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El Titán de Tréveris

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Por Gustavo Espinoza M.  Perú

De acuerdo a la Mitología Griega, los Titanes fueron creados originalmente por los dioses y poseían dones especiales. Tenían una enorme capacidad operativa y una descomunal fuerza, que los hacía imbatibles.

Su misión era asistir a sus creadores en el cumplimiento de las tareas que les fueran asignadas. Ellos no siempre se sintieron satisfechos. Prometeo, en venganza robó el fuego, y lo entregó a los hombres.

Aunque Prometeo fue castigado por su acción y clavado en una montaña del Cáucaso, fue finalmente liberado por Heracles, de tal modo que su acción resultó perdonada.

Desde entonces los Titanes -y Prometeo en particular- constituyen el símbolo de una fortaleza excepcional destinada a ayudar al hombre y asistir a la humanidad entera. No es casual, entonces, que se considere a Carlos Marx el Titán de Tréveris o el Prometeo del Palatinado.   

Carlos Marx nació hace más de dos siglos, el 5 de mayo de 1818 en esa pequeña ciudad renana, fundada 16 años antes de Nuestra Era, y situada en la margen derecha del río Mosela. Hoy se conserva la casa en la que nació porque simboliza al  hombre que dio una nueva luz a la humanidad.   

En 1848 Carlos Marx  aseveró: “Un fantasma recorre Europa: el fantasma del comunismo”. Y ese fantasma recorre hoy no sólo Europa sino el mundo entero, para horror de explotadores y mentecatos.

Objetivamente el comunismo -esa sociedad del futuro que revindica la dignidad e implanta la justicia- no es sólo el sueño de millones en el viejo continente, sino también la ilusión de los pueblos en Asia, África y América Latina.

Por eso, la Clase Dominante juega hasta con armas nucleares empeñada en impedir que se abra paso, como anhelan los pobres y lo impone la realidad de nuestro tiempo.

Cuatro años más tarde, el 5 de marzo de 1852, en su célebre carta a Joseph Weydemeyer, Marx diría: “Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases ni la lucha entre ellas. Lo que yo he aportado nuevo, ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.”- En otras palabras, que la lucha de clases, es el motor de la historia,

Esta formulación escarapela el cuerpo a los filisteos de todo pelaje. Según ellos, la lucha de clases es un invento diabólico de mentes extraviadas que fomentan el odio y la inquina.  Y lo dicen   muy sueltos de huesos con la idea de “trasmitir la paz”, sembrar “el orden” y  cimentar “el diálogo” para “atenuar” los conflictos sociales.

Vana esperanza, por cierto, cuando se enfrentan a una Clase consciente, que conoce sus deberes y responsabilidad y que lucha convencida de enfrentar una tarea histórica.  Sueñan, no obstante, con seducir a una cierta “aristocracia obrera” que piensa sólo en su propio salario, y no percibe sus deberes de clase. A ella, apuntan con empeño. 

La Clase Dominante y sus medios de comunicación insisten en sostener que la inversión de capital, genera riqueza, Asegura que cuando no hay inversión, asoma  la pobreza. Y eso es falso.

No es el dinero el que produce la riqueza, sino “la naturaleza, que es la fuente de los valores de uso, ni más ni menos que el trabajo, que no es más que la manifestación de una fuerza natural”.Allí está el origen de la riqueza. La naturaleza y el hombre, son la base de la riqueza. 

Cuando los creadores de la riqueza logren sus objetivos históricos, implantarán una nueva sociedad, regida por verdaderos preceptos democráticos. Ellos permitirán mirar la vida con otros ojos, recuperar la dignidad, el imperio de los valores y la causa de la justicia, será la consecuencia del surgimiento del Hombre Nuevo, aquel que basa su esfuerzo en la tarea solidaria.

En mayo de 1875, Marx diseña la sociedad del futuro: “Entre la Sociedad Capitalista y la Sociedad Comunista media el periodo de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este periodo corresponde también un periodo político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado”.

Cuando los áulicos del capitalismo leen esta cita, ponen los ojos en blanco. Les aterra tan sólo la posibilidad de ver a obreros dictando leyes e imponiendo la voluntad de su pueblo. Sería El fin de la  Democracia!”  claman.

De la Democracia Burguesa, claro, que no es otra sino la dictadura de clase de la burguesía, que se impone mediante la violencia y la muerte. Pero sería también el surgimiento de la Democracia Popular más amplia, aquella que encarna la voluntad de millones y se concreta en leyes y hechos tangibles.

A comienzos del año 2000, la BBC de Londres hizo una encuesta mundial para que sus oyentes escogieran al Hombre del Milenio. Para sorpresa de los organizadores, la voluntad de los participantes fue contundente: el Hombre del Milenio, es Carlos Marx.

El Titán de Tréveris, vive en la memoria de millones 

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