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El fogón de la cocinería política y el huso de hilar  

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Apuntes de un crítico impenitente en la época en que los políticos no diferenciaban  perejil de cilantro. Ramalazos de opiniones vertidos por un individuo que vivió, en primeras aguas, los años del tiempo del falso gozo y de una bella revuelta que terminó siendo castrada por las veleidades e intereses de los gozadores

 

PRÓLOGO

 

“Vengo de un país donde un árbol de palta tiene más derecho al agua que una persona”. Esa opinión manifestada por la representante de Greenpeace Chile en una de las sesiones de la COP25 realizada en España, remeció definitivamente mi espíritu conduciéndome a escribir las líneas que a continuación usted, querido lector, podrá conocer.

¿Qué es la COP25?, se preguntará más de alguien. Se trataba de una reunión internacional –una más de las tantas que se llevan a efecto en el planeta, generalmente con resultados inciertos o, simplemente, negativos- que debía haberse efectuado en Chile, pero debido a problemas de insurgencias populares fue trasladada a España. ¿El tema central de esa gran reunión de líderes, sublíderes, mandatarios, agregados, pelafustanes y chuchumecos variopintos que siempre están presentes en eventos como ese?; el medioambiente, el cambio climático, el efecto invernadero, la defensa de los recursos naturales sustanciales, etc., etc. 

Este asunto de las organizaciones supranacionales ha sido de una misma laya desde que tengo uso de razón, y vaya que ha pasado tiempo y ha corrido agua bajo los puentes desde la primera vez que escuché –o leí- respecto de ellas. Si bien recuerdo, la ONU encabezó el listado, casi en empate con la criolla CUT, que en esos olvidados años se llamaba Central Única de Trabajadores (‘Única’, y no ‘Unitaria’, como la rebautizaron Manuel Bustos, Arturo Martínez y Rodolfo Seguel en 1986), dirigida por Clotario Blest, don Clota, personaje insigne de nuestra Historia reciente, aunque semi olvidado por la misma.

Antes del mes de septiembre de 1973, Chile había experimentado dos golpes de estado en ese mismo siglo veinte, aunque el nivel de crueldad y barbarie que ellos tuvieron empalidece frente a lo acontecido en los diecisiete años de dictadura militar. En 1924 los generales presionaron al entonces presidente de la República –Arturo Alessandri Palma- hasta sacarlo de la Moneda obligándole exiliarse en Europa. Años más tarde, en 1927-1931, el perenne conspirador Carlos Ibáñez del Campo asumió mediante la fuerza en calidad de tiranuelo de moda.

La verdad es que en materia de golpes de estado y de dictadorcillos, nuestro país tiene experiencia nada desdeñable, ya que a los totalitarios alhajados con uniformes y medallas varias -recibidas de manos de mequetrefes politicastros pero nunca ganadas en guerra alguna-, como los generales golpìstas Luis Altamirano (1924), Carlos Ibáñez del Campo (1927) y Augusto Pinochet (1973), es necesario agregar a varios civiles o ‘paisas’ que también fungieron muy orondos cual si fuesen reyezuelos sin corona. Volveremos a este punto en los capítulos siguientes. 

Debido a que ya se ha dicho todo lo que podía decirse al respecto, en estas líneas trataremos de evitar análisis referentes a la dictadura militar que gobernó el país entre 1973 y 1990, aunque es posible que el desarrollo de las reflexiones nos conduzca a ellos de vez en cuando.

La cuestión que interesa,  y que convoca esta larga nota, dice relación con un fenómeno sociopolítico que ha marcado negativamente el proceso de una interminable transición hacia la democracia institucional; se trata del grado y nivel de traición de algunos partidos políticos pertenecientes a una izquierda desglosada  no ya del allendismo y de la Unidad Popular, sino, específicamente, del exilio europeo al que arribaron viejos y jóvenes elementos del socialismo y socialcristianismo de los años setenta, huyendo de las bayonetas y celdas de tortura administradas por agentes del estado durante el gobierno militar, quienes se convirtieron en esbirros y asesinos en serie.   

Desarrollar este tema parece fácil, mas, el volumen de información es tal que hace en extremo complicado ordenar lo que se desea decir. Moriré en el intento, pero algo avanzaré.

Junto con lo anterior, es oportuno informar que cada vez que arribe el lector a páginas en las cuales se relatan extraños e inefables eventos efectivamente ocurridos en algunas ciudades, pueblos y regiones del país, dará de narices con la bella comuna de Las Calandrias. Ella no existe, claro que no. Es una loca invención de quien redacta las presentes líneas. Y esos eventos que acaecerán en Las Calandrias, tendrán un relato más bien novelado…con personajes también ficticios, aunque estoy seguro que más de algún lector reconocerá en ellos, y en la comuna misma, a su terruño y a sus propias autoridades. Pero, si eso sucede, la culpa y responsabilidad no ha de ser de quien escribe, sino de quien lee.

Por si interesa, y a quien interese, la comuna de Las Calandrias estaría ubicada, al parecer, en algún amplio sector de la zona centro sur chilena aledaño a los primeros contrafuertes de la cordillera de los Andes. Mentira e inventiva desbordada, producto de una mente exageradamente creativa, es todo aquello que ocurre en Las Calandrias, pues se trata de simple ficción. Bueno es reiterarlo.

Sin embargo, todo lo demás es cierto, verdadero, real…

 

Texto Uno

 

En la interesante biografía novelada escrita por John Pearson, “The profession of Violence; the Rise and Fall of the Kray twins”, en su versión cinematográfica, hay unas líneas que podrían explicar el panorama de corruptelas y cinismos que empapan Chile actualmente.  “Los aristócratas y los gánsteres tienen mucho en común. Ambos son egoístas, se aburren con facilidad y tienen acceso a mucho dinero que no tuvieron que ganarse de manera honesta. Principalmente, a ninguno de ellos les interesa respetar las reglas burguesas ni la moral”.

A esas líneas podría añadirse un par más; algo así como “y tampoco les preocupa la posible opinión de la gente, pues manejan a voluntad las leyes y la prensa”. Sin embargo, necesariamente –en el caso chileno- habría que cambiar el concepto ‘aristócratas’ por el de “mega empresarios”, y ‘gánsteres’ por “la canalla dorada” (como llamó Arturo Alessandri a los habitantes del Congreso Nacional).

El actual sistema político-económico es una democracia protegida, o “de los acuerdos”, donde finalmente se han impuesto liderazgos que demuestran una falta de respeto por el estado de derecho, y que ciertamente no aceptan una verdadera libertad de prensa. Esos liderazgos, para imponer sus opiniones, utilizan la propaganda a través de los medios que ellos (o sus patrones) controlan, y están dispuestos a usar la mentira, el engaño, la traición y la fuerza para obtener lo que quieren. En resumen, centralizan toda la autoridad y no toleran la disidencia.

Los últimos eventos políticos acaecidos en Chile son una clara muestra de lo comentado líneas atrás. Las famosas “instituciones que funcionan” forman vivaz parte de estos intríngulis que, respecto de la verdadera democracia, replican el viejo dicho español: “los cuidados del sacristán mataron al señor cura”.  ¿Ejemplos de lo dicho? La Justicia, el Legislativo, el Servicio de Impuestos Internos (SII)… ¿pruebas al canto? Veamos algunas.

Luego de la saga de escándalos, delitos e inmoralidades desglosados de los conocidos casos SQM, PENTA, CAVAL y otros, el diputado (PS) Leonardo Soto presentó una propuesta en la Cámara para legislar respecto de sanciones a parlamentarios, políticos, empresarios y funcionarios públicos si faltan a la probidad. Se activó luego la comisión mixta para tratar el tema. Luego de la última sesión de la comisión citada, el senador Felipe Harboe, campante y orondo, publicó en su cuenta twitter la siguiente información:

<< Saliendo de comisión mixta. Buena discusión y avance con mayores sanciones a delitos contra la probidad. Falta aún para su despacho>>

Para un lector desavisado lo anterior simulaba ser un positivo paso en beneficio de la transparencia, la honestidad y la defensa a la probidad administrativa. Sin embargo, el senador Harboe estaba lanzando fuegos de artificio con el propósito de sembrar la falacia respecto a que los parlamentarios realizaban un trabajo serio en beneficio de la sociedad civil.

La réplica fue instantánea. El ex fiscal Carlos Gajardo le desmintió en esa misma cuenta de twitter: <<No es así Senador. Con las modificaciones que se aprobaron el mamarracho ocurrido en Caso Penta puede repetirse. Se rechazó crear delito de cohecho sin contraprestación. Con esta nueva ley un Ministro o Parlamentario podrá recibir dinero de empresa y eso no será delito»

El senador Harboe, quien años ha ya había sido calificado como “sheriff” que cuidaba los bienes de los “rancheros” del duopolio, debió soportar otros tuits aún más duros.

<<Senador, ¿por qué rechazó inhabilitar de manera perpetua para cargos públicos a quienes cometan el delito de cohecho? ¿No le parece que queda incompleto (aquello de) sanciones contra la probidad? ¿No le parece que usted queda como un cínico al publicar esto, después de haber votado en contra de la propuesta del diputado Soto? Una vergüenza, senador. El duopolio en acción senador Harboe: “hagamos como que aumentan los castigos». Su autocomplacencia es irritante>>

Por su parte, otro senador, Andrés Allamand, creyó oportuno salir en defensa de lo acordado en la mentada sesión de la comisión mixta, pero también recibió rápida e irrebatible respuesta por parte de cibernautas que son abogados (o saben mucho de leyes), como es el caso del ex fiscal Gajardo: <<El senador Allamand señala que para sancionar el cohecho sin contraprestación basta el delito de enriquecimiento ilícito. Senador, ese delito tiene en nuestra ley una pena de CERO días de cárcel. Sólo multas e inhabilidades. Lamentable que los senadores estén tan mal asesorados>> El ex fiscal cerró sus opiniones con este duro comentario: <Chile está girando en dirección contraria a lo que se ve en el mundo en temas de corrupción>.

Lamentablemente, señor Gajardo, es posible asegurar que los senadores no están mal asesorados, por el contrario, cuentan con excelentes asesorías de sus mandantes, las mega empresas para quienes realmente legislan, como ha quedado en evidencia a través de los casos delictuales recientes (PENTA; SQM, etc.). Lo que está sucediendo es que gracias a las redes sociales y a la prensa independiente (en particular aquella que navega vía internet), ahora se sabe cómo se tramitan y ejecutan las leyes, pues resulta ya de conocimiento público que desde las oficinas de abogados de grandes empresas se envían correos electrónicos a parlamentarios y ministros para que prohíjen y aprueben las indicaciones que interesan y privilegian al mega empresariado. 

Otra ‘perlita’ sucedió en el caso PENTA, ya que fiscalía y el tribunal concluyeron lamentablemente que tener acciones en una empresa no constituye conflicto de interés para ministros, subsecretarios y similares; designar en cargos públicos de alta valía a familiares no es nepotismo ; recibir dinero por parte de empresas para legislar y gobernar en su exclusivo beneficio no es cohecho; ser ministro de salud y tener acciones en un empresa (SONDA) que presta servicios precisamente en recintos vinculados al ministerio mismo, tampoco constituye conflictos de interés.

Y así suma y sigue, como lo explicitó el periodista Rafael Cavada al asegurar: “La justicia excluyó a los querellantes del caso PENTA. La fiscalía llegó a acuerdo con la defensa. Se abandona la tesis del cohecho. Hoy nos graduamos con honores de país corrupto, bananero y descarado. ¡¡Qué vergüenza!! >>

 

Mientras en el poder legislativo y en el judicial acaecen cuestiones como las relatadas, en otra de las instituciones ‘que funcionan’, el Servicio de Impuestos Internos (SII), ocurren también ‘cocinazos’ como el siguiente.  

Sebastián Piñera compró Tantauco en Chiloé a través de una de las tantas sociedades off shore existentes en Panamá, país que oficialmente Chile ha considerado desde hace años como ‘paraíso fiscal’.  Entre gallos y medianoche, sin traspaso de mando al ministro del interior en ceremonia oficial, el domingo 8 de julio –sin prensa y sin haber informado al Congreso- Piñera efectuó visita relámpago a Panamá y Estados Unidos.  Extraña y sospechosamente, el  día miércoles 4 de julio –cuatro días antes del viaje- el SII eliminó de su lista a Panamá como país de baja tributación. Todo hecho a oscuras, a escondidas, detrás de la puerta. ¿Por qué?

