Quienes en las Fuerzas Armadas nos opusimos al golpe de estado de 1973 rechazamos el negacionismo o revisionismo histórico, que apunta a invisibilizar y por supuesto a justificar, los crímenes y las violaciones a los derechos humanos cometidas por agentes del Estado durante la dictadura cívico-militar (1973 y 1990). Relativizando el hecho que, en ese periodo no solo se persiguió, se torturó y se asesinó a miles de compatriotas, sino que, además, se estableció un régimen represivo que practicó impunemente el terrorismo de Estado y expulsó mediante el exilio a más de un millón de personas, el negacionismo alimenta la impunidad, la que ha protegido por acción u omisión, a quienes cometieron crímenes de lesa humanidad durante el contexto dictatorial en Chile.
Radio del Mar
Por: Enrique Villanueva Molina
15 de agosto de 2021
Es en este contexto que se debe analizar la actuación del Almirante Jorge Arancibia, ex edecán de Pinochet y actual miembro de la Convención Constitucional, quien ha manifestado que tiene derecho de aportar a la Comisión de derechos humanos en la redacción de una nueva Constitución para Chile. Ante esta “petición” lo primero a considerar es que, si bien este Constituyente fue elegido democráticamente para estar allí, su derecho a participar en una de las comisiones más sensibles para la elaboración de la nueva constitución es cuestionable, ya que el almirante es parte del negacionismo y de los pactos de silencio que, particularmente en la Armada, impiden hasta hoy, conocer los actos criminales que se cometieron en buques y unidades de la marina de guerra en todo el pais. Agregando, además, que el almirante Arancibia, Comandante en Jefe de la Armada entre los años 2002 y 2010, se ha caracterizado públicamente como un fuerte defensor de la dictadura militar de Pinochet y ha defendido a los criminales presos en Punta Peuco, con discursos eufemísticos para ocultar las políticas de exterminio masivo que estos exmilitares diseñaron o en las que participaron, en su ejecución, como agentes del Estado. Hechos que hacen de la presencia del negacionista Sr Arancibia, en la Comisión de Derechos humanos, un acto que violenta la dignidad humana y que ofende a los cientos de familiares de detenidos desaparecidos, quienes después de cuarenta años aun buscan y exigen, sin respuestas, conocer el paradero de sus seres queridos, muchos de los cuales fueron torturados y asesinados en unidades y buques de la marina de guerra.
Es válido recordar además que el Almirante en cuestión, durante su periodo de Comandante en jefe de la Armada de Chile, mantuvo inalterable el negacionismo que forma parte de la formación doctrinaria de los oficiales y suboficiales de las instituciones armadas, alimentando una mentira histórica de la cual está convencido. Para la casta militar de la cual forma parte, los militares, en 1973, actuaron para “proteger a los chilenos y chilenas del comunismo” o “para impedir una guerra civil”, ocultando cobardemente que intervinieron como el brazo armado que permitió imponer los fines, privilegios y propósitos de quienes conspiraron y derrocaron a un gobierno elegido democráticamente en 1970.
Así entonces la presencia del Almirante Arancibia en la Comisión de derechos humanos es funcional a mantener el negacionismo y avalarlo, lo que es contrario al objetivo de no repetición. De hecho, mientras este militar, que traicionó los valores de lealtad y compromiso con la defensa de la democracia en 1973, que oculta en el negacionismo, los pactos secretos que impiden conocer toda la verdad, para avanzar en la justicia y en la reparación de las víctimas, no puede ser parte de la Comisión de derechos humanos para redactar la nueva constitución.
Para refrescar la memoria y la del almirante, entre los años 1973 y 1975 Arancibia era un oficial con mando de tropas, él fue instructor de la Escuela Naval y subdirector de la Escuela de Grumetes en ese periodo, era uno de los responsables de las unidades militares a las cuales se llevaban a chilenos y chilenas detenidos para ser torturados y torturadas, Por lo tanto, el cómo los demás oficiales en servicio activo a la época, si bien no todos tienen responsabilidades en la represión y en los crímenes y abusos cometidos, de manera directa, todos ellos lo que no pueden hacer, es seguir insistiendo en el argumento “que no sabía lo que pasaba”, eso es simplemente una vergüenza y por varias razones.
