendo el derecho internacional y los derechos humanos. Lo único que ha dicho es que los actos de hostilidad surgen de un contexto, como todo. La ONU es nuestra única esperanza, de lo contrario estamos en un mundo en bloques, y de esa manera es imposible que haya paz. Nuestra obligación fundamental es apoyar a Guterres”, insistía el director. Los dos han configurado una de las carreras más comprometidas del cine mundial. Se conocieron hace años como recuerdan: “Paul era un observador de derechos humanos en Nicaragua, y cuando regresó nos pusimos en contacto”, explica el director que rodó una película sobre el sandinismo, La canción de Carla.

Trabajaron juntos por primera vez en una película que rodó el cineasta en España en 1995, Tierra y libertad. En aquel filme, Laverty no era guionista, sino actor y conoció a la que es su pareja, Icíar Bollaín. Tierra y Libertad fue una película importante para la izquierda española, porque rompió el tabú de hablar de la guerra civil y la memoria histórica. “Todas las películas son extraordinarias para mí, pero aquella lo fue particularmente. Pudimos trabajar con jóvenes actores españoles y estaba ese elemento que era la revolución en la España de 1936. Con toda esa lucha y división en la izquierda, el PSOE, el PCE, los anarquistas y el Poum”.

Basándose en el libro de George Orwell, Homenaje a Cataluña, el director hablaba de las cuitas internas en la izquierda y también en la falta de apoyo de su país a España. “Hicieron posible darle a los trabajadores la tierra y las fábricas, pero fueron traicionadas por la izquierda. Ese hecho fue clave. También hay otra cosa importante y es que Franco regresa a España con ayuda del ministerio de Asuntos Exteriores británico. Con la ayuda de la propaganda británica. Era una propaganda que hacía la clase dominante. Decían que luchaban contra el fascismo, pero era mentira, porque lo apoyaron en España y ya sabían lo que había en Alemania con el antisemitismo. La clase dominante británica no luchó contra el fascismo, sólo lucharon contra el fascismo cuando éste los amenazaba. Tenemos que recordar que ésta fue una guerra de clases”, dice sobre la contienda española, un hecho que junto con la guerra en Irlanda dice que le condicionó para politizarse en su juventud.

Un activismo que ha marcado su trabajo, que ha tenido tiempos malos, donde hasta la BBC le daba la espalda, pero también grandes momentos. “Hemos tenido una carrera increíble, alegre y fructífera y muy divertida, eso por encima de todo”, coinciden. En esa carrera han tocado distintos temas, pero todos con la clase obrera en el centro, proponiendo la unidad para luchar contra los poderosos. Es el mensaje de cada una de sus películas, desde una de sus obras maestras Kess, pasando por Buscando a Eric, que protagonizaba nada menos que el futbolista Eric Catona, Sweet sixteen o esta última, con la que volvió al Festival de Cannes, que llega a cines en España en unas semanas de la mano de Vértigo. En The Old Oak la unión de los desposeídos y los abandonados por el sistema, sean sirios huyendo de la guerra o mineros sin esperanza, es lo único que nos salvará. “Necesitamos confianza en que hay un camino a seguir y que tenemos la fuerza para recorrerlo. La esperanza es entender que podemos mejorar la cosas, sino, es desesperación y cuando estás desesperado lo que buscas es un hombre fuerte o un grupo fuerte que resuelva los problemas por ti”.

Es lo que pasa con la extrema derecha, que ha sido el cobijo de gente desesperada. “Es también la esencia de las películas de Hollywood, el vaquero con armas que llega al pueblo y disparará a los majos. Eso no es esperanza. Eso es política de la desesperación y quienes capitalizan eso son los de la extrema derecha. Son una respuesta porque representan el último recurso de las grandes corporaciones, de las grandes empresas. Hay que recordar que fueron las grandes corporaciones las que apoyaron a los nazis en los años 30. Y alentaron el populismo. Fomentaron el racismo. Es lo mismo que está ocurriendo ahora, nuestros políticos y los medios de comunicación están hablando de enjambres de inmigrantes”, decía Loach sobre la prensa británica a que cuestiona que se doble al poder. Enjambres o fardos, como dice en España la presidenta de una comunidad autónoma, por cierto. “Hablan de ser invadidos por inmigrantes. Esos son los políticos y ese es el caldo de cultivo para la extrema derecha. Y, por supuesto, algunas personas desesperadas caen en la trampa, porque es una respuesta fácil. Por eso, insisto en que la esperanza es política”.Play/Pause

Esa esperanza es la que aparece incluso en ese pueblo abandonado de su última película, donde las casas son compradas por fondos buitres y donde los habitantes no tienen mucho que hacer, solo ir al pub, The Old Oak. Pero a la ciudad llega un autobús lleno de refugiados sirios y en el pueblo sale el racismo de una clase obrera empobrecida y cabreada tras haber pedido todo en las sucesivas crisis, sobre todo en la de 2008. La solución pasa por no culpabilizar a los trabajadores y por construir un liderazgo en la izquierda. “Por supuesto, tenemos que derrotar a la derecha, pero ¿cuál es el liderazgo de la izquierda? No queremos un liderazgo que ponga un parte, el sistema está podrido y los líderes de la izquierda tienen que desafiar toda la estructura económica, reformar para que funciona en beneficio de la clase trabajadora. Eso será democracia económica y seremos dueños de las estrategias de la economía, de los servicios públicos, de nuestras infraestructuras, de la energía. Solo así podremos combatir el cambio climático y las guerras, que son provocadas por la competencia económica. Pero, insisto, necesitamos un liderazgo en la izquierda radical, porque sino solo vamos a tener la socialdemocracia que tiene otras prioridades. Me atrevo a decir que tiene que haber un liderazgo revolucionario en la izquierda, porque sin ella fracasemos”, sentencia Ken Loach.

A pesar de su compromiso, los dos son realistas, dicen que solo hacen películas y que no es fácil cambiar el mundo. “Me gustaría decir que sí, pero no creo. Son solo películas. El cambio esta en qué haga cada uno al salir del cine. Yo espero que estas películas ayuden a quienes quieran ese cambio, a pedirlo, a exigirlo. Espero que el público se haga preguntas, que sean como una pequeña sacudida al establishment. Eso es lo que me gustaría, pero la realidad es que hacemos pequeñas películas europeas, somos una voz en un coro que pide un cambio radical, pero hay un ruido mucho mayor, más fuerte, de aquellos que quieren mantener las cosas como están, porque se están beneficiando de ello. Son los que controlan la prensa y difunden su hipocresía, sus mentiras y su racismo. Lo que podemos ofrecer nosotros es que la gente pueda ver la realidad de sus vidas, y que la solidaridad es la clave. Esa es la fuerza. Es lo máximo que podemos hacer”. No es poco.

¿Y si alguien hubiera dejado de comprar en Amazon tras ver Sorry we missed you? Le preguntamos sobre su película sobre la explotación laboral a los repartidores de esa empresa. “Bueno, el mundo cambia con pequeños gestos”, sonríe Ken Loach.

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