Es el nuevo estilo de la “democracia protegida”, la que cuenta con gobernantes, jueces y legisladores que creen estar inmunes al veredicto de la Historia, de leyes justas y de las sanciones de la sociedad. Se trata de liderazgos que dicen ser respetuosos de las libertades fundamentales, pero incentivan que la entrega de informaciones se haga mediante las opiniones manifestadas por muchos participantes en programas de farándula, como es el caso de los ya inaceptables matinales de la televisión abierta. Esa es exactamente la “libertad de prensa y de opinión” que aman estas autoridades.

En esta peculiar ‘democracia’, donde aristócratas y delincuentes parecen estar unidos por un factor común (cual es actuar a escondidas del público, contra los intereses del público pero explotando al público), existe también una manifestación del racismo y clasismo de antigua data, cual es encontrar un chivo expiatorio para responsabilizar a otros por los fracasos propios, como es culpar a determinados grupos de extranjeros de ser causantes de los males del país, lo cual  tampoco forma parte de una auténtica democracia.

 

Texto Dos

¿Cómo fue que se llegó a este estado calamitoso en el que sólo se acepta la corrupción, el amiguismo y la información privilegiada como elementos válidos y ‘legítimos’ para el triunfo personal? ¿Qué ocurrió con aquel Chile republicano, solidario y amable que a pesar de su provincianismo y pobreza brillaba en América Latina como ejemplo de sociedad culta y democrática?

Aún son pocos los chilenos que creen con absoluta certeza que fue la dictadura quien estragó todo. Al menos, yo sí lo creo. Y tengo fuertes razones para ello, fíjese.  No se trata sólo de la persecución de izquierdistas, muchos de los cuales  volaron al exilio para salvar el pellejo…no, ¡qué va! Se trata de noticiarse (como dicen mis amigos huasos coltauquinos) respecto a cuándo, de qué manera, por qué y con quién nació la vieja Concertación de Partidos por la Democracia.

Yo se los voy a contar…si quieren me creen, de lo contrario, lo lamento por ustedes, los incrédulos, ya que seguirán siendo pasto de las maniobras predadoras de los corruptos asociados en el viejo y nunca extinto duopolio.

¿Quiere o no quiere saber cómo y cuándo nació la Concertación? Se va a caer de espaldas no bien lea lo que le ofrezco. Avance y prepárese para el desencanto.


LA HISTORIA DEL ENTREGUISMO COMIENZA EN 1983.

Los hechos duros, sólidos, concretos, comienzan ese año con la elección del nuevo presidente de la poderosa Confederación de Trabajadores del Cobre (CTC). Los dirigentes de los sindicatos de Chuquicamata, El Salvador y El Teniente, reunidos en Punta de Tralca (instalaciones que la iglesia católica tiene en el litoral central cerca de El Quisco), luego de tensas reuniones y mini asambleas que duraron casi una semana, decidieron entregarle a un joven dirigente de base, Rodolfo Seguel Molina –presidente de un pequeño sindicato de empleados del mineral El Teniente-, el  mando de la confederación en uno de los momentos de mayor tensión existente entre los trabajadores organizados y el gobierno dictatorial de Pinochet, quien había parido el nefando Plan Laboral y la Reforma Provisional, reflejada esta última en el  gran negociado de las Isapres y las AFP’s,

Debido a su inexperiencia dirigencial y política, Seguel se va de lengua ante la prensa y ante sus propios socios sindicales convoca a un Paro Nacional en momentos que ninguna organización sindical ni gremial en Chile se  encontraba en condiciones de “parar sus labores” ante un gobierno de facto que, sin titubeos, ordenaba el despido inmediato para quienes ‘pararan’, así como arrestos, torturas, relegaciones -e incluso la muerte- para aquellos líderes que osaran contravenir las normas de regimiento impuestas por Pinochet y sus adláteres (Tucapel Jiménez, el presidente de la ANEF, había sido asesinado en febrero del año anterior -1982- por un comando de la DINE, la dirección de inteligencia del ejército).

Finalmente, Seguel y la CTC abren sus oídos a los consejos y propuestas emanadas de las otras organizaciones y deciden cambiar el llamado a Paro Nacional por las Protestas Sociales, emulando en parte lo acaecido en París el año 1968 durante “la revolución de mayo”, el inolvidable movimiento popular que tuvo contra las cuerdas a Charles de Gaulle.

El éxito de las Protestas Sociales fue absoluto, total. Por cierto, Pinochet intentó –como era su costumbre- reaccionar con violencia, pero hubo de sufrir una nueva derrota ya que la Corte Suprema de Justicia señaló que las ‘protestas’ no eran ilegales, marcando con ello un antecedente importante para la oposición a la dictadura. Las ‘protestas sociales’ se iniciaron el 11 de mayo de 1983, y la más dura de ellas se dio en los días 11 y 12 de agosto de 1983, ocasión en la que el país se paralizó completamente y las fuerzas de carabineros resultaron insuficientes para “desalentar” a la población que se había tomado las calles y las plazas en muchas ciudades del país. El ejército una vez más salió de sus cuarteles a controlar –a balazos, como siempre- las manifestaciones populares.

Pero, ni siquiera la presencia de militares armados para la guerra, ni el tránsito de tanquetas, tanques, carros blindados, helicópteros artillados y aviones de la FACH  realizando sobrevuelos, fueron elementos suficientes en orden a terminar con las manifestaciones y descontentos de la ciudadanía. Pinochet se encontraba acorralado por las fuerzas vivas de la nación, vale decir, por los trabajadores, los estudiantes y los pobladores. Se veía venir, tarde o temprano, la caída del régimen y la más que probable irrupción de una Asamblea Nacional y un gobierno popular nacido de las bases mismas de la población, lo que podía significar echar por tierra los ‘avances’ neoliberales estructurados por la dictadura e impuestos a bayoneta y bala por el régimen totalitario.

Entonces, tras diez años de violenta represión militar los trabajadores retoman la iniciativa, y en jornadas masivas y combativas pusieron en retirada a la dictadura, la cual, con la jerarquía católica y la embajada norteamericana como intermediarios, aceptó presentar al país la hoja de ruta para contener la explosión social e iniciar una salida negociada.


UN MINISTRO DE PINOCHET CREA LA ‘CONCERTACIÓN’

      Al iniciarse el mes de agosto de 1983, Pinochet decide nombrar como ministro del interior a un político ‘profesional’ (como gustaba llamar el tirano a todos aquellos civiles que se dedicaban a tales afanes). Es así que entrega la conducción del gobierno interior al ultraderechista terrateniente y ex parlamentario Sergio Onofre Jarpa, miembro activo del antiguo Partido Nacional (que era la unión de conservadores y liberales), quien se había destacado por su virulencia en la lucha frontal contra el gobierno de Salvador Allende una década antes.

Jarpa era zorro vejo en esas lides y tenía claro que con los trabajadores organizados en el Comando Nacional poco y nada lograría; por el contrario, intentar negociaciones con ellos sólo provocaría al gobierno militar el más absoluto y sonoro de los fracasos y, peor aún, originaría el derrumbe de toda la argamasa financiera-empresarial estructurada en esos años de conducción “chicaguiana”.

También sabía Jarpa que los dirigentes políticos de las tiendas partidistas opositoras (hasta ese momento declaradas “fuera de la ley” por la dictadura) coincidían con él en tales aprensiones, ya que ni los democristianos, ni los socialdemócratas, y tampoco un sector de los socialistas, aceptarían ser sobrepasados por el mundo sindical perdiendo no sólo las calles sino, principalmente, el control y conducción de las masas.

Luego de varias reuniones en las que Sergio Onofre Jarpa tomó tecito y comió galletas con algunos dirigentes políticos opositores (seleccionados por La Moneda en un trabajo llevado a efecto por el propio Jarpa junto con su subsecretario Alberto Cardemil), y después de constatarse el éxito de la cuarta protesta social encabezada por el Comando Nacional de Trabajadores, con la anuencia del régimen pinochetista y bajo la innegable conducción y apoyo del ministro del interior, el día 22 de agosto de 1983 nace la Alianza Democrática conformada por el partido Demócrata Cristiano, el Partido Republicano (de clara tendencia derechista), el Partido Radical, el Partido Socialista, el Partido Socialdemócrata y la Unión Socialista Popular, dispuestos todos a negociar con Pinochet una transición a la democracia.

En ese intríngulis, la Alianza Democrática –por exigencia explícita del dictador y de su jefe de gabinete- llama a los dirigentes sindicales que pertenecían a sus tiendas partidistas y les ordena “entregar las banderas” de la conducción popular a los nuevos mandamases de aquella ave fénix política, y que de ‘nuevos’ nada tenían ya que eran los mismos actores que conjugaron la tragedia de los años 70, incluyendo por cierto a Jarpa, Cardemil, Pinochet y todos los demás.

Poco tiempo después, el 10 de noviembre de 1983, la izquierda-izquierda manifestó su descontento con lo acontecido y da origen al  Movimiento Democrático Popular (MDP), que en aquel entonces se configura claramente como una alianza de la oposición alternativa de izquierda al gobierno militar-empresarial, ya que el Partido Comunista y otros sectores aledaños a esa tienda (Clodomiro Almeyda, el Mapu Obrero Campesino y el PS-CNR) habían sido excluidos de la Alianza Democrática por orden de Pinochet con la pública anuencia de los dirigentes del bloque mismo.

Fue así, en suma, que los principales líderes del Comando Nacional de Trabajadores bajaron sus banderas y se inclinaron servilmente ante las órdenes partidistas de sus respectivas tiendas, cediéndoles la conducción de las masas y el control de las calles al nuevo esqueleto político que era del pleno gusto de Pinochet y que, años después, se llamaría Concertación de Partidos por la Democracia, un bloque que se estructuró desgajándose de aquel huevo de la serpiente llamado Alianza Democrática, la que –en estricto rigor- había sido pensada, impulsada, orientada y creada por el ministro del interior pinochetista, Sergio Onofre Jarpa, cual última y desesperada forma para detener lo que hasta ese momento surgía como irrefrenable: el avance de los trabajadores hacia una Asamblea Nacional y el derrumbe de la estructura de capitalismo salvaje impuesto por el régimen militar.

Conocido lo anterior es posible entonces explicarse la espontánea y efusiva reacción de alegría exteriorizada por Onofre Jarpa la noche en que el ‘pueblo concertacionista’ obtuvo el histórico triunfo en el Plebiscito de octubre de 1988, cuando el ex ministro de Pinochet fue a saludar y fundirse en  abrazos con dirigentes ‘opositores’ al régimen militar, tales como Enrique Silva Cimma, Patricio Aylwin y Andrés Zaldívar, tal que si esa victoria le perteneciera también a él.

¿Y qué podía ello tener de extraño? Nada, pues, ya que estaba felicitando a sus alumnos, a su propia creación política que desde ese año 1988 –en calidad de mayordomos del gran patrón del norte- formaría parte activa e interesada del modelo que Pinochet y los ‘Chicago boys’ habían creado para beneficiar los intereses económicos de  grandes consorcios transnacionales, predadores sin fronteras, Dios ni ley.

Y con la capa de falso ‘socialismo’, esa Concertación –nacida bajo el impulso y embrujo de los pinochetistas como un andamiaje sistémico- gobernó a los engañados chilenos privilegiando a todo dar, en los hechos ciertos, a quienes, precisamente, siempre habían estado (y siguen estando) a favor de la entrega de los recursos naturales y humanos a poderosos consorcios transnacionales carentes de patria, dios y ley.

Soy un absoluto convencido de cuán traicionado fue el pueblo ‘concertacionista’ del NO en el plebiscito de 1988, ya que en estricto honor a la verdad los dirigentes ‘democráticos’ lo enviaron ‘a la punta del cerro’ al día siguiente de aquella histórica jornada.

Razones me sobran para afirmar lo dicho. Y a objeto de no dilatar más este asunto, ofrezco el sustento de mis opiniones a través del relato de las historias políticas de algunos eméritos representantes de la desaparecida Concertación. No encuentro mejor forma de hacerlo que mediante la transcripción de apretado resumen de un antiguo trabajo de aproximación a ensayo que fue publicado por diversos medios nacionales y extranjeros,  el cual titulé “El Centrinaje, marca indeleble de la idiosincrasia chilena”.

Creo que es oportuno insertarla en esta nota. Vea usted. Juzgue y después me cuenta.

 

El ‘Centrinaje’… marca indeleble de la idiosincrasia chilena


“Es Chile un país tan largo, mil cosas pueden pasar”.


Así musicalizaba el conjunto “Quilapayún”, en el viejo Estadio Chile (hoy, ’Víctor Jara’), hace 32 años, la letra de aquella insigne “Cantata Santa María” compuesta por el profesor Luis Advis. ¡Y vaya si no pasaron cosas! Tres calendarios más tarde, Santiago sufrió el primer bombardeo aéreo de su historia. Por supuesto, eso fue sólo el comienzo.

