por Adán Salgado Andrade
Hendrik Willem van Loon (1882-1944), inmigrante danés, naturalizado estadounidense, fue un historiador, periodista y autor de libros para niños, que ganó premios con éstos.
Por lo mismo, tenía una forma muy clara de explicar cosas, incluso complicadas, justo como en el libro The story of invention. Man the miracle maker (La historia de las invenciones. El hombre, el hacedor de milagros), cuya copia que leí, en inglés, fue publicada en 1928, por la editorial Garden City Publishing Co., en el que hace un intento, en no muchas páginas (252), por explicar la evolución humana, clasificada a partir de cinco capacidades naturales físicas de la raza humana.
Así, el aumento de las potencialidades de la mano, el pie, la nariz, la boca y los ojos, son los que, dice van Loon, impulsaron la evolución del hombre que actualmente hemos logrado.
Antes, comienza diciendo que la mayor parte de las cosas que hoy nos son tan útiles, como el lenguaje, por ejemplo, han sido producto de la necesidad, y que se han dado a través de miles de años de evolución. Por lo mismo, es imposible decir cuándo se crearon y, menos aún, a quién se deben. Muchos, señala, se han dado por meros accidentes, “una buena parte de lo que hoy es tan útil, ha sido accidental”, así que el azar ha jugado una parte muy trascendental en la evolución humana. “Tendríamos que hacer un monumento al Inventor Desconocido”, declara, señalando que se trataba de mujeres y hombres no interesados en la fama, sino en crear cosas que facilitaran la vida de todo el género humano.
Su análisis parte de que la primera gran necesidad del hombre, fue la cuestión de protegerse de la intemperie, pues en su evolución, cuando fue perdiendo pelo, quedó a merced de los elementos. Las cuevas o guarecerse debajo de árboles, fueron las primeras soluciones que buscó un ser humano muy vulnerable, no sólo al frío, lluvia, nieve… sino a bestias que se refugiaban también en esas cuevas, peligrosas y mortales muchas de ellas, como osos o tigres dientes de sable.
Con el paso del tiempo, la inteligencia de mujeres y hombre primitivas y primitivos, los hizo buscar formas para protegerse y no depender de cuevas. Por ejemplo, para cubrirse su cuerpo de las inclemencias, en cierto momento, señala van Loon, “se cubrieron con las burdas pieles de los animales que cazaban, aunque dichas pieles olieran a putrefacción, pues, así, sin curtir, ni nada, debieron oler terrible, por el músculo en descomposición adherido a ellas, pero no estaban los humanos de esos lejanos tiempos para sutilezas y así las usaron, hasta que supo cómo tratarlas y curtirlas”.
Ese proceso, también, de alguna forma, fue creado por los egipcios, quienes conservaban a sus muertos embalsamándolos, es decir, los curtían, por así decirlo. Entonces, por extrapolación, se aplicó al tratamiento de las pieles, con lo que ya mejoró mucho la situación. Luego, se comenzaron a hacer primitivas prendas con plantas fibrosas, como el algodón o lino, y ya fueron más ligeras. Pero, apunta otra vez van Loon, fueron procesos que llevaron cientos de años.
De allí, la humanidad buscó la forma de no depender más de cuevas, como refugios y, también la necesidad, la llevó a inventar y construir rústicas casas, hechas de ramas y barro. Eso lo hizo sedentarizarse. Al hacerlo, tuvo que hallar la forma de no buscar más sus alimentos en los bosques o selvas, a no estar más a merced de la Naturaleza, y tal requisito, lo llevó a descubrir la agricultura, con tal de proveerse todo el tiempo de sus alimentos.
Como bien anota, y en una línea lógica de ideas, van Loon va mostrando por qué el hombre fue evolucionando, pues una cosa, llevaba a otra. Pero, advierte que de esas cosas, como la agricultura, no puede precisarse ni su fecha de creación, ni su creador. “Probablemente un hombre o una mujer, se dieron cuenta de que luego que comían algún fruto y tiraban las semillas, éstas crecían. Y eso se iba quedando en sus recuerdos, en su subconsciente y, en alguna ocasión, lo ponían en acción y resultaba”, explica.
Si pensamos en ello, es algo lógico, pues la observación repetida de esas cosas, durante muchos cientos de años, se transformaba en actividades que hoy damos por hecho, pero que tuvieron muchos siglos de evolución.
Se refiere al fuego, también, como lo que el hombre usó para quitarse el frío o cocinar sus alimentos. “Alguien vio un árbol, incendiado por un rayo, recogía una rama quemándose, y la llevaba consigo a la cueva, para alumbrarse o calentarse o cocinar. Y, luego, alguien, por casualidad, vio que al golpear dos piedras o tallar una rama contra otra, se producían chispas que originaban fuego. Fueron cosas que se iban acumulando en su saber”.
