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Esta mujer decide convertirse en pastora para luchar contra la misoginia en la Iglesia mexicana

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La mexicana Martha Alicia González ejerce la fe cristiana desde la infancia, pero a los 48 años decidió estudiar teología por un cansancio: el de las reiteradas interpretaciones machistas del texto bíblico y su cristalización en conductas prohibitivas contra las mujeres.

Ahora es pastora de la congregación del templo El Mesías, ubicado en la comunidad de San Mateo Tezoquipan, en el Estado de México, luego de formarse en la Comunidad Teológica de México y el Seminario Gonzalo Báez Camargo, y también estudia una maestría en ciencias bíblicas.

Antes de pastorear, trabajaba como cantante; sin embargo, su vocación la llevó a cambiar de ruta y a fomentar una mayor participación de las mujeres en posiciones de liderazgo al interior de la Iglesia.

«No estaba yo de acuerdo y entonces empezaba a leer y primero cayó en mis manos un libro de teología de la liberación y de ahí me entró curiosidad y empecé a revisar algunos materiales, incluso tomar unas materias», relata.

«Nunca fue mi intención, en un principio, ser pastora, sino más bien era conocer, saber», explica, así también se encontró con la teología feminista, una forma de conectarse con los textos considerados sagrados por los creyentes que busca fomentar relaciones más generosas y liberadoras para las mujeres. Así, desde la Iglesia busca cambiar realidades en la sociedaddesde la rebeldía contra lecturas misóginas, según sus propias palabras.

Discriminación desde niña

Como niña cristiana, Martha Alicia ya notaba el desprecio contra su género, cosas tontas y sin fundamentos, califica.

«Las niñas cristianas no se suben a los árboles ni andan en patines ni suben a bicicleta, y teniendo cuatro o cinco años se me hacía tan absurdo ese argumento, y llegó un momento en que dije: ‘Pues no soy niña y tampoco soy cristiana'», comparte.

Sin embargo, ahora estima que estas posturas realmente no tienen nada que ver con la fe por su promoción de la injusticia y la marginación contra las mujeres.

«Si las religiones han tenido gran influencia, entonces es precisamente nosotros, los pastores, las pastoras, quienes podemos y debemos promover el cambio y dejar de defender estos argumentos, que no tienen nada que ver con la religión, no tienen nada que ver con la espiritualidad y que no tienen nada que ver con los textos bíblicos», sostiene.

«Sin embargo, a partir de lecturas así, misóginas, se puede decir, se derivan otras tantas que no deberían de regular nuestras conductas y nuestras actividades como seres humanos integrales», propone.

Reinterpretar el texto bíblico para superar la violencia

Martha Alicia no solo sufrió desprecio por ser mujer, sino también por su edad, pues tenía casi 50 años cuando decidió iniciar sus estudios. Recuerda que, en la Iglesia metodista, en la que se formó, se acepta desde hace bastantes años que las mujeres sean ordenadas pastoras; no obstante, eso no ha desterrado ideas y prácticas despreciativas de la participación femenina en ese ámbito, que buscan limitar su oportunidad de dirigir o enseñar, ejemplifica.

«Siempre hay mucha violencia ahí y entonces el desafío es precisamente superar esta violencia, que está sustentada y justificada en los textos bíblicos, y hay que cambiar estas creencias, que ocupan un papel muy importante», dice.

Cuestionada sobre conclusiones machistas que se extraen de textos como el Génesis, donde se asegura que Eva surgió de una costilla de Adán, o las cartas de Pablo a la Iglesia primitiva en el Mediterráneo, Martha Alicia opina que, primero, es necesario contextualizar los mensajes y, segundo, interpretarlos en su debida dimensión.

«Realmente cuando uno se mete a los textos bíblicos y hace el estudio y la hermenéutica se da cuenta de que no son así las cosas», apunta y subraya que en uno de los relatos bíblicos de la creación hombres y mujeres reciben la misma bendición de Dios. O bien, en las epístolas de Pablo, el apóstol recoge opiniones de las iglesias a las que se dirige; sin embargo, también las refuta, las problematiza.

Es un sistema violento, que busca justificaciones para sus conductas violentas, el que trata de interpretar estos versículos bíblicos como sustentos para la misoginia, acusa la pastora mexiquense.

Avanzar a la interpretación comunitaria

El diálogo con el texto bíblico, distingue Martha Alicia, no debe estar reservado a las pastoras y teólogas, sino elaborarse en conversación directa con las personas.

«Que ellos mismos lean los textos, que ellos mismos lleguen a estas reflexiones y se den cuenta, y en verdad en mi caso sí ha funcionado», comparte.

El desafío, el trabajo, subraya, consiste en derribar prefiguraciones para dar nuevas oportunidades de conversación e intercambio entre mujeres y hombres de fe. El patriarcado hace que las mujeres compitan entre sí, incluso en la teología feminista.