 

      Recuerdo haber pensado, en aquella trágica y dolorosa mañana de martes, que una vez más el carácter “centrino” de mis compatriotas había impuesto sus términos. Los calendarios han perdido 384 páginas desde entonces, pero las vituallas sociales y que nutren el arcón del «centrinaje» no han cejado en volumen ni en pertinacia.

 

Si bien el gringo Tunick logró desnudar físicamente a miles de santiaguinos – y a casi 0°C – para recrear su lente y engrosar sus arcas, alguien tiene que deshilachar las pilchas de la idiosincrasia de los chilenos a objeto de mostrarlos en su verdadera e innegable completitud de carácter, más allá del festinazo jaranero que se auto regalaron una fría mañana de domingo las miles de personas que decidieron desafiar —por fin y de una buena vez- las opiniones decimonónicas de los maturrangos que dirigen en el país las organizaciones seglares (filosóficas, económicas y políticas).

     

Son los “centrinos”, auto proclamados dueños del país y gestores de nuestro presente, quienes motivan esta desordenada crónica (es dable entenderlo ya que, después de todo, el autor también es centrino).


SUCINTO RECORRIDO DE LA HISTORIA NUNCA ESCRITA DEL CENTRINAJE

 

El concepto “centrinaje” podemos rescatarlo en la España del siglo XV, más precisamente en el instante que los peninsulares se enteraron que un tal Colón, italiano de origen y «aportuguesado» por matrimonio, a nombre de sus majestades Fernando e Isabel, había regresado de un largo viaje marítimo hacia el oeste donde se topó con las costas de un territorio que, según los navegantes portugueses de la «Escola de Sagres», no correspondía a las Indias Orientales. No bien esos peninsulares —hambreados y explotados por un sistema social que asentaba sus pies en la procedencia divina del poder político- escucharon la palabra “oro”, lanzaron sus cuerpos y almas al océano Atlántico para ir a la conquista de los parajes herejes en “sublime obediencia a la Santa Madre Iglesia Católica y mejor estatura de sus magníficas realezas”.

 

En el año 1515, pocos (casi ninguno, en verdad) militares de carrera se aventuraron en América, ya que España y sus reyes requerían de sus mejores soldados para afianzar los últimos triunfos en la guerra contra los infieles del Islam que seguían presentes en la península. Obviamente, para la Santa Iglesia inquisidora resultaba de mayor prioridad expulsar a los árabes y judíos (que llevaban más de siete siglos conjuntos de presencia y aportes), que la conquista de los nuevos territorios, la cual bien podía esperar algún tiempo.

 

Así, quienes primero arribaron al nuevo continente fueron los aventureros, los marginados, los salvados de la cárcel y del garrote. Todos ellos, casi sin excepción, provenían del centro-sur de España. Eran extremeños y castellano-manchegos. Algunos andaluces viejos y murcianos completaban el cuadro.

 

Pedrarias Dávila, el cura Luque, Diego de Almagro, Francisco Pizarro, Francisco Orellana, por nombrar algunos de los principales, eran “hijos del centro geográfico hispánico”. Descendientes de padres y abuelos empobrecidos, analfabetos, sanguinarios, religiosamente fanáticos (la otra cara de la moneda) y dueños de una ambición que no encontraba límites, a golpe de espada y caballos irrumpieron bruscamente en valles y selvas para iniciar la degollina de las culturas autóctonas y el saqueo de todo lo que «oliera a oro» o produjera oro.

 

Chile, por cierto, no escapó a esa saga de sangre y saqueos. Sin embargo, al constatarse que no había reservas auríferas importantes en el territorio, luego de la fracasada aventura de Almagro y las debacles experimentadas por Valdivia al sur del río Maule, la corona hispánica se vio forzada al envío de funcionarios y militares al sur del mundo para cautelar el ingreso oceánico del Estrecho de Magallanes, amenazado por las incursiones piratas que implementaba la muy británica reina Isabel I.

 

Esos funcionarios reales, que encontraron un país ya caracterizado por el “centrinaje” español, agregando a ello la lejanía y aislamiento del territorio que permitía una especie de auto gobierno a espaldas, incluso, de la Iglesia Católica, fueron “domesticados” por la masa soldadesca que les servía de único cobijo ante posibles ataques indígenas. En una especie de acuerdo no escrito ni discutido, se dejaron engullir por conveniencia y empinaron sus pelucas sobre la turba armada para dirigirla.

 

A partir de ese momento, todos, sin excepción, decían lo que no pensaban, hacían lo que no decían y pensaban lo que callaban. Había nacido el “centrinaje”.

EL CARÁCTER CENTRINO CHILENO

 

El ensayista Benjamín Subercaseaux Zañartu -de ancestros franceses y castellano-vascos y Premio Nacional de Literatura 1963- hizo excelentes referencias en algunas de sus obras respecto del carácter de los habitantes del centro del país (ver: “Chile, una loca geografía”, Ercilla, Santiago, 1940), llamando la atención del lector al afirmar que los nacidos y criados en los territorios comprendidos entre los ríos Limarí y Bío-Bío, eran diferentes a quienes vivían en los extremos. Sin explicitarlo abiertamente, les descubrió sus perfiles de “ladinos”, “asolapados”, “mentirosos” y ‘traidores” y nada solidarios.


La condición de eternos dependientes, ha marcado nuestro desarrollo social.


Primero nos dominaron los incas, luego los españoles, después los ingleses (dueños del salitre y la banca), más tarde los Nixons y Kissingers, y ahora los capitales transnacionales provenientes de los EEUU y Europa.

Tal entreguismo -plagado de “malinchismo” racista- se ha producido porque quienes dirigen los destinos de la nación asentaban sus confianzas en la quietud servil de los habitantes mayoritarios del país, hombres y mujeres del centro, responsables también de los vicios y carencias que se desglosan de las actitudes y hechos acaecidos en los últimos años.


Respecto de este último punto, lo peor y más errado que un investigador puede hacer es desestimar las opiniones militares sobre la ciudadanía, pues el ejército recibe cada año un voluminoso contingente de civiles juveniles proveniente de las clases menos favorecidas económicamente. Los uniformados conocen a la perfección el carácter de los chilenos, particularmente el de los habitantes del centro de la nación, y aunque no lo expresen, aprendieron a administrar la volubilidad y el ladinismo de los llamados “paisas” (y su cómodo y calculado servilismo ante la fuerza, tan útil cuando se trata de hacer cumplir órdenes irracionales, ilegales o criminales).


Obviamente, la clase política (“centrina” a concho) disputa con los miIitares y empresarios el derecho a manejar la férula, basándose en similar conocimiento de nuestros conciudadanos del centro del país.



Texto Tres

 

En fin, la pregunta flota en el aire: “¿Cómo se puede entender bien el centrinaje?”. La única manera que se me ocurre es a través de ejemplos cercanos, reales y concretos, fáciles de identificar. Veamos algunos de ellos :


1.- Augusto Pinochet Ugarte, bien puede ser catalogado como el “faraón del centrinaje”, o el “rey de los asolapados”. Sin opinión propia, estuvo siempre donde calentaba el sol. Cuando el general Carlos Prats asumió como comandante en jefe del ejército, Pinochet se puso de inmediato a su disposición asegurando que lo más importante era en ese momento la defensa de la Constitución y del gobierno legítimamente constituido. Cuando el general Prats renunció, Pinochet se encumbró en la comandancia en jefe y continuó expresando su apoyo a la “doctrina Schneider”, hasta que dos de sus amigos (José Toribio Merino y Gustavo Leigh) le acosaron con la prontitud del golpe de estado.


Entonces, centrinamente, Pinochet no sólo se subió al carro golpista a última hora, sino que exigió dirigirlo traicionando supinamente todo lo afirmado en esos años. Poco tiempo después –algunos añitos no más- este faraón del centrinaje echó abajo los aviones de Leigh expulsándolo de la Junta de Gobierno y de la Fuerza Aérea, limpiando el camino para su dictadura unipersonal. “En este país no se mueve una hoja sin mi consentimiento”, dijo una vez. Sin embargo, cuando el pueblo lo lanzó contra la pared luego del plebiscito, centrinamente adujo que sus subordinados corrieron con colores propios en los trágicos hechos de torturas, asesinatos y desapariciones. Tiempo después, buscando congraciarse con un pueblo que lo rechazaba, acusó a los dirigentes de partidos de derecha de haberle abandonado, cargando sobre ellos la totalidad de las culpas propias.


“Se enriquecieron durante el gobierno de mi papá y ahora lo atacan”, exclamó muy suelta de cuerpo su hija Jacqueline reconociendo con ello lo que el viejo dictador negaba en público. En actitud centrina típica, se escandaliza ahora con los casos de corrupción sin hacer comentarios respecto de la parafernalia economicista que caracterizó su administración, ya que en ella muchos empresarios adictos a su régimen se apropiaron casi gratuitamente de cientos de empresas estatales, lo que ha constituido el mayor robo en la Historia del país.

Ya fuera de La Moneda, pero siempre al mando del ejército, afirmó sin ambages que su institución respetaba las reglas democráticas, pero no bien el nombre de su hijo saltó a la palestra con el sórdido asunto de los “pinocheques”, ordenó un “ejercicio de coordinación y enlace” que puso en jaque al presidente Aylwin que se encontraba de viaje por Europa. Finalmente, contradiciendo centrinamente sus propias convicciones, no bien se le presentó la posibilidad decidió integrarse a la “cohorte de ladrones y antipatriotas” que él combatió, vilipendió, apaleó, torturó y asesinó durante 17 años….fue senador institucional y con esa vestidura se presentó en el Congreso Nacional. ¡Centrino cara dura hasta la muerte! Es, en suma, el mejor representante del centrinaje.


2.- Patricio Aylwin Azócar, ex Presidente de la República, bien puede ser catalogado como el “faraón del centrinaje político” en el siglo XX. No ha existido altercado, contubernio ni rastrojo político en el cual no haya estado presente. A nombre de la democracia institucional y representativa, el señor Aylwin ha cometido cuanta tropelía “legal” pueda encontrarse en los anales de la historia política de los últimos treinta y cinco años.


El año 1970, luego del triunfo electoral de Allende, fue uno de los gestores del “Estatuto de Garantías” medio por el cual su partido ( la Democracia Cristiana) negoció los votos de sus parlamentarios en el Congreso para dirimir la elección del doctor socialista con su competidor derechista Alessandri.

 

Como buen “centrino”, argumentó que “lo hacía en defensa de la democracia”, aunque la verdad desnuda era más bien “una bofetada a los miembros de la derecha por haber negado apoyo a Frei Montalva durante su gobierno y al PDC en la campaña presidencial”. Decía lo que no pensaba y hacía lo que no decía.


Fue uno de los pioneros en arrimarse a los cuarteles para empujar a los militares hacia un golpe de estado y negarse al acuerdo con Allende que propiciaba el cardenal Silva Henríquez, lo que habría evitado el baño de sangre y la brutalidad hipócrita que cayó sobre el país. Pero claro -centrino al fin y al cabo- primero y durante un mes simuló negociar para salvar su imagen futura y al mismo tiempo hacer patente el deterioro de la situación política en función de la “salida golpista” que íntimamente propiciaba.

 

Años después de haberse producido el golpe (al que había coadyuvado en forma sibilina o “asolapada”) inició los ataques verbales contra la dictadura, insuflando aires de democracia a un territorio que la había perdido justamente por la negativa a defenderla propiciada por políticos como él.


Cuando los trabajadores organizados en el Comando Nacional lograron que Pinochet y sus secuaces se subiesen a un helicóptero para abandonar un Santiago encendido y alterado, el faraón del centrinaje ‘surgió desde las sombras para formar parte del equipo de políticos que arrinconó a los dirigentes sindicales demócratacristianos en la reunión de Punta de Tralca (litoral de la V Región). obligándoles a entregar las riendas del magnífico movimiento de protesta a la llamada Alianza Democrática, organización parida entre “gallos y media noche” cuyo único objetivo era birlarle a los Bustos, Seguel. Mujica, Flores, Ríos y otros, el “poder de la calle” y negociar, política y centrinamente, con el flamante Ministro del Interior de la dictadura, Sergio Onofre Jarpa Reyes, un prócer de raíces políticas nazi-ibañistas-populistas-pratistas, y por añadidura “huasas” de San Javier.

