por Carlos Pichuante
En un rincón muy especial del multiverso político, donde el sentido común va a morir y la empatía se exilia sin derecho a volver, se encuentran dos titanes de la nueva era: Javier Milei y Donald Trump. Uno grita en argentino furioso con una motosierra imaginaria; el otro simplemente grita. Ambos, eso sí, convencidos de que han sido enviados por algún dios del neoliberalismo a salvar a la humanidad de sí misma. O al menos a salvar su patrimonio inmobiliario.
Milei, el economista punk, ha demostrado que la mejor forma de combatir la pobreza es eliminando directamente a los pobres de las estadísticas. ¿Cómo? Fácil: si cortas todos los programas sociales, eventualmente desaparecen los datos, claro. Porque los pobres siguen ahí, pero ahora son invisibles para el Excel del gobierno. Milei, con su look de villano de anime y su verbo incendiario, ha declarado la guerra al “Estado parásito”. Irónicamente, lo hace desde el Estado, con sueldo del Estado y seguridad del Estado. Un héroe.
Mientras tanto, Donald Trump, el magnate que convirtió el gobierno en su reality show favorito, sigue convencido de que el calentamiento global es una conspiración china para arruinar el negocio del bronceado artificial. Su propuesta económica es simple: bajar los impuestos a los ricos, imprimir banderas patrióticas y gritar “¡Make America Great Again!” hasta que el déficit se sienta intimidado y se retire solo.
Ambos comparten un talento sobrenatural: transformar el autoritarismo en espectáculo. Milei, por ejemplo, sueña con dinamitar el Banco Central, aunque todavía no sabe si con pólvora real o con tweets. Trump, por su parte, propone que si no te gustan sus leyes, puedes irte a la cárcel. Democracia estilo buffet: comes lo que hay, y si no te gusta, te vas con hambre y antecedentes penales.
Pero ojo, sus seguidores los adoran. Porque nada dice “libertad” como tener que pagar por educación, salud y respirar aire no contaminado. Y si te quejas, te acusan de “comunista llorón”. Ellos, los iluminados, creen en la meritocracia aunque su mayor mérito haya sido heredar millones o gritar más fuerte que el resto.
En resumen, Milei y Trump no son populistas. No. Son visionarios. Vieron el abismo, y en lugar de alejarse, se sacaron una selfie. Gobernar, después de todo, es más fácil cuando confundes firmeza con delirio y gestión con memes.
Así que brindemos por ellos, los mártires del sentido común, los apóstoles del desatino. El mundo será un caos, sí pero al menos es un caos con peluquines y cadenas nacionales que parecen stand-up.
Y eso, amigos y amigas, es liderazgo.
En otros tiempos presidentes como Trump y Milei, causaban terror, pero en la era de la info, son pura boca. y les aseguro que si un clon de estos payasos se le ocurre aparecer en 2026 por estos lares, va a tener muchos problemas. garantizado.