«Hay profecías desde el Antiguo Testamento donde dice que todos profetizaremos y la profecía quiere decir el poder enseñar, el poder denunciar los pecados estructurales, el poder denunciar las injusticias para transformar», dice

«Todos profetizarán, hombres, mujeres, niños, ancianos, entonces quiere decir que esta labor carismática, le decimos nosotros, es para todos», declara.

¿Y qué es la teología feminista?

Para empezar a entender la postura, alcances y resonancias de la teología feminista primero hay que partir de la conciencia de su diversidad, apunta en tanto la doctora en estudios latinoamericanos Ana Lilia Salazar Zarco, estudiosa del trabajo de mujeres en la región.

«La teología feminista atiende las diferencias en las realidades sociales, culturales, étnicas y, por supuesto, de género, y desde el movimiento feminista empieza a mirarse, observarse la opresión, discriminación y las violencias dirigidas particularmente hacia las mujeres en espacios religiosos», apunta la egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

De los textos sagrados se derivan interpretaciones colectivas que los replantean y resignifican, en prácticas que no solo ocurren en el cristianismo, sino también en el islam y el judaísmo, reconoce. Esta mirada feminista, apunta la doctora, no solo denuncia la desigualdad, sino que defiende la dignidad humana para todas las mujeres.

La teología feminista no solo problematiza los temas de género, sino también los contextos sociopolíticos desde donde se mira la práctica religiosa; sin embargo, el camino se ha desarrollado de manera lenta por los grandes obstáculos que se le oponen.

«El gran peso del sistema patriarcal lo vuelve muy complicado», critica.

Un esfuerzo de larga data

Los esfuerzos por reconocer la relevancia de la mujer en la experiencia religiosa, dice Salazar Zarco, no son modernos, pues en el cristianismo hay registro de monjas y teólogas problematizando su situación desde el siglo XIII.

«Ellas hacen interpretación del texto sagrado a partir del cuerpo de las mujeres y de lo que en el cuerpo de las mujeres sale, de lo que crean, pensando en la maternidad, pensando en la lactancia, pensando incluso en la menstruación», apunta.

Estas posturas configuran resistencias que rechazan que la Iglesia no dé un trato de personas dignas a las mujeres, subraya, capaces de experimentar a Dios. Las expresiones misóginas, distingue, están a la vista en el Corán, la Biblia, la Torá, junto a otros excluidos por condiciones étnicas, de estatus social u otros motivos.

«Las mujeres dentro de la Iglesia siguen sin tener posibilidades», por lo que es necesaria la resistencia a su invisibilización y a la justificación de este ninguneo.

«El lenguaje religioso todavía sigue siendo un lenguaje escrito en masculino patriarcal y nos resistimos a que también quienes están dentro de estos espacios sigan reproduciéndolo», en un panorama donde cuando se habla de líderes religiosos mundiales la mayoría son hombres.

Discriminación de origen

Una mujer no puede ordenarse cura en la Iglesia católica simplemente por serlo, es descartada antes de nacer, reprocha la latinoamericanista, solo por tener una vulva o un útero. Si esa realidad no se considera misógina, hay un extravío desde las fuerzas que toman decisiones en la cúpula eclesiástica, añade.

Templo El Mesías, en el Estado de México. - Sputnik Mundo, 1920, 22.07.2022

Templo «El Mesías», en el Estado de México.

© Foto : Cortesía

Religiosidad en el siglo XXI: la vida en el centro

La religiosidad contemporánea, según la doctora en estudios latinoamericanos, es una manera de buscar alternativas esperanzadoras de transformación ante las consecuencias dolorosas del estilo de vida dominante en el capitalismo, que prefiere la acumulación sobre la dignidad humana.

«Ahí es donde pensar en la posibilidad de transformarlas desde una lógica de amor, que en el fondo es lo que vemos en todas las religiones«, apunta.

«Se vuelve hasta una utopía, pero una utopía que necesita ser ejecutada, una forma de vivir distinta, o, por lo menos, menos violenta, menos caótica y con mayor igualdad, con mayor libertad y sobre todo con vida digna para las mujeres, por supuesto, pero en realidad vida digna para todas las personas, incluso para todas las especies», describe.

Desde las teologías feministas, el cuidado de la vida procura el fortalecimiento de la comunidad en un proceso humano donde no abandonar a los lesionados del grupo, sino atenderlos, cumplió un rol evolutivo.

Y refiere una identificación antropológica que localizó rasgos de empatía en el proceso evolutivo humano cuando halló evidencias de huesos rotos atendidos por la comunidad.

«Cualquier otro animal en la vida natural cuando está herido se vuelve una presa fácil y con alta probabilidad de morir, acá los homínidos cuidaron de esa persona que se rompió la pierna, el fémur, y eso creo que es la espiritualidad, ahí me parece muy evidente este toque de trascendencia, del cuidado de la vida y del cuidarnos para la vida», ilustra.

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