 

Ascendido a la Presidencia de la República, borró con el codo lo escrito con su mano al afirmar que “procuraría justicia en la medida de lo posible”, echando agua sobre las brasas que comenzaban a consumir las podredumbres sitas en algunos cuarteles, salvando el acuerdo alcanzado “puertas adentro” con los representantes pinochetistas a los que asistió en octubre de 1988 (una vez que el “pueblo concertacionista” fue mandado “a paseo” a las pocas horas del triunfo del NO del 5 de octubre de 1988).


“Centrinos” como Aylwin pavimentaron –indirectamente- los patios de fusilamientos y llenaron de gasolina el estanque del helicóptero “Puma”; permitieron una sobrevida política a los responsables civiles de las masacres,  defraudaron completamente a quienes escucharon sus peroratas demagógicas, esculpieron la democracia según sus intereses coyunturales y después alzaron sus brazos para recibir ovaciones populares de otros “centrinos” como ellos, entre quienes se encuentran también distinguidos miembros de partidos ex-izquierdistas – ahora renovados y convertidos a la nueva fe “neoliberal” – que demuestran cuán poco les importan los miles de muertos y los millones de decepcionados-

 

Entre los centrinos no puede haber secretos, ya que quien cuenta a otro un secreto se hace esclavo de aquel. Es una de las máximas del “centrinaje”: No confiar en nadie, ni siquiera en sí mismo porque mañana -si la conveniencia lo amerita- se puede llegar a pensar lo contrario.


Muchos chilenos, defensores de la moral victoriana, apenas abordan un avión rumbo al trópico o a Europa, lo primero que preocupa su interés es agenciarse los sitios donde se hallan los “sex shops”, los cines triple equis, los “barrios rojos”, los casinos de juego, y en su tiempo las “conejitas”.


Quizás sea producto de un “inquilinaje mental” que aún no termina, o del aislamiento de siglos que nos alejó de las grandes corrientes de pensamiento, tal vez se deba al accionar de la Iglesia Católica, que ha dominado las mentes de civiles y militares durante 500 años, pero lo concreto es que el centro del país dio cobijo a una entelequia que hemos bautizado como “centrinaje” y que se expresa en actitudes diarias proclives al servilismo, la falsía y la incoherencia.

 

Preocupa que tales características ensucien los espíritus de quienes moran en los extremos del país, ya que si algo puede ser rescatado del gobierno dictatorial es el intento de regionalización, elemento que bien implementado podría salvar el honor de los chilenos. Desgraciadamente, el centro de la nación —representado por Santiago- continúa con la batuta en la mano dirigiendo esta filarmónica que todavía no puede afinar sus instrumentos.

Es notorio, por cierto, que los perfiles racistas de los conciudadanos del centro del país extiendan sus ramas al norte y al sur, donde los chilenos de esas latitudes conviven con habitantes de países vecinos sin rencores ni traumas.

Molesta escuchar a muchos centrinos referirse a la calidad de “indígenas” y “negritos” de nuestros hermanos del Perú o de Bolivia, así como extraña oirles declamar sobre la superioridad racial chilena si uno sabe (y ellos también) que en Europa somos calificados como “sudacas” y en Suecia —es sólo un ejemplo al pasar- algunos compatriotas han sufrido verdaderas palizas propinadas por “cabezas rubias”, y otros han sido engañados, explotados y timados graciosamente en España.

Esa anuencia racista “centrina”, se aplica también a los chilenos que moran y laboran en los extremos del territorio, a quienes se les considera “pampinos hediondos”, “sureños o chilotes brutos” o “personajes de ficción”, mofándose de sus costumbres a la vez que se soslaya el titánico esfuerzo realizado por nortinos y sureños para levantar económicamente la nación con sudor y trabajo silencioso.

Si usted vive en Santiago, trasládese a una Región y experimente la magnífica sensación de sentirse privilegiado habitante de un territorio hermoso jalonado de pampas desérticas y minerales, de ríos zigzagueantes, valles espléndidos, cordilleras feraces y nevadas, lagos cristalinos, fiordos inacabables, islas legendarias, glaciares milenarios, y conozca, en vivo y en piel, la calidad humana de quienes habitan esos lugares.

Volverá a la capital del “centrinaje” seguro de haber vivido antes de ese viaje una existencia vaga, errada y ajena a su propia conciencia. Descubrirá, al fin, que ha estado sometido a las voluntades de personas dependientes de intereses ajenos a la nacionalidad y a la humanidad. Barruntará, con absoluta certeza, de haber estado sometido a la voluntad, capricho e intereses de políticos ‘centrinos’ que pululan y percolan en los poderes del estado.

 ¿Quiere otro ejemplo del centrinaje? Bien, pues, con esta nota que leerá a continuación espero satisfacer su demanda.

 

3.-Andrés Zaldívar, la “Pimpinela Escarlata” del mega empresariado

 

La novela escrita a comienzos del siglo veinte por la baronesa Emma Orczy de Orcz, titulada “La Pimpinela Escarlata”, narra la historia de Sir Percy Blakeney, un aristócrata conocido en la sociedad británica georgiana como interesado más en sus ropas, fiestas y amoríos que en cualquier otra cosa. Pero, él llevaba una vida doble, pues ante los ojos de la sociedad era simplemente un “sir”, mas, en la clandestinidad actuaba como «la Pimpinela Escarlata», un audaz salvador de aristócratas durante el Reinado del Terror luego de haberse producido la Revolución Francesa.

Al parecer, en el país más alejado geográficamente de los grandes centros donde se desarrollaron hitos históricos, Chile, los enriquecidos propietarios de mega empresas transnacionales cuentan también con un defensor que simula emular al personaje de la novela comentada. Una especie de chef acostumbrado a cocinar acuerdos, leyes y contubernios en beneficio y defensa del gran capital…

Al inefable político perenne, Andrés Zaldívar, una vez más se le escapó la hilacha clasista y antidemocrática cuando advirtió que “es riesgoso llegar a tener un ‘gobierno de la muchedumbre’ (…) “en Chile puede pasar y tenemos que cuidarnos”. En esa línea, agregó que era fundamental para salir de la mentada crisis entregarle un respaldo claro a la presidenta Bachelet, y evitar así (Zaldívar dixit) la oclocracia, es decir, “el gobierno de la muchedumbre”.

Démosle un par de vueltas a esta declaración, comenzando –como es lógico- por refrescar la memoria respecto del personaje que la emitió. ¿Quién es, realmente, Andrés Zaldívar Larraín? O tal vez la pregunta debería ser: ¿quién fue, en el pasado cercano, Andrés Zaldívar?

Este personaje ha vivido más de medio siglo de la política. Muy joven aún (lo que certifica su verdadera capacidad) fue ministro del presidente Eduardo Frei Montalva (1964-1970), y en su calidad de titular en la cartera de Hacienda fue el responsable absoluto y directo de la enorme “corrida bancaria” producida en el país luego que el día 23 de septiembre de 1973, mediante una cadena de radio y televisión,  subrayara “el efecto del resultado de la elección presidencial en la economía cuyo signo dominante es y seguirá siendo el pánico (económico y financiero) por la incertidumbre”.

Pese a que la Unidad Popular denunció esa intervención como una maniobra destinada a alentar la ruptura institucional, Chile se vio sometido a un feroz retiro de dinero desde las cuentas bancarias por parte de los usuarios…  la economía del país comenzó a tambalear desde antes de la asunción de Allende al gobierno, y todo ello, como ya se sabe, debido a las acciones efectuadas por personajes como Andrés Zaldívar, que cumplían a cabalidad las instrucciones emanadas desde la Casa Blanca en Washington, donde habitaban dos detestables personajes: Richard Nixon y Henry Kissinger.

El ‘chico’ Zaldívar nunca detuvo su accionar político favorable al gran empresariado predador de nuestros recursos naturales  y, como obvia consecuencia, contrario al interés nacional y a las verdaderas necesidades de la población. Así como respecto de Patricio Aylwin no ha habida jamás un entuerto ni un contubernio político en el cual el ex Presidente no hubiese estado involucrado desde 1969 a la fecha, tampoco ha habido un negociado provocando desquiciamiento ambiental favorable a la gran empresa transnacional en la que el señor Zaldívar Larraín no haya estado metido (a nombre propio o de algunos de sus familiares).

Ello ocurrió con la lamentable “Ley de Pesca” durante el gobierno, precisamente, de Patricio Aylwin. En ese entonces, Anacleto Angelini se opuso férreamente a modificar la mentada ley, acusando al gobierno de “querer hacer una reforma agraria, pero en el mar”. De inmediato, la familia Zaldívar (específicamente Adolfo –quien falleció el año 2013- y Andrés) salió en abierta defensa de Angelini y sus empresas, desplegando una intensa campaña comunicacional desde el senado y a través –cómo no- de los medios de prensa que, bien sabemos, siempre han pertenecido al sector más derechista del país.

Tiempo después, ya en el año 2012, Pablo Longueira repuso un proyecto de Ley de Pesca (había sido colocado en la discusión parlamentaria por Juan Andrés Fontaine) que otorgaba a siete familias los derechos –heredables- sobre el mar chileno. Una de esas familias era la de Anacleto Angelini y sus múltiples empresas, en algunas de las cuales los Zaldívar tenían intereses económicos.

Pese a las críticas, los hermanos Zaldívar no se inhabilitaron y participaron en la votación de la referida ley, lo que provocó la molestia de otros connotados personajes, como Marcel Claude, quien acusó a los hermanos Zaldívar de representar –en el poder legislativo- los intereses de grandes empresas en contra de los pescadores artesanales. Los dardos de Claude iban dirigidos a Anacleto Angelini, cuyas empresas controlaban el 80% de la pesca total en el norte del país, y se contaba además con la participación de los hermanos Zaldívar, quienes poseían títulos accionarios en EPERVA, una de las empresas del grupo Angelini.

Aun más, en el Registro de Accionistas entregado a la Bolsa de Comercio el año 2001, aparecen diecisiete miembros de la familia Zaldívar (entre hijas, sobrinos y hermanos del senador) formando un verdadero clan que, en esencia, controlaba el 1,1% de la propiedad de EPERVA.

La Revista ‘Punto Final’ (Edición 535), sobre estos asuntos, publicó: “La relación de los hermanos Zaldívar con Angelini es antigua, y no se refiere sólo a Andrés Zaldívar, presidente del Senado. Adolfo, presidente de la DC, senador de Aysén y operador político de la industria salmonera de la región, se inició laboralmente como auxiliar administrativo en las oficinas de Angelini. Otro hermano, Felipe, fue durante treinta años gerente general de Eperva, del consorcio Angelini, la pesquera más grande del país que controla el 90% de las capturas para harina de pescado en el norte”.

Pese a todo lo dicho, Andrés Zaldívar no se inhabilitó a la hora de votar la Ley de Pesca en el Senado. El aroma del dólar –para él- fue más fuerte que el incienso que se usa en  la iglesia a la que asiste dominicalmente, o que la dignidad de un parlamentario.

En aquel momento, el diputado de la Izquierda Cristiana, Sergio Aguiló,  ya había opinado críticamente respecto del actuar que el senador tuvo en la cámara alta: “Andrés Zaldívar faltó gravemente a la probidad cuando aprobó -y no se abstuvo como lo hicieron dos senadores de derecha- la llamada ‘Ley Longueira’ o Ley de Pesca, que entregó derechos perpetuos del mar chileno a las siete familias más ricas del país, teniendo graves conflictos de interés, al contar con familiares dueños de empresas pesqueras. El senador Zaldívar hoy miente descaradamente para seguir defendiendo sus intereses”.

¿Usted cree que don Andrés detuvo finalmente su traqueteo bolichero amparado en los cargos públicos que ha ostentado? Lamento decirle que no, que continúa tozudamente tratando de llevar toda el agua posible al molino se los mega empresarios (y a su propio embalse, claro está).

Meses más tarde, salió al paso de la Democracia –la verdadera, no la postiza- causando nueva polémica al justificar -a pesar de las críticas de los partidos del pacto Nueva Mayoría excluidos y de figuras del mundo social como la presidenta de la CUT, Bárbara Figueroa- el arreglo en el Senado sobre la Reforma Tributaria, al señalar que “en los acuerdos, muchas veces en este tipo de soluciones se requiere una cierta manera de hacer las cosas que no puede hacerse de cara a la opinión pública“. Así le ha gustado actuar siempre a este muchachín corto de estatura,  pero un peso pesado en cuanto a  inmoralidad política.