Pero todo eso, no hay forma de comprobarlo. Como dice van Loon, sólo puede conjeturarse.
Luego, el hombre formó sociedades, las que se fueron volviendo más complejas. Muchos hombres o mujeres, de repente, quisieron sobresalir de los demás (esnobismo, lo llama van Loon), y buscaron cosas que los diferenciaran, como prendas más confeccionadas, de mejor calidad, mejores casas. Ese deseo de sobresalir, también llevó a la evolución, incluso más rápidamente, pues sólo se trataba de refinar cosas que ya se conocían.
Así, esa complejidad social, llevó a que ciertos grupos, una minoría, comenzaran a dominar al resto, con tal de que sus particulares, individualistas intereses, fueran satisfechos.
Y eso llevó a los grupos que comenzaron a crear mejores objetos, a especializarse y a dedicarse ya a tareas específicas, como tejedores, curtidores, constructores y así por el estilo.También, sociedades más complejas, llevaron a la creación de asentamientos humanos, en donde todos interactuaban para el bienestar común. Surgieron aldeas, pueblos, ciudades… hasta lo que hoy hemos creado, brutales concentraciones en donde vivimos hacinados, que son sostenidas artificialmente, pues si a una gran ciudad, como la de México, le quitamos luz, agua, transporte y drenaje, en una semana tendríamos cientos de muertos. Vivimos artificialmente. No lo menciona así van Loon, pero sí dice que esa evolución humana, en muchos casos, ha complicado más las cosas. Si en un principio eran una ayuda para el ser humano, ahora lo han esclavizado.
Y para continuar con su explicación, se refiere a las mencionadas capacidades físicas, comenzando con la mano. En este caso, ha sido la necesidad del hombre de cargar cosas, hacerlas, acarrearlas, quitarlas a otros… hasta matar, lo que llevó a multiplicar la potencialidad de la mano.
La necesidad de hacer cosas como escarbar la tierra para sembrar, llevó a la creación de herramientas, un palo, primero, luego un azadón de madera y, cuando se descubrieron los metales y sus usos, ya se hizo de metal. “Es muy probable que el azadón para sembrar haya sido descubierto por una mujer, pues era la que debía de sembrar, mientras el hombre salía a cazar. Un día debió de cansarse de rascar con sus uñas y vio que usando una rama, podía hacerlo más fácil. Lo hizo y, cuando los materiales fueron evolucionando, los aplicó para tener mejores herramientas para trabajar la tierra”, narra van Loon.
También por la mano, para acarrear objetos, se crearon cuestiones como las canastas, para llevar frutas, las ollas de barro cocido, de vidrio y otras, para llevar líquidos. Dice que también la casualidad debe de haber llevado a inventar el barro cocido, pues seguramente “alguien, un día, dejó alguna olla de barro cerca de una fogata y, al día siguiente, se dio cuenta de que ese barro se había cocido y era mucho más resistente y duradero”. Así, se evitó que las ollas hechas de puro lodo seco, se deshicieran a cada rato.
Sobre el vidrio, dice que también se debió a la casualidad. Un comerciante fenicio, una vez, hizo una fogata, sobre arena. A la mañana siguiente, vio bolitas blancas que brillaban. Así, nació el vidrio, que fue muy codiciado. Se comenzó usando como ornato; luego, para hacer recipientes y, más tarde, en edificaciones, para ponerles vidrios, en lugar de ventanas de madera y, alrededor del siglo 12, en cristales de lentes de aumento y telescopios.
En esta sección coloca, por ejemplo, la necesidad de acarrear agua para una población, lo que lleva a la creación del acueducto. El acueducto ya existía desde la época de los romanos, pero, como ya señalé, fueron ideas que se perdieron durante el obscurantismo medieval, hasta que la razón, que contempló su gran utilidad, lo rescató.
También, se vio que ciertas sustancias podían usarse para hacer fuego o, cuando se descubrió la máquina de vapor, para calentar el agua que se requería para que funcionara.
El carbón mineral se obtenía de minas. “Y en las minas, cuando se extraía ese mineral, el agua lo inundaba todo, y surgía la necesidad de desaguarlas, lo que llevó a la invención de las bombas. Las originales, eran grandes, estorbosas creaciones que funcionaban con vapor, no muy ideales, pero que cumplían con su objetivo”, anota.
