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Diagnóstico errado

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por Luis Casado*
Felipe Portales ha tenido la amabilidad de hacerme llegar una de sus sabrosas notas, como siempre llena de pruebas factuales de las opiniones que avanza. El título de su artículo lo dice todo: “La profunda derechización de la Concertación”. Portales encuentra allí las razones que explican la enésima traición de la Concertación –y parte del Frente Amplio– a los intereses del pueblo de Chile con motivo del “Acuerdo por la paz social y la nueva Constitución”. Nadie, más que Felipe Portales, puede describir con tanta erudición, brillo y argumentos irredargüibles la podredumbre de los políticos parasitarios que condujeron el país al desastre que vivimos: a golpe de incuria, prevaricación, tráfico de influencias, oscuros negociados, desfalcos, malversaciones, delitos extremadamente comunes, crímenes, corruptela generalizada, negligencia, incompetencia, saqueo de los bienes públicos, pillaje de las riquezas básicas y una larga lista de infamias impunes.
Sin embargo me temo que Portales hace un diagnóstico errado. Mi educación formal tiene más que ver con la Física que con la Medicina, mas sé que una diagnosis equivocada puede ocasionar desastres peores que la enfermedad. En Física tienes que aprender a pensar contra la evidencia, contra las apariencias. En su libro “La formación del espíritu científico”, Gaston Bachelard –filósofo, epistemólogo, poeta, físico, profesor y crítico literario francés– sostiene que para alcanzar un saber de valor universal es preciso criticar la aparente evidencia de la experiencia. Las apariencias muestran que el sol gira alrededor de la Tierra. Si no me crees pregúntale a la Iglesia Católica y de paso a Galileo. La observación muestra que los objetos más pesados caen con más velocidad que los objetos ligeros. Llegar a otra conclusión le exigió a Galileo (1564-1642) pensar contra lo que veía: todos los cuerpos, cualquiera sea su naturaleza, su forma o su peso, caen con igual velocidad.
A mi modo de ver Felipe Portales peca –si oso decir– de quedarse en la sintomatología. La medicina primitiva ya hacía la diferencia entre síntomas y causas, aun cuando supusiese que estas últimas tenían su origen en los espíritus, dioses y otros habitantes del más allá (aun hoy hay quien ruega, reza y hace “mandas” para apiadar al divino y obtener una curación).
Para explicar la traición permanente de la Concertación y sus efímeros aliados funcionales, a mi modo de ver hay que entrar en la etiología. Entremos. Me temo que el fenómeno que Portales describe como una “convergencia” de las ideas de la Concertación hacia las ideas de la derecha no es sino pura y simple “vassalisation”, es decir un ejercicio de sumisión. La práctica –sin la más mínima renuencia– de la servidumbre voluntaria.
Karl von Clausewitz sostiene en su conocida obra “De la guerra” (1832) que el objetivo de un ejército no consiste en destruir al enemigo sino en someterlo a su voluntad. Derrotar al oponente no es sinónimo de destrucción, sino de la imposición de un servilismo útil a la potencia vencedora. Esto es, lograr que el enemigo acepte hacer lo que uno quiera que haga. En el curso de la II Guerra Mundial la Alemania nazi no destruyó Francia: consiguió la colaboración de su Estado en los ámbitos económico, financiero, industrial, militar, agrícola, energético y hasta cultural para conducir su guerra hacia el resto de Europa.
La colaboración llegó hasta la implantación del STO, –servicio de trabajo obligatorio– que llevó a cientos de miles de trabajadores galos a servir de esclavos en la industria alemana en remplazo de los pobres diablos enviados a combatir a la URSS. De paso, la policía francesa reprimía a la Resistencia y se ocupaba de las redadas de judíos que serían enviados a los campos de concentración y a la muerte. En cuanto a la “convergencia” de las ideas, a la potencia ocupante le importaba un cuesco lo que pensaban sus sicarios franceses incluyendo los fascistas: lo importante era que obedecieran. En la materia, los colaboradores fueron ejemplares: persiguieron a los judíos ANTES de que el Reich lanzara el horror de la infame “solución final”.
