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Apagar el Incendio y Alzar las Banderas de la reforma Agraria

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Editorial de EL PORTEÑO

Imposible hacer esta editorial sin mencionar el incendio que arrasa el valle central de nuestro país. En realidad, es imposible hacer referencia a cualquier problema de alcance nacional sin que este se encuentre atravesado por la catástrofe.

La Derecha, vergonzosamente, ha tomado el desafío y se ha empeñado en postular a Piñera como el enérgico ejecutor con que pretende volver a La Moneda. Sin pudor, han propuesto cancelar el proyecto del Museo de la Memoria en Concepción, para concentrar los recursos en la “reconstrucción”. Demagogia pura.

Por otro lado, el Gobierno y la Nueva Mayoría tratan de proyectar la idea de que este asunto debe ser resuelto institucionalmente, por ser un desafío que impone la unidad nacional. En esa línea se ha inclinado Guillier, Boric y Jackson -desde distintas perspectivas- tratando de difuminar la naturaleza de clase del incendio, centrándose en la idea de la solidaridad y el humanitarismo. Finalmente la derecha deberá inclinarse en el mismo sentido y contribuir a alinearse tras el Gobierno, simplemente porque no lograron explotar el desconcierto generado. La “unidad nacional” terminará imponiéndose: demagogia pura también.

Lo decíamos hace unos días en estas mismas páginas: este incendio es expresión viva de la catástrofe social que subyace a la estructura productiva del agro chileno.

Sometidos, como estamos, a la gran propiedad privada de los medios de producción y a la opresión imperialista, nuestro campo es arrasado por el monocultivo de pino y eucaliptus y por la hiperconcentración de las tierras. En ese sentido, la monstruosa industria forestal, lenta e inexorablemente, ha arrasado con la aptitud productiva de uno de los valles templados más productivos del mundo. Esto pone en evidencia que es el capitalismo el obstáculo para el desarrollo de nuestras fuerzas productivas. Tras el eufemismo de la “agroindustria” se esconde la incapacidad genética de la burguesía criolla de conducir a Chile al desarrollo.

En este sentido, estamos de acuerdo con la necesidad de derogar el andamiaje de subvención a la industria forestal, que consagrara en los primeros días de Dictadura el DL 701, y que ha sido prorrogado intacto hasta nuestros días. Es el Estado chileno, con fondos del erario nacional, el que ha contribuido a cimentar las bases del pernicioso monocultivo agrícola.

Lo que este incendio pone en evidencia es que el modelo productivo agrario chileno, instaurado por los Chicago Boys de Pinochet, ha fracasdo. Es éste modelo el que ha fracasado y es él –no un grupo de pirómanos ni de especuladores inmobiliarios- el responsable de esta catástrofe. Son Celulosa Arauco del grupo Angelini y la legendaria Papelera (CMPC) del grupo Matte, quienes deben responder por este desastre infernal. Es su modelo, parasitario, subsidiado y antinacional el que ha fracasado: hasta este minuto son 500 mil hectáreas quemadas, 11 víctimas fatales y 3.782 damnificados son la nítida expresión del fracaso del modelo de industria forestal

Es así como apagar el incendio debe conducirnos a terminar con la vulnerabilidad del agro chileno y a acabar con la contrarreforma agraria pinochetista. Luchar contra este modelo es no sólo una tarea democrática, sino que de liberación nacional y social.

Para que este objetivo se materialice, resulta imprescindible, como primera tarea, la expropiación bajo control obrero de todas las tierras de las grandes compañías forestales, sus aserraderos, chipeadoras y plantas de celulosa. En manos de los obreros forestales, cuyas fuentes laborales hoy no pueden sostener los grandes capitalistas, está la solución a esta crisis. La patronal, el Gobierno y sus partidos se preparan para campañas lacrimosas de caridad en búsqueda de reflotar sus alicaídas campañas electorales. Será tarea nuestra orientar la reconstrucción que viene después de este incendio hacia una verdadera Reforma Agraria, hacia el poder obrero, hacia la unidad obrero-campesina y la autorganización de las bases. No hay otro camino.

 

(Fotografía: Parral, 1971)

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