Bien, pues, definido el personaje, y ya conocida su aura bolichera y anti pueblo soberano, veamos entonces qué quiso realmente decir en esta ocasión al manifestar que Chile podía llegar a tener un “gobierno de la muchedumbre”. No se requieren muchas luces para colegir el significado de tamaña afirmación. Zaldívar no desea que la soberanía radique en el pueblo, prefiere el gobierno de la plutocracia en la que él y su familia ocupan destacado lugar.  Sus flechas envenenadas apuntan a la Asamblea Constituyente, y señala, además, sin lugar a equívoco, que no apoya una nueva Constitución Política del Estado si esta fluye desde las bases populares organizadas, como colegios profesionales, federaciones y confederaciones sindicales, asociaciones de pobladores, representantes de las etnias originarias, federaciones estudiantiles, etc.

Este hombre, que lleva más de medio siglo enquistado en el aparato público del país, gobernando y legislando para la gran empresa y no para la sociedad civil chilena, se niega no sólo a abandonar el quehacer político que ha realizado en dos poderes del estado (tiene  83 años de edad) sino, también, se rehúsa aceptar que la rueda de la Historia gira hoy hacia cambios en serio, hacia un horizonte que en esencia es el mismo que él ha combatido subrepticiamente, disfrazado de cristiano  y de demócrata (vale decir, supuestamente defensor de la justicia social, la solidaridad y el bienestar de Chile y su gente).

 

Texto Cuatro

 

¿Y en todo este lapso, qué dice, qué hace, qué opina la izquierda de Pelotillehue?

Hacía mucho tiempo, desde la primera mitad del siglo pasado, que la derecha chilena no encontraba un camino tan llano y suave como el actual para imponer sus deseos mediante el uso y abuso de las potestades que permite el llevar las riendas del gobierno.

Ni siquiera la dictadura cívico-militar, armas en ristre y asesinatos y torturas de por medio, tuvo un camino con las bondadosas características que posee el escenario que Sebastián Piñera, y sus socios, han encontrado para desarrollar lo que se supone es un programa de gobierno.

Desde el triunfo del NO el año1988, Chile ha tenido una izquierda atomizada, convertida en verdadero archipiélago de pequeñas islas e islotes (grupos, referentes, grupúsculos, etc.), sin lograr levantar cabeza y menos aún presentar una propuesta sólida. Aparecieron entonces, en el horizonte de la política, Gabriel Boric, Giorgio Jackson y Vlado Mirosevic dispuestos a ‘reinventar’ la izquierda, aunque Mirosevic siempre se presentó como un “liberal”, postura política que en Chile está lejos de lo que se considera ‘izquierda en serio’, mientras Jackson mostraba sin tapujos su tibieza ideológica desde los años de la dirigencia universitaria cuando acompañaba a Camila Vallejo en las luchas estudiantiles. Restaba Boric… una especie de “esperanza provinciana” venida del austro y del cual poco se sabía realmente. Hasta ahora, que se supo lo suficiente.

Pero, en la vieja izquierda (así como en la añosa y vetusta derecha) hay cuestiones que nunca cambian.

La derecha había prometido al país una esperanza de cambio en sus propias filas y sentires. No cambió. Siguió igual o peor que antes. La izquierda picó el anzuelo y cambió… pero lo hizo en beneficio de esa derecha que no mutó un gramo su esencia. La mesa dirigencial del Frente Amplio, específicamente de Revolución Democrática y del Movimiento Autonomista, así lo ha demostrado. Dicen ser de Izquierda, pero no lo son. Dicen no ser coadyuvantes de la Derecha, pero sí lo son. Allendistas no son… marxistas tampoco. Atacan con alevosía a los gobiernos de Nicaragua, Cuba, Venezuela, Bolivia, Corea del Norte… y lo hacen con el propósito de ganar espacios a nombre (oculto, por supuesto) de la derecha económica. Sus acciones los delatan, hablan por ellos, los muestran en su desnudez.

¿Qué otro liderazgo podría desestibar electoralmente a la derecha? Se menciona al alcalde de Recoleta, Daniel Jadue, como potencial candidato a la presidencia de la república. Dirigiendo con éxito la comuna santiaguina donde ejerce como edil, ha demostrado que méritos, conocimientos e ideas le sobran para postular al sillón de O’Higgins. Sólo tiene un elemento en contra. Es miembro del partido comunista, y ello significa que un porcentaje de la temerosa bandada de ex concertacionistas y ex nueva mayoría (PDC, PPD, PRSD e incluso algunos PS) se negarían a entregarle el sufragio. A los hechos me remito. Revísese la Historia Política de Chile y podrá confirmar lo dicho.

Pero, la izquierda no solamente se encuentra hoy día fragmentada y dispersa, sino también ha dilapidado estos años en cuanto a conciliar un programa de gobierno que sea representativo del sentir de la sociedad civil. El triunfo del neoliberalismo a partir de 1989, cuando los muros ideológicos se derrumbaron, la dejó sin respuestas y sin propuestas. ¿Qué puede ofrecer hoy esta izquierda chilena a la gente, que no sea más de lo mismo, vale decir, ‘humanizar’ el sistema y proteger un tantito poco al Estado, si ello también lo ofrece la “derecha blanda” (que es una de las caras de la derecha económica y en nuestro país se llama Evópolis y Liberales)?

En otras palabras, la actual izquierda ‘oficial’ (esa que cuenta con parlamentarios en el Congreso Nacional) ha seguido las aguas de la derecha desde el día siguiente del plebiscito del NO en 1988, dedicándose de lleno a administrarle el sistema al megaempresariado, al FMI y a las transnacionales; y lo hizo de maravillas, ya que los insaciables mega empresarios catalogaron a Ricardo Lagos Escobar como “el mejor presidente que Chile había tenido en su Historia”…y Lagos había sido –no lo olvidemos- la gran esperanza izquierdista. Para refrendar lo anterior, las transnacionales españolas, hace algunos años nada más, le dieron una verdadera fiesta agradeciéndole sus acciones privatizadoras realizadas durante su gobierno. Nadie se explica por qué las AFP’s aún no hacen lo mismo.

En este recuento a las apuradas es imposible dejar en el olvido al ‘faraón’ Ricardo Lagos Escobar, único político en la Historia de Chile  que puede mostrar el galardón de pertenecer oficialmente a dos tiendas políticas: el partido socialista (PS) y el partido por la democracia (PPD). Bueno, es cierto también que en los duros y controvertidos años del gobierno del doctor Allende, muchos derechistas participaron de manera activa en dos tiendas, como eran el partido nacional y el frente ‘patria y libertad’, pero este último era solamente eso: un frente conformado por violentistas fanáticos, cercanos al fascismo, pero que no constituían una tienda partidista propiamente tal. Por ello  lo que Ricardo Lagos ha hecho y continúa haciendo merece líneas especiales. Helas aquí. 

 

Ricardo Lagos, el ’faraón del dedo que dispara”

Realmente, en política queda poco (o nada) por inventar. Todo está hecho, recorrido, probado y usado. Ello viene ocurriendo desde los tiempos anteriores a la vigencia de la democracia ateniense y de imperios como el macedónico, el persa, el romano, etcétera.

Lo mismo ocurre con la economía, actividad (se asegura que es una ‘ciencia social’) que comenzó con el trueque, pasó al mercadeo de ferias locales, siguió rumbeando llevada en ancas de camellos y jamelgos por caravanas de bolicheros, y así, medio tiritando, medio andando y navegando, se transformó en diosa madre de  los sistemas políticos vigentes en la actualidad.

Con lo anterior, intento explicar que nuestras autoridades políticas, militares y eclesiales se mueven gozosamente siguiendo los lineamientos de algunos de aquellos “vaticanos ideológicos”, los que sirven de base a las propuestas y programas de las tiendas partidistas que conforman el escenario político nacional.

Pero, la cuestión adquiere cariz de traición cuando algún dirigente de uno de esos ‘vaticanos’ decide enmendar rumbo, folio y tendencia, imitando al monarca Clodoveo, rey de los Francos, quien en el año 499 de nuestra era, se convirtió al cristianismo obedeciendo a las palabras del obispo de Reims (el futuro San Remigio): “baja la cerviz, fiero sicambro… a partir de hoy, quemarás lo que has adorado, y adorarás lo que has quemado”.  Connotados políticos chilenos hicieron piel esta histórica frase… vale decir, cambiaron de “vaticano ideológico”, pero de manera silente, para que el electorado no se percatara de ello y siguiera creyendo que sufragaba por ‘progresistas’.

¿A quién, específicamente, me estoy refiriendo? Recuerdo con perfecta claridad que a las pocas horas de haber sido elegido Ricardo Lagos Presidente de la República–luego de una estrecha segunda vuelta- comenté a mis amigos que Chile estaba llevando a La Moneda al segundo González Videla de nuestra Historia.  Pocos me creyeron. No me refería entonces a una traición tan profunda como la que ‘Gabito’ ejecutó contra sus antiguos compañeros de ruta –los comunistas- sino, específicamente, a que el señor Lagos (más temprano que tarde, parafraseando a Allende) gobernaría en beneficio de la mega empresa atendiendo los parámetros más salvajes del sistema neoliberal. 

Así fue. No hubo equivocación de mi parte y la administración Lagos se recuerda hoy –en todos los sectores de la izquierda de verdad- como un gobierno efectuado en pro de privilegiar las grandes fortunas, los mega empresarios, las transnacionales y, por cierto, las finanzas de Estados Unidos por sobre las chilenas. Todo ello fue realizado con la mirada cómplice del socialismo concertacionista, sabedor este de que la derecha había cooptado al “faraón” Ricardo hacía años atrás, específicamente en 1989 cuando –así titulé uno de mis artículos que tocó el tema- “la Concertación se bajó los pantalones”, toda vez que el señor Lagos fue uno de los artífices de ese contubernio que mediante un plebiscito protocolizó con cemento bruto la fascistoide Constitución de 1980.

Es imposible que a buenos entendedores y mejor informados pueda extrañarles la conducta de Ricardo Lagos en materia política y económica. Le conocimos en esencia hace ya décadas, en aquellos maravillosos años de la última reforma universitaria realizada en serio en nuestro país (1968-69), ya que en una de las llamadas “mesas de reforma” me tocó participar representando a mis compañeros de la Facultad de Filosofía y Educación (Instituto Pedagógico) para debatir los puntos principales de la propuesta estudiantil de reforma ante los mandamases de la universidad, entre ellos, Ricardo Lagos Escobar (flamante Secretario General de la casa de Bello), recién electo democráticamente por los tres estamentos de la Universidad de Chile: el docente, estudiantil y paradocente.  

Las conversaciones no fueron simpáticas ni calmas y en más de una oportunidad la famosa “mesa de reforma” estuvo a punto de irse al tacho en medio de diatribas, gritos, amenazas y descalificaciones. Nosotros, los estudiantes, cada tarde, entregábamos un reporte sobre lo tratado, acordado o disentido en la mañana, el que pegábamos en las murallas del Instituto dando pábulo a rápidas asambleas estudiantiles a objeto de contar con la aprobación de tal o cual iniciativa. 

Uno de esos reportes desagradó profundamente al señor Lagos Escobar (que en aquella época era militante del Partido Radical) quien trató de gritonearnos al día siguiente en la reunión de rutina, acusándonos de infantilismo e irresponsabilidad ya que de acuerdo a su particular forma de ver las cosas, nosotros contábamos con la necesaria calidad de representantes del estamento alumnos para tomar decisiones y llegar a acuerdos sin tener que pasar todas las conversaciones por el tamiz demagógico y populista (según él) de las asambleas. Ahí mostró su verdadero ‘yo’. No era democrático… su indesmentible soberbia señalaba claramente que aceptaba el uso de la ‘democracia’ sólo como una especie de dádiva oficial que permitía al resto de la sociedad emitir un voto. Punto, y final.

Después, una vez electo presidente de la república, gobernó sin tapujos ni rubores a favor del mega empresariado, de las transnacionales y del capital financiero, cuestión que quedó sólidamente plasmada la jornada aquella en que el empresariado más rancio y predador del país (y me atrevería a decir que también del subcontinente) le aplaudió a rabiar, bautizándole con el mote de ‘faraón’ del momierío ultra derechista.

Sin embargo, la vuelta en semi círculos no le bastó. Le había sido insuficiente desdeñar su pasado supuestamente ‘progresista’, pues al ocurrir el intento de golpe de estado de la derecha venezolana contra el presidente Hugo Chávez, nuestro ‘faraón’ (era primer mandatario en ese momento) se apresuró en reconocer oficialmente al gobierno golpista encabezado por el empresario Pedro Carmona, apodado “el breve” ya que su intentona golpista duró escasas horas y hubo de asilarse en el extranjero. Ricardo Lagos fue, en Sudamérica, el único Presidente que apoyó el golpe de estado de la derecha caraqueña…¡¡y aún hoy sigue asegurando ser socialista!!