Quienes entraron en Resistencia fueron calificados de… “terroristas” y combatidos por otros franceses. Eminentes empresarios galos –entre ellos Louis Renault y el fundador de L’Oréal Eugène Schueller– hicieron fortuna fabricando armamento y productos químicos para la Wermacht. La hazaña de Charles de Gaulle –la liberación de Francia, la reinstauración de la República e izarla al rango de vencedora a la par de EEUU, la URSS e Inglaterra– no podía pasar por un “Acuerdo” con esos esbirros.
Años más tarde, la historia de Francia, el teatro, el cine, la población, recuerdan a Charles de Gaulle como “el hombre que dijo NO”.
En nuestro caso, como ha quedado en evidencia a lo largo de 29 años, el NO quiso decir SÍ. La dictadura no fue derrotada en Chile. La Concertación aceptó su victoria en todos los planos: institucional, económico, político, jurídico, etc. El caso que expongo no es el único: las más de 800 bases militares que los EEUU tienen en todos los rincones del planeta serían inútiles para ejercer su dominación –en la práctica no dominan ni siquiera en Afganistán – si no tuviesen el concurso servil de las oligarquías locales, de los Felipillos vernáculos.
Los EEUU no le piden “convergencia” de ideas a sus sicarios, como el cazador no se la pide a sus perros de presa. Los adiestran, los someten, ya sea por el terror o porque les dan de comer. A pocos días de su llegada a París, en julio del 2000, Marcelo Schilling me confidencia, en la Embajada, el pavor de Ricardo Lagos a no terminar su periodo presidencial: temía que le diesen un golpe de Estado.
Otro hombre, otra envergadura, el capitán ® de la Fach Raúl Vergara, en la entrevista que le hicimos para la radio Universidad de Chile (programa Lóbulo Varietal, 2010), nos confidenció el respeto caricatural y servil que mostraban los ministros de Defensa de la Concertación ante los altos mandos de las FFAA. “Se supone –señaló– que debe ser al revés”.
Esto contribuye a explicar porqué, confrontado a la explosión social de octubre, Piñera no buscó hacer “converger” a nadie: declaró la guerra. Al pueblo de Chile. Para atemorizar a la “oposición” no necesitaba tanto: bastaba con sacar algunos soldados a la calle.
El coro de plañideros concertacionistas cacareó con fuerza: “se está poniendo en peligro la democracia, no se puede ser irresponsable”. Y llamaron al cese de las manifestaciones. No se les ocurrió precisar que quienes ponían en peligro la democracia no eran los manifestantes, que ejercen un derecho reconocido universalmente, sino quienes decretaron el Estado de Emergencia sin ninguna base jurídica, elemento que no encuentran ni siquiera hurgando en la Constitución ilegítima heredada de la dictadura, ni en el nutrido arsenal represivo que Piñera acrecienta con el concurso de los partidos de la Concertación e incluso de la mayoría del Frente Amplio. La cuestión de la “vassalisation” (transformarse en vasallo), de la sumisión, de la servidumbre, tiene solera.
