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Cine – LOS SANTOS INOCENTES. Ver la película

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LOS SANTOS INOCENTES (1984) es por excelencia, la mejor película y la mejor interpretación de Terele Pávez. Su impacto fue enorme, al terminar servidor y su compañera de entonces comenzamos aplaudir y el cine entero se nos unió.

Es también la mejor de todas las de Mario Camus (cineasta de talento obligado a realizar bodrios con Sara Montiel y lo que es peor, con Raphael), y es también la película que redimía al actor protagonista, Alfredo Landa, representante del “landismo” que se pavoneaba del “hambre sexuak” de españolito en la España gárrula y reprimida.

Paco Rabal estaba antológico, pero Paco ya había trabajado con Buñuel y las había hecho grande, era además un representante del comunismo de resistencia.

Se trataba por lo tanto de una excelente adaptación de la novela de Miguel Delibes, una obra de 1981 enmarcada dentro del periodo realista del autor, que la dedicó a Félix Rodríguez de la Fuente, fallecido antes de la publicación del libro, una señal del amor hacia los animales, de “Milana bonita” que quedó inmortalizada como un emblema de cómo “los santos inocentes” sabían querer a un animal hermoso, cazado por un señorito fascista magistralmente encarnado por Juan Diego.

También aplaudimos el ahorcamiento, quizás porque uno mamó el odio a los “señoritos” desde su Andalucía natal que era igual como dos gotas de agua a esos latifundios extremeños. Delibes había concebido la obra como una intención de mostrar la incultura y la pobreza a la que se veían sometidos los trabajadores de los latifundios fronterizos con Portugal.

Su título hacía mención a la matanza de los Inocentes, en donde los inocentes son sometidos y oprimidos, y tienen un castigo de pobreza y desdicha como fruto de una derrota devastadora que se intuye en la trama sin necesidad de más detalles.

Frente a ellos, los señores de siempre con su doble moral, sus crueldades y sus misas, indiferentes ante la miseria, una enfermedad que lejos de haberse curado siguen cultivando. Por eso esta película lejos de ser historia sigue siendo una muestra de realidad que todavía se puede tocar aunque sea bajo otros formatos. Camus muestra una extraordinaria capacidad para sacar poesía de las situaciones cotidianas que retrata. La cámara presta más atención a los personajes humildes a los que amamos, mientras que los de clase alta resultan tan deshumanizado como los que salen cada día en los medias. Al final, los chicos ya no aceptan las propinas, se van.

Y la historia queda abierta, sigue abierta porque los señoritos como Juan Diego ahora gobiernan.

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