No termina allí la ‘voltereta’ de Lagos, pues cuando abandonó La Moneda se dedicó a dar conferencias y seminarios a nivel nacional e internacional, lo que por cierto es espléndido y no hay ni puede haber crítica en ello. Lo execrable está en que su lenguajeo academicista y político coadyuva con el apuntalamiento del sistema neoliberal y el derribo de cualquier tipo de política que pretenda luchar contra la pobreza utilizando recursos fiscales; y aprovechando el envión, don Ricardo lanza bombas de racimo contra la izquierda latinoamericana.

Hace algunos años, la extrema derecha venezolana juntó a los ex Presidentes de los gobiernos de España, Brasil y Chile (los tres eran eméritos ex izquierdistas: Felipe González, Fernando Henrique Cardoso y Ricardo Lagos respectivamente) a objeto que “narraran” sus experiencias presidenciales, lo cual realizaron ante empresarios y representantes de las cúpulas económicas pertenecientes a la llamada Mesa de Unidad Democrática (MUD), opositora en ese entonces del presidente Hugo Chávez, y hoy adversaria feroz del presidente Nicolás Maduro.  Allí, los ex mandatarios soltaron amarras y se mostraron impúdicamente en toda su desnudez neoliberal y pro estadounidense.

En ese encuentro con la derecha venezolana, Lagos comenzó su exposición  intentando mostrar el supuesto aislamiento de Venezuela en lo referido al crecimiento económico, poniendo a Chile como ejemplo, aunque obvió lo fundamental: según la OCDE nuestro país posee la mayor desigualdad de distribución de la riqueza en América Latina. Pero, porfiado como ya sabemos que es, insistió alabando la economía chilena porque (anote para que no olvide) “el 95% de la maquinaria económica chilena está en manos de capitales extranjeros y funciona bajo los parámetros del Tratado de Libre Comercio (TLC)”. Aplausos apoteósicos de la concurrencia.

No se agotó allí la cháchara de nuestro conocido tartufo exizquierdista, ya que también aseguró que los recursos del Estado no deben ser dirigidos a la inversión social.  “Hay que seguir pagando impuestos, pero los recursos no pueden ser para pagar gastos corrientes”, afirmó el ex mandatario, quien agregó finalmente: “El proteccionismo no es viable”. En resumen, Lagos unió su voz a las de González y Cardoso en ciudad BANESCO, aconsejando a la derecha venezolana reducir drásticamente la inversión social, aplicar “disciplina fiscal” en vez de redistribuir las riquezas, y a los sectores más pobres del país darles solamente una porción del ‘excedente’ de los ingresos aportados por el 10% más rico de la población. 

Y por último, durante el segundo gobierno de Michelle Bachelet, el ‘faraón’ se lució ante decenas de inversionistas y empresarios en la Conferencia RIPE de periodismo económico iberoamericano (organizada por Diario Financiero, SURA, ENERSIS y otras firmas),  al criticar duramente la gestión económica de la mandataria, pero el momento de los orgasmos empresariales ocurrió cuando Lagos Escobar aseguró que en Chile “todo lo que pueda ser concesionado, será  concesionado tarde o temprano”. ¿En ello se incluye a la Educación, la Salud, el cuidado y protección del medio ambiente… e incluso a las fuerzas armadas? 

Poca duda cabe que el mega empresariado debe haberle entregado una condecoración con la frase: “Vuestra nueva fe es nuestra victoria”, nominándole Sumo Pontífice de la religión Neoliberal, y Gran Protector  del Capitalismo Planetario.

 

 

Texto Cinco

 

Seamos francos. Ningún parlamentario osaría repetir ante el público de grandes ciudades las sandeces que algunas autoridades comunales lenguajean ante los electores de provincias, especialmente ante aquellos que pertenecen a comunas pequeñas o rurales. A las falsas promesas, totalitarismos y caudillismos, agregan también el lenguaje burdo y soez que es propio de los ignorantes, incultos y analfabetos.

Un ebrio, un traficante de drogas, un cuasi delincuente escapado jabonado de la justicia, un libidinoso, un tiranillo… por ahí va el abanico de posibles candidatos en comunas pequeñas, apañados por ciertos parlamentarios que a su vez han tejido una densa red de influencias en el distrito o región que les corresponde representar en el Congreso Nacional, ya que son precisamente ellos (los parlamentarios) quienes proponen y cobijan las candidaturas de tales individuos. De manera lamentable, los partidos políticos a los que pertenecen esos miembros del legislativo, callan y aceptan.

Hay algunos ‘honorables’ que  se eternizan en el cargo tejiendo una argamasa mafiosa con la cual presionan a las autoridades locales (sean estas del color que sean), asfixiando incluso al poder judicial a través del manejo titiritero ejercido sobre magistrados y jueces, quienes dependen de esos parlamentarios para mejorar su futuro profesional y administrativo. En varias regiones ello es una absoluta verdad, la que se ha transformado en una cuestión considerada ‘normal’ merced a lo rutinario del asunto.

El tema trata de un asunto que a todas luces es preocupante, y a pesar de haber sido mencionado en algunas páginas en la prensa y en exiguos minutos en la televisión, no parece contar todavía con el debido interés de las cofradías políticas ni de las autoridades de gobierno para enfrentarlo debidamente.

En el país existen 346 comunas y 345 municipalidades (la municipalidad de Cabo de Hornos administra la agrupación de comunas de Cabo de Hornos y Antártica), lo que entrega el mismo número de alcaldes junto a un promedio de siete concejales por municipio, arrojando la cifra de 2.242 concejales en total. Agrade o moleste, ellos –alcaldes y concejales- son quienes gobiernan a la sociedad civil, pues más allá de la verborrea legislativa y de las justas apreciaciones de los eruditos en materia de civismo, es precisamente en las comunas donde se hace gobierno. En ellas se acoge lo bueno, lo malo y lo muy malo de aquello que plantean obras mayores como la Constitución Política del Estado y las leyes orgánicas pertinentes a la administración municipal.

En palabras sencillas, se hace país y patria en las comunas. Ahí es dable encontrar el republicanismo más acendrado, como también el populismo, o el caudillismo y la maraña de mafias locales que asfixian las mejores intenciones del buen legislador. No existe una máxima que lo proclame, pero es un hecho que quien administra, gobierna al que reina y al que comercia. La burocracia ha logrado imponer sus términos, de ello no cabe duda. Y los municipios, o quienes los dirigen, son los burócratas del sistema. En estricto apego a la cruda realidad, ellos gobiernan.

El problema reside en que existe poco control efectivo sobre esos representantes de la comunidad. Además, son demasiados para lograr dedicarles oficialmente el debido tiempo de atención a sus actos, de preferencia a aquellos que son ejecutados más allá de las reuniones donde se levantan actas.

Instituciones como la Contraloría o como el Ministerio Público, poco pueden hacer al momento de controlar los actos de ediles y concejales. Sancionar a un alcalde, vale decir, sacarlo del cargo, resulta tanto o más difícil que destituir a un parlamentario. En la práctica, los ediles no tienen una jefatura a la cual rendir cuentas. Dirigen una corporación autónoma de derecho público, con personalidad jurídica y patrimonio propio, y no obedecen –al menos jerárquica ni directamente- a las autoridades del gobierno interior, ya que este alcanza sólo a las regiones y a las provincias, mas, no a quienes administran una comuna o una agrupación de comunas.

Tal vez el único cuerpo colegiado que puede incidir en el comportamiento de ediles y concejales sea el CORE (Consejo Regional), puesto que sus integrantes son quienes administran el destino de los dineros fiscales a los que postulan decenas de proyectos emanados de los municipios. Más allá de ese Consejo no hay dependencia significativa. Tal vez esa misma institución sea la exclusiva palanca de influencia con que cuenta un intendente ante los municipios, ya que es quien preside el CORE. Aún así, la independencia de alcaldes y concejos municipales sigue siendo muy alta. 

La gente puede desinteresarse de lo que haga o deje de hacer el gobierno central, pero distinta postura se tiene ante el gobierno comunal ya que él afecta directamente  –para bien o para mal- la salud, la educación, el comercio, la seguridad, la cultura, la asistencia social, el ornato y aseo, el entretenimiento, la conectividad y el transporte  de la comuna y de sus habitantes. Como se ve, no es poca cosa.

¿Pero, quién, realmente, fiscaliza a esos ediles y concejales? ¿Y quién se ocupa de que las decisiones (cuando las hay) de las instituciones ‘que funcionan’ se cumplan? Esto se pregunta tal cual, porque muchas veces el cuerpo colegiado llamado Concejo Municipal sirve tanto en aquello de la fiscalización como un grito en el desierto, especialmente en las comunas alejadas de las grandes metrópolis, allí en el Chile profundo, donde no hay prensa ni televisión con presencia permanente, lo cual, en gran medida, deja cauce abierto a la entronización de caudillismos que terminan adueñándose de una comuna cual fuese su propiedad privada.  

Escondido en los municipios se encuentra el verdadero gobierno. Hay una verdad absoluta que define el poder de la burocracia: quien administra, gobierna al que reina y al que comercia.

El tema es un asunto que a todas luces resulta preocupante, y a pesar de haber sido mencionado en algunas páginas en la prensa y en exiguos minutos en la televisión, nunca contó con el debido interés de las cofradías políticas y de las autoridades de gobierno para enfrentarlo debidamente.

Obviamente, hay comunas que escapan de lo descrito en estas líneas y sus autoridades muestran un perfecto respeto por la democracia, las leyes y, especialmente, la comunidad a la que sirven. Son la minoría, es por eso que el buen gobierno en sus municipios se nota y debe ser destacado para que sirva de acicate y ejemplo al resto, a esa mayoría de gobiernos comunales que rápidamente se transforman en  administraciones que responden a oscuros propósitos, y a intereses personales al grado de querer transformar el cargo de edil en hereditario, como sucede en algunas comunas.

Si nos atenemos a la dura realidad, es un hecho que el gobierno de nuestro país comienza en las municipalidades… y es posible que en ellas también termine. Recuérdese que quien administra, gobierna al que reina y al que comercia.  Por tal motivo las autoridades nacionales, y la ciudadanía, deben extremar sus cuidados y esfuerzos para cautelar eficazmente la calidad humana y técnica de los candidatos a sillones alcaldicios propuestos por las tiendas partidistas. 

Como también ese mismo celo tiene que estar disponible para que las instituciones a cargo del control de los municipios funcionen adecuada, oportuna y permanentemente con autoridades locales que muestren un perfecto respeto por la democracia, las leyes y, especialmente, la comunidad a la que sirven.

Sin embargo, definitivamente, ese no es el caso de comunas donde suceden cuestiones impensadas, deleznables, que en realidad resultan ser la réplica de lo que ocurre en las altas instancias de la política nacional. Es en zonas y lugares alejados de los entes controladores que moran en las grandes metrópolis, donde los males de la política nacional se multiplican y crecen al amparo de la desidia manifestada por tiendas partidistas, por la prensa de nivel nacional y por los dirigentes del gobierno de turno que tiene ojos preferentemente abiertos para la capital del país.

 

Texto Seis

 

Dejemos a las comunas rurales libres de nuestra atención por algunos minutos, y volvamos a enfrascarnos en el Chile político que comienza a hervir sus aceites de inquinas, odiosidades, corruptelas y mentirijillas de décadas de existencia en el caldero de los prolegómenos del estallido social.  

Un día 18 de octubre la masa ciudadana de la capital de la nación, junto a miles de jóvenes y adolescentes, se tomó las calles, las plazas y las noticias. Millones de chilenos coparon avenidas y rutas portando una sola bandera, aquella que hablaba de unidad y demandas. El temido ‘estallido o explosión social’ había llegado.

La gente se hartó de tanta corrupción, justicia especial y blandengue para los poderosos, mentiras al voleo de los políticos en beneficio exclusivo de sus patrocinadores mega empresariales, deterioro evidente del nivel de vida del 80% de la población endeudada vía tarjetas plásticas hasta la tercera generación, pensiones indignas, sueldos ‘africanos’, expoliación llevada a cabo por los poderosos de siempre (esos que conforman el 1% de la población) tanto en el mar como en los bosques, en las mineras, en la agricultura, en los servicios básicos, en la prensa, en la salud, en la educación, etc., etc., al grado que la prensa existente en algunas naciones del mundo occidental asegura que en América hay un país llamado Chile, donde nada es de Chile.  Y no está equivocada.