Sin ser filósofos, los guionistas de Hollywood lo entendieron así al componer los diálogos de “300”, la fantasiosa película sobre Leónidas y la batalla de las Termópilas. Los emisarios de Xerxes vienen a proponer la “vassalisation”. No habrá ni guerra, ni destrucción, ni castigo. Leónidas seguirá reinando sobre los espartanos. Se trata simplemente de reconocer la autoridad de Xerxes. De hacer lo que Xerxes ordene. La historia cuenta que los griegos enviaron dos de los suyos ante los persas (Étienne de la Boétie. Discurso de la Servidumbre Voluntaria, traducción mía): “Dos espartanos, uno llamado Sperties y el otro Bulis, se ofrecieron como víctimas voluntarias. Y partieron. Llegados al palacio de un persa llamado Hidarnes, segundo del rey para todas las ciudades de Asia situadas en la costa marítima, este les recibió muy honorablemente, les ofreció banquetes y, en el curso de la conversación, les pregunto por qué rechazaban la amistad del rey tan radicalmente. “Espartanos, les dijo, ved por mi ejemplo cómo el Rey sabe honrar a aquellos que lo merecen. Creed que si estuvieseis a su servicio y que os conociese, seríais ambos gobernadores de alguna ciudad griega”. Los lacedemonios respondieron: “En esto, Hidarnes, tú no puedes darnos un buen consejo; porque si tú has probado la felicidad que nos prometes, ignoras completamente aquella de la que NOSOTROS gozamos. Tú has probado la consideración del rey, pero tú no sabes qué delicioso gusto tiene la libertad. Ahora bien, si solo la hubieses probado, nos aconsejarías defenderla no solo con la lanza y el escudo, sino con dientes y muelas”.” 
No fue lo que hizo la Concertación. Toda la Concertación, y luego la Nueva Mayoría, adoptó el credo institucional, jurídico, político, económico, financiero, cultural de la dictadura… No hay derechización, sino sumisión. Se trata de un fenómeno de ‘servidumbre voluntaria’, como la describe Étienne de la Boétie (1547), o bien de “vassalisation” en el sentido de Karl von Clausewitz.
En estos días tenemos otro ejemplo luminoso: ayer, el diario español “La Razón” publicó un titular significativo. Para disipar la inquietud de los empresarios y de los mercados con relación a la presencia de Podemos en el futuro potencial gobierno, el socialista Pedro Sánchez, presidente del gobierno en ejercicio, ofrece “garantías”: “Moncloa garantiza al IBEX que pondrá “freno” a Podemos
Traslada a los empresarios que los de Iglesias no tendrán ninguna responsabilidad económica clave en el futuro gobierno y que las reformas se harán bajo tutela de la UE” (La Razón – 08 diciembre 2019).”
 Así, según la prensa, y sin que haya desmentidos, el jefe de gobierno español declara, confiesa, sin ninguna presión externa visible, que su gobierno vivirá tutelado.
España no será un miembro de derecho pleno de la Unión Europea sino un proconsulado digno del Imperio Romano. Para saber lo que es posible se ruega llamar a Berlín.
La tutela –fenómeno que ya vive el pueblo de Chile, que no es soberano sino un cuerpo tutelado– es la autoridad que se confiere a quien ejerce derechos en lugar y nombre de un incapaz civil. Esa es la tesis que sostuve frente a Pablo Ruiz-Tagle (ahora decano de la Facultad de Derecho de la Universidad de Chile) en un debate en la sede central de la Universidad Católica en el año 2009: el pueblo de Chile es tratado como “un incapaz civil”, o sea alguien que padece de una enfermedad mental de carácter persistente que le impide gobernar su persona o sus bienes por sí misma.
La tutela la ejerce la costra política parasitaria que hace de tutor, de procónsul. Esa que pretende, una vez más, sustituir al pueblo de Chile en el ejercicio de su irrenunciable soberanía. Si Ricardo Lagos, en lugar de Leónidas, se hubiese encontrado frente a Xerxes y la invasión persa, hubiese transformado el Paso de las Termopilas en una autopista concesionada. A peaje, la autopista.
Lo suyo, lo de la Concertación y buena parte del Frente amplio, no es “convergencia” de ideas admitiendo que tengan alguna: es sumisión, servidumbre, “vassalisation”. Desde luego nadie les pide que se sacrifiquen en el altar de la Patria, ni que derramen una gota de su sangre por los derechos del pueblo de Chile. Para eso hace falta llamarse Salvador Allende. Simplemente queremos que dejen de ser los perros de presa del empresariado.

* Luis Casado es Editor de Politika

Fuente: Politika

10/12/2019

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