EL CLARÍN DE CHILE
Cuba y el mundo conmemoran hoy el aniversario 50 del asesinato de un ícono de la revolución latinoamericana: el guerrillero cubano-argentino Ernesto Guevara de la Serna, más conocido como el Che.
Sus biógrafos cuentan que en su natal Rosario, Argentina, desarrolló cualidades como su pasión por el ajedrez y la literatura. A los 14 años ya había leído a Engels, Marx, Lorca, Gandhi, Neruda, Freud, Martí…
Su espíritu aventurero lo llevó a postergar sus estudios de Medicina para recorrer el continente latinoamericano. Con su amigo Alberto Granado y una motocicleta nombrada La Poderosa, partió rumbo a Norteamérica.
Ese trayecto lo culminaría luego con su otro amigo, Carlos ‘Calica’ Ferrer, y lo llevaría hasta la Guatemala de Jacobo Arbenz. El golpe de Estado de 1954 lo sorprendió en esa nación centroamericana y le mostró la verdadera cara del poderoso vecino del Norte.
A su paso por México conoció a un grupo de jóvenes que pretendían, desde el exilio, formar una Revolución en la Cuba del dictador Fulgencio Batista.
Primero contactó con Raúl Castro, luego con su hermano Fidel en la casa de María Antonia, una cubana que los ayudaba. Quedó enamorado del proyecto insurreccional de los isleños.
Sobre ese encuentro escribiría en su diario: ‘un acontecimiento político es haber conocido a Fidel Castro, el revolucionario cubano, muchacho joven, inteligente, muy seguro de sí mismo y de extraordinaria audacia; creo que simpatizamos mutuamente’.
Meses después estaba rumbo a la mayor de las Antillas en un pequeño yate con la esperanza puesta en lo desconocido y el espíritu aventurero, tal y como recoge el volumen Ernesto Guevara también conocido como el Che, de Paco Ignacio Taibo II.
Luego del desembarco del yate Granma, reagrupada las fuerzas revolucionarias y pasados los primeros combates, el argentino quedó al mando de la Columna cuatro en lo más recóndito de la Sierra Maestra oriental.
El asma, las caminatas, los entrenamientos y la fuerte ofensiva enemiga no mellaron en su propósito. Allí reforzaría su carácter de hombre recto, disciplinado y con una destacada táctica militar y capacidad de mando.
De esos años dirigiendo el destino de sus hombres, en su mayoría guajiros de la zona iletrados, el comandante guerrillero entendió el papel que jugaban los campesinos en la gesta insurreccional.
El Che construyó escuelas, hospitales, enseñó a leer a sus subordinados, fundó un periódico -El Cubano Libre- y hasta puso en marcha la estación Radio Rebelde un 24 de febrero de 1958.
En plena ofensiva del Ejército batistiano organizó una nueva columna, la número ocho bautizada como Ciro Redondo en homenaje al compañero de lucha que había muerto en combate.
Su amistad con el Comandante habanero Camilo Cienfuegos llenaría la historia de anécdotas entre ambos. Con la confianza de Fidel Castro, ambos protagonizaron campañas militares -Santa Clara y Yaguajay, respectivamente, que pusieron el punto final a la dictadura.
El triunfo revolucionario de 1959 sobrevino una nueva etapa en su vida. Sus primeras tareas estuvieron enfocadas a mantener el orden en fortaleza habanera La Cabaña. Luego fungió como representante de Cuba en una gira por varios países del Tercer Mundo. Mostró sus cualidades como planificador de la economía, fue Ministro de Industrias, Presidente del Banco Central, organizó los primeros trabajos voluntarios.
La cámara fotográfica que compró con esfuerzo en México y sus inquietudes de mostrar la verdad de la región lo impulsaron a concretar, con un coterráneo suyo, un proyecto postergado: la fundación de la Agencia Informativa Latinoamericana Prensa Latina.
ÂíPÃ’NGASE SERENO… VA A MATAR A UN HOMBRE!
Cuando entendió que su labor en Cuba había terminado, emprendió rumbo hacia otros países de África y América Latina donde, a su juicio, la revolución estaba pendiente.
Movido por ese espíritu libertador llegó a Bolivia donde conformó una pequeña guerrilla. En La Higuera, oficiales del Ejército boliviano lo capturaron el 8 de octubre de 1967. El agente de la Agencia Central de Inteligencia, Félix Rodríguez, estuvo presente.
Herido y tras largas horas de agobiante espera, el mítico guerrillero se sentó en un banco con las muñecas atadas y la espalda pegada a la pared. Paco Ignacio Taibo II reproduce en su libro que la orden fue asesinarlo.
En el lugar que funcionaba de escuela sus captores no sabían qué hacer con él. Ante la duda de su verdugo, el suboficial Mario Terán, el Che le dijo: ‘ÂíPóngase sereno y apunte bien! ÂíVa a matar a un hombre!’.
Tras el primer disparo llegaron los demás. Entraron otros que hicieron lo mismo. Era la 1 y 10 de la tarde del lunes 9 de octubre de 1967. Habían asesinado al icono revolucionario más buscado y mítico de la época.
Los restos mortales del guerrillero fueron trasladados en un helicóptero hacia Vallegrande. Sus enemigos no querían un lugar de culto para el ‘trofeo’ que tenían ante sí.
Informaciones contradictorias del destino del cuerpo bombardearon de inmediato: primero que lo incineraron, luego que lo enterraron junto a sus compañeros. Lo único verídico era que habían desaparecido su cuerpo.
Tres décadas después de su asesinato, un grupo de expertos argentinos y forenses cubanos encontraron e identificaron los restos del Che y de varios de sus compañeros de la guerrilla boliviana.
Actualmente descansan en el Mausoleo homónimo ubicado en la provincia Santa Clara, al centro de Cuba.
El Che es presencia querida en Cuba y el mundo. Representa el aventurero y romántico empedernido de las causas perdidas, es la imagen del revolucionario comprometido con un mundo mejor.