Un buen ejemplo de lo dicho en estas últimas líneas podemos encontrarlo en la saga de sufrimientos y abandono oficial experimentado a diario por mucha gente de la tercera edad.

Se supone (y sólo ‘se supone’, al menos en Chile) que la tercera edad es una época de descanso y de divertimento para las personas que han trabajado durante una enjundiosa existencia. Más de cuarenta años doblando la espalda y explotando el ‘cacumen’ en beneficio personal y del país no es poca cosa, pues en el asunto que nos convoca se trata de cuatro o más décadas aportando a las arcas fiscales el pago de impuestos que, en el caso de los trabajadores apatronados, nunca falló un sólo mes; y si falló, nunca fue ello responsabilidad del trabajador, sino del empleador que se hizo ‘el de las chacras’ con esa obligación tributaria (aunque la ley neoliberal generalmente exculpa a este último y le permite continuar expoliando a voluntad, como muy bien hemos comprobado recientemente en Chile).

La fiera del FMI, Christine Lagarde, siempre supo que tiene en nuestro país fanáticos talibanes del neoliberalismo salvaje le aplaudían e imitaban. Algunos de ellos se encuentran incluso en las esferas de gobierno.

“La gente está viviendo demasiado”, pareciera ser la queja de los predadores dueños de AFP’s, que jamás hastiados ni hartos de engordar con dinero ajeno, ven con ojos lastimeros la posibilidad de contar con faltriqueras menos obesas los próximos años, y por ello ya están lanzando susurros (pronto podrían ser gritos) a dos de los poderes del estado, ejecutivo y legislativo, en orden a conseguir que estos aviven el seso y salgan en su defensa… o mejor dicho, en defensa de sus dineros, lo que debe leerse sin ambages como un nuevo atentado contra la tercera edad ya empobrecida a causa de jubilaciones ‘africanas’ que les otorga el tan publicitado sistema de administración de fondos de pensiones. 

En las actividades propias del sistema bancario, los adultos mayores sufren lo indecible, pues si tienen más de 65 años de edad experimentarán el rechazo de los ejecutivos de cuentas y de las gerencias de esas entidades, quienes les negarán cualquier posibilidad de créditos o de préstamos. Es tan real esto, que el propio presidente Sebastián Piñera anunció en su primer mandato (2010-2014) medidas para terminar con estas discriminaciones paridas por los bancos. “Me ha sorprendido que a muchos adultos mayores se les cierren, les corten, les terminen los servicios bancarios por el simple hecho de llegar a una determinada edad”, dijo al presentar el “Consejo Ciudadano de Personas Mayores” en un acto oficial en La Moneda, subrayando que los adultos mayores representan el 14% de la clientela de un sistema bancario que los ningunea y rechaza a la hora de acordar contratos de créditos o de préstamos. Más allá de esos versos poéticos ocurrió finalmente en beneficio de los adultos mayores.

Pero, no muere allí este asunto, pues aún hay más atentados ‘oficiales’ contra quienes han tenido la audacia y el aguante de superar las seis décadas de vida, ya que los notarios (esos entes burocráticos que cumplen funciones en exclusivo beneficio de sus propias cuentas bancarias), también se han unido al coro de los terroristas de la expoliación, puesto que por sí y ante sí –lo que significa que no media ley alguna que respalde su decisión respecto de lo que es un atentado abierto a la dignidad de los actuales ‘gerontes’ chilenos- exigen ahora –nada menos- un certificado médico de buena salud mental a las personas mayores de 70 años de edad si estas desean realizar una transacción comercial con sus propios bienes muebles e inmuebles. ¿Qué tal?

No obstante, esas impetraciones burocráticas e indignantes no les son exigidas a determinados politicastros cuyas edades superan no ya los 70 sino los 80 años, como es el caso del inefable fresco de cutis Andrés Zaldívar, el que continúa muy campante y orondo mamando de la teta fiscal en el Congreso Nacional y, además, decidiendo qué es procedente legalmente y qué no lo es. ¿Usted, amigo lector, entiende esto?   Y si lo entiende, ¿lo acepta? ¿No le exige un certificado médico de buena salud mental?

Hay una pregunta que a muchos escuece el alma. Los notarios (vagonetas cobijados por el establishment político que se enriquecen firmando lo que no leen ni analizan) y los gerentes de bancos, ¿pondrían trabas inventadas por ellos mismos a ‘ancianitos’ con apellidos Luksic, Paulman, Claro, Ibáñez, Angelini, Kreutzberger, Bachelet, Piñera, Larraín, Zaldívar, Lagos? No se necesita respuesta… la realidad lo ha hecho. Entonces, no se trata de la edad ni de la profesión ni de la actividad ni de la “limpieza de antecedentes comerciales”, simplemente se trata de la cantidad de dinero y de poder que la persona tenga.

¿Todo eso es parte de la democracia?  Claro que lo es…  de ‘esta’ democracia protegida y castrada que usted, yo y los demás, hemos santificado con  nuestro sufragio en todas y cada una de las elecciones habidas en los últimos veinte años.  

 

Un paréntesis para entender mejor la situación actual

Antes de continuar avanzando en este escrito, parece sano averiguar si usted, amable lector, está enterado de la historia que la izquierda chilena y el sindicalismo vivieron en el pasado reciente. ¿Cuál es su edad? ¿Cuántos años tenía usted cuando el golpe de estado descarriló a nuestro país en 1973 y1974? ¿Que no le interesa esa “historia añeja” porque los tiempos actuales nada tienen que ver con los vividos en aquella época? No sea ingenuo. Respire profundo, calme su desdén y lea.

Puede parecerle una ficción, pero le aseguro que se trata de algo severamente cierto y comprobable. Las fuerzas armadas (FFAA) y las policías (Carabineros y PDI) nunca han dejado de potenciar sus departamentos o direcciones de “inteligencia”, manteniendo activa una sección que bien podríamos llamar “contrainteligencia interna”.  No lo mire en menos… no repita el error que chuchumecos como el suscrito cometieron en los inicios de la década de 1970. Abra los ojos, y con mayor razón si usted se declara ‘socialista’, ‘radical’, ‘democristiano’, ‘progresista’ (y ni qué decir si su reconocimiento llega al nivel de ex MIR o ex FPMR).

Mucha agua ha corrido bajo los puentes desde la década de 1970, sin embargo, lo que no cambia es la calidad de administradores del sistema neoliberal que caracteriza a los dirigentes de los partidos de la Nueva Mayoría en su versión “renovada”, tiendas que reconvirtieron su fe arrodillándose ante la nueva religión del ‘capitalismo salvaje.

El desorden vestido de “despreocupación” irresponsable y suicida, que permitió a los agentes de la dictadura –entre 1973 y 1977– acceder fácilmente a nombres y direcciones de miles de miembros de los partidos de izquierda, se tradujo en una masacre de gente inocente. En ello, es necesario un alcance. Ninguna organización política tuvo mayor cantidad de asesinados y torturados que el viejo PS. ¿Por qué? Por su desprolijidad y falta de “inteligencia política”.

El mentado desorden se trasladó al exilio, en donde la atomización de los partidos de la Unidad Popular dio origen a numerosos grupúsculos demostrando que la reciente masacre vivida en Chile a manos de los golpistas no había dejado una lección seria. Los agentes de la dictadura continuaron infiltrando los intentos de recomposición de los viejos partidos, especialmente en Italia y en México.

¿Ha cambiado ello hoy día? Obviamente, no. La atomización de los viejas tiendas de izquierda formaron ya una especie de “archipiélago” de grupos y referentes, pues si esa atomización se produjo más allá de nuestras fronteras, acá en la patria fue aún más grosera, superando con creces a la efectuada por las fuerzas armadas a tiendas partidistas como el PS, el MIR, el PC, Izquierda Cristiana y el MAPU, durante pleno gobierno de la Unidad Popular.

El mundo sindical sufrió del mismo mal;  fue así que Confederaciones a nivel nacional –la CEPCH y la CTC son un ejemplo vivo de ello- resultaron infiltradas por agentes “laborales” de los servicios de inteligencia militares, marinos y aviáticos… e incluso de carabineros. Personajes variopintos, locuaces, atrevidos y “contestatarios” ganaron pronto espacio y confianza en muchas organizaciones laborales y estudiantiles. Algunos fueron descubiertos, como ocurrió con Juan Carlos Moraga Duque, dizque ‘socialista’ llegado del exilio europeo, pero que, en apego a la dura verdad, fue un caballo troyano que el gobierno dictatorial colocó en organizaciones sindicales de base para dividir la fuerza de los trabajadores en su lucha contra el totalitarismo.

Hubo casos peores, sin duda, en los que ciertos agentes infiltrados en una organización entregaron a los servicios represivos del régimen el nombre de chilenos que destacaban en la lucha ya referida. Varios de esos agentes son mencionados tanto en el informe Rettig como en el informe Valech. La infiltración llegó a constituir casos de connotación pública, como sucedió con el chófer personal del ex presidente de la república, Eduardo Frei Montalva, y con el escritor Roberto Ampuero (buen escritor, sin duda), quien, terminada su ‘misión’ en Cuba y Europa, metido en medio de los exiliados chilenos, retornó al redil que le correspondía.

Se dice  –en la prensa oficial o ‘canalla’ (TV abierta, Emol y Copesa)-  que nuestro país retornó ya hace años a la democracia institucional.  Hay quienes dudan de ello y les asiste buena dosis de razón. En estas tres décadas de gobiernos democráticamente electos, se ha podido comprobar que algunas instituciones de las fuerzas armadas y de orden no obedecen estrictamente al poder civil.

Los escandalosos eventos conocidos como “Milicogate”, “Pacogate” y “Operación Huracán” dan muestras inequívocas que los generalatos y alta oficialidad de tales instituciones continúan actuando bajo parámetros y normas ajenas a un régimen democrático y republicano.

El considerar la existencia de Generales que nunca renuncian a sus cargos a pesar de ser directamente responsables –no sólo en lo administrativo- de desfalcos, apropiación de dineros fiscales y robos efectuados por oficiales bajo su dependencia, señala cuán cierto es lo que se denuncia en las líneas anteriores. El poder civil –en su arista política- y el poder judicial en lo referente a las fiscalías, han fracasado en sus intentos por sancionar debidamente a los culpables. ¿Se han hecho, seriamente, tales intentos? Es otra duda razonable que sacude la conciencia ciudadana.

Considerando todo lo expuesto, cabe preguntarse también si los actuales partidos, grupos y referentes políticos (incluyendo a los extra parlamentarios) siguen infiltrados a través de agentes de inteligencia de las fuerzas armadas y carabineros, como lo estaban durante la dictadura. Es un llamado de alerta no sólo para las viejas tiendas partidistas, también lo es para los nuevos referentes  como el Frente Amplio, Revolución Democrática, PC-AP, etcétera.

Nuestras tiendas partidistas –todas, sin excepción- carecen de filtros efectivos para evitar la peligrosa presencia y acción de individuos dispuestos a “soplar” nombres hacia aparatos represivos de esas instituciones armadas (aparatos que siguen existiendo, no crea usted que desparecieron). ¿Cuál es el propósito? La historia reciente proporciona la respuesta a tal interrogante, pues, digámoslo sin ambages, militares, marinos, aviáticos y policías nunca dejan de “jugar a la guerra interna”, lo cual significa que siempre están esbozando planes de contingencia para… en fin, usted ya lo sabe.

Además, “Fuerte Aguayo”, en Concón, con la presencia de militares estadounidenses en el adiestramiento de uniformados chilenos para “combatir el narcotráfico” -sobrenombre aplicado por la ‘patria predadora’ para reprimir a ciudadanos pensantes y críticos-, da fe que nada ha cambiado en este patio trasero de Washington, a pesar que la guerra fría terminó, efectivamente, al morir la década de 1980.

Me parece oportuno poner en la palestra un pensamiento que resume la diferencia entre izquierda y derecha en Chile (o en ‘Pelotillehue’, como acostumbra referirse a nuestro país el gran dibujante Pepe Palomo).  “Mientras los partidos, grupos y referentes de la izquierda están de acuerdo en lo que no quieren, pero en desacuerdo total en lo que sí quieren, la derecha resolvió ese problema ya en la época de la Revolución Industrial”.

Recuerdo la airada protesta que acostumbraba lenguajear mi querido amigo y colega Francisco ‘Pancho’ Osorio (fallecido trágicamente en su exilio en París, Francia) en los inicios de la década de los años 70, al referirse a los inútiles resultados de las masivas asambleas universitarias de aquella convulsionada época. Panchito me oteaba con aires de sarcasmo diciéndome: “es típico de los socialistas … basta que un huevón de buen blablá como tú intervenga en la discusión proponiendo cualquier burrada, se retire de la asamblea y arrastre al 40% de la misma para articular un nuevo referente político, con lo cual los ‘cabeza’e pistola’ te levantarían una estatua”.  