Y refiere también algo que ha sido una constante en el ser humano, la oposición al progreso. Muchas cosas se sabían desde los tiempos romanos o griegos, como dije, pero se habían dejado atrás por el obscurantismo religioso. La edad media, la época del obscurantismo, dice van Loon, significó un fuerte retroceso, y cosas como las bombas de agua, los puentes, los vehículos autónomos (los de vapor, por ejemplo), eran vistos como algo impío, herético, “pues no se concebía que el hombre tuviera capacidades que Dios no le había dado naturalmente”. O sea, luego de que muchas cosas fueron descubiertas y aceptadas para satisfacer una gran necesidad treinta siglos antes del nacimiento de Cristo, se llegó a un momento de obscurantismo, de mediocridad, que se fue oponiendo al progreso, en “nombre de Dios”.
En efecto, la Edad Media fue un lastre para la humanidad, y muchos avances que se dieron con los griegos, los romanos o los fenicios, se perdieron… y se rescataron años más tarde, pues las necesidades rebasaron a los prejuicios.
Por la mano, se crearon herramientas de todo tipo, así como la incorporación de distintos materiales, desde la piedra, la madera, hasta los metales. Ahora, con la incorporación del plástico, a mediados del siglo XX, estamos creando un problema de basura de proporciones muy graves, que ya invadió todo el planeta. Como dice van Loon, nos ha esclavizado el plástico (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/03/la-muy-grave-contaminacion-por-plasticos.html).
No deja de mencionar que, por la mano, se crearon objetos para matar, como un arpón, para atrapar un pez, un arco y flecha, para matar un animal, pero cuando el hombre se enfrentó a sí mismo, se fueron creando objetos para matarlo, cada vez más mortíferos. “Es algo de lo que no me siento, para nada, orgulloso”, dice. “Catapultas, arcabuces, temibles cañones y toda la actual maquinaria para la guerra, han tomado su lugar, con tal de que, quienes los crean, superen en fuerza física a sus enemigos”, se lamenta.
Es cierto, pues actualmente, el 80% de los “avances científicos” tiene su primera aplicación en el desarrollo y construcción de armas. Es terrible que nuestra más avanzada muestra de “civilización”, sea una mortífera arma nuclear, capaz de matar a millones en segundos y destruir ciudades enteras.
Así, para qué se quiere civilización, como objeta van Loon. Aunque eso él ya no lo vivió, el despliegue de la energía nuclear como arma de destrucción masiva (murió en 1944, antes de los bombardeos nucleares en Japón), sí lo afectó que la Gran Guerra, como se referían a la primera guerra mundial, se haya debido al deseo del ser humano de expandir sus dominios. “La mano potenciada del hombre, alcanzó niveles terribles de destrucción y muerte”, dice.
De la mano, su análisis sigue con el pie, por el cual, avances como los transportes, se dieron, desde la adopción del caballo y otras bestias, hasta la máquina de vapor, seguida de la de combustión interna.Por la necesidad de trasladarse, mujeres y hombres, se inventaron vehículos terrestres, como los autos; marinos, como los barcos; y aéreos, como los aviones. Su libro está acompañado de ilustraciones que él mismo dibujaba, en donde muestra otros ingenios, que no menciona en el texto. Por ejemplo, está el dibujo de un submarino, invención creada específicamente para la guerra, por Alemania.
Vuelvo a repetir, es infame que se haya avanzado más en la guerra que en otras cosas, como el no erradicar enfermedades milenarias, entre ellas, la tuberculosis o el cólera. Claro, como son enfermedades de los pobres, que no podrían pagarlas, no importan a las empresas farmacéuticas, más interesadas en palear, no curar, enfermedades de ricos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/04/medicinas-caras-y-medicinas-falsas.html).
Menciona cómo la invención del ferrocarril, debida al ingeniero inglés George Stephenson, se demoró varios años, hasta que el Parlamento inglés vio que era realmente de interés público que la gente se trasladara más rápido, así como sus mercancías. Dejaron de ver a la invención como algo que “desafiaba a Dios”.
Aunque, ahora, no es Dios, quien detiene invenciones útiles, sino los intereses de las grandes empresas globales que quieren dominar totalmente la técnica, con tal de convertirlas en mercancías exclusivas. Por ejemplo, el auto eléctrico se pudo haber desarrollado desde los 1890’s, pero ya los intereses petroleros eran más fuertes y prevaleció el motor de gasolina, uno de los causantes de los graves problemas ambientales que actualmente padecemos.
Henry Ford, padeció, en su momento, los obstáculos para desarrollar su más exitoso diseño de auto, el Ford Modelo T, justo por los obstáculos que la supuesta propiedad de la patente de un auto todavía no construido para esa fecha, debida a George Selden, le imponían. Al final, en un juicio, demostró que no era así, que su auto variaba en muchos detalles, y pudo continuar con su obra (para mal, en cierto modo, pues dio lugar a la producción masiva del capitalismo salvaje, causante de la depredación y contaminación mundial que ahora padecemos. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/11/henry-ford-impulsor-de-la.html).