La primera es que, durante todo el periodo de la dictadura, la detención, la tortura y el exterminio de personas no fue un secreto de estado, salvo algunas excepciones, por el contrario, esto se planificó a nivel político y se ejecutó a través de la cadena de mando en las FFAA, fueron miembros de la FACH, de Carabineros, de la Marina, de Investigaciones quienes ejecutaron la represión y participaron de manera directa en los procesos de violaciones de los DDHH y crímenes de lesa humanidad. La segunda razón, es que a partir del 11 de Septiembre de 1973, a través del mando militar se ordenaron acciones conscientes e informadas, con instrucciones algunas de ellas de carácter general y otras más reservadas, pero todas orientadas por una instrucción general y pública, que fue la de formar parte de la guerra (interna) en contra del comunismo.
Los oficiales como Arancibia informaban y arengaban todos los días a sus subordinados sobre su papel en la liberación de Chile del comunismo, lo hacían en las formaciones de la mañana y cuando se les reunía en patrullas para salir a realizar allanamientos, a casas particulares, empresas, a perseguir personas, informándose a todos los participantes (los suboficiales que formaban parte de la patrulla) de las acciones que tenían que realizar. Estas patrullas estaban al mando de un oficial, casi siempre un Teniente, quien ejecutaba junto a sus subordinados la orden de reprimir, la que emanaba de un Oficial de mayor grado a cargo de los operativos territoriales, Capitán o Comandante.
Ahora bien, es posible aceptar que hubo órdenes secretas para la ejecución de acciones represivas, pero los oficiales, como el hoy retirado Almirante Arancibia, cumplieron la orden generalizada desde la Junta Militar, de “exterminar el cáncer marxista”, actuando muchos de ellos con un nivel de discrecionalidad y guiados por el fanatismo, la brutalidad y la irracionalidad. Todas esas acciones de represión y de violaciones a los derechos humanos son las que hoy se ocultan en el secreto protector y encubridor de sus ejecutores, velando por un vergonzoso pacto de silencio, destruyendo luego la mayor parte de la documentación que pudo existir al fin de la dictadura en 1989.
Los miembros de las Fuerzas Armadas, cualquiera sea su grado, tienen una responsabilidad personal en todo esto, la de haber dado cumplimiento a las disposiciones y ordenes institucionales, que terminaban en la represión en cualquiera de sus formas, sin haberse negado a ellas. Si bien es cierto las disposiciones del Código de Justicia Militar obligan legalmente a los militares a obedecer una orden relativa al servicio e impartida por un superior, existe también la capacidad guiada por valores éticos y morales de no aceptarla, nadie fue obligado a torturar, a matar, a violar mujeres, ni hacer daño a personas indefensas, esos actos fueron realizados por decisión propia de sus autores.
Con orgullo podemos afirmar lo anterior, quienes nos negamos a cumplir esas órdenes, porque en esos momentos, uno como militar tenía la información suficiente como para al menos percibir que se estaban cometiendo arbitrariedades y violaciones a los derechos humanos. Cuando se nos llamó a una guerra en contra de los chilenos y chilenas, todos los militares (y civiles) tuvieron la oportunidad de negarse, como fue en nuestro caso, las excusas de la obediencia debida u otras no caben para justificar el levantarse en armas en contra del pueblo al que juramos defender.
A diferencia del Sr Almirante Arancibia, quienes también fuimos militares y que nunca traicionamos nuestro juramento y que fuimos leales a nuestro pueblo, nos identificamos con el ejemplo moral de Salvador Allende, quien supera largamente la cobardía de quienes le atacaron y de quienes hoy no son capaces de reconocer lo que hicieron.
Ilustra esto la reacción del presidente Allende en la mañana del día 11 de septiembre, cuando el general Baeza le conminó a rendirse, este le contesto con un mensaje que perdura hasta hoy: «Ustedes, como generales traidores que son, no conocen a los hombres de honor» … mi recuerdo será el de un hombre digno, de un hombre que fue leal».
Que mensaje, que gran ejemplo, para estos soldados, oficiales, generales y almirantes, quienes hoy se esconden en las FFAA para ocultar su cobardía. Como un soldado patriota, Allende tomo la decisión de morir en combate, entendiendo que era su deber el defender al pueblo que las FFAA habían traicionado.