A decir verdad, la izquierda chilena en 1970-73 hizo piel la frase romana ‘divide et imperam’. La derecha de aquella época, golpista y lacaya de Washington, asociada a la mayoría del partido demócrata cristiano dirigido por el ex presidente Frei Montalva, lo agradeció mediante bayonetas, torturas, asesinatos y exilio a partir del siniestro once de septiembre.

Estamos próximos a arribar al Texto  Séptimo.¿Está seguro de querer leerlo? ¿Sí? Bien, pues, vamos a ello entonces.

 

Texto Siete

 

-No le crea, Arturito, no le crea… dele la orilla, péguelo a la banda, que no ‘dentre’, que no ‘dentre’… eso es… manténgalo en la raya”. Así me gritaba desde un costado de la cancha de fútbol en el estadio La Granja, don Checho, el entrenador de la 4ª Especial del club deportivo “América”, en Curicó, allá por el difuso año 1958. Yo era “marcador de punta izquierdo”, o número cuatro (siempre fui zurdo, incluso en el fútbol), y el puntero derecho del equipo contrario no debía “dentrar” ni acercarse al área.  No, poh, había que arrinconarlo en el banderín del ‘corner’. ¿Se entendió? Espero que sí.

La historia anterior puede replicarse en cuestiones políticas. Hasta hace algunas semanas, la derecha (Alianza, Evópoli, Amplitud y PRI) y la Centroderecha (Nueva Mayoría: PDC, PPD, PRSD, PC, IC, MAS), luchaban por arrinconar en el banderín de la esquina a su oponente, pero el destape de la corruptela transversal ha unido ahora a ambas coaliciones y las ha conminado a designar un nuevo enemigo… pero en este caso, se trata de un enemigo común.   A ver… espere un segundo; ¿el PC, la IC y el MAS son ‘ayudistas’ de la centroderecha? Yo afirmo que sí, que lo son desde el momento mismo que aceptaron integrar el lote de mayordomos cuya misión ha sido administrar el sistema neoliberal salvaje, impuesto a bayonetazos por el empresariado nostálgico de los ‘Chicago boys’ y del pinochetismo.

A un significativo número de parlamentarios no les interesa el extenso campo de juego, pues se pelean por conseguir solo el área chica. Todos quieren llegar a ella. Para tales efectos están dispuestos a cambiar discurso y perder dignidad. Lo que se dice y promete en campaña sirve solo para la campaña. Lo que viene después es otro cuento, y poco importa qué opine o no opine un porcentaje de ese electorado que se tragó cuentos y ofertones (aun pispando que muchos eran “mulas” o “chantas”), pues si ya votó, entonces, que se aguante calladito y quieto hasta la próxima elección, porque en tal intermedio la mentada ‘democracia’ se va a las pailas, y lo único que interesa es cumplir los compromisos contraídos con los empresarios que financiaron las campañas, y que seguirán aportándoles millones de pesos al momento de legislar en beneficio exclusivo del capital. ¿El pueblo, el ciudadano ‘moya’? A la “punta’el cerro”… no inquieta ni preocupa… total, si ni siquiera protesta.

Lo concreto es que el escenario ha cambiado, y para peor, pues ambos bloques –Alianza y ex Nueva Mayoría-  se encuentran enfrascados hoy en la misma misión: arrinconar al pueblo, llevarlo a hombronazos y empujones hacia el banderín del corner para que le sea muy difícil intentar, desde ese lejano ángulo de la cancha, alguna jugada que pueda resultar en gol… como por ejemplo, permitirles a las organizaciones y movimientos sociales disponer de una estructura y un programa, cuestiones que requerirían primero contar con un liderazgo sólido. El temor a la Asamblea Constituyente, al pueblo movilizado, a una nueva Constitución Política nacida y propuesta desde las bases populares, son cuestiones que aterran a los primos hermanos del viejo duopolio.

En la ex Nueva Mayoría aun no aquilatan el grado de peligrosidad que significa para este sistema seudo republicano la saga de ilícitos y mala administración que caracterizan al duopolio en general, lo que se refleja en los escuálidos porcentajes de aprobación ciudadana que muestran gobierno, partidos políticos y parlamentarios. Sólo les interesa “el poder”, por ello creen indispensable blindar sus parlamentarios y partidos…les resulta imperioso llevar al ciudadano y al pueblo mismo hacia el banderín del corner, alejarlo de la información, esconderle la verdad. Total, esa es una cuestión que conviene a todos, moros y cristianos, en la casta política… por ello ha sido estructurada (y alabada urbi et orbi en el Parlamento) una débil y escuálida Agenda Social, ‘cachaña’ de último momento para mantener al respetable en la orilla, en la raya.

Sin embargo, los muchachos de la ex Nueva Mayoría nunca repararon que, en este escenario, el cual cada vez se asemeja más al cuento de Blanca Nieves, las siete tiendas que formaban parte del bloque oficialista replicaban lo hecho por los siete enanitos del cuento. ¿Habrán olvidado que en esa historia infantil los enanos trabajaron como ídem solo para que apareciera el hijo del feudal y se llevara a Blanca Nieves a su castillo?

 

Bonus Track

Uno de los eslóganes más potentes que mucha gente recuerda fue, sin duda alguna, el usado por Pedro Aguirre Cerda en su campaña política el año 1938: “Pan, techo y abrigo”, el cual acompañaba a otro eslogan de gran fuerza: “Gobernar es educar”.

Era la época de esplendor del Partido Radical y del Frente Popular, cuya doctrina se afirmaba en líneas tan coherentes y golpeadoras como las siguientes: “El pueblo que nosotros tenemos está hambriento, enfermo e ignorante. Necesitamos alimentarlo en condiciones tales que vuelva a ser el hombre resistente. Sin hombres fuertes no hay Nación y sin hombres cultos no hay República ni Democracia”.

Ese eslogan pareciera estar vigente todavía, ya que en estas últimas décadas se ha notado la debilidad de los chilenos en el control eficaz de sus autoridades, las que liberadas de esa necesaria cadena llamada ‘soberanía popular’ han campeado en corrupción, amiguismo, engaños… e incluso en robos y traiciones variopintas.

Ser cultos es el modo de ser libres, dijo hace más de un siglo el libertador cubano José Martí…un comentario certero, pero hoy la libertad incorpora también a la información. Y en ambos eventos, información y cultura, el Chile actual está fuertemente al debe.

La deuda mencionada se extiende a otras esferas del quehacer nacional, poniendo en duda la tan manoseada versión acerca del  éxito del sistema económico que resultó vencedor indiscutible en la guerra fría, una vez derrumbados los muros ideológicos el año 1988. Hubo un tiempo en el que todos los componentes del conjunto político llamado ‘duopolio binominal’ –ora patrones, ora mayordomos-  se ufanaban de haber logrado que Chile se acercara a un escenario que es más bien propio de cualquier país desarrollado. Vana ilusión, por cierto.

Si recorremos el pasado, veremos que a pesar de los esfuerzos y esperanzas puestas en juego por los gobiernos radicales, la situación de vivienda en aquellos años era dramática. Una multitud de personas se hacinaba en campamentos y poblaciones ‘callampas’ que envolvían las grandes ciudades como un cinturón de miseria. La pobreza era más abundante que el cobre, asfixiando a casi el 50% de la población a comienzos de la década de 1950.

Avanzados los años, y basándonos en el censo de 1970, encontramos que en ese entonces un 21% de la población (casi dos millones de personas) vivía en condiciones de extrema miseria. El 43% de los niños en esa condición no asistía a la escuela; la mayoría de los jefes de hogar en extrema pobreza no tenían empleo formal; el 50% era menor de 16 años y la pobreza extrema se concentraba, principalmente, en el sector urbano (68%).

A finales de los 70 el neoliberalismo –en su etapa salvaje- comenzaba a campear a voluntad en nuestro país. A poco andar, el consumismo se adueñó de la rutina nacional y los chilenos empezaron a mostrar una cara diferente, un rostro con rasgos de país triunfador, de nación que galopaba hacia el desarrollo. Otra vana ilusión, pese a que de acuerdo con la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) realizada en 2006, la pobreza había disminuido, entre 1990 y 2006, de 38,6% a 13,7%, correspondiendo a la indigencia una disminución de 13% a 3,2% y a la población pobre no indigente de 25,6% a 10,5%.

Pero, muy pronto se supo también que esa encuesta CASEN había sido brutalmente amañada y manejada de manera torcida por las autoridades de la época, a objeto de mostrar a los inversionistas extranjeros la faz de un país en “crecimiento notable y sostenido”, lo cual distaba bastante de la cruda realidad.

Y llegó el 2017, año en el cual  se realizó el catastro de campamentos por parte del Ministerio de vivienda junto a la ONG Techo, la cual arrojó que éstos, más allá de las promesas de todos los gobiernos, han ido en aumento alcanzando incluso las cifras que se registraron durante la dictadura militar. Se constató que los campamentos habían aumentado en un 48% a nivel nacional y que esa cifra era similar a la registrada durante las crisis económicas sufridas en los 17 años de gobierno totalitario.

Hace poco tiempo nada más, la organización TECHO-Chile emitió un trabajo que fue publicado por el diario La Tercera, y en él certificó la existencia de 41.000 familias que vivían en 702 campamentos a lo largo del país.

Las razones de esta dura realidad -según TECHO- se originaban en el alto costo de los arriendos, y también en que un porcentaje significativo de los ocupantes de campamentos (30%) no quería seguir viviendo como allegado en casa de un familiar o de un amigo. Los bajos salarios serían la razón fundamental de la permanencia de esas miles de familias en un campamento, habida consideración que destinaban el 50% de sus ingresos al pago de arriendo de un modestísimo inmueble o de una pieza, lo que finalmente les explotó en las manos y optaron por instalarse en un campamento. 

Señalemos que la OCDE recomienda que sólo el 26% de los ingresos sean destinados a tal fin (pago de arriendo), mientras que el 37% cubra los gastos de alimentación y el 17% el de agua, gas y luz. Esas cifras han sido imposible de cubrir por miles de familias, con el resultado ya conocido.

Los ejemplos del fracaso del sistema son variados. Hemos elegido el de la vivienda para mostrar sus perfiles en un país que se ha jactado hasta el hartazgo de ser miembro de la OCDE. Sin embargo, un estudio de esa misma organización señaló –crudamente- que en Chile son necesarias seis generaciones para que una persona logre romper con la línea de pobreza, es decir, se requerirían 180 años promedio para salir de ella.

El estudio denominado A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility fue presentado por Gabriela Ramos, asesora especial del organismo, y respecto a él fue enfática en señalar que: “ya no hay movilidad social en los países de la OCDE: los ingresos, la profesión y el nivel educativo se transmiten de una generación a otra”. Y señala además que Chile está en muy mala posición, pues “tomará al menos cinco generaciones para que un niño de una familia de la parte inferior de la escala de ingresos suba a la mitad de ésta”.

Como corolario de lo mencionado en las líneas de esta nota, se puede agregar que en pleno año 2019 la situación de carencia de viviendas ha crecido dolorosamente, y ahora es posible ver incluso familias viviendo en carpas instaladas en algunas avenidas de las grandes ciudades. Las comunas de Santiago y Estación Central  son un ejemplo de ello.

Definitivamente, hay escasas dudas en cuanto a que el sistema neoliberal tiene poco más que aportar. Tocó techo. No hay más menjunje para ese pastel. Ello sucede también en otros países que han adoptado la misma política económica neoliberal, como es el caso de Argentina, donde el gobierno de Mauricio Macri –un anti estatista a todo dar- le ha regresado la pobreza a más de 15 millones de personas.

Mientras tanto, en nuestro país la economía baja y baja, el endeudamiento de las familias llega a niveles históricos, la cesantía no afloja y la brecha económica continúa aumentando en detrimento del 95% de la población. Todo esto sucede a pesar de los 30 años de gobiernos duopólicos que utilizaron la democracia para enriquecer a los ricos y vender el país a las megaempresas transnacionales, en beneficio, claro está, de esos mismos ricos.  

Los dirigentes del partido radical de los años 40 pujaban por estructurar en Chile ‘hombres fuertes y resistentes’…  a esos mismos dirigentes se les podría decir que lo lograron, pues en el año 2021 los chilenos muestran gran capacidad de aguante y de fortaleza para soportar las injusticias clasistas y económicas de un sistema que intenta transformarse en ‘civilización’.

 

 

 

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