Como aclara van Loon, probablemente se habría avanzado más hace siglos, si no hubieran intervenido los prejuicios religiosos o de las envidias y la mediocridad de líderes que veían en tal o cual avance su caída, como los Papas, que veían en personas como Galileo Galilei o la sabia Hipatia de Alejandría, genios de su tiempo, a herejes, blasfemos que merecían morir (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/10/hipatia-o-del-asesino-obscurantismo.html).
La boca es el siguiente tópico, que refiere van Loon, por la necesidad del ser humano de comunicarse. A ella, se deben altavoces, sistemas de comunicación, como las señales de humo, los sonidos de tambores o las torres de signos, con las que se podían difundir a varios kilómetros de distancia las intenciones del enemigo.
También, la comunicación impresa, la telegráfica, la telefónica, son debidas a la necesidad de expresarse y difundir ideas. Incluso, como forma de comunicación, coloca allí la fotografía, pues una imagen hace la función de descripción, que sería muy difícil hacer si se tratara de explicar sólo con palabras. “Explicar el intestino en una clase de anatomía o los detalles de una pintura renacentista, sería muy difícil si no se hace con una foto”, comenta.
La fotografía tuvo como antecedente, el daguerrotipo, también descubierto accidentalmente, cuando “Louis Daguerre dejó accidentalmente, una noche, unas de sus placas metálicas, expuestas a imágenes en el día, en un recipiente que contenía mercurio. A la mañana siguiente, quedó maravillado al contemplar que las imágenes se habían formado permanentemente sobre dichas placas”. Otras vez, la casualidad jugó su importante papel. La imprenta, debida a Gutenberg, pudo usarse para hacer muchas copias de información pública que pudiera repartirse en miles y hasta millones de personas, dice van Loon. “No era nada nuevo, pues ya, antes, artistas que pintaban santos, con tal de hacer muchas copias, labraban un molde de la figura en madera, lo impregnaban de pintura y lo asentaban en papel. El papel, ya los chinos, muchos siglos atrás, lo habían inventado. Así que Gutenberg sólo supo aprovechar un momento preciso para refinar esa invención y adjudicársela”, aclara van Loon.
Igualmente, el telégrafo, surgió por la necesidad de comunicarse a distancia, así como el teléfono.
Qué diría van Loon si ahora viera el Internet, que, si al principio fue un instrumento libertario para la sociedad, ahora se ha convertido en una más de las impuestas herramientas de control de los poderes mediáticos que nos dominan.
Sigue con la nariz, de la que no abunda mucho. Habla de las esencias, pero que era un campo que no llevó mucho a un desarrollo como tal. De hecho, es uno de los sentidos en el que, en efecto, no se ha avanzado mucho. Todavía no existen máquinas que sean capaces de oler todo tipo de aromas. Por ser un sentido de los más primitivos (muchos animales no tienen vista, pero poseen un olfato muy desarrollado), es complicado diseñar, por ejemplo, olfatos artificiales, plenamente funcionales. Los que existen, requieren disponer de una muestra de olores, para identificarlos. Por eso, se siguen usando perros, para olfatear drogas, pues son más eficaces.
Y termina con la vista, a la que se deben objetos como los anteojos, desarrollados por Roger Bacon (1214-1292), filósofo y científico inglés, quien también propuso los principios del telescopio, retomado más tarde por los holandeses, quienes lo exportaron al mundo. El ya señalado Galileo Galilei usó uno de esos rudimentarios telescopios, menciona van Loon, para hacer algunas de sus acertadas conjeturas astronómicas, sólo para ser censurado y castigado por la curia católica-apostólica-romana. Así sucedió con muchos otros inventores.
La necesidad de iluminación, también tiene que ver con la vista, pues hombres y mujeres no querían estar determinados sólo por la luz solar. Surge la antorcha, la vela, la lámpara de gas y la lámpara incandescente. “Entonces, con la luz artificial, ya se podían seguir realizando las actividades normales durante la noche. Eso, por desgracia, llevó a que los ojos se gastaran más y se debieran de usar las mencionadas gafas”, dice, irónico.
Es cierto, pues muchos de los males que padecemos se deben al alargamiento anormal de la jornada, incluso, por no dormir en toda la noche, y no precisamente por trabajar o estudiar, sino, simplemente, por divertirse en una fiesta, hasta que amanezca.
Y así termina van Loon, expresando que, a pesar de los errores de la “civilización”, tiene confianza en que se superarán y el hombre “no ha sacado todo el provecho de sus potencialidades”.
Por desgracia, se equivocó, pues, a pesar de que el hombre ha seguido avanzando, o sea, ha, en efecto, multiplicado su potencial, el estado de depredación y contaminación ambiental provocado por ese “potencial”, demuestra que vamos hacia nuestro propio fin.
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